La Sabina

La vi cuando la estrenaron, de eso hace ya mucho y me impresionó la historia y también Ángela Molina, muy en su papel a la vez ingenuo y vitalista.... y encarnando en cierta forma el mito de la Sabina... ese dragón mitológico, del sexo femenino, que devora a los hombres después de hacerles el amor.

Entre los personajes que conforman la historia tenemos a los andaluces: excepto Ángela, y en menor grado Ovidi Montllor, son solo ingenuos comparsas de los personajes ingleses, mucho más 'sofisticados', que van a la Alpujarra granadina a soltar todos sus fantasmas personales y en cierta forma a vivir unas experiencias que algunos ya no creen posibles en su país.

La película pasó sin pena ni gloria (también aquí en FF, fijaos que esta es la primera crítica) y he tardado casi treinta años en verla aparecer de nuevo en televisión. No es tan mala como para eso, aunque hasta cierto punto se comprende... le falta enjundia y verosimilitud... Eso sí, hacia el final coge el ritmo (más vale tarde que nunca) y todos los cabos van atándose hasta ponernos frente a una historia verdaderamente romántica (a la antigua usanza) donde los amores imposibles, la irracionalidad y la muerte se dan la mano.

Si quieren escuchar a Paco de Lucía, ver a Ángela en plena juventud y a Ovidi haciendo de tonto maravilloso otra vez, o quieren dejarse llevar por la nostalgia de una Andalucía perdida que tal vez nunca existió... pues esa es su película.

Si no... bueno... se deja ver... pero, ojo, no es Furtivos... Ni una sombra de esa obra maestra.

La sabina nos habla de una mujer dragón, una leyenda, y por tanto nos remite al género fantástico. ¿Por dónde va a tirar este argumento? Primeramente aparece Miguel, un inglés casado que se desenvolverá en un ambiente andaluz a los acordes de la guitarra de Paco de Lucía, tradiciones, fiestas y paisanos auténticos de pueblo. Luego llegan su mujer y los demás amigos arrastrados por la leyenda del viejo escritor que desapareció en el fondo de la cueva donde mora la mujer dragón y para ayudar a salir a Miguel de su crisis.

Y luego pasa lo que pasa. Pepa (Ángela Molina) arrastra pasiones, convierte el amor de Miguel en obsesión y la obsesión se termina convirtiendo en obsesión enfermiza. Normal. Como se sufre así. Ángela está divina, ella es del género fantástico, no quiere engañar pero se entrega al amor por su propia naturaleza, pero no quiere herir a nadie, hay que contemplar esos ojos suyos tan expresivos, reconociendo también el “chance” que le dan los demás a su alrededor.

Los demás no sólo son los actores, son también los vecinos, los lugareños que se cruzan ante la cámara y que no actúan, que sólo salen. Si es que se puede sentir hasta el humo de las velas cuando se va la luz en la tasca al anochecer, se nota que fuera hace fresco y que dentro el calor de los cuerpos a las mesas se mezcla entre el aroma de licores y el olor a tabaco.

La sabina es sobre todo esa extraordinaria ambientación, una naturalidad pasmosa y un ritmo perfecto marcado no por Borau únicamente, sino por los escenarios llenos de vida. La sabina es Ángela y son todos y somos nosotros también porque no pierdes detalles, es que te fijas hasta en la cerámica de las casas, sin perder ojo a Pepa, por supuesto.

Fiel sólo a sí mismo, José Luis Borau siguió su camino tan solitario como arriesgado, libre de las exigencias comerciales que le habría puesto cualquier productor, fue un cineasta contrario a las fronteras, las patrias y los nacionalismos, que pensaba que todo ello sólo servía para dividir y separar a los hombres, haciéndolos desgraciados e infelices, en el fondo, su obra descubre a un profundo humanista y amante del mestizaje cultural. Así mismo, el director maño y productor de la mayoría de sus obras, pensaba que los mitos lo habían creado los hombres para explicar los misterios insondables del ser humano.

Tras su aclamada “Furtivos” y cuatro años sin dirigir por motivos de financiación, filma esta coproducción hispano-sueca, de ahí el reparto internacional que incluye a una de las actrices favoritas de Bergman, Harriet Anderson. Una película extraña, insólita pero sugerente y perturbadora. Una historia de extranjeros enamorados de España, de su cultura, sus tradiciones, su clima y sus gentes. Una fábula sobre el universo femenino, la magia y el misterio de un mito, una leyenda y la influencia sobre sus moradores. Pepa (una sensual Ángela Molina) da vida esa mujer típicamente andaluza, vitalista y seductora, pero que no termina de decidirse por alguno de los hombres que la aman. Una joven con carácter independiente que recuerda el mito de “Carmen”, y que sostiene que la Sabina es una “Draguna” que vive en una cueva – cuya entrada, curiosamente, tiene forma vaginal – que devora a los hombres después de gozarlos sexualmente.

Dicha lozana tiene un hermano corto de luces, Manolín (Ovidi Montllor), del cual corren rumores por el pueblo que sería el sirviente fiel de la misteriosa Sabina. El film tiene un claro sustrato literario con la aparición de intelectuales británicos que recalan en tierras andaluzas en busca de Michael (Jon Finch) un escritor en horas bajas, que había viajado a Andalucía para documentarse e investigar la desaparición de un poeta muchos años atrás y enamorado de una mujer andaluza. Reviviendo nuestro protagonista una historia parecida con Pepa en una película sensual y romántica pero que a la vez recrea intereses bastardos por parte de los visitantes preocupados del futuro libro de Michael y el dinero que mueve el negocio editorial.

La música del guitarrista universal Paco de Lucía, la bella fotografía del paisaje agreste, el folclore andaluz con sus leyendas mitológicas, sus fiestas y procesiones, la luz y la fisicidad en la orografía de la Serranía de Ronda. Todo ello constituyen una película interesante que se adentra en territorios desconocidos, que no esta hecha en función de una conclusión como suelen ser la mayoría de las películas actuales, tampoco es por transgredir las leyes de la rentabilidad comercial ni por contrariar los gustos convencionales del espectador. Sino porque tales normas le son ajenas al cineasta y acatarlas le impediría hacer lo que desea. Borau al contar esta leyenda inventada, esta gran historia de amor, procura que sus personajes tengan vida propia y que reaccionen con pasión ante sentimientos primarios.

Con esta película descubro a su director, nuevamente, gracias a "El Séptimo Vicio", ese gran programa que fluye a buen ritmo en medio de la ansiedad, los abusos, los miedos de la época. Y... no sé si será la euforia de descubrir a este señor, pero me ha encantado, la recomiendo enormemente.
Yo sí creo que esa Andalucía existía para un inglés (qué diálogo cuando coincide el triángulo extranjero en la cama del hotel: ..."son puros porque son pobres; verás a esa Pepa tuya dentro de 50 años..."). A nosotros hoy nos pueden pasar cosas así en Marruecos, en Suramérica, el evolucionado domesticado descubre al inculto salvaje, ¿quién da más? ¡Qué fácil tenerlo todo claro desde el país domesticado de origen!
Precioso cómo capta el ritmo de la calle, las miradas, la música, la calle. Algo queda de ello, la mayoría se fue escurriendo entre los dedos de los centros comerciales y las autopistas, que nos complican el huir dentro de Iberia.

Tras el éxito de su polémica y algo provocadora “Furtivos” (1975) que se puede interpretar como una alusión a la desesperación de un régimen agonizante, José Luis Borau siguió desafiando a las fuerzas de la naturaleza ubicando su siguiente película en los agrestes y algo embrujados parajes de la serranía de Ronda, en la provincia de Malaga. Un escenario que a la mayoría nos resulta lejano por desconocido.

Es bajo el Sol de ese rincón de España tan lejano y tan al Sur que es donde se siente seducido Michael (Jon Finch) un escritor inglés que investiga la desaparición de un compatriota suyo un siglo atrás, atraído por lo que todos atribuyen una leyenda local. La obsesión enfermiza por una mujer parece ser el motivo y toma un camino paralelo en la vida de Michael cuando se enamora de Pepa (Ángela Molina), una muchacha del pueblo.

Un film representativo por tener un reparto internacional desde los ingleses Jon Finch y Simon Ward, la sueca Harriet Anderson o la norteamericana Carol kane. La aportación epañola la encabeza una espléndida Ángela Molina, recién salida del universo de Buñuel, el cantautor y poeta de l, Alcoi Ovidi Montllor y los veteranos Mary Carrillo y Luis Escobar.