En la casa

Lo que empieza como un simple ejercicio de clase se convierte en una fascinante novela visual o "videolibro", que seduce al espectador con sus múltiples hojas en blanco donde poder añadir unas líneas adicionales a esta maravilla historia.

Imposible no recordar aquella frase mítica que todos hemos pronunciado u oído alguna vez cuando nos mandaban a leer un libro y se escuchaba eso de "¿Lo habrá en película?", pero en este caso habría que cambiarlo a "¿Lo habrá en libro?"

Por último, me gustaría destacar el lenguaje no verbal de algunos de sus personajes, más concretamente al juego de miradas aparentemente inocentes y a la vez oscuras.

Mejor para mí en teatro, o al menos en la representación que yo vi. Aquí sólo salva la película Ernst Umhauer como el estudiante voyager que podría protagonizar una de Haneke por el mal rollo que da en ocasiones. El resto del reparto, justito y para nada me gusta la interpretación de Fabrice Luchini. Me parece bastante plana, luego está toda la parafernalia de la galería de arte contemporáneo de su mujer que no recuerdo del original y que nada me aporta, además de que cae en el sentido de un humor sin gracia cuando vemos al profesor en medio de las escenas que va narrando Claude dentro de la casa.
Tampoco me cuadra mucho cómo éste es capaz de recorrerla entera si se supone que tiene que estar ayudando a Raphael con los problemas de matemáticas, pero bueno.
Ni siquiera Emmanuelle Seigner llega al nivel de mujer deseable que debería alcanzar según las fantasías del chaval.
Por el desarrollo de la trama sí es buena, pero por todo lo anterior se queda en interesante y encuentro sobrevalorado tanto premio.
Mi nota: 6,4

La producción es típicamente francesa, tanto en interiores como en exteriores. No es especialmenmte original pero desprende elegancia por todas partes. ¡Menudo Liceo! ya quisiéramos tener en España institutos similares.
La dirección plantea la película como si fuera una obra de teatro y a eso se dedica. Dirige con precisión, maneja bien la cámara, cuida la composición y sabe buscar la tensión en los diferentes planos. A todo lo cual hay que añadir el intenso ritmo que imprime y el acertado montaje; que no se pierde en tonterías ni en contemplaciones innecesarias. Todo tiene su sentido, Como en cualquier obra de teatro.
La historia es lo mejor de la película, Un brillante e inteligente guion, plagado de vericuetos, desarrollados con habilidad, para mantener el suspense y la intriga. Al que añadirle unos sabrosos toques de comedia, de crítica social y de humor negro. Hasta el mismísimo final mantiene la originalidad y la tensión.
Los protagonistas están todos impecables, no falla ninguno. Naturales y expresivos, especialmente las dos mujeres, que están que se salen de la pantalla.
Resumiendo: una película muy interesante.

"En la casa" es una comedia perversa que va de menos a más, poco a poco, aunque con un ritmo vertiginoso, y que termina enmarañando al espectador como si de una tela de araña se tratase. Nos convertimos en un voyeur más y deseamos descifrar cómo evolucionará esa relación entre profesor y alumno, así como la presencia de ese chico en esa casa y, muy especialmente, su particular y retorcida visión. Es un juego peligroso que sabemos que terminará mal, pero queremos más.

Ante todo, hay que decir que estamos ante un producto inteligente. Y, como tal, original, al tratar semejante argumento desde el prisma de la comedia, lo que le quita hierro y permite destensar el ambiente. Tal mezcla podría haber matado al conjunto, pero François Ozon sabe dominar el asunto, con la excepción de un tercer acto que no mantiene al nivel porque descarrila hacia la comedia y se olvida por completo de la perversión. No es un hecho determinante pero sí le hace perder enteros.

También el llamado matrimonio de clase media es algo decepcionante, matrimonio que, de entrada, no puede llamarse de clase media. Ese casoplón es de ricos, no fastidiemos. Pero tampoco encajan como tal: él es un zoquete y ella no es tan hipnótica como debería. Hablo tanto de los actores como de los personajes, tan ricos y tan estupendos pero que se comportan como auténticos botarates. No sé que obsesión pueden despertar, honestamente.

Salvo eso, "En la casa" una película deliciosa para los sentidos, casi redonda. Transita por varios estadios y muta según avanza, a tal nivel que termina por confundir la realidad con la ficción en manos de un protagonista para el recuerdo. Hablo del muchacho, Ernst Umhauer, cuyo rostro es puramente cinematográfico, su cuerpo quizás no tanto. Le acompaña Fabrice Luchini en otro personaje genuino, un profesor de literatura frustrado por su falta de talento y que ve como su vida coge vuelo al encontrar a un alumno que, al fin, le sigue el juego. E incluso le supera. El tercer vértice triunfal es una Kristin Scott Thomas que no se queda en una secundaria al uso, ya que, junto a su marido forma un matrimonio culto, algo aburrido y, este sí, perfectamente creíble y también perfectamente hilarante.

A modo personal, confesaré que un ritmo más pausado a la hora de narrar los hechos le hubiese otorgado un punto de oscurantismo mayor, a lo Polanski, y es que a mí la depravación me gusta más que a un tonto un lápiz, pero que nadie dude ni por un segundo que nos hayamos ante una obra magistral, que removerá, aprisionará e implicará hasta al espectador más apático.

PD: me congratula saber que el texto lo escribió el dramaturgo español Juan Mayorga.

Efervescente película francesa de las que causan una grandísima impresión durante el visionado, un entusiasmo algo más sosegado a medida que se acerca el final y, unos días después, piensas en ella con agrado a secas, pero sin aspavientos. Y es que “En la casa” plantea una serie de intrigantes tramas que discurren, aparentemente, de manera paralela en el tiempo y que se vuelven fascinantes a medida que descubrimos que la paralelización no es temporal sino dimensional, puesto que algunas son reales y algunas no. Que la historia central gire en torno a la intimidad, la obsesión y la manipulación, alimentando nuestras facetas más cotillas, añade un plus de interés a la película.

Otro acierto lo constituye un reparto que equilibra una intensidad histriónica cuidadosamente medida por parte de Luchini con la flemática sobriedad de Seigner y Scott-Thomas, cada uno reforzando con su rol el carácter asignado a la trama que tiene que desarrollar. A eso añadimos que, sin trucos visuales, con una fotografía clara y luminosa, la dirección se muestra extremadamente competente para generar una atmósfera tensa y claustrofóbica, alternando momentos de estrés y de alivio que logran estar siempre pendientes de la pantalla, pero sin provocar agotamiento, y el resultado es una obra con ingredientes suficientes como para llamar poderosamente la atención y provocar calentones de cabeza que duren minutos, horas o días, según lo que tardes en descubrir sus trucos.

En ese sentido, “En la casa” hace un poco como esos programas de juegos mentales tipo “Brain games” en los que te plantean cuestiones aparentemente triviales como elegir la figura más grande de entre varias posibles y luego te sorprenden con que todas eran iguales o que la que parecía más pequeña era, realmente, la más grande por un efecto de perspectiva o porque eligiendo tal o cual paleta de colores o colocando intencionadamente tal o cual referencia, se enviaban pistas falsas al cerebro para disparar automatismos y provocar errores de percepción. La película juega a eso, a colocar pistas que nos hagan creer que estamos en un escenario, cuando realmente estamos en otro, lo que no deja de resultar curioso y hasta divertido. Lo malo es que, antes o después, se le termina viendo el plumero y hay que recurrir a gente haciendo ostensibles aspavientos en pantalla y hablando acelerado.

Pero bueno, que nos quiten lo bailado con un producto que excita con inteligencia nuestro lado voyeur. Qué más da si nos quedamos hasta el final por puro marujeo o por interés. O si la película es novedosa o sólo lo parece. O si me engañan o me dejo engañar. La cosa es que, durante (como mínimo) un buen rato, nos sumergimos en la propuesta de su creador y jugamos a lo que él quiere y reflexionamos sobre lo que él quiere. No todos pueden decir lo mismo.