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Brooklyn

Drama. Romance En los años 50, la joven irlandesa Eilis Lacey decide abandonar Irlanda y viajar a los Estados Unidos, concretamente a Nueva York, donde conoce a Tony, un chico italiano con el que comienza a salir y del que se enamora. Pero, un día, a Eilis le llegan noticias de una triste noticia familiar y tendrá que decidir entre quedarse en su nuevo país o volver a su tierra natal. (FILMAFFINITY)
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Críticas 119
Críticas ordenadas por utilidad
22 de diciembre de 2015
102 de 109 usuarios han encontrado esta crítica útil
No voy a extenderme mucho. Empezaré diciendo que el nuevo trabajo del irlandés John Crowley es de todo menos original, seamos sinceros. La premisa del emigrante la hemos visto mil veces en todas sus variantes, y su desarrollo tampoco es innovador. Aun así, si estás dispuesto a sentarte durante casi dos horas ante una película bastante tradicional, hay que admitir que "Brooklyn" funciona, y bastante bien, gracias al detalle con el que se trata la historia, a su gusto exquisito en cada paso que da, a su firmeza a la hora de evitar el melodrama y, sobre todo, a la maravillosa construcción de personajes, todos ellos tridimensionales, incluso los que hacen apariciones breves. Técnicamente es igual de conservadora, pero todo (la fotografía, la dirección artística, el vestuario, la banda sonora...) rebosa elegancia y buen hacer por los cuatro costados.

Pero el gran punto fuerte de "Brooklyn" está en las interpretaciones, sin ninguna duda. Todos los actores están magníficos, pero si alguien merece especial mención es Saoirse Ronan, una chica que llevaba años siendo una promesa y que por fin se reivindica a sí misma como una de las mejores actrices de su generación. A lo largo de la cinta, su Eilis pasa de ser una niña frágil, sensible y confiada a una mujer adulta, orgullosa e independiente, y esta evolución es creíble gracias a su madurez interpretativa, a su capacidad de dar vida a un personaje mucho más complejo y matizado de lo que puede parecer a simple vista. Es una de esas actuaciones con las que llueven (merecidos) premios y nominaciones.

En resumen, "Brooklyn" no es la panacea que me habían prometido, más que nada porque no arriesga en ningún aspecto, de tal modo que si solo valorara la originalidad tendría que suspenderla, pero lo cierto es que tampoco comete errores graves. Es un trabajo que pisa sobre seguro y toca todos los palos a los que se acerca con seguridad y solvencia. Es sencilla, contenida y sobre todo, efectiva. Si te gusta este tipo de películas, probablemente te encante "Brooklyn".

Calificación: Recomendable
Dabi
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27 de diciembre de 2015
65 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se puede entender por qué Brooklyn está gustando tanto.
Es una película realmente encantadora, y con una factura impecable que sin duda le da más puntos de los que hubiera merecido la misma historia contada en modo Gran Relato cutre de tarde de sábado. Es bonita, entretenida, emotiva, tiene una bella historia de amor, adapta una novela del prestigioso Colm Tóibín y sobre todo cuenta con un reparto inmaculado. Aparte de Julie Walters, que siempre es una delicia de ver haga lo que haga, cabe aplaudir a Emory Cohen como dulce enamorado de la protagonista, Ellis, y por supuesto a Saoirse Ronan, que ya hace años que ha confirmado lo que apuntaba en 2007 con su inolvidable personaje en Expiación: es una actriz como la copa de un pino. No es casualidad que esté nominada a todo y bien situada para colarse también en los Oscar. Su interpretación es estupenda, matizada, sensible, y a la vez firme como una roca.
Lo que sí sorprende es que se la esté considerando en casi todos los rankings como una de las mejores películas del año. Sinceramente, tampoco es para tanto. Igual es porque está más vista que el tebeo (¿cuántas veces hemos visto la historia del pobre inmigrante, irlandés, además, en América buscándose la vida y encontrando el amor en contra de los deseos de su familia?), pero Brooklyn falla a la hora de resultar verdaderamente trascendente. Más que verdadera emoción en su narración, lo que hay es sentimentalismo, tópicos a granel, y un tono convencional que desprende frialdad por mucho que la música se empeñe en martillear los momentos "importantes" con notas cargadas de pasión.
En definitiva, una película más que correcta y realmente bonita, aunque ciertamente sobrevalorada.

Lo mejor: Saoirse Ronan y su perfección formal.
Lo peor: Está ya todo tan visto... llega menos al espectador de lo que debería.
Sibila de Delfos
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6 de marzo de 2016
36 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emigrar. Abandonar tu propio país para establecerte en otro extranjero en busca de mejores medios de vida. Todas las naciones que hemos sido exportadoras masivas de emigrantes sabemos lo duro que puede ser irte – completamente solo – de tu hogar para fijar la residencia en otro lugar con el objeto de tener trabajo u oportunidades o la posibilidad de mejorar tu educación y abrirte puertas vedadas. Lo terrible es que en casa no hay nada que te retenga, salvo quizás el cariño de unos seres queridos que no sabemos si volveremos a ver o cuándo y el hábito y acogimiento de lo reconocible. ¡Y qué duro abrirse camino en soledad, sin otro apoyo que la presencia fugaz de algún alma compasiva o caritativa que te devuelva algo de lo que dejaste atrás o perdiste…!

Tan sencilla premisa es el motor de este melodrama de factura clásica e indisimulado tono sentimental pero lleno de discretos aciertos y sutil empaque. Recupera el placer de asistir a una narración simple pero repleta de personajes encantadores, angustiados, que luchan por apenas subsistir y mejorar, que se enfrentan a la devastación emocional de estar lejos de sus seres queridos y con la incertidumbre de si volverán a encontrarse. Porque la travesía en barco es larga, procelosa y llena de ignotas trampas… Lo previsible de la trama no le resta mérito a la cinta, que no engaña nunca y que no pretende travestirse de estudio sociológico. Nos encontramos ante el relato convencional de una persona cotidiana, sin nada de brillo ni alharacas, mediocre y gris, con el único afán de obtener su lugarcito en el mundo y sobrevivir con un mínimo de dignidad y decoro.

Con un tono melancólico, sereno, mesurado e íntimo alcanza el corazón del espectador como sin proponérselo. A ello contribuye la magnética presencia de Saoirse Ronan que dota de alma y cuerpo a su anodino personaje, sin más virtud que su obcecada tenacidad y su morriña desaforada. Además refleja a la perfección lo que es el proceso de enamorarse, sus atormentadas etapas de incertidumbre, esperanza, ilusión y embeleso, el lento calado de los corazones que se transforman y nos devuelven las ganas de vivir y compartir la vida con alguien especial. Y también es un acierto la duda entre las dos orillas del Atlántico. ¿Regresar o quedarse para siempre?

En apariencia elemental y sin dobleces, pero llena de duende y encanto.
antonalva
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29 de diciembre de 2015
34 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces te ves obligado a irte.
Por vida, por trabajo, por circunstancias generales que hacen posible tener que irte a otro lugar. En un mundo globalizado en el que vivimos, es poco probable que no te haya ocurrido alguna vez.
Y siempre se dice que nada cambiará, que volveremos algún día, que los recuerdos no se apagarán.

'Brooklyn', una historia del siglo pasado, nos demuestra que no es tan fácil como parece.
Que llegas a otro lugar, y rápidamente solo piensas en volver. Pero que, pasado el tiempo, puede que ese sentimiento de vuelta se diluya entre la gente, el trabajo, los pequeños momentos del día a día; en definitiva, la vida que pasa. Creemos y nos convencemos de que siempre recordaremos el calor del hogar familiar, pero un día nos olvidamos de él sin saber qué ha pasado.
Entonces estamos entre dos aguas, sin ninguna pista de cuál camino tomar, si es que hay que tomar alguno.

Eilis es una adolescente irlandesa sin apenas nociones de Mundo, esa asignatura que solo se aprende al conocerlo, en persona o a través de libros.
Vemos cómo es el trato que mantiene con su madre, su hermana y el mísero trabajo que mantiene por puro hastío. Nada queda en ese pueblecito irlandés para ella, si acaso el cariño que la da su familia, por lo que su partida hacia Norteamérica, el nuevo mundo, casi parece un trámite pequeño, algo para ir tirando, no gran cosa.
Esta historia tiene esa virtud, tan necesaria y a la vez tan infravalorada, de dar cara a las voces de la Historia, y mostrarnos que, entre toda la gente emigrante al otro lado del charco, había muchas que viajaban no necesariamente por desesperación o por ansia de aventuras, simplemente por curiosidad. Vives, te dicen que encontrarás, y tras la promesa de madurez te vas.

No es difícil empatizar con Eilis en su viaje de ida, toda miradas de curiosidad y nervios a flor de piel, excusa perfecta para que una mujer más experimentada la vea como alguien a moldear, explicándola qué va a encontrar realmente al otro lado. Nunca se puede explicar del todo, pero se intenta.
Lo que sigue, más que un romance, es el transcurrir del tiempo, pues en un romance se verían dos puntos de vista, aquí solo vemos como la mirada marchita de aquella irlandesa se transforma en una sonrisa orgullosa. Orgullo porque consigue dejar atrás su crisálida, sin tener que responder ante nadie por sus sentimientos.
La correspondencia sostenida con el hogar familiar se convierte, más que en una manera de vivir (o morir), en un lejano eco de fondo que con el tiempo querremos ver apagarse. Quizá porque creemos habernos ganado nuestro lugar en el mundo, sin que nadie nos recuerde que teníamos otro

Un diálogo revelador tiene lugar, aunque apenas se le da importancia: la única chica irlandesa mayor, que sigue en la casa de huéspedes con Eilis pese al tiempo transcurrido, dice que echa de menos un marido, para acabar diciendo que si lo tuviera echaría de menos la casa de huéspedes.
Apenas un intento, de nuevo en vano, de explicar ese sentimiento extraño que sucede cuando ya se sabe una etapa concluida.

La vuelta al hogar en principio está cubierta con un velo de nostalgia, al ser lo que desde hace un tiempo se ha deseado: la familia y los amigos siguen ahí, queriendo conocer lo que Eilis ha conocido, mientras ella intenta quitar importancia a su viaje. Es imposible hacerlo cuando salta a la vista el cambio, en sus vestidos y sus andares que poco tienen ya que ver con aquella adolescente irlandesa.
Pero solo al escribir cartas se da cuenta Eilis que tiene dentro la huella, profunda y significativa, de aquellas tardes en Coney Island nadando en la playa o de compromisos a media voz en la intimidad del dormitorio. La calidez del hogar es tal porque tiene que invitar a quedarse, pero nadie nunca ha dicho cuál es esa sensación de tener dos hogares, sabiendo que a uno le debes una vida, y a otro solo secos dolores camuflados en cartas de disculpa.

Entonces nos damos cuenta, la verdad: no se podía explicar lo que había al otro lado.
A Eilis nada le queda de esa adolescente, ahora es ella la mujer experimentada, y otra mirada de curiosidad se lo recuerda, a ella, la que nunca pensó serlo.
Es una ironía de la que nunca nos damos cuenta, la de vernos incorruptibles, inmutables con el tiempo, hasta que nos vemos inesperadamente en el lugar del otro... y comprendemos. Todos esos silencios, todas las miradas, todos los secretos que no se han de contar, todas las cartas guardadas entre dos corazones.

Imaginamos la fantasía de volver, y de que nuestra "nueva vida" solo fuera una de esas etapas de nuestra verdadera vida, una que sobre la que recordar y envejecer.
Pero solo era una fantasía, y como tal se desvanece, dejando claro que en la realidad hay más puntos finales, que puntos y aparte.
Charles
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20 de enero de 2016
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
14/14(16/01/16) Muy sobrevalorado film irlandés del realizador John Crowley, tras sus excelentes críticas esperaba algo que me sorprendiera, que me entusiasmara, que me emocionara, y me encuentro con una historia ya manida, con un desarrollo plano, con personajes todos que rebosan un buenismo rayando en la ingenuidad, con situaciones ya muy ajadas, con un supuesto dilema de la protagonista que no me mueve a reacción alguna. Me sorprende tanta loa a una cinta tan carente de elementos sugestivos. El guión por el director y por Nick Hornby, basándose en la novela homónima de Colm Tóibín, rueda con elegancia el director, dentro de un lineal clasicismo, de modo sencillo sin aportes estilísticos, sin dejar huella alguna. Es la clásica historia de un inmigrante, en este caso una irlandesa que viaja a Nueva York, que primero siente nostalgia y cuando encuentra un novio, siente que ya ha encajado, nada nuevo bajo el sol, y lo malo es que su giro y pretendida reflexión sobre las raíces de uno y el saber avanzar hacia el futuro que nos hemos marcado queda excesivamente políticamente correcto, no hay valentía, el realizador discurre el relato por senderos seguros, muy acomodado, sin tomar riesgo alguno, por rutas previsibles, lo cierto es que he estado buscando el gran film que algunos han visto y no lo he encontrado, he hallado algo banal, plúmbeo, sin garra, sin fuerza. Lo mejor sin duda es la gran actuación de Saoirse Ronan, alarde de exhibir una enorme gama de sentimientos, su personaje es el centro de la narración, sabe llevar el peso con gran expresividad emocional.

Arranca en 1952 en Enniscorthy, pequeña ciudad en el sureste de Irlanda, allí vive la joven Eilis Lacey (Saoirse Ronan), trabaja en la tienda de la marujona Sra. Kelly (Brid Brennan), vive con su viuda madre (Jane Brennan), y su hermana mayor, Rose (Fiona Glascott). Eilis en busca de un futuro mejor decide viajar a Nueva York. Tras un accidentado viaje en barco llega a la gran ciudad, allí se hospedará en Brooklyn, en una pensión para mujeres, todas irlandesas, regida por la Sra. Kehue (Julie Walters), trabajará de dependienta en una gran almacén, donde tendrá de supervisora a la rígida Sra. Fortini (Jessica Paré). Eilis sufrirá gran nostalgia de su tierra, siendo ayudada en su estancia por el sacerdote Flood (Jim Broadvent), el que organizó su viaje, también tendrán importancia dos muchachos, el italiano Tony Fiorello (Emory Cohen) y el irlandés Jim Farrell (Domhnall Gleeson).

Crowley se atiene a enseñarnos la odisea anímica de Eilis, su arco de evolución, no muestra el contraste de los dos mundos (Irlanda vs Nueva York), no hay fotografía de la sociedad del momento, vemos su desarrollo a través de su vestimenta y peinado, y de este modo su travesía de iniciación de inocencia e inseguridad, a chica autosuficiente y cosmopolita. Esto en una película que nos habla del Sueño Americano, lo hace tocando temas sobre la fuerza de nuestras raíces, de la familia, del desarraigo, del sacrificio, del amor verdadero, y todo esto me queda superficial, banal, sin punzarme. Todo transcurre por una vía donde solo transitan personas buenas o muy buenas, un mundo cuasi-idealizado, carente de la más mínima maldad o mordacidad, no se producen conflictos, todos los personajes van hacia adelante, sin contratiempos, una oda maniquea al Sueño Americano. Producto inane, aséptico, liviano, provocando sensación deja vú, el supuesto drama interno de la protagonista me llega artificioso, desbordando gran simplicidad narrativa, con personajes unidimensionales, una película sin alma, que no trasciende, cayendo en momentos de sentimentalismo torpón, tan convencional como un telefilm. Intenta rellenar la fragilidad emocional con encuadres cuidados y con una música intrusiva que intenta elevar momentos sentimentaloides de modo forzadísimo. A todo esto le sumo algunas lagunas argumentales que orgánicamente huelen a elementos o mal expuestos o regularmente desarrollados, primero es que no se explica el porque de que Eilis desee en solitario desee dejar su tierra natal para embarcarse en el Sueño Americano, no se atisba su ahogo existencial, y ni mucho menos pobreza, derivando esto en que no hay empatía con su odisea, otra laguna la contaré en spoiler, me ha resultado harto chirriante.

Saoirse Ronan realiza una sentida interpretación, reviste de sensible humanidad a su Eilis, le da matices, dudas, debilidad, orgullo, lo hace con un muy expresivo lenguaje físico y gestual. Emory Cohen embiste de bondad y ternura a su Tony, el enamorado de Eilis, y con Ronan detenta una gran química entre los dos desbordan cariño y amor. Julie Walters destaca por la patrona de la pensión, derrocha carisma, y una fuerte personalidad de cariz cuasi-paternal con las residentes. Jim Broadbent está un poco desaprovechado. Brid Brennan es el único personaje con alguna arista, cumple. Todo un soplo vitalista es el corto rol de Eva Birthistle como la rubia pizpireta y pícara que alecciona a Eilie en su viaje por mar y cómo afrontar su paso por la entrevista en la isla Ellis.

Posee una buena puesta en escena, con un estimable diseño de producción de François Séguin (El caso Slevin”), rodándose en en Enniscorthy, Wexford y Dublín (Irlanda), Montreal, Quebec (Canadá), y en Brooklyn y Coney Island (Nueva York-USA) esto embellecido por la meritoria fotografía de Yves Bélanguer (“Dallas Buyers Club”), que juega en un increscendo dramático con la luz, más oscura y tenue al inici0, y conforme la personalidad de Eilis va abriéndose como una flor al mundo la luz y los espacios se van agrandando, ello queda patente en el contraste de cómo Irlanda ve al principio, más lúgubre y gris y cuando Eilis vuelve se más colorida en bucólicos tonos pastel, más soleada y bella, y estos elementos musicados por Michael Brook (“Into the wild”), con notables dosis de emotividad, quizás en una función de empujar a emocionar al espectador de un modo que la historia por sí sola no puede. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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