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Camelot

Musical. Romance Adaptación cinematográfica del musical homónimo que se estrenó en Broadway en 1960. Trata sobre la legendaria historia del reino medieval de Camelot. El caballero francés Lancelot du Lac o Lanzarote del Lago (Franco Nero) llega a la corte del rey Arturo (Richard Harris) para integrarse en la Orden de la Mesa redonda, recién creada por el monarca inglés. Lancelot se enamora de la reina Ginebra (Vanessa Redgrave) y su amor es ... [+]
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
29 de agosto de 2005
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mito artúrico ha sido visitado por el cine, de forma regular, a lo largo de sus más de 100 años de historia, desde el clásico de R. Thorpe, pasando por el “Excalibur” de J. Boorman, hasta llegar al desafortunado “El primer caballero”, por solo mencionar algunos ejemplos. Pero curiosamente, quizás sea la versión cinematográfica del musical de Frederic Loewe y Alan Jay Lerner, “Camelot”, de duradero éxito en los escenarios de Broadway, el que haya sabido captar más fielmente lo que de magia, amor, pasión, fidelidades traicionadas y utopía hay en esta bella historia. Dirigida por un director solvente, a reivindicar, como lo fue Joshua Logan, es indiscutiblemente uno de los últimos grandes musicales del Hollywood clásico.
Sustentada en un sólido guión, el film se desliza de forma milimétrica desde una primera parte, donde la belleza, la utopía y la felicidad inundan la pantalla, hacia una segunda parte más sombría y pesimista donde la pasión culpable de los amantes, cercana al “amor fou”, deviene drama, sentimiento de culpa, dolor y sueños destruidos, manteniendo perfectamente la atención del espectador a lo largo de sus casi tres horas de metraje, que se siente identificado con los personajes y sus sentimientos.
Logan fotografía, de forma inusual para un musical, el rostro de los actores en grandes primerísimos planos, para acercarnos de forma intima a los sentimientos contradictorios que su corazón alberga, consiguiendo del trío protagonista unas interpretaciones soberbias, enfatizando de manera muy especial las miradas y todo lo que a través de ellas expresan. Nunca Richard Harris estuvo mejor en la pantalla, y tanto Vanessa Redgrave como Franco Nero componen unos excelentes y creíbles Jenny y Lance.
Nunca en ninguna versión fílmica el espectador se siente a la vez tan comprensivo con el delito de amor de los jóvenes amantes, como cercano al dolor del Rey Arturo, por su amor y amistad traicionados, por aquellos a quien tanto quiere, y por el fin del gran sueño utópico de Camelot.
Visto después de casi 40 años después de su estreno, “Camelot” no ha perdido ni un ápice de su fuerza visual. Desafía con elegancia todos los intentos vanos de resucitar un género, que como tantos otros da la impresión de que se ha perdido la fórmula para crearlos. Claro que hoy en día no tenemos a unos actores de la talla de Richard Harris, Vanessa Redgrave o Franco Nero, a un gran director como lo fue Joshua Logan, y sobretodo nos encontramos en un desierto donde encontrar un guionista que sepa escribir un film “comme il faut” parece una misión más que imposible.
De la partitura poco hay que añadir, probablemente sea uno de los mejores trabajos del mágico binomio Loewe&Lerner, y con esto esta todo dicho.

Francesc Chico Jaimejuan

Barcelona 29 de agosto de 2005
Harry Lime
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16 de noviembre de 2009
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía gran interés en ver "Camelot" puesto que es la adaptación de una obra de White que me conmueve y apasiona muchísimo desde que tuve la suerte de dar con ella en una librería de saldos en Madrid, hace ya años. Supongo que ahora estará más que reeditada y disponible, pero de aquella no existía el Amazon y había que apelar a los métodos de caza libresca más artesanales. Métodos que resultaban tan estimulantes como peligrosos: desordenar pilas de libros medio podridos ante la desaprobadora mirada del librero-troll; estar al borde de la muerte por ingestión de una polvareda altamente tóxica; y por último, pero no menos importante, alzar el libro en lo alto de la pila de volúmenes revueltos y contemplarlo relucir cual espada Excalibur que emerge de una mole de páginas sombrías. Lo de relucir es un decir, porque como es sabido, las librerías de viejo son antros sin fuentes de luz que confirman la teoría secreta de que sus dueños son seres misteriosos que han aprendido a leer en la oscuridad y esperan que tú tengas la misma habilidad o en su defecto, una gran formación en braille.

Pero volvamos a "Camelot". No me hacía demasiada ilusión lo de que fuese un musical, porque pensé que esto supondría destacar la parte "ligera" de la obra de White en detrimento de su profundo sentido de la poesía y de la épica. Después de haberla visto, compruebo que se ha conservado la mezcla entre drama, aventuras y comedia. Aunque las canciones sobran. El problema también es que "Camelot" incide demasiado, para mi gusto, en el trío entre Arturo, Lancelot y Ginebra.

Fuera de esto, me quedo con tres escenas: la bellísima obertura en la que Arturo avista Camelot; el reencuentro de Arturo adulto/niño con Merlín y el recuerdo de su aprendizaje con los animales; y finalmente el encuentro de Ginebra con el rey Pellinor, con la famosa conversación en la que este maravilloso personaje añora las bondades de un buen lecho de plumas.

En general, la película detenta un ritmo y unos aciertos algo irregulares y si habría de destacar algo por lo que vale la pena el visionado, es la escenografía: el salón donde se instaura la Mesa Redonda es un delirio prerrafaelita pop cuya magnificencia deja sin habla (todo está cuidado al detalle). El vestuario, sobre todo el que corresponde a Vanessa Redgrave es de una fastuosidad y belleza increíbles: suaves pieles invernales, vestidos de lady of shallott versión Waterhouse, complicadas fantasías medievales, delicados tejidos de malla dorada, coronas de flores, túnicas de caída casi acuática...Las armaduras no se quedan atrás, aunque sin igualar el fastuoso brillo de las de "Excalibur": quizás andaran más cortos del tema lija...
Neathara
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1 de octubre de 2008
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que comienza te introduces en un paisaje y una atmósfera legendarios, y te sorprende ver cómo el buen salvaje de tantas películas interpretado por Richard Harris se convierte en un tipo sensible, delicado, un hombre dado al amor como primera de todas las causas, y ya te sorprende menos cuando su objeto de deseo y fraternidad es Vanessa Redgrave, tan encantadora, ingenua y perversa como pocas, y luego llega el otro, el guapo de guapos italiano, Franco Nero y la historia se ramifica allí por donde la mayoría sabe ya que muchas veces se ha contado este mítico triángulo amoroso.

Pero son tres en uno, todas las partes confundiéndose con canciones magistrales y una puesta en escena como sólo Joshua Logan es capaz de hacer, el mismo director de tantas películas inolvidables (Picnic, Bus Stop, LA leyenda de la ciudad sin nombre), casi siempre ligadas a su origen teatral. En este CAMELOT, el teatro está muy presente por la estructuración de sus secuencias pero alcanza al cine y lo transmuta en uno de los musicales más hermosos de la época, y eso que en los 60 hubo muchos y muy buenos.

Los actores se comunican extraordinariamente entre ellos y gozan y sufren los avatares del condenado amor entre melodías fascinantes.

Tan hermosa producción tiene una pega que desvelo en el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
horacio
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30 de junio de 2008
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En general no soy muy amante de los musicales, pero el arranque de este es pura delicia. Luego es un poco larguito la verdad, pero la película vale la pena verla sólo por ese comienzo que para mí es uno de los más bellos hechos jamás.

Richard Harris y Vanessa Redgrave son actores, no cantantes, pero madre mía, parecen Adán y Eva seduciéndose en el Paraíso (aka Camelot) a ritmo de miradas y baladas.

Luego la peli decae algo con la entrada de Lancelot, más que nada porque no sé cómo lo ha hecho, pero Joshua Logan consigue transmitirnos algo muy difícil con el romance inicial entre el rey y la reina: felicidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Gilbert
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21 de noviembre de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
269/13(16/11/17) Fallida revisión en modo musical de la mítica artúrica, una aparatosa cinta que en su desmesurado metraje llega a aburrir, con un ritmo cansino, sin canciones que perduren, sin números musical es que sobresalgan del montón. La historia del Rey Arturo ha sido llevada al cine en múltiples ocasiones en diferentes estilos, desde las aventuras de capa y espada de “Los caballeros del rey Arturo” (1953), “El primer caballero” (1995), aventuras bélicas romanas con “El Rey Arturo” (2004), fantasía de espada y brujería con “Excalibur” (1981) y “Rey Arturo: La leyenda de Excalibur” (2017), dibujos animados con “Merlín el encantador” (1963), el drama romántico con “Lancelot du Lac” (1974), la comedia bufa con la de los Monty Python “Los caballeros de la mesa cuadrada” (1975), todo un subgénero (además con varias series televisivas) al que no le falta su musical, en este caso la versión cinematográfica (musical) de Frederic Loewe y Alan Jay Lerner (escribió el guión de la película con algunos recortes y alteraciones), “Camelot”, de duradero éxito en los escenarios de Broadway, potenciando el romanticismo fatalista sobre la acción, dirigida por el texano Joshua Logan en una década donde los grandes musicales florecían en Hollywood con enormes réditos comerciales (“My fair lady”, “Sonrisas y lágrimas”, “West Side Story”, “Mary Poppins”, etc…), pero este no está a la altura, y de hecho fue una superproducción (15 millones $ de presupuesto) súper-batacazo en taquilla, que supuso un antes y después en el genero. En Broadway los papeles protagonistas fueron a Richard Burton interpretando al idealista rey Arturo, Julie Andrews como la lujuriosa reina Ginebra y Robert Goulet como el caballero valiente y profundamente en conflicto Sir Lancelot, la película cambia: Richard Harris interpreta a Arthur (Burton rechazó el papel), Vanessa Redgrave se hace cargo de Ginebra (Andrews era demasiado cara, y a Logan no le gustaba de todos modos), Franco Nero y cantando la voz de Gene Merlino, como Lancelot. Resultado es un musical plano, con un casting desubicado, con una duración que es una losa pesarosa. Obtuvo tres Oscars de cinco nominaciones: por el vestuario (John Truscott), dirección de arte (John Truscott, Edward Carrere, John Brown) y música (Ken Darby, Alfred Newman), perdió por fotografía (Richard H. Kline) y sonido.

En la escena de apertura, el Rey Arturo (Richard Harris) se prepara para una gran batalla contra su amigo, Sir Lancelot (Franco Nero), batalla en la que no desea pelear, pero en la que se ha visto forzado a entrar. Arturo reflexiona sobre las tristes circunstancias que lo han llevado a esta situación y le pide consejo a su mentor de infancia, el fallecido druida Merlyn (Laurence Naismith). Merlyn se le aparece y le dice a Arturo que piense en lo que le ha llevado allí, y de este modo nos introduciremos en el flash-back que es el relato con el escenario en el palacio de Camelot. Tendrán importancia en el relato personajes como Ginebra, la amada esposa de Arturo, el anciano Rey Pellinor (Lionel Jeffries) y el caballero sibilino Mordred (David Hemmings).

Una cinta revestida de un halo hippie new age cuasi-psicodélico (esas coronas de flores…), ayudado por esos filtros arenosos que otorgan aire de picnic (ejemplo el tramo en que Lancelot conoce a Arturo y Ginebra). Por resaltar algo me quedo con su bonita puesta en escena, con una estimulante dirección artística de John Truscott (“Laleyenda dela ciudad sin nombre”), y Edward Carrere (“Grupo salvaje”), rodando en exteriores de España para recrear el Reino Artúrico (El Alcázar de Segovia para el castillo de Lancelot; El impresionante castillo de Coca para el palacio de Camelot;…), y en interiores de los Warner Brothers Burbank Studios (California-USA), destacando la sala de la Mesa Redonda, el recargado salón de estar de Arturo, o el fastuoso vestuario creado por John Truscott, con esos lindos vestidos que lleva Ginebra, fantasías de pieles, túnicas vaporosas, aunque con las armaduras cantan que son de plástico. Todo esto filtrado por la cinematografía de Richard H. Kline (“Fuego en el cuerpo”), como he dicho, arenosa, con profusión de primeros planos para extraerla expresividad de los actores, para poder exprimir la fuerza de las miradas y gestualidad, ensalzando los coloridos pastel.

Relato de marcado sino romántico-trágico, un triángulo amoroso donde bien podría haber sido un menage a trois, pues la comprensión de Arturo antelo que sospecha queda como que en realidad el ama a los dos por igual, queriendo el realizador que sintamos el tormento de Arturo como propio, pero esto no se consigue por que nunca sentimos química alguna entre el trío, todo se siente artificios y manufacturado, porque lo dicta el guión, pues orgánicamente y actoralmente quedan bastante parcos en lo que a compenetración se refiere, esa amistad mezclada con el amor queda atrofiada por una densidad narrativa espesa, estancada y de subrayados pesado, todo muy aséptico. El sueño utópico de Camelot como punta de lanza de la Justicia social queda algo muy fuera de foco, no sabemos apenas nada de lo que quiere hacer Arturo y mucho menos que es lo que consigue, esto tratado de modo muy superficial en modo “Miss” en la primera parte, no vemos sus éxitos, y si como se derrumba algo que no sabemos bien como se ha edificado, todo confuso, donde en la segunda parte todo lo que no sea el triángulo queda al margen, de hecho no conoceremos a ninguno de los caballeros aparte de Lancelot y del paracaidista Mordred, que sale de la nada con una inquina y afán de destruir a Arturo bastante caricaturesco, son una masa uniforme sin nombre (con la importancia que tiene en la leyenda Percival)…. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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