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El séptimo sello

Drama Suecia, mediados del siglo XIV. La Peste Negra asola Europa. Tras diez años de inútiles combates en las Cruzadas, el caballero sueco Antonius Blovk y su leal escudero regresan de Tierra Santa. Blovk es un hombre atormentado y lleno de dudas. En el camino se encuentra con la Muerte que lo reclama. Entonces él le propone jugar una partida de ajedrez, con la esperanza de obtener de Ella respuestas a las grandes cuestiones de la vida: la ... [+]
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Críticas 238
Críticas ordenadas por nota
13 de febrero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una tierra devorada por la miseria y un caballero cuyo destino siempre está en juego. En este largo viaje las pisadas de la Muerte nos acompañan...
Obras emblemática de la Historia del cine, "El Séptimo Sello" marca también el inicio de una nueva etapa en la carrera de Ingmar Bergman.

Carrera conducida hasta entonces por severos melodramas que exploraban la condición humana y el devenir de su existencia y comedias ligeras donde se jugaba con el ideal del amor y el puro placer carnal; su último film, "Sonrisas de una Noche de Verano", fue aplaudido en Cannes, y su éxito hizo que los productores de Svensk Filmindustri aceptaran su siguiente proyecto, el cual situaba su escenario en la Europa del siglo XIV azotada por la terrible Peste Negra. Pero este considerable cambio de escala y discurso (que no sin razón halla en él semejanzas con el terror nuclear vivido en la época en que fue concebido) tiene su origen en la obra "Trämålning".
Escrita y dirigida por el propio director años antes para la compañía de teatro de Malmö, cuya inspiración se encuentra en las pinturas y murales sobre la Muerte que tanto le aterraban y fascinaban, en especial aquella donde aparece representada jugando al ajedrez dibujada por Albertus Pictor (quien aparece reflejado en el film). Una secuencia inicial mítica, que parece querer plasmar dicha pintura, nos introduce sin preámbulos en la trama central; el caballero Antonius Block, recién llegado de las Cruzadas a su Suecia natal junto a su escudero Jöns, reta a la misma Muerte a jugar una partida de ajedrez para retrasar el plazo fatal que le amenaza y poder hallar así respuesta a varias dudas que son causa de su tormento.

¿Es el vacío, la nada eterna, lo que aguarda al otro lado?, ¿es Dios, cuyo silencio resulta insoportable, una invención del ser humano para servir de consuelo en los tiempos de oscuridad? Preguntas a las que deberá enfrentarse mientras intenta realizar una acción última para redimir la insignificante existencia que ha llevado; por su parte la Muerte de presencia tanto más angustiosa cuanto que aparece representada en carne y hueso, le acechará constantemente en su recorrido a través de una tierra devastada por el sufrimiento, el castigo, la crueldad, la corrupción de espíritu (el seminarista convertido en ladrón) y el despiadado sacrificio ofrecido a Dios para aplacar su cólera (la pobre chica condenada por bruja).
En definitiva una tierra marcada por el más puro horror; no obstante, un atisbo de esperanza surgirá gracias a una humilde compañía de comediantes: Jonas, Mia y Jof, éste último viéndose asaltado por una maravillosa visión que parece actuar de signo de premonición dichosa. Con ellos, Bergman aboga por la fe, la inocencia, el optimismo y la vida (encarnada en Mikael) frente a la imposibilidad de salvación y la miseria reinante; de hecho, desde un humor más emparentado con sus galanterías de época, practicará varias irrupciones en el viaje de los protagonistas, explorando las preocupaciones y placeres terrenales como contrapunto a las reflexiones de Block...

Éstas van desde el adulterio, los fuertes lazos del amor y la amistad y el sometimiento de la mujer hasta la poesía y el teatro, siendo la farsa del herrero y el actor el mejor ejemplo. Farsa o comedia de la vida que sin embargo concluirá de manera trágica (pues aquel que se burla de la muerte acaba pagando las consecuencias...). Pero el discurso del film se apoya en tres puntos de vista que reciben de desigual forma la realidad; así, al tormento infinito del caballero, suerte de Don Quijote metafísico en permanente lucha consigo mismo y con un destino a todas luces incapaz de evitar, y a la alegría de Mia y Jof ante las adversidades.
Éstos son los únicos que pueden hallar la salvación ya que realmente tienen algo por lo que vivir, se suma la visión despreocupada de Jöns, elocuente nihilista y ateo convencido que únicamente cree en sí mismo y en el mal que sus ojos contemplan: el creado por el hombre. El director recurre a un amplio abanico de iconografías y símbolos mientras abre una brecha entre realidad y fantasmagoría penetrando en la psique y el espíritu de sus personajes, llevándonos, como a ellos, a través de una Edad Media siniestra, grotesca, pero no así estilizada y alegórica, tal y como él la concibe, e impregnándonos con las fascinantes atmósferas que modela por el camino.

Pagando de este modo, tanto en el discurso como en el contexto formal, su deuda con Pictor, Kierkegaard, Strindberg y, cómo no, Victor Sjöström, algunas de sus más importantes inspiraciones (incluso se dará una curiosa referencia a "At Land", trabajo de Maya Deren, en la escena inicial)..La música de Erik Nordgren y el trabajo de fotografía de Gunnar Fischer refuerzan el tono lúgubre, más aún ésto último, que ofrece un espléndido juego de sombras y luces sirviéndose del blanco y negro (esencial en la película), sombrío y agobiante. Entre tanto, el sueco cuenta con algunos de sus habituales colaboradores, quienes vuelven a brindar grandes actuaciones...
Destacando Nils Poppe, un aterrador Bengt Ekerot prestando su frío rostro a la Muerte, esa radiante Bibi Andersson que inunda de vida la pantalla y sobre todo Gunnar Björnstrand y un inmenso Max Von Sydow en el papel más sobrecogedor de toda su carrera. Gunnar Olsson interpreta de forma sensacional una recreación de Albertus Pictor. Dotada de una hipnótica belleza más allá de su poesía macabra, pesadillesca fantasmagoría y reflexión de índole universal, "El Séptimo Sello" pasó a formar parte de esas obras clave que concedieron una nueva dimensión, formal y conceptual, al Séptimo Arte.

Bergman, por su parte, se inscribiría instantáneamente entre los más grandes maestros cinematográficos de la Historia.
Dondequiera que esté, notando el pulso de su mano y la sangre corriendo por sus venas y observando el Sol, desde lo alto iluminándolo todo, seguro que se prepara para jugar otra partida de ajedrez con la Muerte...
Chris Jiménez
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14 de marzo de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
40/17(28/02/17) Clásico que reside en el Olimpo de las grandes de la Historia. En mi cinefilia mantengo relación amor-odio hacia la filmografía del sueco Ingmar Bergman, hay obras suyas me hastían y cargan en su petulancia narcisista rozando el onanismo, como hay otras que me fascinan y maravillan, y esta que me ocupa forma parte del segundo grupo, fascinante de principio a fin por el modo a la vez distendido y penetrante con que se tratan temas universales y atemporales, cuestiones existenciales afrontadas con gusto sensorial-narrativo apoteósico, odisea en miscelánea lúcida se mezclan surrealismo, expresionismo gótico, drama, humor sutil, drama, terror, y todo con gusto exquisito por provocar reflexión al espectador, muy al estilo de la corriente filosófica del existencialista danés Søren Kierkegaard, el realizador parece situarse en el lugar del dubitativo protagonista Antonius que se cuestiona la gran pregunta que mueve a la humanidad desde que esta tiene conocimiento y raciocinio, CUAL ES EL SENTIDO DE LA VIDA? Ello intentando que la religión sea tabla de salvación, en porque, Dios existe? Bergman juega con epicúrea inteligencia los recursos medievales, su imaginería religiosa y pagana. Una sibarita introspección sobre la vida y la religión, de las más profundas en la historia del cine, solo recuerdo comparable a la obra de otro escandinavo, el danés Dreyer, “La palabra” (1955), teología cristiana a la que el realizador conoce a raíz de haber acompañado a su padre, un pastor luterano, a predicar.

Bergman guioniza (lo hizo escuchando el Carmina Burana de Carl Off), sobre su original obra Trämålning (“Pintura de madera”, tomado del libro Apocalipsis de San Juan) en 1953/1954. La teología tiene mucha importancia para espetar al otro lado de la pantalla dilemas morales sobre si nuestra existencia tiene valor al final de la misma. El título hace referencia a un pasaje del libro de la revelación , que se utiliza tanto en el comienzo de la película, y de nuevo hacia el final, comienza con las palabras "Y cuando el Cordero abrió el séptimo sello , se hizo silencio en el cielo casi espacio de media hora ". [Rdo. 8: 1] Aquí el motivo de silencio se refiere al "silencio de Dios", que es un tema principal de la película. En palabras del propio director, esta película surgió «contemplando los motivos de pinturas medievales: los juglares, la peste, los flagelantes, la muerte que juega al ajedrez, las hogueras para quemar a las brujas y las Cruzadas. Esta película no pretende ser una imagen realista de Suecia en la Edad Media. Es un intento de poesía moderna, que traduce las experiencias vitales de un hombre moderno en una forma que trata muy libremente los hechos medievales. En el Medioevo los hombres vivían en el temor de la peste. Hoy viven en el temor de la bomba atómica. El séptimo sello es una alegoría con un tema muy sencillo: el hombre, su eterna búsqueda de Dios y la muerte como única certidumbre». Albert Målare, pintor medieval, inspira a Bergman con su peculiar mural donde un individuo humano juega ajedrez con un esqueleto. Algunas de las influencias sobre la película son Picasso “Fotos de los acróbatas”, “Carl Orff ' s Carmina Burana” , el drama de “Strindberg 'sFolkungasagan” ( "La Saga de los Reyes Folkung") y el camino de Damasco , el frescos en la iglesia Haskeborga y una pintura (1480) de Albertus Pictor en la iglesia Täby.

Bergman tiene su voz en varios personajes en el film, ejemplo vigoroso es un pintor en una capilla que habla de sus pinturas bizarras y retorcidas diciendo "no quiero crear nada para agradar a la gente". La cinta ya te atrapa desde su vigoroso, pictórico y a la vez lírico arranque, en una playa rodeados de acantilados, unos caballos en la orilla, dos hombres vestidos del Medievo (Caballero y Escudero, cual Don Quijote y Sancho Panza) tumbados y de pronto se aparece un ser ataviado casi completamente de negro, solo se le ve su rostro pálido, es la Muerte que ha venido a por uno de ellos, Antonius, y este espera driblarla o al menos dilatar el momento jugando al ajedrez (apareciendo la dicotomía blanco y negro) con el siniestro futuro, derivando esta imagen en cuadros epicúreos, son estos momentos una alegoría de cómo durante la vida intentamos en muchas ocasiones engañar o ganar a la Muerte, aunque esta es implacable, siempre llega, como mucho podemos hacer que llegue más tarde (pero su venida es inexorable), pero siempre (como Antonius) debemos presentar batalla.

Una honda reflexión sobre la fe, la esperanza, las ansias de redención, el que hay después de la muerte, sobre la búsqueda incesante del sentido de la vida y de la muerte, sobre si esta es la puerta trascendente de entrada a otra dimensión, o es el paso a la inmensa e infinita NADA. El realizador sueco con recursos inteligentes, con inteligentes y fondos diálogos, con un sentido onírico intenso, nos hace preguntarnos sobre la existencia de Dios, sobre si esta creencia y fe es solo un Dogma para cándidas almas necesitadas de saber que su vida no es un bluff, con lo que la mítica partida de ajedrez se convierte en su salpiqueo de movimientos a través de la desolada Suecia medieval en una sondeo constante sobre respuestas a preguntas que las tienen, pero Bergman es Antonius que termina sin soluciones.

Para dar sentido al tsunami de dilemas Bergman enmarca la acción en el Medievo de la plaga de la peste, lares agrestes, áridos, desprovistos de vida, tiempo en que la naturaleza humana estaba enferma, el paganismo y la religión radical se dan la mano en su crueldad, con autoflagelaciones expiadoras, brujas, ejecuciones en la hoguera, juglares, intentos de violación, adulterios, cruzados de Tierra Santa, microcosmos donde reina la codicia, mentira, brutalidad, fanatismos, pecado, confesiones, mucha inocencia derivante en la superchería (de todos los tipos), ensalza el realizador el amor libre, la comida, la amistad, el disfrutar de la vida (el tiempo que estemos aquí)... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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21 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El séptimo sello es, en mi humilde opinión, una de esas grandes obras maestras que ha dado el cine. El caballero Antonius Block (un formidable Max von Sydow) mantiene una partida de ajedrez con la Muerte con la esperanza de ganar tiempo, ¿tiempo para qué? Esa es la gracia de la película, la cual no pienso revelar aquí. Recomiendo enormemente esta película, que la fama de aburrido de su director no te eche para atrás.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Caballero blanco
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4 de julio de 2017
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dios, la muerte y el sentido de la existencia es el tema de esta película de Bergman. El protagonista, Antonius Block, cree —o quiere creer— en Dios, pero tiene dudas, y su razón busca certezas. Pretende que Dios se le muestre, quiere verlo, oírlo y hasta tocarlo. Actitud idolátrica, pues, si Dios es algo, es quizá una fuerza misteriosa, inasible, incomprensible, en el fondo de cada uno; una fuerza sin rostro que, a lo sumo, promueve una cierta orientación de la vida, evoca vagamente alguna forma superior de realidad y sugiere, de forma negativa, lo que no debe ser. El caballero no lo entiende así, y muere implorando en vano a su Dios-ídolo, ante la recriminación de su escudero por no ser capaz de afrontar el momento decisivo con la necesaria entereza. Hay que reconocerle, en todo caso, la honradez para vivir con sus dudas sin ceder a la tranquilizadora creencia, fabricada a tal fin.

El escudero, racionalista, pragmático, vive al margen de la creencia religiosa; es un humanista, se rebela contra el fanatismo, la superstición y la injusticia. Cree tener respuestas claras para todo, pero su propia claridad lo hace sospechoso. Como tantos ateos modernos, hace de la increencia su creencia, agarrado a su ateísmo como otros se agarran a su Dios; ahora bien, es consecuente cuando la muerte llega. La aceptación estoica del final indica que al menos alguna verdad hay en su contemplación de la vida sub especie mortis. Frente a la muerte, Jöns pone de manifiesto un cierto grado de autenticidad. Queda por saber si ese heideggeriano ser-libre-para-la-muerte puede ser o no trascendido por un ser-libre-para-más-allá-de-la-muerte, que acaso haría posible una experiencia superior.

Están también los flagelantes y quienes, sin valor suficiente para unirse a ellos, se identifican no obstante con su espíritu. Sometimiento absoluto de la razón a la creencia, que Bergman presenta esquemáticamente, tal vez porque no es una actitud que le interese en especial.

Como cuarta opción existencial, la familia de titiriteros encarna una vida de amor, sencillez y bondad, una religiosidad en apariencia inocente, despreocupada de las abstrusas complejidades de la mente. Como el caballero y su escudero, flagelantes y juglares están en una relación de polaridad recíproca, como queda patente cuando el canto alegre de los segundos es acallado por los cánticos amenazantes de los primeros y una representación es sustituida por la otra. En la pareja de juglares, una diferencia importante: Jof es un visionario, tiene capacidad de ver lo que ni su mujer ni los demás pueden ver.

Junto a otros personajes, menos definidos, está la muchacha sin nombre, supuestamente muda, aunque al final resulte no serlo —¿precedente de la Elizabeth Vogler de «Persona»?—, y que, curiosamente (no sé si significativamente) no forma parte de la famosa danza final de la Muerte. Quizá tipifica la actitud expectante de quien ni afirma ni niega, y, sabiendo que no sabe, conserva la serenidad sin hundirse en la angustia.

La reflexión sobre Dios queda abierta, pero el problema no está en su conclusión o inconclusión, sino en sus presupuestos. Bergman no va más allá de la idea de un Ente supremo, creador, regente y juez del universo, de marcado carácter extracósmico; en definitiva, un Dios institucional, primario, que no difiere mucho del de la religiosidad popular. Se diría que Bergman no pudo traspasar los límites de la convencional educación religiosa recibida en el seno familiar, y, cuando renuncie a su particular visión de Dios, renunciará también a Dios. Por eso sus reflexiones «teológicas» me parecen de un valor limitado y no creo que sea exactamente ahí donde hay que buscar el interés fundamental de su cine.

En este punto, es difícil evitar la comparación con «Sacrificio» de Tarkovski. La idea de Dios que ambos directores manejan en sus respectivas películas —dos excepcionales obras de arte, en mi opinión— es similarmente limitada: casi un Dios de catecismo. Pero Tarkovski se identifica con esa imagen, mientras que Bergman la cuestiona. Distanciamiento que generará en el cineasta sueco serias dudas sobre la posibilidad de conocer. Consciente de la dificultad, se mostrará cauto, y, en general, no formulará en sus films afirmaciones o negaciones demasiado rotundas sobre tan prolijas cuestiones.

El planteamiento de la muerte es igualmente discutible. No se puede plantear seriamente el tema partiendo de que se trata de algo inevitablemente «malo». La visión negativa de la muerte es perfectamente natural, pero nada más que eso: el resultado de un mero instinto biológico, reforzado ahora culturalmente por un vitalismo materialista para el que no hay más existencia que la conocida. Difícil sostener desde ahí un planteamiento espiritual serio. No hay quizá contradicción más chirriante que la lamentación de los creyentes de cualquier religión por la realidad ineludible de la muerte. Se diría que, para ellos, una muerte eterna reduce la vida eterna a la nada, convirtiendo al apocalipsis en mero escenario de terror, cuando se supone que debería ser —al menos con la misma intensidad— un motivo de esperanza.

Bergman participa de esa contradicción, y de forma, además, especialmente redundante: como si fuera posible escapar a la muerte, pretende «salvar» (?) de ella a los titiriteros. ¡Como si el aplazamiento de unos meses o unos años (y aun de siglos o milenios) significase algo ante la posible eternidad de la muerte! Se ha achacado a Bergman una cierta simpleza en el desenlace, por lo que tiene de alegato en pro de una fe primaria y una bondad ingenua. Pero no es ahí donde está el problema. La bondad sencilla como norma puede no ser una conclusión simplista, sobre todo si se accede a ella tras descartar como inviable todo intento de resolución racional. Además, no se puede olvidar que Jof es, como rasgo más determinante, un visionario, con una conciencia muy clara de sus visiones:
[→ spoiler]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ludovico
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10 de noviembre de 2019
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ocurre, no con demasiada frecuencia, que una película te deja pegado al asiento; tal vez emocionado, tal vez sobrecogido.
En estos tiempos de Netflix y de entretenimiento rápido, pararse a ver una película de estas características al que escribe le resulta algo así como nadar a contracorriente. ¿Para qué voy a ver una película de 1957 en blanco y negro y con una puesta en escena más propia del teatro que del cine de nuestro tiempo?
¿No habrá en el catálogo de las múltiples plataformas de pago por visión de mi SmartTv algo más adecuado?
Superada esta flojera inicial y tras terminar de ver 'El séptimo sello', uno da gracias a la vida (o quizás a la muerte) por no haber sucumbido aún -al menos no del todo-, al engorde a granel del mainstream.

Nos encontramos con una película universal y atemporal, una absoluta obra maestra del cine en mi opinión.
La temática del film es tan clara como inevitable en el pensamiento de la humanidad desde el comienzo de los tiempos: la muerte, la existencia de Dios y el comportamiento de la humanidad frente a estas interrogantes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
BerCaparros
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