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El año de las luces

Comedia Dos muchachos con síntomas de tuberculosis son enviados a un sanatorio cerca de la frontera portuguesa. Durante su estancia allí, Manolo, el mayor, vive su despertar sexual cuando observa a su enfermera desnudarse cada noche. Cuando ella es despedida, Manolo se enamora perdidamente de María Jesús, una chica del pueblo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
7 de marzo de 2006
45 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece la arquetípica película española sobre la sociedad de la posguerra vista desde los ojos de un niño orejudo, pero no lo es:
El prota (un jovencito Jorge Sanz) tiene las orejas de tamaño mediano y es un niño justo en la frontera de la adultez, de esos quinceañeros que escriben poesía y tocan la zambomba varias veces cada día, y sus ojos no están para muchas observaciones sociales... suficiente trabajo tienen siguiendo los movimientos que hacen las manos de las campesinas extrayendo leche de fresca de las ubres vacunas, o espiando las infermeras mientras se cambian de ropa tras un biombo.
En realidad la primera mitad de la peli, más que El Año de las Luces, parece El Año de las Pajas (aunque luego resulta que llega una jovencita Maribel Verdú y el tío es que incluso se enamora y deja de pelársela).

Se puede considerar un film menor de Trueba y Azcona, un simple presagio de la divertida Belle époque, o un agradable desfile de personajes secundarios simpaticones (entre los que destaca, como siempre, Chus Lampreave), pero es una película de ésas que dan ganas de vivir, y, todo sea dicho, de tocar la zambomba.

Nota: excelente.
Listocomics Puntocom
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5 de septiembre de 2006
29 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quinto largo de Fernando Trueba ("Belle époque", 1987). Se basa en un episodio de la vida real de Manuel Huete. Se rodó en Ponte de Lima (Portugal), Quintanar de Sanabria (Zamora) y en plató (Madrid), durante el verano de 1986. Ganó el Oso de plata de Berlín y un Goya (actriz de reparto, V. Forqué). Se estrenó el 5-XII-1986.

La acción tiene lugar en el sanatario preventivo antituberculoso para niños de Sierra de Gata (Cáceres), entre marzo y abril de 1940. Narra la historia de Manolo (Jorge Sanz), de 16 años, huérfano de padre, llevado al sanatorio por su hermano mayor, Pepe (Santiago Ramos). Con la llegada de la primavera, descubre su sexualidad y la fuerza arrolladora del deseo. Él y Mª Jesús (Maribel Verdú), de 15 años, comparten las primeras experiencias de sexo y de amor.

La película sitúa el descubrimiento del amor y de la sexualidad de dos adolescentes, Manolo y Mª Jesús, en el marco severo de 1940, cuando la enseñanza en el país estaba dominada por concepciones autoritarias, prejuicios contra el sexo, condenas del baile en pareja, imposición de castigos físicos (latigazos de Maribel, vara de la maestra), la separación de niños y niñas en la escuela, los escrúpulos religiosos, la aversión a los libros, etc. Frente a ello se sitúa la figura eminente de Emilio (Manuel Alexandre), bedel del sanatorio, que conoce a Montaigne, Balzac, Flaubert, recuerda pasajes de sus escritos y destila sabiduría y libertad de pensamiento, que trasmite a Manolo en sus conversaciones. Entre la represión de la maestra y la magnanimidad del espíritu de Emilio, Manolo se enfrenta a la pulsión de sus deseos desorientado, desconcertado y presa de ansiedad. La fuerza de sus impulsos desbordará los prejuicios y amenazas, en un proceso breve y contundente. El relato está salpicado de notas de humor e ironía, que culminan en la escena del capellán don Teodoulo, que se las tiene a tiros con las palomas que vuelan en el ábside de la iglesia y el desamayo del capellán novato durante la confesión de Manolo. Es elocuente la quema de libros no escritos en castellano, italiano o alemán, de la que Emilio salva una obra de Dickens.

La música juega con sonidos burlones de saxo bajo, melodías románticas de cuerdas y una percusión vibrante en la escana de la separación. La fotografía hace uso de primeros planos breves, encuadres paisajísticos espléndidos, sobreentendidos a penas sugeridos y movimientos de cámara que acarician a los personajes. Las interpretaciones de Jorge Sanz (16 años) y Maribel Verdú (15 años) desbordan naturalidad y ternura. Son excelentes las intervenciones de Lampreave, Saza, Alexandre y Verónica Forqué. La dirección construye una obra madura y equilibrada, de realismo poético, con una muy mejorada puesta en escena.

La película exalta con nostalgia la adolescencia y el nacimiento del deseo, fuentes de luz capaz de imponerse a entornos tan sombríos como el de 1940.
Miquel
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26 de septiembre de 2012
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí me gustan mucho las primeras películas de Trueba, no lo puedo remediar. Tienen una frescura y un tono ingenuo, casi como de opera prima, que me encandila. Por gustarme, me gustan hasta los títulos. Me gustó que llamara a su primer largo “Opera prima”, que parece una perogrullada, pero oye, no se le había ocurrido antes a nadie. Y me encantó tanto el ambiente como el nombre de “Belle epoque”, lo mismo que me encanta este “Año de las luces” para mostrarnos ese momento único en la vida en el que salimos definitivamente de la nebulosa algodonada de la infancia y, oh milagro, se hace la luz. Y aparecen, como por arte de magia la tierra prometida, o sea, el sexo y el amor.

Me gusta también el toque Azcona del guión. Con esos personajes típicos de nuestro cine de toda la vida: la estricta gobernanta (esa maravillosa e inimitable Chus Lampreave), el cura con sobrina (tremendo don José Sazatornil), la matrona gruñona (Ayyy, Rafaela Aparicio, qué grande), el rojillo con retranca (Manuel Alexandre, inmenso)… y esos jovencísimos Jorge Sanz y Maribel Verdú, que casi crearon escuela como pollinos enamorados. Qué tiernosssss! De esta peli me gustan hasta los niños, que ya es gustar.

Trueba y Azcona, Azcona y Trueba, tanto monta monta tanto, saben darle un regustillo diferente al cine sobre la posguerra. Desde la comedia, con una vena satírica importante, creando personajes inolvidables, que nos llegan y nos conmueven, rodeándose de actores entregados y convincentes… Y sí, ese tipo de cine se echa de menos. Y esos guiones completitos, finos, punteros, en los que no falta un detalle.

Desde aquí mi homenaje a ese genio que fue don Rafael, q.e.p.d. Sinceramente en la comedia española no ha tenido rival ni tiene sustituto. Tal vez hayamos perdido el sentido del humor y la capacidad de reirnos de nosotros mismos o quizás es que no ha aparecido la persona adecuada, pero el caso es que hace mucho tiempo que aquí no se hacen más que dramones o pelis de miedo, y cuando alguien se lanza a hacer comedia, pues sale “Fuga de cerebros”. Qué pena, señor!
Talía666
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26 de febrero de 2010
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos en la España de posguerra. Una España inundada por fascistas, curas, monjas y beatos. Una España represiva, asfixiante, autoritaria. Son malos tiempos a boca del que no sea “español”, o “nacional”. Son fechas, las de 1940, en la que la tuberculosis hace estragos. Dos hijos de caído en el frente, Jorge Sanz y su hermano pequeño, Manolo y Jesús, son enviados por su hermano mayor a un preventorio. Un lugar en el que Manolo, un chaval ya en pubertad acelerada, aprenderá una de las lecciones más importantes de su vida.

Durante su estancia en el preventorio, en la primera parte del film, eclosionará en Manolo el deseo sexual propio de su edad. Coqueteará, aunque sólo sea visualmente, con la estricta Vicenta. Todo bajo la atenta mirada de Irene, una Verónica Forqué excepcional, falangista y directora del centro, y de Tránsito, la maestra rancia, prototipo del franquismo español. También contará, frente a ellas, con un aliado magistral, el bueno y sabio de Emilio, un anciano, interpretado por Manuel Alexandre a las mil maravilllas, que le dará consejos, acudiendo a su memoria literaria y parisenca, acerca del amor y de la vida.

Todo se radicalizará, durante la segunda parte del film, con la llegada de una nueva enfermera, María Jesús, una joven Maribel Verdú. Ella hará nacer en el interior de Manolo la llama del amor, al tiempo que también lo hará en su interior. Un amor presentado de manera fresca, simpática e inocente, cosas de la edad, pero que pronto se tornará totalmente mísero. Un amor que debía luchar frente a muchos obstáculos. Obstáculos representados en el “tío” de la chica, un cura muy cabrón, y en las punzantes miradas de las enfermeras, con especial atención de la pura y recta Irene, muerta de celos en el fondo.

‘El año de las luces’ es una película emotiva, bonita y, a la vez, triste. Es ligera, pero también profunda. Es el despertar en la vida real de un chaval, Jorge Sanz, que pronto descubrirá que los palos no se olvidan fácilmente. Un amor, el suyo con la Verdú, que se ahogará entre curas y falangistas, entre castidad simulada y mezquindad irritante. Fernado Trueba nos regala una joya del cine español a través de esa historia de amores juveniles en un contexto muy poco propicio. Un contexto representado a las mil maravillas gracias a los buenos diálogos y a las magistrales interpretaciones de los secundarios, especial mención al gran Manuel Alexandre. Gran película.
The Motorcycle Boy
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28 de septiembre de 2012
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película se deja ver, la historia tiene el sello de Rafael Azcona, ese regusto un tanto amargo que se esconde detrás de una historia disfrazada de comedia intrascendente. Formalmente, está rodada con la simpatía y frescura propia de las primeras películas de Trueba. Escenas bien planificadas, planos medidos, diálogos creíbles. También es una película de ambientes. El despertar sexual de un adolescente en plena posguerra, el clima de ahogo y represión. Todo está muy cuidado, la verdad...

Como aspectos menos positivos, muchos han dicho que ésta es otra película más sobre la posguerra. Eso sí, no perdamos de vista que "El año de las luces" tiene ya 26 años. De todos modos, todo sigue un patrón demasiado previsible. Jorge Sanz está como siempre, o sea... Maribel Verdú cumple su papel, aunque aún estaba lejos de lo gran actriz que poco después demostró ser. Más allá de los adolescentes protagonistas, los personajes son arquetípicos, casi hasta la exageración, hasta el punto de hacerlos poco verosímiles. Reconozco los méritos de Chus Lampreave y de Saza, y acepto que sus personajes vienen bien a la historia por el tono de parodia bufa que supone el franquismo rancio llevado al extremo. No obstante, los personajes de Manuel Alexandre y de Verónica Forqué no me terminan de encajar, son tan exagerados que la historia termina antojándose maniquea y forzada, como lo es la propia historia del adolescente recluido en un preventorio lleno de niños de menor edad. Me quedo con los secundarios que se mantienen en una segunda o tercera fila, porque sí que son efectivos en la creación de ambientes: Santiago Ramos, Violeta Cela, Diana Peñalver... Y, por supuesto, Rafaela Aparicio.

En fin, para pasar un rato sin mayores pretensiones...
rober
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