Doce hombres sin piedad

Sin lugar a dudas es considera una de las mejores películas de la historia del cine; que sigue siendo muy bien valorada por crítica y público actualmente; y que cuenta con ciertas adaptaciones para el teatro y televisión (como el importante Estudio 1 de TVE).
La historia nos presenta la deliberación de los doce miembros de un jurado sobre un caso de asesinato. Las pruebas que existen apuntan a que el acusado es responsable de dicho crimen. Todo el jurado está de acuerdo en la culpabilidad y por consiguiente en la condena de pena de muerte. Todos... menos uno. Este miembro se acoge a la duda razonable y expresa su opinión sobre el caso; haciendo que poco a poco el resto de miembros del jurado ya no tengan tan claro el veredicto de culpabilidad.
Sidney Lumet dirige muy bien este film que se ha convertido en un icono del séptimo arte. Todo el mundo lo considera una obra maestra, y mucha responsabilidad la tiene el director de películas como "Asesinato en el Orient Express" o "Network".
Hay que decir que el reparto es impresionante encabezado por Henry Fonda y Lee J. Cobb. Todos los actores realizan un trabajo soberbio regalando unas actuaciones y unos personajes increíbles que evolucionan de manera fantástica conforme va avanzando la trama.
Tengo que decir que la película no la había visto nunca y me ha gustado. Es verdad que me esperaba mucho más; y tal vez sea porque había oído tantos elogios que tenía la sensación de que su historia me iba a impactar de una manera más especial que lo ha hecho.
No quiero decir que no me haya gustado; ni que no me haya entusiasmado su historia. Todo lo contrario. El film me parece bueno; y creo que la trama es interesante por la cantidad de giros que da la historia al plantear un caso sin opciones de duda. Pero que al aparecer un personaje que decide dedicar un poco de tiempo para evaluar todos los hechos antes de condenar a muerte a una persona; hace que todo tome otra visión y los hechos verídicos ya no resulten tan claros.
Tengo que hacer mención a la preciosa fotografía en blanco y negro con la que cuenta este film haciendo que uno disfrute con esas imágenes que se ven.
En fin, "Doce hombres sin piedad" es un clásico del cine que actualmente se sigue disfrutando. En cierto me esperaba un poco más ya que cuenta con algunos momentos puntuales que parecen un poco forzados en el planteamiento de la duda razonable; pero en general hay que decir que es una buena película y que se disfruta desde el minuto uno hasta el final.

Pues aquí estoy, en 2018, escribiendo sobre una película del año 1957, pues no la he podido ver mucho antes entre otras cosas por mi corta edad, en todo caso, imagino que aún habrá gente que no haya visto esta joya del séptimo arte y por tanto esta crítica le pueda ser útil (espero).

No hace falta decir que esta película me parece exquisita, voy a intentar exponer porqué.
Todo arte es en cierta manera opinable y yo no tengo la razón absoluta ni se lo que piensa el director sobre su propia creación ni que pretende con ella. Sin embargo creo haber captado mensajes de esta pelicula, ya sean intencionados o no.

Lo que más me gusta de esta película, sin ninguna duda, a parte de todo el desarrollo del argumento, son los personajes, y es que estos a mi parecer representan uno a uno a distintos tipos de personas que encontramos en nuestra sociedad, el como piensa una persona, que factores tiene en cuenta para tomar una decisión o reflexionar sobre algo. ¿son factores emocionales? ¿Basados en la más absoluta rigurosidad lógica? ¿Se basan en prejuicios? ¿o simplemente se guían por "el que dirán" y la opinión de la mayoría, o quieren protagonismo? En fin, y un larguísimo etcétera. La manera en la que cada personaje plasma eso es brutal. A demás no solo vemos esto con los personajes que aparecen en pantalla. ¡El director fue capaz de mostrar estos tipos de comportamiento hasta con personajes que ni siquiera tienen aparición o diálogo!

Dicho lo anterior, para que todo ello funcione hacen falta muy buenos actores, y la interpretación de todos es altamente destacable y de muy alto nivel, en especial Henry Fonda y Lee J. Cobb.

Sobre el argumento, es fascinante como alrededor de unos hechos con lo que parecen escasos sucesos se monta todo un debate alrededor de ciertas dudas razonables y como cada personaje desarrolla y argumenta cada punto y observación. Esta película es brillante y pido disculpas si aumento exageradamente las expectativas, se que eso a veces produce un efecto negativo, pero amig@ sino te ha gustado déjame disentir tengo una duda razonable sobre ello.

Recuerdo haber visto esta película con mi padre cuando yo apenas contaba con nueve o diez años y me impresionó muchísimo. No sé si fui capaz de seguir todas las argumentaciones pero ha permanecido en mi memoria esas míticas escenas de la navaja o de calcular los segundos que tardó el anciano en ir desde la cama a la puerta.

La trama es en apariencia simple: un jurado se reúne para dictaminar si un joven acusado de asesinato es culpable o inocente. Sin embargo nada en esta película es simple. Cada uno de los personajes encarna unas virtudes, unos defectos y en consecuencia diversas formas de pensamiento. No será fácil llegar a un acuerdo y de su decisión depende la vida de un hombre que de ser hallado culpable irá a parar a la silla eléctrica.

Todos quieren marcharse a casa y escapar de esa sala calurosa, en la que ni siquiera funciona el ventilador, menos el jurado nº 8 encarnado por Henry Fonda (le supuso su segunda nominación al Oscar). Una de las mayores virtudes de la película es que aunque no hemos estado presentes en el juicio, con cada una de las deliberaciones, argumentos e ideas el guión se las arregla para hacernos partícipes de él. Por tanto no es necesario haber asistido a la exposición de todas las pruebas y la trama se desarrolla fácilmente tan solo en esa habitación.

Sin duda es, junto a Matar a un ruiseñor (1962), una gran joya dentro del género de películas jurídicas.

Vale, puede ser que el chico sea culpable en ese juicio de marras, pero si un adalid como Henry Fonda te dice que te lo pienses dos veces antes de sentenciar a alguien, te callas y lo reconsideras. Todo el gran plantel de actores se luce y reluce porque todos tienen su minuto -más bien minutos- de gloria; puede resultar demagógica pero vivan los textos bien escritos. Y éste, para mí, lo es.

Lo que sí no admite dudas es su gran puesta en escena con gestos, miradas, movimientos que la hacen muy dinámica a pesar de lo limitado del espacio, junto a esos primeros planos magníficos y expresivos… Casi que sientes también el calor de la habitación cerrada. Y luego, ya en el final, tan sólo un detalle amable o ese cielo que clarea, ponen el broche de oro a una tormenta que escampa tanto en lo real como en lo verbal.

Rara vez el tiempo diegético de los hechos de una historia se asemeja a la duración de la película física. Éste, es uno de esos casos extraordinarios. Menos de cuatro locaciones, un grupo de grandes actores, un guión dinámico y entretenido, poca música y un montaje bien clásico (plano/contraplano, planos con zoom para generar tensión, subjetivas y demás) hacen de esta película un gran homenaje al cine clásico (hablando en términos de lógico-causalidad). La mayoría de las escenas suceden en la misma locación: una sala en la que conviven por unas horas un grupo de doce hombres definiendo el destino de un acusado de homicidio. No es lo recomendado ni lo más común abusar de un mismo espacio geográfico tanto tiempo, porque puede existir la posibilidad de que al cine se le asemeje al teatro; pero acá no sucede eso. O no todo el tiempo. Hay muchos planos secuencia, lo que significa que el montaje tensiona pocas, pero puntuales veces: eso, también puede ser peligroso. Pero el ilustre guión y la magistral interpretación por parte de los actores, suplantan esa carencia de un montaje de tensión recurrente. Al principio, quizá cueste arraigarse a que es un tipo de cine que hoy en día no suele verse (de hecho, el único ejemplo que ahora viene a mi mente es Carnage, de Polanski, estrenada en 2011. Pero ni siquiera ese reciente filme logra retratar tan bien el uso de un acotado espacio para narrar tantos accionares, indicios e informantes).
El montaje cumple un rol detective: como anteriormente mencioné, la película abunda de indicios: es un policial en el que nosotros también jugamos. Y la puesta en serie (en términos casettianos) funciona como conexión entre pista y pista; y logra hacernos sentir parte de ese juego de búsqueda y especulación. Si hay algo que debo reclamar en esta película, es la falta de sonido: hubiera sumado mucha más tensión (para mí, espectador) que se utilizase una banda sonora más extensa y recurrente. Igualmente, no puedo negar que la tensión, como aclaré antes, está muy bien manejada. Si el cine de Cassavetes (que algo de "teatralización" tiene) es de tu gusto, vas a disfrutar esta película casi tanto como Opening Night. La caracterización de personajes, se me hizo muy similar.