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Juan Moreira

Drama. Aventuras El gaucho Juan Moreira es encarcelado por reclamar lo que le correspondía. Al ser liberado toma justicia por mano propia y signa definitivamente su destino: persecuciones y muertes. Se suma a las huestes de Alsina y entra en la política de comité. Traicionado se pasa al bando del general Mitre. En medio de estas luchas políticas, del fraude y de las traiciones, librado a su suerte, sólo le quedará una única opción. (FILMAFFINITY)
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
18 de abril de 2008
26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pulpero Sardetti exhibe un recibo firmado por el gaucho Moreira, negándose a pagar su deuda. Pero resulta que Moreira no sabe escribir. Indignado, el gaucho mata al estafador y se convierte en un fugitivo de la ley.

Esta película trata sobre la vida y muerte de Juan Moreira, un bandido que asoló la provincia de Buenos Aires a comienzos de la década de 1870 y que se convirtió en una leyenda popular.

El protagonista de nuestra historia es la dolorosa síntesis de esa época.

Muy buena película, radiante, barroca, de un director sutil y valiente, y con un gran protagóncico a cargo de Rodolfo Bebán (¿sabían que Favio lo quería a Toshiro Mifune para desempeñar tal papel?).-

Pues nada, espero te sirva esta critica y puedas ver esta buena película.-
freddy
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22 de octubre de 2013
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leonardo Favio se vale de la epopeya de un héroe popular para plantar una de las mejores producciones de su filmografía, primera en color, cuyo título completo es "La vida de Juan Moreira, en colores, con sonido y todo. A pedido del cariñoso público."
La película podría definirse como un "western" criollo, ya que tiene muchos elementos paradigmáticos del género. Ambientada en las postrimerías del siglo XIX, narra las desventuras de un gaucho perseguido por el asesinato de un comerciante que lo había estafado.
Se advierte un paralelismo entre el tema elegido por el director y la atmósfera social de latinoamérica --particularmente la de Argentina-- que envolvió la pre-producción del rodaje. Fueron años de fuerte agitación social, lucha armada, secuestro y asesinato de militantes populares, que culminarían con golpes de Estado genocidas encabezados por las Fuerzas Armadas secundadas por los desbordados políticos neoliberales. En los años previos al trágico desenlace, Favio, como militante que era, buscaba tomar parte de la ola de cineastas del "nuevo cine latinoamericano", concientes de que la cámara podía convertirse en arma al servicio de las luchas populares, pero de alguna manera su concepción estética difería notablemente del cine testimonial y de "combate" que postulaban aquellos y cuyo punto más representativo fue "La hora de los hornos" del Grupo Cine Liberación. Meses atrás de iniciar el rodaje de "Juan Moreira", Favio tenía pensado filmar la breve vida de Severino di Giovanni, anarquista tirabombas oriundo de Italia y radicado en Argentina en 1920. Se desconoce la razón por la que finalmente decidió cambiar de personaje, pero sin duda la leyenda de Moreira está mucho más arraigada en la cultura popular argentina.
De cualquier manera el resultado es sorprendente. "Juan Moreira" marca una ruptura con los films anteriores del director, influidos por el neorrealismo, entrando en un territorio fantástico pleno de metáforas en concordancia con el cine de Ingmar Bergman. Incluso una escena lo cita abiertamente. Otras escenas filmadas cámara en mano, reflejan el fervor documental del "cinéma vérité" distanciando su propuesta del tratamiento rígido y acartonado del cine histórico argentino tradicional. El picado y el contrapicado son manejados con maestría en las secuencias de lucha a muerte de Moreira, redefiniendo el espacio y acrecentando la emoción interna de los personajes.
Por último, es de resaltar la excelencia de la banda sonora que además de sus pasajes hermosos y pegadizos, siempre concurre oportunamente a la temática.
Muy recomendable.
klinki
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2 de octubre de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llamada "segunda trilogía" del cineasta argentino Leonardo Favio es más irregular que la primera, pero no por ello carece de interés. Es evidente que, en estas tres películas, Favio trata de dar un nuevo giro a su cine, tratando de acercarlo a las masas, haciéndolo más comercial, más popular, a lo que ayudaban los temas elegidos, la fotografía en color (su primera trilogía está rodada en blanco y negro) y el estilo de la música. Da la impresión de que, frente a la introspección, la severidad y la tristeza de su primera trilogía, en los años 60, Favio busca, en los 70, un cine más extrovertido, más enérgico, y más barroco.

También hay en este cambio posibles factores políticos: si la primera trilogía la realiza Favio, peronista de pro, en unos años -del gobierno democrático de Illia a la dictadura de Onganía- en los que el peronismo está prohibido y perseguido, la segunda trilogía la rueda entre 1972 y 1975, en unos años de retorno al poder de Perón y el peronismo. Aunque tal vez las enormes contradicciones internas del peronismo se asoman a esta segunda trilogía, tan heterogénea en sí misma.

"Juan Moreira" (1973), el primer largometraje de la segunda trilogía de Favio, constituyó un enorme éxito de público, y es un film de gauchos en la línea del "Martín Fierro" (1968) de Leopoldo Torre Nilsson, pero con un giro muy curioso: Moreira, un gaucho matrero y pendenciero, se ve envuelto en las luchas políticas que en los años 70 del siglo XIX dividen a los nacionalistas de Mitre y a los federalistas de Alsina, poniéndose, así, al servicio de unos y de otros, para sobrevivir, y, a la larga, conseguir el tan deseado indulto. Es impresionante la secuencia en la que se describe cómo eran unas elecciones políticas, en medio de una violencia política apabullante, y de un sectarismo político que procede de los caudillismos de la época de la Independencia.

Rodolfo Bebán logra una gran interpretación. Por otro lado, destacan los giros hacia lo onírico, la escenografía, en la que abunda el fuego, y los movimientos de la cámara, con el uso de esos planos cenitales tan queridos por Favio.

Favio muestra una Argentina inmediatamente anterior a la avalancha migratoria de fines del siglo XIX y principios del siglo XX: una Pampa aún bastante salvaje, en la que las "tolderías" de los indios conviven con las "pulperías" de los blancos.

"Juan Moreira" es una estupenda película, tal vez sobredimensionada por la época en que se estrenó, una época en la que esta reflexión sobre la identidad nacional, a través de la figura del gaucho, en un contexto violento en el que el gaucho se vende y traiciona su libertad, se leía seguramente en clave política, enlazando los años 70 del siglo XIX con los años 70 del siglo XX.
Pedro Triguero_Lizana
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8 de septiembre de 2012
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Juan Moreira fue un célebre bandolero argentino de fines del siglo XIX. Su vida estuvo signada por la tragedia. Ya su padre, un español famoso por su crueldad al servicio del régimen del Gobernador Rosas, fue despachado por este Brigadier con una carta cerrada a su colaborador principal, ordenando fusilar de inmediato al portador de la misiva. La película es pretenciosa pero tiene cotas altas, le da un aire onírico a una existencia que, desde cierto punto de vista podria parecer oscura, en humildes ranchos de la zona rural de La Pampa. Sin embargo, no fue tan oscura, si atendemos a su celebridad que lo catapultó al futuro y resultó inspirador para el arte. Favio sabe darle un aire épico a esta historia y un aire barroco a lo Zurbarán o al Caravaggio con el juego del subrayado claroscuro, aunque a veces la estampa con muchos personajes delineados en ese esquema recuerdan a Courbet. Es rescatable la pintura del atardecer declinante en la llanura argentina con puestas de sol inovidables, con un cielo que parece un tizón encendido. Quizá, aunque la observación es algo trivial, es una lástima que las escenas con sangre -que abundan, producto muchas veces de los duelos a cuchillo del protagonista con sus ocasionales rivales- tengan un aire a pintura de pared evidente, con un aspecto espeso y de un colorado poco subido de tono, que no parece mucho al color de la sangre, más bien semejante a un tintillo oscuro. Se ve que el recurso no era muy bueno, y aunque quiza´no sea tan relevante, se nota en una película con magnitud artística como ésta y donde su presencia es bastante fuerte en muchos tramos. Por otra parte, se advierte el sentido de la perspectiva grandilocuente, muy acusado en las escenas de Favio. Yo, la habría reducido una media hora, pero es una historia que tiene su interés y revela a un director personal.
elneon
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21 de febrero de 2011
16 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un plano cenital abre la película. Entierran a Juan Moreira.
La planificación de la escena siempre es algo a destacar en el director argentino, pero en “Juan Moreira” veo ciertas imágenes pictóricas (jinetes a contra-luz, cielos que caen sobre las cabezas) y pocas que sean netamente cinematográficas.

La voz en off casi siempre acompaña la filmografía de Leonardo Favio. Como escritor y compositor, pocas veces ha podido desembarazarse del poder de la palabra escrita. En algunas cintas, su uso podía ser perdonado por el carácter fabular de la historia, incluso en esta, podría ser perdonado por su carácter iconográfico, pero lo cierto es que el uso del recurso es desmedido, y no existe un momento, donde no me dé la sensación de estar “leyendo” la película.

Quiere Favio demostrar, que de libro no hay nada, y busca como aliado a la cámara. Y una vez más no acabo de ver claro que este director, sea el mismo que bailó con ella en “El dependiente.” Los recursos , acaban por ser abusivos:

1.- Nunca un travelín debe ser gratuito. De las dos docenas de travelines que hay en la película, no existe funcionalidad ni en una cuarta parte de ellos.
2.- De los planos cenitales usado, excepto el primero y otro usado con oficio en una catina mientras una guitarra suena, los demás llegan a resultar cansinos. Además, el abuso en un plano nada habitual, quita potencia cuando está bien usado.

3.- El uso de cámara en mano, y las luchas donde mete primerísimos planos y acabamos por no ver nada, a mí me hastía, aunque debemos reconocerle al director su labor como pionero del horroroso cine que ahora nos toca soportar.

4.- La música pocas veces está integrada con la imagen a pesar de la calidad de esta.

¿Dónde gana enteros?

Sobre todo en su homenaje a Bergman (y que recapitularía en su siguiente trabajo: “Nazareno Cruz y el lobo”) donde una vez más lo mitológico acaba por ser el arma de mayor potencia en la película; y en el medido uso de los picados y contrapicados que enmarca a cada personaje.
Chagolate con churros
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