La dinamita está servida

Pues me ha llamado la atención, aunque se ve que soy el único pues no tenía ni una sola crítica, esta comedia española con aires norteamericanos de lo más moderna. De hecho, me ha recordado a la saga de "Ocean's" de Steven Soderbergh pero sin renunciar a ese punto cachondo de la españolada. No en vano, tenemos un proyecto de atraco del imaginario rey de Chaila, otro de magnicidio sobre la misma figura y más adelante se verá que hasta aparece el servicio secreto de los Estados Unidos, me temo que para ser ridiculizado. En cualquier caso, no deja de ser también una parodia del género de atracos y de espías.

Por minutos, tiene un buen arranque, una segunda parte algo espesa, una continuación que mejora, una recta final muy alocada y un desenlace al que quizás le falta un par de escenas para cerrar de un modo no tan brusco. Sea como fuere, "La dinamita está servida" tiene su gracia, tanto en el humor más infantil, como en algunas pullas contra cualquier cosa que nos imaginemos, si bien la propia trama no deja de ser algo simplona. Otro punto a favor es el elenco protagonista del que destaco a la menos conocida María Silva, que es muy guapa, y a la bella y más famosa Laura Valenzuela que desprende muchísimo encanto.

Me suelen gustar las españoladas de este tipo pero en esta ocasión no puedo recomendarla. Y eso que el reparto promete bastante, pero los actores (a excepción del gran Gómez Bur) no son capaces de levantar una historia de ladronzuelos que podría haber estado bien pero que en general no sólo no engancha sino que hasta aburre. Sintiéndolo mucho, es lo que hay.

Tenemos aquí una película novedosa que desconocía por completo, en donde se da la circunstancia de mezcla de talentos que nunca decepcionan, aunque se empeñen los directores: Tony Leblanc y Alfredo Landa. Además, tenemos a una Laura Valenzuela convertida en sex symbol y la novedad de Rafael Alonso haciendo de gerifalte chinol.

La película es una suerte de parodia de James Bond, pero a la española. El momento de las prácticas con las metralletas es magnífico, así como la tarta que lleva merengue de ácido y hace que deshaga una lata.

Curioso film de Fernando Merino que parece querer ser una especie de parodia del cine de gángsteres, aunque sin renunciar en ningún momento al tono castizo. En un ambiente veraniego y de costa, observamos a una banda de criminales intentar dar un audaz golpe de efecto.

La pareja protagonista es la formada por Tony Leblanc y Laura Valenzuela. De las dotes de Leblanc para la comedia y hacer de canalla encantador ya se ha escrito mucho con merecimiento, por lo que me gustaría destacar aquí la labor llevada a cabo por Laura Valenzuela. Hace una antiheroína sexy y que es un papel muy atípico dentro del panorama del cine español de aquellos años.

Algo normal en la industria de aquellos años, incluso en la cinta más floja, es que contaba con un casting de secundarios impagable. Aquí tenemos a Manolo Gómez Bur, Rafael Alonso, etc. Mención aparte para un Alfredo Landa que tiene algunos de los mejores gags del asunto, destacando la divertida escena de los plátanos.

Desafortunadamente, se desinfla bastante al final y su tercer acto queda bastante caótico, cayendo con facilidad en el vodevil más vacuo.

Una pieza curiosa.

La más famosa de todas las películas que dirigió Fernando Merino cuya obra después de unos comienzos prometedores fue descendiendo poco a poco en calidad hasta llegar a filmar comedias verdaderamente insípidas. "La dinamita está servida" todavía resulta simpática y aunque quizá pueda resultar algo endeble su planteamiento es una película que se sigue con placidez con esos planos de tarjeta postal como se suele decir que hoy se echan de menos en el cine español y unos escenarios bien combinados partiendo de una anécdota corta que se intenta reforzar con los recursos propios de la productora Ágata Films que no eran pocos. Quitando las que fueron realizadas en el marco de dicha productora muy pocas son las películas de Merino que pueden entretener algo pues las posteriores se diferencian mucho y para mal de esta que guarda un cierto encanto actualmente pues su sencillez y un ritmo trepidante a veces pero calculado con una cierta elegancia despiertan la simpatía de ese espectador que rechaza la mayor parte de las comedias españolas actuales dada la vulgaridad que las caracteriza y que por ello puede tolerar bastante bien un producto que es un exponente de un tipo de comercialidad digna. Divertir relativamente y sin pretensiones era el modesto objetivo de la obra y eso lo consigue resultando entonces ser una de las mejores comedias de Merino tan sencilla como atractiva y graciosa.