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Los secretos del corazón

Drama Un matrimonio trata de superar la muerte de su hijo de cuatro años en un accidente automovilístico. Adaptación de la novela homónima ganadora del Premio Pulitzer en la categoría de drama. (FILMAFFINITY)
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Críticas 63
Críticas ordenadas por utilidad
7 de enero de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un joven matrimonio pierde a su único hijo. Cada uno intenta afrontarlo de la manera que mejor sabe, inevitablemente distanciándose, perdiendo casi por completo la comunicación. Ninguno se siente comprendido por el otro; sus duelos son distintos y la relación llega a un punto en que parece abocada al fracaso.

A ella le irritan los grupos de autoayuda; él es conciliador; ella se obsesiona por darle respuesta al porqué; él alcanza antes la fase de resignación; ella se obstina en el rechazo; él quiere salvar la relación; a ella le da igual; él es más resolutivo; ella es irascible; él busca soluciones; ella lo da todo por perdido.

En general la película de Mitchell es débil pese a las interpretaciones principales y a un argumento que, aún resultando trillado -“Serenata nostálgica”, “Gente corriente”, “En la habitación” por poner los ejemplos que se me vienen a la mente-, podría haber calado sin necesidad de caer en blandenguerías, que es lo que a su director parece aterrorizar. Creo que ahí radica el problema. El fallo parte de un planteamiento prejuicioso. Mitchell tiene tanto miedo a rozar el melodrama y a que su película se vea engullida por la sensiblería fácil que, deliberadamente, se esquiva todo aspecto dramático, resultando imposible que la tristeza de esta pareja trascienda y te toque y de paso, desmereciendo la labor actoral.

No sé qué le deparará el futuro, -intuyo que más pena que gloria-, aunque en un aspecto la encuentro reveladora: Aaron Eckhart se ha dejado ver como un actor con posibilidades, mucho más que correcto, por encima de la media; un tipo que ha dado la sorpresa. Por de pronto esta oportunidad ha sabido aprovecharla y solventarla con muy buenas maneras.

Sobre la valía de Nicole Kidman poco se puede añadir ya a estas alturas. Su interpretación es madura y convincente –dentro de la sequedad que caracteriza la película-. Otra cosa es que en “Rabbit Hole”, -y me fijo por primera vez-, empieza a ser alarmante cómo su rostro se deforma. No por la tragedia familiar que asola al matrimonio en la ficción, sino porque la australiana se ha extirpado a base de bisturí el ángel que había en ella y que tanta expresividad daba a sus interpretaciones de hace apenas unos años. Una lástima.
Valkiria
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11 de enero de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tarde o temprano aquellos autores que tienen una visión independiente y muy particular en su obra optan por dirigir un texto totalmente ajeno -en el que subrepticiamente añaden guiños hacia su cosmogonía- y con el que, por lo general, complacen las expectativas de los productores, crítica y el gran público: basta con señalar The Straight Story de Lynch o The Dead Zone de Cronenberg para ejemplificarlo. Lo mismo ha hecho John Cameron Mitchell en Rabbit Hole cuando viniendo de un dúo de películas por demás controvertidas ha realizado esta vez un drama fortísimo que dejará a pocos indiferentes.

La primera escena en Rabbit Hole a la vez que es una metáfora será clave en la película y guarda en su aparente cotidianidad enorme profundidad: Becca -una Nicole Kidman desaliñada y que deja al descubierto los procesos estéticos por los que ha pasado su rostro al no llevar gota de maquillaje- procura esmeradamente su jardin sólo para que súbitamente sea interrumpida por una vecina que al no tener precaución pisa una de las plantas que recién ha sembrado. Su manera políticamente correcta de responder, conteniendo la emoción, es disculparla y despedirla para continuar así con lo que estaba haciendo.

La historia de Rabbit Hole nos sitúa a pocos meses de la muerte del único hijo de una pareja norteamericana de los suburbios y, aquí, es como si los roles a los que nos tiene acostumbrados el cine hayan sido invertidos: ella representará, con categoría, la fortaleza y la frialdad, él, la fragilidad y la calidez; ella no querrá siquiera entender por lo que está pasando, le parecerá absurdo ir en pos de respuestas ante lo inefable y patético le parecerá que él así lo haga; en vez de regodearse en su dolor y buscar algún tipo de consuelo ella apelará a la autorreparación, la superación del daño, vía el intelecto ocultando el alma que él deja expuesta en todo momento. Es inevitable que durante el proceso sólo intervenga la pareja: del resto de la familia y las amistades cercanas sobresale la interpretación de Dianne Wiest como la madre de Kidman quien obsequiando la sabiduría mundana conseguida con los años logra que su hija comience a quitar candados a sus sentimientos.

La cinta cumple y logra momentos de gran emoción que consigue transmitir con naturalidad gracias a las actuaciones que nunca son exageradas -a pesar de que sea notorio que es un vehículo para obtener nominaciones en este rubro a distintos premios-. Sin embargo, "La stanza del figlio" de Nanni Moretti a mi parecer continúa invicta como la mejor película que trata la muerte de un hijo sin caer en el melodrama excesivo.
Eric Packer
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3 de febrero de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nicole Kidman logra desde que tengo memoria (bicivoladores) eclipsarme en la pantalla. Ella entra en escena y yo pego un viaje desde el amor hasta la fascinación sin escalas, aunque el último tiempo anduvo errática en la elección de sus Films, mantuvo la seducción a flor de piel (pese al imperdonable botox).
Entré con reservas, culpa del pasado próximo de Kidman y el tono Light de las cintas de Eckhart (reconociendo que es un gran actor y tomando como ejemplo la película “Bill”) pero me encontré con actuaciones orgánicas (como dirían los modernos de mi ciudad), naturales y no forzadas, el clima en constante ebullición; tenso, nervioso y cruel (como el dolor constante).
Temí a lo largo de toda la cinta que cayeran en el error, que confundan el camino, que el final sea tonto; que intentara una fallida moraleja. Pero no,… es brillante, impecable e intensa.
La música, la puesta de cámara, las locaciones, el ámbito. Exacta y sin margen de error.
Hacia tiempo que no aplaudía satisfecho y mucho mas aún que me fuera de un cine, repleto de emociones y lleno de sentido.

Rabbit Hole es seguir con la pena, vivir con el dolor, convivir con la mirada ajena y seguir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
junko
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2 de enero de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para muchos pareciera que enfrentar una pérdida como la de un hijo no se puede dar de otra manera que llegando al paroxismo del llanto, los gritos y el arrancarse la cabellera; sin embargo el duelo no es igual para todos. Mitchell, un alocado director independiente que se plantó anteriormente como el más rebelde y desbocado provocador, ahora transita por el drama con sobriedad pero con mucha profundidad. Un matrimonio donde ella pareciera sucumbir a una madriguera de la que no quiere salir, enojada con el mundo entero y más si este intenta reconfortarla con la idea de Dios versus un marido que sufriente intenta superar la muerte de su pequeño y a la vez la depresión de su esposa. Las cosas así parecieran no encausarse porque donde ella borra, el imprime el recuerdo.
Las actuaciones de Kidman y Eckhart junto a una genial Dianne Wiest, hacen de este drama una verdadera obra maestra que se adentra de forma intimista y angustiante en el tema de la pérdida. Sin estridencias innecesarias, sin golpes bajos y mucho menos sin gritos lacrimosos ni violencias baratas.
Un drama solvente, bien armado, contado como debe contarse, porque no todos enfrentamos la pérdida de la misma manera.
Pabela_lake
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1 de junio de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tratar la pérdida de un hijo en una película exige un nivel de compromiso, y sobre todo, de sensibilidad, que no puede estar al alcance de cualquiera. Por suerte, muchos de los que hemos visto obras como En la Habitación, La decisión de Sophie, o esta Rabbit Hole, jamás hemos vivido esa pérdida, y si el mundo se comporta como debiera, jamás la viviremos. Pero hay algo en estas tres magníficas películas que deja claro que la palabra dolor se queda corta para definir esa devastadora tragedia. Dolor es sólo una palabra, y es incapaz de englobar todo lo que significa ese concepto.

Pero el cine es arte, y como arte, cuando está bien hecho, es capaz de transportarte a mundos y a sentimientos que jamás has vivido. Rabbit Hole es la prueba de ello. Hay en esta película, maravillosa película, una indudable carga de verdad, una cámara que parece asomarse a las vidas de otros, a las vidas de personas cuyas propias vidas carecen ya de importancia, después de haber presenciado el momento en que todo se derrumba, y ya nada importa.

El director John Cameron Mitchel sitúa la película desde el punto de vista de sus personajes, jamas dejando que la propia historia avance más deprisa que ellos, mimándolos y queriéndolos, dejándoles el espacio que necesitan para encontrarse a si mismos y dilucidar sus silencios; para superar, o más bien avanzar, después de esa pérdida. Su puesta en escena es como una nota sostenida, como un paréntesis en el aire o como una puerta entreabierta: la tensión, el lirismo, la calma de después de la tormenta, el estado físico y sensorial de después del choque.

Rabbit Hole es pues un sosegado y contenido drama familiar anclado en el respeto por su historia y en el amor por sus pocos personajes, definidos a la perfección. Personas que pivotan en el ajado universo de una pareja, sobre la que se ha abierto una herida que no puede cicatrizar. Aaron Eckhart vuelve a demostrar una vez más su evidente talento y su arrollador carisma. El retrato de un hombre roto, que se derrumba e incapaz de avanzar o de comprender qué hacer con el tiempo que queda por delante.

Y Nicole Kidman da una lección a todos aquellos que han dicho que la Nicole Kidman que conocíamos (Eyes Wide Shut, Los Otros, Moulin Rouge, Las Horas, Dogville, Cold Mountain, Reencarnación) ha desaparecido. Para empezar, una actriz capaz de hacer las maravillas incluidas en ese paréntesis no desaparece nunca. Y quién lo dude no tiene más que ver Rabbit Hole. El ejemplo de una interpretación matizada y repleta de pasión, en la que vemos todo lo anterior a lo que nos cuenta la propia película, los restos de una vida feliz convertida ahora en una espera, en un camino hacia ninguna parte, en un llanto ahogado, en un anhelo insuperable.
jaly
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