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Declaración de guerra

Drama. Romance Romeo y Julieta se conocen una noche en un bar, y se enamoran. Las cosas van rodadas para ellos, que pronto empiezan a vivir juntos y tienen su primer hijo: Adán. Una vida llena de amor y de alegría, que frena en seco el día en el que a Adán, con apenas dos años, le diagnostican un cáncer. Todo un retrato de esa guerra contra el cáncer, desde la desesperación, la ira y las alegrías derivadas de las pequeñas victorias, abordada con ... [+]
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
10 de febrero de 2012
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que, en líneas generales, hay muy buen cine francés. Siempre han tenido para mí, comparado con el resto de filmografías europeas, ese plus de interés. No dejo de reconocer que hay auténticos petardazos, también.

Yo jamás, a pesar de seguir la filmografía francesa, había oído hablar de Valérie Donzelli (ni siquiera como actriz) hasta este momento. Y la verdad es que merece la pena verla. La directora le pone fuerza, pasión, conocimiento (es autobiográfica), amor, dolor,..., y sabe alternar a la perfección penas y alegrías. La musica juega tambien un papel importante, ya que acompaña a la trama de manera clara. E incluso en algún momento, la música sustituye a los diálogos para expresar estados de ánimo.

El cine americano tiene sus superhéroes, con muchos poderes. El cine francés tiene, de vez en cuando, sus héroes cotidianos, de andar por casa.
PeteSalinger
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18 de marzo de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece claro que estamos ante una de aquellas películas cuyos responsables han realizado pensando más en ellos que no en los espectadores. Es decir, “Declaración de guerra” nace de la necesidad de su pareja protagonista en transformar una experiencia personal durísima en una película para despojarse finalmente de todos los daños colaterales que el drama que les tocó vivir les había dejado. Así pues nos hallamos ante un proyecto en el que Valérie Donzelli deja claras dos cosas: el deseo de no dejar nada en el tintero, volcar todos sus sentimientos en cada fotograma transmitiendo al mismo tiempo un mensaje de esperanza para las personas que puedan estar pasando por algo parecido y alejarse cuanto más posible del melodrama tradicional al que un argumento como este parecía empujar desde un principio. Y en este aspecto tenemos lo mejor y lo peor de la película. Porque si es verdad que el tratamiento formal que Donzelli da al film se desmarca claramente del acostumbrado (no carga las tintas dramáticas en ningún momento, añade canciones y gotas de humor, resalta en todo momento la naturalidad de las situaciones) también es cierto que algunos aspectos chirrían y alejan por momentos al espectador de la esencia de la historia. Altibajos iguales a los que sufre la pareja protagonista en esa guerra contra el desaliento que tan bien queda reflejada.

Lo mejor: la naturalidad con la que está tratada la historia.

Lo peor: cuando se ponen a cantar.
AMQE
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18 de marzo de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Romeo mira a Juliette. Juliette se acerca a Romeo. Se presentan. No hay duda: están destinados a seguir juntos el resto de sus días. Luego viene Adan, el primer hijo. Y con él los primeros desvelos, biberones y pañales. Al principio todo parece manía de madre primeriza y agobio de padre nada experimentado. Pero no. A Adan le pasa algo. Tiene un tumor. El destino juega su primera mala pasada: ¿por qué a nosotros?, ¿por qué ahora? Y se empieza a fraguar una guerra que se prolonga horas, días, años. Una batalla por ver la luz al final del túnel, por abrazar la vida y derribar a la muerte; por mantener intacto el ánimo, el ímpetu, el espíritu de juventud, el deseo por seguir siendo Romeo, Juliette y Adan, los tres, juntos.

Una historia para llorar a moco tendido, ¿no? Pues olvídense. Declaración de guerra no es un drama. Es un título generacional que cita a aquellos jóvenes urbanitas, con estudios y trabajo, con mucha vida vivida y por vivir, con un gran dominio de la teoría y un desconocimiento total de la práctica, obligados de golpe y porrazo a sentar la cabeza y a amansar sus arrebatos de pletórica y eterna adolescencia. Es un cuento colorista, de amistad y fidelidad, de amor y sentida pasión por quienes queremos, por quienes verdaderamente importan. Es la historia de una unión familiar, la crónica de aquellos momentos cuando todo deja de importar, cuando todo se relativiza, cuando todo pasa a un segundo plano, cuando solo queda esperar y el tiempo se para (y al mismo tiempo se eterniza). Es un homenaje a un equipo médico tenaz que acaba convirtiéndose en parte importante de la vida de todos. Es el retrato de una ciudad luminosa, de parques de atracciones, de fuentes, de calles por las que correr, de gran vida nocturna, de carreteras y estaciones de tren, aunque finalmente París se reduce a un pasillo de hospital. Es una guerra que nos reconcilia, que demuestra lo pequeños que somos, que invita a saltar de la butaca y vivir la vida a tope.

Una película que si bien no se vive con pasión sí se ve con interés y tensión, con una media sonrisa en la cara y un pañuelo arrugado en la mano. En lo cinematográfico, lo que los españolitos diríamos 'un film muy francés': sus formas son tan libertinas como un Christophe Honoré menos amanerado y más vitaminado, tiene un momento musical a lo Jacques Demy, juega con lo ridículo y lo grave tal y como haría Arnaud Desplechin. Y para la cinefilia, la película que representó a Francia en los Oscar 2012, la gran triunfadora del Festival de Gijón, una de las sorpresas de Cannes 2011 y sorpresa en las nominaciones al César con seis candidaturas. Porque hay guerras en las que merece luchar: no será una obra maestra, ni tan siquiera la gran película que nos habían vendido, pero tiene el mérito de ser una de las cintas más alegres sobre la muerte. Y eso, además de merecer los seis euros de la entrada y los quince del dvd, tiene mucho mérito.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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5 de abril de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
83/03(03/04/20) Fallido y pretencioso film francés realizado por Valérie Donzelli, basándose en su propia experiencia con su hijo pequeño con un tumor, que petulantemente ella también protagoniza, junto a su ex marido Jérémie Elkaïm que también vivió la experiencia con ella (hasta el niño que aparece en el final es el suyo propio que vivió los hechos), los dos además guionizaron, con lo que no hay distancia para dar matices a la historia, se siente edulcorada por todos lados, vale que no cae en lo sentimentaloide, pero todo me queda muy artificioso y aséptico. Empezando por un argumento tan sencillo como plano y falto de aristas, ya desde su comienzo pasteloso en que nos presentan el romance exprés de los dos en una fiesta, que con sensación de arcada nos enteramos que se llaman Romeo y Julieta (por supuesto esto es una licencia almibarada). Parece entonces que estaremos ante una dramedia romántica (lo del tramo canción en telepatía cada uno en bus diferente es de órdago), pero la historia da un giro con el descubrimiento del tumor del niñito de ambos, embarcándose ambos en una travesía que los llevará por diferente s fases intentando que su retoño escapemos de las garras de la muerte. Todo esto tratado de un modo que quiere ser tan diferente que se pasa varias vueltas, en muchos tramos que no quieren hacer ver que a pesar de su drama ellos necesitan tener su espacio para desconectar con diversión, esto realmente mal engarzado hace que nos alejemos de lo importante, desconectándonos (por lo menos yo) de su sufrimiento, y provocando que estos dos progenitores me resultan distante, y cuando tiene su arranques de dolor me sean forzados.

Hay una delineación de secundarios que resulta de un endeblez patética, por lo que cuando vemos a los supuestos familiares o amigos sufrir con la pareja no sentimos nada (ejemplo el ridículo vahído de la abuela, o ese parentesco le creo), pues no sabemos de dónde han salido, ello con momentos tan grotescos como el de después dela primera operación que les dicen a los padres que le queda aún parte del tumor y ellos hacen una celebración con champán (yo no entiendo nada). Es un film cargado de narcisismo donde la cámara y la historia parecen más preocupados de sacar a la parejita muy cool, adornado con música muy cool (con tramos estridentemente videocliperos, mezclando heterogéneamente temas de música clásica [Vivaldi, Bach, Offenbach], con temas pop actuales), con escenificaciones histriónicamente pasadas de vueltas del dolor (el mencionado vahído de la abuela, o la carrera por los pasillos de la madre cayendo desmayada [a ritmo del tema ‘Break Ya’ del DJ Yuksek), que de ofrecer una trama que te atrape, en lo que debiera ser el afán de superación, sin ahondar en lo mucho que ofrece, como podría ser la salud pública (personal médico y de enfermería que son entes fríos en la trama, ni buenos, ni malos, ni tan siquiera grises. De hecho los títulos de crédito elogia a la Sanidad gala), no hay análisis alguno de como la patología del niño afecta socio-laboralmente (apenas un apunte de que tienen números rojos, pero se sabe cómo superan esto) a la pareja, los vemos adaptados y ya está. Tampoco ayuda una arritmia galopante, metiéndote escenas tan grimantes y sin sentido como esa de la carrera a la desesperada, cuasi-muerte por París para coger un tren a Marsella, cuando no es más que para una consulta informativa. No suman que el dueto protagonista resultan dos trozos de carne sin expresividad alguna (ello me lleva a pensar que el padre parece en todo momento que detesta al hijo) no ayuda esa torpísima narración múltiple en off (que nos dice lo que ya estamos viendo, o lo que la directora en su inseguridad no sabe transmitir), metida cual parche extemporáneo. Los diálogos parecen manufacturados en su mezcla de querer trascender y a la vez de darnos humor. Destacar que la película está casi enteramente filmada con una cámara de fotos.

La supuesta introspección del tándem protagónico resulta muy suave y delicado, pintándoles a los dos muy guays, sin defectos, siempre cariñosos el uno para el otro, siempre con una palabra de ánimo para el otro (Romeo: -por qué Dios nos mandó esto?, Respuesta de Julieta:-Porque podemos superarlo), si tiene una mínima disputa esta termina de modo tierno para ambos, incluso en el colmo de lo manipulador, nos habla la chirriante voz en off de que la pareja se separa y esto sucede porque sí, sin darle importancia, cuando todo lo visto hasta entonces se basaba en su amor mutuo inquebrantable, resulta que rompen como si nada (puaj!) por combustión espontánea, esto me es de una cobardía penosa.

Tiene recursos argumentales regularmente tratados, como es la forma de abordar la patología del niño, donde la verborrea de los médicos se enrollan de modo farragoso, sin saberse bien que es lo que nos dicen, sin haber una voz que nos sepa traducir que le ocurre al niño en lenguaje de la calle. Tampoco el humor me resulta bien encajado, me parece que han querido escapar al melodramatismo con diálogos humorísticos que me son grimantes por el tema central de la película.

Me queda un film fallido, pues se nota que quiere tratar el tema de modo valiente en su modo inicial de exponerlo, pero a medida que avanza las costuras se deshilachan en su falta de capacidad de empatizarme. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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26 de noviembre de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por su fina ironía al tratar el tema que trata, la enfermedad bajo la piel de un niño; por estar tan sólidamente interpretada (de ahí el premio a los actores también en Gijón, muy astuto el jurado); por incorporar, con lucidez y ese distanciamiento que tan bien le sienta a la trama, ese número musical entre sus protagonistas. Y por, sin ninguna duda, aventurarse a dar el premio principal a una película que huye de los convencionalismos en estos casos (le restaría algún punto a su final, muy dado a ganarse el apoyo incondicional del público) desde un punto de vista que se aleja de la lágrima fácil pero llegando a emocionar en muchas de sus secuencias. "Declaración de guerra" es un muy estimable drama, comercial, entretenido y lleno de interés. Y además, ese jurado, por suerte, no le ha dado el premio principal a la insufrible "Fausto" de Sokurov, de lo cual me alegro aún más.
enyel
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