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La invención de Hugo

Aventuras. Drama. Fantástico. Intriga París, años 30. Hugo (Asa Butterfield) es un niño huérfano, relojero y ladrón que vive entre los muros de una ajetreada estación de trenes parisina. Nadie sabe de su existencia hasta que le descubre una excéntrica niña (Chloë Moretz) junto a la que vivirá una increíble aventura... (FILMAFFINITY)
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Críticas 358
Críticas ordenadas por utilidad
2 de febrero de 2012
64 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las historias protagonizadas por niños siempre albergan grandes alicientes: citarnos de nuevo con nuestras más inocentes ilusiones, hacernos soñar de la misma manera que cuando aún no éramos conscientes de las miserias que componen esta vida, devolvernos parte de la infancia que perdimos, transportarnos a un mundo mágico en el que los problemas siempre tienen alguna solución… Martin Scorsese (“Shutter Island“, 2010) pretende resucitar ese espíritu traicionando -de nuevo- su propia identidad artística. Y es que el trabajo del realizador italoamericano a lo largo de su carrera puede dividirse en dos partes: la auténtica (urbana, reflexiva, oscura, delincuente, polémica, única, llena de personajes convertidos en icono) y la que inició una vez entrado el nuevo siglo: más densa, arriesgada, comprometida con historias enrevesadas, transmitiendo la sensación de que tuviera que saldar alguna deuda con esa parte del cine que nunca tocó.

A todos sorprendió su anuncio de una película familiar en 3D, producto en las antípodas de lo que hasta ahora había hecho el director. John Logan (“Gladiator“, 2000) adapta la novela escrita por Brian Selznick ‘La invención de Hugo Cabret‘, cuyo argumento nos habla de un niño huérfano llamado Hugo que vive sólo entre los grandes relojes de una estación de tren. Allí los mantiene y repara, y cuando el hambre acucia baja a darse algún paseo entre los andenes para birlar algún tierno croissant. Su mayor reliquia es un robot estropeado y oxidado cuyo funcionamiento se acciona a cuerda, y su mayor objetivo, el de repararlo, por toda la historia sentimental que hay detrás de él. En su odisea se cruzarán personajes que intentarán darle caza para meterlo a un orfanato, como el Inspector (Sacha Baron Cohen), o ayudarle, como es el caso de la entrañable niña ansiosa de aventuras, Isabelle (Chloë Moretz). El mayor enigma se esconde tras las barbas del personaje interpretado por Sir Ben Kingsley, George, que regenta una tienda de reparación de juguetes dentro de la estación.

La película quiere ser un sentido homenaje al cine y una experiencia llena de sueños infantiles, y aunque en su conjunto es preciosa y la atmósfera de la que está compuesta puede considerarse como mágica, hay algo que deja vacías las emociones o la capacidad de transmitir de esta historia. Como película infantil, “La invención de Hugo” es brillante: si yo tuviera siete años estaría saltando de alegría sobre mi butaca, celebrando esta bella e inocente fábula nostálgica. Pero como hace ya muchos años dejé atrás esa edad, sólo puedo contemplarla desde una percepción adulta que no logra sobrecogerse, ni emocionarse, ni vibrar con esta película, encontrando múltiples desenlaces bastante predecibles y multitud de historietas demasiado impuestas e ingenuas como para sorprender.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sandro Fiorito
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26 de febrero de 2012
46 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía Capra que toda buena película debe tener al menos un par de momentos destinados a perdurar. El argumento de cualquier historia puede olvidarse, pero no esos momentos. Esa es una de las cosas que distinguen a una buena de una mala película, o, simplemente, de un trabajo realizado con oficio.

Este último es el caso de "La invención de Hugo", una peli de oficio. Por más que pienso en ella no logro recordar ningún momento que me haya emocionado especialmente. La película pasa sin pena ni gloria, tardando demasiado tiempo en arrancar, demasiado tiempo hasta que comienza a definirse. Está muy bien hecha (se nota que es una producción en la que hay dinero), pero la historia no llega a emocionar y eso es problema de guión principalmente.

Que Scorsese es un cinéfilo empedernido ya lo sabíamos. Que ha hecho gala de su talento tiempo ha, también. Lo triste es comprobar, una vez más, que ninguna de las otrora "viejas glorias" de Hollywood (léase Scorsese, Spielberg, Allen, Eastwood, Coppola, etc.) están ya al nivel de cuando eran jóvenes. Parece que todos echaron el resto hace más de veinte años. El oficio ya se lo presuponíamos al director de "Taxi Driver" y "Toro Salvaje" (como el valor al soldado), pero no es suficiente.

No hay aventuras ni fantasía en esta cinta, no hay magia, tan sólo un pequeño homenaje a la figura de un pionero. Algunos personajes, además, me parecen francamente desaprovechados, como el librero interpretado por Christopher Lee. Lástima que un papel con tanto potencial como este se quede simplemente en lo anecdótico.

"Cinema Paradiso". Eso sí es una historia redonda y uno de los mejores homenajes al mundo del celuloide.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kinetoscope
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27 de febrero de 2012
85 de 133 usuarios han encontrado esta crítica útil
De verdad que no sé de dónde sacan los periódicos- de aquí y de fuera- a sus críticos. ¿Con que bellísima, espléndida, etc...? A mí más bien me pareció un auténtico plomazo. Conste que soy un espectador bastante resistente, pero hacia la mitad ya había perdido cualquier esperanza de que aquello llegar a enderezarse y no sabía cómo ponerme en la butaca. Para ser sincero, confieso que tengo muy poco cariño por el cine "poético". Me aburrió "Amelie" (por citar algún ejemplo) y esta especie de homenaje a Meliès, a los pioneros del cine o a la magia de la pantalla me pareció un quiero y no puedo. Me da igual que la firme Scorsese. Para empezar me gustaría saber a quién se le ocurrió un argumento tan alambicado. La película no termina nunca de arrancar, entre otras cosas porque el director no se la cree y tampoco parece haber disfrutado haciéndola. La prueba es que a pesar de sus esfuerzos no tiene maldita gracia. Ni tampoco conmueve ni emociona. La magia del cine se defiende mostrándola, no refregándola en las narices del espectador una secuencia sí y otra también. Todo trufado además de guiños para los entendidos. Yo sólo capté la escena del reloj a lo Harold Lloyd, pero me juego la cabeza a que hay media docena más. Una auténtica lata. Si le dan un Oscar será para suicidarse, aunque el mérito visual sí se lo reconozco. Sin superlativos, pero el tratamiento de la imagen no está mal. Lo que ocurre es que el cine no es sólo imagen.
carlos bosch benitez
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13 de diciembre de 2011
54 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Si alguna vez preguntan de dónde vienen tus sueños, mira a tu alrededor". Esta frase escuchada en el film, afirma lo que nos viene ordenando los fotogramas que el cineasta Scorsese nos deja no sólo a la imaginación, sino a los recuerdos y evocación de Georges Méliès y sus primeros films en el cine.

Si bien la historia ubicada en París, en los años treintas, donde Hugo (Asa Butterfield) es un niño huérfano que vive escondido en una estación y se ocupa de arreglar relojes; muy pronto entenderemos que el cine del siglo XXI no sólo rinde un tributo más que merecido al mago francés Méliès, sino que a través de la imaginación del niño, devienen los deseos e imaginación de él, por el descubrimiento y significación de Méliès.

Un encuentro bien cinéfilo, que arbitra los intereses más recónditos de cualquier espectador por encontrar la fascinación de las imágenes en movimiento y con ese tono sincero y escudriñador de los ojos de Hugo: un interés histórico, como reflejo de un instante de la evolución del cine como arte desarrollándose, y, por otro lado, un provecho hermenéutico, como “pergamino” de un estado de la cuestión (la imagen en movimiento más ontológica que valorativa).

Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic. Barranquilla, Colombia).
gonzalo restrepo sanchez
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8 de enero de 2012
33 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Hugo Cabret” es un espectáculo de magia con una llave secreta que abre el corazón para hacer funcionar las almas estropeadas. Es un viaje alucinante a los orígenes del celuloide en un París embrujado.
El homenaje que Georges Méliès, el ilusionista, mecánico, cineasta y fabricante de sueños se merecía. Porque con él se gestó esta maravilla que nos lleva a las estrellas desde hace algo más de cien años. Tuvo mucha más visión de futuro que los Lumière, los inventores de la máquina de filmar, pues al contrario que ellos advirtió que aquel aparato señalaba el nacimiento de una revolución en el campo del arte y del ocio.
Pero como toda ilusión, era frágil, un soplo demasiado fuerte podía desbaratar sus delicados engranajes, los que Méliès había construido con tanto cariño, como los de los juguetes y autómatas en los que él era un consumado manitas. El arte de fabricar sueños se sostiene sobre un castillo de cristal, aquél que el genio empleó como estudio cinematográfico transparente para rodar sus cientos de películas.
Llegó la Gran Guerra y ya no había lugar para una distracción que quedó superflua. ¿A quién le apetecía ver películas cuando medio mundo estaba enzarzado en una hecatombe? La vocación del pionero se vino abajo cuando la gente dejó de tener tiempo y ganas de soñar despierta. Años de pasión y trabajo se arruinaron y los originales que eran el producto de tanta creatividad fueron quemados.
Hugo Cabret es la llave con forma de corazón. La que no inventa ningún artilugio nuevo pero sí aprende cómo encajar y reparar un alma que llevaba muchos años averiada. Es el legado de unos tiempos que pugnan por resurgir, porque heredó los fundamentos de la magia.
Y de hecho, el celuloide retornó con más fuerza que nunca, y el testimonio de ello es que aquí estamos, más de un siglo después de su creación, encomiando una película de un director actual llamado Martin Scorsese.
La forma de rodar ha evolucionado tanto que quizás al mismo Méliès, tan avanzado y vanguardista, le costaría asimilar la masiva intrusión de la tecnología. Ya la artesanía es un artículo desfasado y lo que antes se recreaba con escenarios, decorados y efectos especiales de fabricación casera ahora se hace con complejas máquinas electrónicas como los ordenadores.
Pero el espíritu es el mismo. La forma varía, pero no la finalidad: seguir fabricando sueños.
Venid y soñad. Un viaje al infinito cuesta muy poco.
Vivoleyendo
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