El cowboy

Lejos de los grandes westerns que Delmer Daves nos regaló en los años 50, tenemos este por título “Cowboy”, que por irregular nunca ha podido figurar en la categoría de indispensables del género. La película tiene momentos, buenos y malos, pero al margen de sus dientes de sierra en cuanto calidad, lo peor es que no termina de definirse, no sabe si quiere ser un western comedia o una drama y al final anda en terreno de nadie.

Algunas de sus debilidades son la propia historia de amor, muy floja, un final apresurado y anodino, y por supuesto un Jack Lemmon, que aun siendo un gran actor, en este santo género los papeles le quedaban muy mal, verle de vaquero es lo mismo que ver a Stallone de sacerdote.

Los aciertos de “Cowboy” no son muchos pero sí son de postín, sobre todo la estupenda desmitificación de toda la idealista vida del vaquero, que de la mano de urbanitas pensaban que estar con las vacas en las praderas era no sólo saludable sino hermoso. Aquí no se andan con falsedades y nos muestran la dureza de un trabajo que te quitaba más años de vida que los cigarros sin boquilla. También Glenn Ford, que le gana por más de dos cuerpos a Lemmon, está fantástico.

Ya saben, si quieren hacerse ricos rápidamente olvídense del campo, recuerden que todos los negocios que implican seres vivos están sujetos a más factores de azar que los que puede tener un diamante o una antena parabólica.

Delmer Daves, maestro del western, nos presenta una historia en la que un joven recepcionista de un hotel se asocia a un maduro cowboy para transportar ganado a Méjico, teniendo en realidad como finalidad saldar unas cuentas amorosas pendientes...
El aprendizaje, la soledad del cowboy, la solidaridad y otros temas se funden en un western ciertamente extraño en el que se mezcla lo jocoso con lo trascendental.

Técnicamente nos encontramos ante una buena planificación de escenas ( la escena en la cantina mejicana mientras suena la trompeta por ejemplo ), una excelente fotografía obra de Charles Lawton Jr. y un guión interesante cuyo desenlace es banal y decepcionante. Por otro lado, los actores cumplen ( cabe resaltar entre todos a Glenn Ford, poseedor de una mirada con alto poder expresivo ).

La decepción que supone el desenlace, el cual no cierra satisfactoriamente todos los temas expuestos durante el metraje, no debe empañar las virtudes de este interesante filme.

Ciertamente "Cowboy" es un Western atípico, con una voluntad claramente desmitificadora, tanto por la concepción de la historia -que evita recurrir a efectismos- como por otra serie de factores que son los que, en última instancia, provocan que muchos espectadores y aficionados, aun valorando el interés de la película, la perciban con reserva, un tanto extrañados o insatisfechos.

Es verdad que de Delmer Daves pueden verse Westerns mucho más logrados, especialmente "El tren de las 3:10" y "El árbol del ahorcado", pero este filme no es en mi opinión tan menor como se suele pensar. Posee varias de las mejores características de las más logradas obras de su realizador, como su realismo, los matices de los personajes -habitualmente individuos que buscan integrarse en la colectividad-, el ya mencionado afán desmitificador (evitando caer en el escepticismo), y un estilo visual expresivo, dotado para el sentimiento y lo poético, aunque en el presente caso se muestre muy contenido.

Puede parecer que el guión se limita a ilustrar -de forma un tanto extraña- la dura vida de los vaqueros y sus vicisitudes, pero posee una mayor ambición que conecta con otros filmes de Daves: la desmitificación del héroe individualista clásico del cine estadounidense. En efecto, a lo largo de casi toda su filmografía y también en este caso, el supuesto héroe no es tal, y en nigún caso puede comprenderse su actitud y sus motivos aisladamente, sino solo en el marco de un colectivo, con el que interactúa y aprende. Seguramente fue esa actitud abierta y poco común hacia los personajes lo que le llevó, en este filme, a colaborar con un gran guionista de similares inquietudes, el perseguido Dalton Trumbo, que aparece aquí bajo el seudónimo Edmund H. North. Otro de los aspectos que pueden resultar chocantes es la interpretación de Lemmon; creo que en este caso los espectadores nos dejamos llevar por la costumbre, y que nos cuesta mucho verle fuera de unos géneros concretos, más aún en esta insólita incursión en el Western, pero sinceramente creo que lo hace muy bien, demostrando su versatilidad y los variados matices que aporta a su personaje.

Por lo demás la película está muy bien filmada, con algunas secuencias notables -sobre todo las ambientadas en Mexico- y una hermosa fotografía; el guión posee algunos diálogos brillantes, sobre todo en el tramo inicial, más humorístico, y cuya ambientación, en un lujoso hotel de Chicago, ejemplifica esa voluntad de salirse del marco habitual de estas historias. Añadamos a todo esto un Glenn Ford tan estupendo como de costumbre -un habitual de Daves-, y disfrutemos de estos vaqueros, que lo son por voluntad o por destino.

Fue a finales de 1869 que, con 13 años de edad y sin un centavo en el bolsillo, al puerto de New York llegó el irlandés, James Thomas Harris, con su padre, entonces oficial de la armada británica. Viviendo años después en Chicago, Harris se empleó como botones en un hotel del que luego sería administrador, y allí se hizo amigo de muy variopintos ganaderos, uno de los cuales le despertaría el deseo de abandonar la vida citadina para experimentar la vida de los celebérrimos cowboys… por supuesto, una mujer tuvo que ver en la osadía de emprender tal aventura, con la que Harris pretendía llegar hasta México, de donde era oriunda la linda morena.

Años más tarde, convertido en escritor y llamándose ahora Frank Harris, en 1908 y en forma de serial, publicó sus aventuras en la revista Vanity Fair, con el título “The odyssey of the great trail”, y dos décadas después, consiguió publicar este material en forma de libro con algunas modificaciones y titulándolo entonces: “My reminiscenses as a cowboy” (1930). Aunque parece haber mucho de ficción y de historias de amigos en lo que Harris cuenta, el gran valor de su libro y también de la adaptación cinematográfica que hiciera Dalton Trumbo -a quien una vez más le denegaron el crédito por hacer parte de Los diez de Hollywood- consiste en los contradictorios e interesantes rasgos de personalidad que aquí se enfrentan, y en las muy humanas actitudes que fluyen de sus personajes, donde se demuestra la fuerte influencia que lo civilizado puede tener sobre lo salvaje, y también en sentido contrario, cuando se ha producido una relación estrecha entre dos individuos de formación muy diferente.

En Harris hay poesía, sentido de la equidad, respeto por la vida humana, fidelidad… y en Tom Reece, el ganadero del que se ha hecho socio, hay coraje, mucho arrojo, marcada dureza, una sensibilidad profundamente guardada para que no luzca como debilidad, y una lealtad sin medida ante quien valora como amigo.

Ese magnífico choque de personalidades que se va desgranando a lo largo de este majestuoso filme, en el que –aquí está la impronta de Trumbo-, un hombre humilde, en este caso el mexicano Paco Mendoza, será la sabia voz que dará luz a las tribulaciones del recio ganadero, hace que este filme trascienda la simple y tradicional trama de los buenos y los malos, para convertirse en una historia donde, el salvaje oeste, es esencialmente un recurso pictórico para dar encanto visual a lo que, en realidad, es una efectiva recreación de la lucha entre el atraso y el progreso moral del hombre.

Glenn Ford y Jack Lemmon, logran magníficas interpretaciones. El primero, con ese aspecto de hombre recio por el que se caracterizó en sus muchos westerns y Lemmon sin perder su característico toque de comediante, pero demostrando que puede ser serio, muy serio, cuando el momento lo reclama. Entre ellos hay una muy buena conexión a lo largo de toda la aventura y así se consigue que la trama nos impacte y sensibilice a partes iguales.

La película también es objetiva frente al manipulado papel que jugó la mujer en la machista sociedad de los siglos anteriores (¿anteriores?) y muestra de manera distanciada a los indios sin maltratarlos como cultura. Con una ambientación inmejorable y una fotografía de alto relieve, “COWBOY” consigue dejar huella sobre todo porque tiene una historia con muy valiosos matices.

Hay una pequeña falencia al dejar de contarnos lo que pasó en definitiva con Charlie (Dick York), durante la encerrona que le hicieron los mexicanos en el bar (aunque luego sabremos que salió avante), y el cuento final acerca de Doc Bender (Brian Donlevy), psicológicamente no tiene justificación alguna y es tan solo un recurso para lo que luego ocurre. Pero por lo demás, éste es un filme que se merece un alto reconocimiento.

Western con un argumento flojo en el que se tocan varios temas muy por encima.
Ritmo cortante, mejora en la parte final. Música y fotografia normales para un western de nivel medio, aunque con falta de iluminación en algunas fases.
Destaca tanto en los personajes como en las interpretaciones un extraordinario Glenn Ford, que hace que tanto Jack Lemmon como al resto pasen desapercibidos.

Poco argumento para sacarle partido.