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La sal de la Tierra

8,1
9.882
Documental Desde hace cuarenta años, el fotógrafo Sebastião Salgado recorre los continentes tratando de captar los cambios de la humanidad. Ha sido testigo de grandes acontecimientos que han marcado la historia reciente: conflictos internacionales, hambruna, éxodos, etc. Sin embargo, ahora decide visitar territorios vírgenes con grandiosos paisajes y fauna y flora exóticas. Se trata de un gran homenaje fotográfico a la belleza del planeta. ... [+]
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Críticas 72
Críticas ordenadas por utilidad
15 de noviembre de 2014
41 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí, esta es una de esas; de las que acaban, nos miramos todos y asentimos complacidos, mejorados: hay que ver qué película tan triste y bonita.
Repleta de bellos foto/gramas; de serenidad, educación y dolor.
Es Salgado con su mirada. Y Wenders detrás, arropando y dirigiendo.
Un repaso somero por la vida y el trabajo del gran fotógrafo. Comenzamos con una mina, espectacular y horriblemente hermosa, y después nos paseamos por el ancho mundo; desde Siberia hasta Papúa o Iberoamérica, sin olvidar Europa.
Prima el horror y ahí está un peligro, muy grande; el de convertirse (el artista Salgado y la peli) en turistas de lo atroz; espectadores intelectuales resguardados detrás de la cámara como si esta fuera un escudo protector. Llegar, ver y largarse. Lo justo, pero no más. "Utilizando" su "pena" (la de los desgraciados), enfermedad y muerte, para calmar y apaciguar las, supuestamente, flageladas conciencias occidentales. Consistiría en rasgarse las vestiduras para, poco después, seguir como si nada; siempre habrá otros infiernos que sustituirán a los anteriores y nada cambiará. Sería un "menudeo" de miserias que mantiene el "statu quo" y que, en cierto modo, lo perpetúa, ya que al "purificarnos" con la visión del mal, cumplimos con nuestra cuota de responsabilidad y así podemos dormir tranquilos, preparados para nuevos "espectáculos".
Otro asunto peliagudo es el del observador observado, es decir, de Salgado apenas aprendemos nada en las casi dos horas de documental, ni de cómo es (de verdad) ni de cómo trabaja (sus métodos, sus costumbres, sus... ). Retrato cojo, manso y pulido de una figura; sin riesgo ni profundidad. Sería un poema de santidad; loor al héroe, genuflexión y aplauso. Visión parcial y limitada.
Hay muchos bellos y terribles momentos, pero, finalmente, asoma cierto sopor, cierta sensación de inutilidad.
La fotografía es un arte "superficial" y "fijo". El cine debería haber servido como desarrollo y hondura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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23 de octubre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un fotógrafo es aquella persona que “describe el mundo con luces y sombras”. Una persona que le roba segundos al tiempo capturando momentos de un mundo mágico, bello e infinito. Un mundo en el que vivimos y que creemos nuestro, en el que el mayor problema es la especie humana, en palabras de Sebastiao Salgado, “un animal feroz, un animal muy terrible”.

Un largo documental en el que recorremos la vida y obra del fotógrafo brasileño que a sus 70 años sigue siendo el mismo que dejó un trabajo prometedor como economista y se dedicó a viajar retratando el mundo en imágenes. Salgado nos guía a través de sus trabajos por todo el globo, nos hace sentir lo que él sintió y lo que siente al recordarlo. Todo ello con una alta dosis de humildad, sinceridad y realidad que bien mezcladas crean una buena obra de arte.

Podemos decir que la estrella de este documental es únicamente Salgado, pues con un guion improvisado nos va contando todos sus trabajos de manera cronológica, con una excelente narración, íntima y pausada, que generan más y más curiosidad por seguir sabiendo de su obra. Pero tampoco pasa desapercibida la dirección del director alemán Wim Wenders que como en otros de sus largometrajes divulga la vida y obra de personas mundialmente excelentes. Junto a Wenders, el hijo de Salgado, Juliano Ribeiro, que se pone tras las cámaras tratando de conocer más aún a un padre que paso gran parte de su infancia fuera de casa.

Experiencia y conocimiento por una parte, y sentimientos y amor filial por otra, conforman esta obra brillante. La entrevista al fotógrafo como hilo argumental, las secuencias de sus imágenes en la gran pantalla y el making off de su último trabajo “Amazonas” se mezclan jugando con el cromatismo de las imágenes actuales y el blanco y negro de las fotografías y la entrevista que nos evocan tiempos pasados vividos por el protagonista, así como la naturaleza de la fotografía.

Naturaleza y humanidad son los ingredientes de la obra de Salgado que, a pesar de la ferocidad de alguna de sus imágenes, es recomendable para todo el mundo, para tratar de reflexionar sobre los actos que cometemos, unas veces acertados, otras no, y llegar a conocer aun más el planeta que habitamos y que debemos respetar mucho más de lo que lo hacemos, pues lo compartimos entre todas las especies. No solo es nuestro.

100 minutos que se hacen cortos describiendo y denunciando un mundo asombroso, increíble, salvaje y cruel que nos atrae hacia la figura de una persona que bien podría ser el modelo a seguir en muchos aspectos.
BenCM
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24 de septiembre de 2014
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando la carrera de Wim Wenders parecía ir un poco a la deriva, el realizador decidió volver al registro documental para facturar una película tan interesante como lo fue "Pina". En aquel film, independientemente del grado de interés hacia su materia central (la danza), se conseguía el milagro de hacer abrir los ojos al espectador y llevarle por un terreno con una intensidad inesperada. Con "La sal de la Tierra" consigue algo parecido aunque lo verdaderamente importante, la visión del autor, queda totalmente desdibujada en favor de un acabado más bien ramplón. Y me explico, porque no estoy diciendo que el documental sea malo (nada más lejos), pero si que está más que claro que lo que hizo en "Pina", es decir, dignificar el formato entrevista y darle un enfoque cinemático, aquí desaparece por completo. Al contrario de lo ocurrido en aquel, al menos en este acredita como codirector al verdadero autor de los méritos del documental: el fotógrafo Juliano Ribeiro Salgado.

"La sal de la Tierra" explora la faceta como fotógrafo de Salgado y avanza a lo largo de distintas épocas para mostrarnos su trabajo, inicialmente como amateur y posteriori en calidad de profesional. Vemos sus fotos, a Salgado reflejándose en una pantalla y contextualizándolas, explicando con sus palabras qué significado tienen o pudieron tener esos instantes capturados de forma magistral. Sus relatos, acompañados de la imagen, son aterradores, recordando en crudeza a una cumbre como es "Noche y niebla" de Resnais, y es éste el mejor bloque de una película que luego abre horizontes hacia otras direcciones. Es aquí donde la cosa falla bastante, porque si bien la labor ecologista de Salgado (repoblación forestal) es muy interesante, es mucho menos interesante que la anterior.

Wenders filma además algunos segmentos que carecen de verdadera fuerza cinematográfica (exceptuando la salida para capturar la vida de los leones marinos), que desvirtúan un trabajo que en realidad se sostendría perfectamente como un lujoso powerpoint con unas fotos extraordinarias y un audio comentándolas. Wenders no se mata en lo que le corresponde, emulando a aquel simpático Clippo de Microsoft Word: te ofrece ayuda, la aporta de vez en cuando, pero la pregunta importante es, ¿se la habías pedido? Probablemente no, y no hacía falta. "La sal de la Tierra" no es un mal documental, pero está a años luz de explotar el lenguaje del medio para elevar sus denuncias, máxime cuando sólo el año pasado tuvimos dos obras mayúsculas en ese sentido "The Act of Killing" y "La imagen perdida". "La salde la Tierra" merece verse, a pesar de su dureza, pero podría haber sido redondo eliminando todo lo que sobra. Empezando por ciertos rótulos finales en los que sólo falta que te pidan enviar un SMS.
Caith_Sith
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24 de septiembre de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
“¿Cuántas veces he tirado la cámara al suelo para llorar por lo que estaba viendo?”. Lo suelta Sebastião Salgado, después de algo así como hora y media de documental en la que pueden contemplarse a manos llenas terribles postales de una belleza inconmensurable donde se reflejan los niveles de estulticia y falta de decencia que ha llegado a alcanzar el ser humano a lo largo y ancho del último tercio del siglo XX y principios del presente: Ruanda, Malí, Bosnia, Brasil...

Esta declaración contrasta poderosamente con la opinión crítica acerca de la obra del fotógrafo brasileño vertida por determinados sectores y que bien podría resumirse en las palabras de la ensayista Susan Sontag: “una foto puede ser terrible y bella. Otra cuestión: si puede ser verdadera y bella. Este es el principal reproche a las fotografías de Sebastião Salgado (...). Él nunca da nombres. La ausencia de nombres limita la veracidad de su trabajo. Ahora bien, no creo yo que la belleza y la veracidad sean incompatibles”. En su libro Sobre la fotografía llegó a decir -aunque posteriormente matizara las palabras- que "la exhibición repetida del dolor anestesia la percepción".

Conocí la obra de Salgado hace casi 25 años, a través de la exposición “Terra”, en la que con más de cuarenta imágenes mostraba la experiencia del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra de Brasil (MST). Salgado se tiró algo así como 15 años para montar la exposición y cedió todos los derechos al MST que es quien la gestiona y administra. Aparte de que este gesto es un buen signo de la actitud ante la vida de este tipo entrado en años, lo que tengo claro es que, tanto en aquel momento como en la actualidad en ni un sólo segundo se me pasó por la cabeza que lo que estuviera viendo era ficción o que le faltaba enjundia por el hecho de que las imágenes fueran una maravilla. Se me puso entonces la carne de gallina y ahora, en muchos instantes de la “La sal de la tierra” me siguieron entrando unos insoslayables deseos de ponerme a llorar. No siento aquella acusadora anestesia por ningún lado.

Y bueno, ya es hora tal vez de nombrar al director alemán del documental, Wenders, quien comenzara a formar parte casi por mera casualidad de un proyecto que, en un principio partió del hijo de Salgado, Juliano Ribeiro, pues, desde joven, según él mismo comenta en la cinta, deseaba conocer al fotógrafo, al aventurero, que se escondía detrás del padre. Wenders, ferviente admirador de la obra de Salgado se ofreció, con un interés sobrado, y crearon entre ambos el colosal monumento a la vida que es “La sal de la tierra”.

En una entrevista a Salgado el reportero le interroga acerca de si nunca piensa en las críticas a su trabajo, y la respuesta del brasileño, que comparte el que suscribe, puede resultar de lo más clarificadora para entender el sentido de su obra: “los que me critican nunca han estado donde yo estuve, nunca han visto lo que yo he visto, nunca estuvieron frente a situaciones como las que yo enfrenté. Son gente que está ahí, con el culo en la silla de un periódico (...) Para ellos no está, no existe. Dirán siempre: "Ay, me da asco la foto". Nunca dirán: "Me subleva lo que pasa para que esa foto pudiera ser hecha"”.

La sublevación de Salgado le condujo durante algunos años al abandono de la profesión, a no poder soportar más tanta desgracia, a casi renunciar a la esperanza. Pero gracias al apoyo de su mujer, Léila, nació su último proyecto, "Genesis”, una declaración de amor a la naturaleza y a los lugares todavía intactos de la Tierra, desde la tribu de los Z’oe, hasta Papúa Nueva Guinea o el Círculo Polar Ártico. Pero no es creíble dar pábulo a la esperanza y a que todo el daño hecho no puede ya revertirse si no es uno el que lo hace carne, y durante los últimos diez años, con una paciencia infinita, tras regresar a su pueblo de origen, funda con su mujer el Instituto Terra y consigue repoblar a base de sembrar arbolitos la casi extinta selva atlántica.

“No estaba nada convencido del viaje, pero Sebastião insistió. En esa atmósfera increíble pudimos hablar de asuntos que nunca habíamos afrontado. Al volver a Francia monté el material y se lo mostré. Cuando vio cómo su hijo le miraba, empezó a llorar”, compartía Juliano en principio algo desanimado tras los primeros viajes con su padre. “Sebastião es un guerrero. No es un tipo dulce y abierto, sino un motor. Pero ese momento, sus lágrimas, me dieron la confianza de que podía filmarle”, concluye.

Fueron una suerte sus lágrimas. Se aliaron un trío de fuerzas de la naturaleza, y queda “La sal de la tierra”, para la posteridad.
poverello
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10 de junio de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El último documental de Wim Wenders, que comparte créditos con el brasileño Juliano Ribeiro Salgado, tiene como protagonista al padre de este último, o más bien sus fotografías, que cuentan relatos sobre la historia del mundo, unas de una belleza envidiable, otras descorazonadoras, pero todas ellas tienen un nexo en común, The salt of the Earth, la sal de la Tierra, nosotros mismos, una humanidad capaz de recrear los parajes más bellos de nuestro planeta, pero también de mostrar la cara más amarga y cruel de la propia condición humana. Más de 40 años al servicio de la fotografía resumidos en 100 minutos de un maravilloso documental.

A través de las fotografías que a lo largo de su vida ha ido realizando Sebastião Salgado asistimos a un auténtico prodigio cinematográfico. Con un arranque sensacional, nos sumergimos en una mina del corazón de Brasil para ser testigos de la dureza con la que los hombres retratados buscan el sueño de hacerse ricos, o así lo explica el propio Salgado, con una vida llena de viajes, de idas y venidas, de etapas importantes, destacándose en la documental su actividad como fotógrafo social, una especie de nexo entre nuestra realidad y la de miles de personas que no han tenido la suerte de vivir una vida plena o con al menos alguna alegría, esas víctimas del mal llamado tercer mundo donde las guerras, la hambruna o las grandes expatriaciones dejaron imágenes desoladoras de las que, por suerte, Salgado fue testigo. En esa gran etapa de su carrera realiza un trabajo sincero, sin tapujos, mostrando la realidad tal cual se la encuentra, consiguiendo trabajos no aptos para todos los públicos, principalmente por la crudeza de esas obras de arte llamadas fotografías. Pero por suerte para nosotros, el objetivo de Salgado también consigue retratar la belleza de nuestro mundo, la belleza natural, incluso rincones de nuestro planeta que nos recuerdan a tiempos pasados. El trabajo de toda una vida que Sebastião Salgado comparte con nosotros en imágenes y palabras.

La labor de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado es la de contarnos esas fotografías, y las historias que se esconden detrás de ellas, los momentos que su autor vivió antes y después de presionar el botón de su cámara, directamente el por qué de sus fotografías, algo que no se puede entender si no acudimos también a su vida personal. El retrato de esa vida se va conjugando con los momentos y las etapas de su carrera profesional y su ansia de mostrar, de enseñar al mundo lo que hay allá afuera, lejos de nuestras vidas acomodadas, y eso lo mezclan Wenders y Salgado de una manera magistral consiguiendo un resultado tan bello como cruel, pero sobre todo auténtico y real que llega a lo más profundo del espectador. Una labor de montaje además encomiable, que entreteje las imágenes estáticas de Salgado con imágenes del propio fotógrafo y su estilo, así como la presencia del propio fotógrafo en algunas de sus obras. Un retrato de retratos imprescindible que rompe los límites de una película documental.
Kosti
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