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El último concierto

Drama Tras 25 años cosechando éxitos y gozar de fama mundial, y en plena preparación de un concierto para celebrar su cuarto de siglo profesional, el futuro de un cuarteto de cuerda de Nueva York recibe un duro golpe que puede poner en entredicho su supervivencia. El violonchelista de la formación está padeciendo los primeros síntomas del Párkinson, una enfermedad que en poco tiempo pondrá fin a su carrera como intérprete. La incertidumbre ... [+]
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Críticas 67
Críticas ordenadas por utilidad
24 de febrero de 2017
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una historia doliente contada con mesura y sin empacho. Zilberman construye esta película de forma minimalista, sin dejar cabos sueltos y sin forzar la historia con hilvanes traídos de los pelos. La película está cargada de alegorías y enlaces que rodean a los personajes, cada uno con su situación idiosincrática, siempre al compás del Opus 131 en Do sostenido menor de Beethoven. Hay, eso sí, cierta insistencia en el drama y en la gravedad de lo que son meras vivencias personales ¿Un exceso de sobriedad? Tal vez, pero el film tiene consistencia, calidad y credibilidad. Todo ello regido por un guión de primer nivel del propio Zilberman junto a Seth Grossman. La fotografía nítida de Frederick Elmes arropa con ponderación la obra. Y es meritoria igualmente la música de Angelo Badalamenti, música en la que abunda la obra de Beethoven. Y muy buena la puesta en escena y el montaje.
En la película es central las interpretaciones del Opus 131 de Beethoven, como ya he dicho, y en esos momentos de elevada musicalidad y el cuarteto concentrado en su interpretación, la cámara está casi estática, sin distracciones ni mareos, con largos planos, con el invierno del Central Park neoyorkino presente al fondo, y una sensación de hermosura en su conjunto indescriptible.
Un valor principal de la obra son los eminentes intérpretes que la protagonizan. Se trata de actores que destilan clase, lo que en el cine de hoy supone una fresca brisa para respirar a fondo, como si se tratara de un apacible espacio en el que poder descansar de tanto griterío y despropósito actoral como a veces vemos. Entre los geniales intérpretes tenemos a ese señor de escasa estatura y gordo pero de unas cualidades asombrosas de nombre Philip Seymour Hoffman (tristemente fallecido en este 2014), con un inmenso poder de convicción a lo largo del film en su papel de Robert, segundo violín (de nuevo Seymour supo elegir un papel en otra película de calidad). De otro lado, Christopher Walken es un actor con un carisma turbador que desprende opacidad y que sin duda tiene estilo sobrado; como se dice: es un actor de humor seco y una extraña manera de hablar, haciendo pausas, ritmos erráticos y cambios de entonación nada convencionales. El papel de Walken como Peter, veterano violonchelista enfermo, es decoroso y enternecedor, y él lo hace con nota de diez para arriba. Catherine Keener es una actriz etérea y a la vez una mujer de una gran elegancia que hace el papel de Julia, intérprete de la viola en el cuarteto, magistralmente. Y no quiero olvidar a Mark Ivanir, que interpreta con absoluta maestría y solvencia al engreído y obsesivo Daniel, primer violín que lidera con su afán perfeccionista al grupo, y que desencadena una de las crisis más pronunciadas del film. Y aunque tal vez sea la protagonista más sobrante de la película, Imogen Poots cumple muy dignamente su papel de Alexandra, hija traumada de Robert y Julia, y a la sazón igualmente violinista de élite en ciernes.

En la película se toca de pleno el tema de la vejez, la enfermedad y la muerte. También de cómo llegado el momento tenemos que saber despedirnos de lo que fuimos y de lo que representamos, y ceder el testigo a los más jóvenes con la mayor entereza posible. Saber, pues, hacer mutis por el foro, incluso de lo que habíamos considerado vital, lo que era parte de nuestra identidad y formaba el eje y la guía de nuestra existencia. Esto es la jubilación. Este trance, este estado de cosas lo construyen de manera magistral entre el director de la cinta Yaron Zilberman y el actor Christopher Walken. Por eso, en la última escena, sentados al final del teatro donde Peter se ha despedido del público dando paso a su joven sustituta al violonchelo, quedan él, que personifica la generación que se retira, y Alexandra, la hija de Robert y Julia, que es la generación que viene: el pasado y el futuro.
Cuando acaba la película, sabemos con seguridad que el tema central, a saber, la sustitución de un miembro del cuarteto por otro profesional, acabará probablemente bien, o sea, que el cuarteto de músicos seguirá adelante con su actividad musical. Acerca del resto de temas que han girado en torno a esta problemática, quedan los interrogantes. Parece que los distintos hilos argumentales puedan llegar a soluciones adecuadas; pero no lo sabemos con seguridad. Y en verdad esto es lo que ocurre en la realidad diaria, que siempre quedan asuntos pendientes, que las cosas nunca quedan definitivamente clausuradas ni definitivamente resueltas. Esta falta de final, este aspecto incompleto, abierto, es probablemente una gran virtud del film.
Y para que todo no sean loas, transcribo aquí el comentario final de Boyero en su crítica sobre este film cuando dice que esta película “no es redonda, tiene bajones, me sobra el personaje de la hija traumada de ese matrimonio de músicos, pero posee un tono que se agradece especialmente en épocas de sequía, de este apocalíptico cine de verano protagonizado cansinamente por los efectos especiales”.
Si tienen sentido de la estética, la música y gusto por las tramas psicológicas, vean la película. Realmente se podrán decir muchas más cosas de esta cinta, pero la más definitoria para mí es que estamos ante una obra auténticamente bella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kikivall
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3 de julio de 2017
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135/24(30/06/17) Sugerente e interesante propuesta del debutante en la dirección de un largometraje de ficción, el israelí Yaron Zilberman (también guioniza junto a Seth Grossman), donde el realizador vuelca su pasión por la música en una obra que mezcla el mundo elitista de la música clásica con las relaciones humanas entre el cuarteto protagonista que da título (en vo), al parecer según he leído (me reconozco parco en este apartado) con una cadencia generada por el tema melódico estrella del film, Opus 191 de Beethoven, composición triste de 7 movimientos que debe interpretarse en stacatta y sin pausas (eso he leído), y que se dice fue lo que pidió escuchar Schubert en el lecho de muerte. Un relato embestido de una tremenda humanidad, intimista narración que radiografía a modo de metáfora el equilibrio armónico que debe reinar en un cuarteto musical se debe dar también cuando no tocan, la descomposición de un grupo de trabajo veterano (en este caso un cuarteto musical), de como un hecho catárquico como la enfermedad de uno de ellos pone contra las cuerdas su vocación, su pasión, su lealtad, su compañerismo, su ambición, sus celos, hablándonos de temas como el “Tempus fugit” (la fugacidad del tiempo, el tiempo se escapa, el tiempo huye…), de los sacrificios, de los momentos cruciales en que se han de tomar decisiones que cambiaran nuestras vidas, de saber aceptar los infortunios y la decadencia de la vida (las enfermedades y vejez…), del trabajo en equipo, en contraposición a los egoísmo e individualidades, de las debilidades y tentaciones, de las obsesiones, del desgaste de la convivencia (tanto de amistad como familiar), de las pasiones que nos pueden llegar a unir, la mella que deja la soledad, las frustraciones que uno lleva almacenando en silencio a lo largo de los años, y sobre todo de la crisis existencial a la que todos nos enfrentamos en momentos determinados, todo ello contado con mimo, con sentido melancólico emocionante, film sin muchas pretensiones, con sus altibajos y defectos, pero que deja un buen sabor de boca, enaltecido su metraje por un quinteto actoral (Hoffman, Walker, Keener, Ivanir y Poots), excelente, desbordando naturalidad. El Cuarteto Brentano interpretó el cuarteto de música para la banda sonora y la mezzosoprano lírica sueca Anne Sofie von Otter aparece como última esposa del violonchelista, cantando "de Korngold Canción de Marietta" de asas Die Stadt.

Estamos en Nueva York, el protagonista es un exitoso cuarteto de cuerdas fuga, el veterano líder violonchelista Peter Mitchell (Christopher Walken), el primer violín Daniel (Mark Ivanir), el segundo violín Robert (Philip Seymour Hoffman), y la esposa de este Juliette (Catherine Keener), que toca la viola, se acerca a su 25 aniversario, y un hecho catárquico hace aparición, a Peter le es diagnosticado principio de párkinson, esto hace que este anuncie al resto su decisión hacer un último concierto antes de retirarse. Esto desencadena un efecto mariposa que pone en peligro la continuidad del cuarteto. Tendrá importancia en el relato la hija de Robert y Juliette, Alexandra (Imogen Poots).

Es un film pequeño que tiene su fuerte en las grandes actuaciones, llenas de humanidad, componiendo personajes con aristas, matizados, con defectos, con anhelos y frustraciones, entrelazándose sus relaciones dentro y fuero de la música. Relato lleno de encanto, con fluidez narrativa, nunca aburre, y siempre va hacia adelante tratando al espectador como inteligente en lo bien que maneja el realizador las elipsis, dejando al espectador que forme el vacío no visto, revestidos los fotogramas de punzante melancolía, donde lo viejo y lo nuevo se dan la mano, donde hay que aceptar el peso que los años nos afecta. Todo revestido y punteado con deliciosos toques de música clásica. Por supuesto no es redonda, tampoco creo lo pretenda, tiene algunos altibajos, algunas situaciones un tanto forzadas (me refiero al affaire nada creíble de Pilar con Robert, y el de Alexandra con Daniel), pero es de esas cintas que cuando termina te sientes reconfortado y mejor que al empezar, aunque su poder de trascendencia sea escaso.

Christopher Walken derrocha carisma como el líder del cuarteto, su aura de gurú y guía espiritual del grupo es formidable, se enfrenta a su aciago futuro con carácter y entereza, mirando al pasado 8su esposa) con nostalgia lírica, ello reflejado con sutilidad en su marcado rostro; Phillip Seymour Hoffman está magnífico como Robert, segundo violinista del cuarteto, ajado por este rol secundario ansia dar el salto y su narcisista ego elevarse, pero entonces choca con su competidor Daniel, y lo que es peor con sus esposa, y entonces salen a relucir resquemores de años, y en ello el actor derrocha mundo interior y frustración personal; Catherine Keener como Juliette está sensacional, sutil, con mesura, contención, muy natural, mostrando dulzura aunado con carácter duro, esto con energía con los duelos ante Hoffman y Poots; Mark Ivanir como Daniel está muy bien, mostrando arrogancia, autosuficiencia, eso contrastado con su sensible relación con Alexandra, de rostro y gesto estoico sabe modular con mesura expresiva muchas sensaciones; Imogen Poots como la joven Alexandra desborda belleza y magnetismo, está para comérsela (figuradamente), manteniendo el tipo ante Hoffman y sobre todo con la dramática escena con la madre donde los trapos sucios sobrevuelan la habitación dejando grietas difíciles de restañar.
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TOM REGAN
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9 de febrero de 2022
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Me ha parecido muy interesante. El planteamiento es muy inteligente, la temática es delicada y el desarrollo está muy bien tratado. Un director que no conocía en una película que tenía en casa hace años y, la verdad, le tenía algo de manía. He tenido muchas oportunidades de verla y hasta hoy no me he decidido. Las pasiones humanas, los celos, los liderazgos, el desarrollo del poder. Y todo a través del desarrollo de la música, de un cuarteto, de un grupo de música de cámara.
Lo más interesante es el desarrollo del personaje del segundo violinista. Su lucha por pretender ser el primer violinista y lo que eso significa.
Hay un momento en que se viene un poco abajo la cinta, quizá por esa obsesión de tener que llegar a los 100 minutos. Si hubieran limado 10 hubieran conseguido un producto más redondo.
El reparto es muy bueno: Philip Seymour Hoffman, Catherine Keener, Christopher Walken, y Mark Ivanir.
Me ha gustado mucho.
ÁAD
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23 de enero de 2024
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Una película realizada con clase y estilo, de sutil concepción de la historia que narra con pulso y buen uso de las herramientas con las que cuenta. Que son muy buenas, por cierto.

Yaron Zilberman (Valley of Tears), en su primera incursión en el cine, nos deja una película que mezcla el cine de autor con la producción hollywoodiense de buenos mimbres y nos entrega una singular película que, liderada por su potente reparto, nos narra una historia llena de amistad, mentiras y medias verdades. Con capacidad para introducir al espectador en la trama, la película se mueve en la incertidumbre de un cuarteto de música clásica que se ve abocado a lidiar con la jubilación de su miembro más importante. Pero no radica la importancia de este personaje en la calidad de su música (que también), si no en la influencia que ejerce sobre el resto de compañeros. Es aquí donde el director crea el conflicto principal de la trama, con un poderoso choque de trenes cuando las dudas se instalan en el grupo, surgiendo rivalidades y celos que permanecían ocultos por el tiempo. Con un manejo ideal de sus actores, Zilberman logra sacar magníficas interpretaciones de su cuarteto, con un contenido Christopher Walken (Sleepy Hollow) muy meritorio como eje calibrador del resto de roles. Y después encontramos a los geniales e inspirados Catherine Keener (Virgen a los 40), Philip Seymour Hoffman (Capote) y Mark Ivanir (Homeland). También encontramos a Imogen Poots (Lío en Broadway) en un rol que se inmiscuye para complicar más, si cabe, el enredo que surge tras las jubilación del líder del grupo.

El Último Concierto es una película realizada con clase, que aunque tiene sus altibajos narrativos, destaca por ser capaz de contar una historia humana con sinceridad, interpretaciones de calado, buena puesta en escena y sobre todo muy buena música. Una música que va acorde con lo que cuenta y que surge ideal con las acciones que se dan a lo largo del metraje, como si fuera la expresión del estado de ánimo de cada uno de los interesantes personajes que nos regala esta estupenda y recomendada producción.
Siferval
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26 de diciembre de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película Yaron Zilberman es elegante e inteligente, con un guión emocionalmente complejo, suntuosamente llevado, con un Christopher Walken magistral, y el resto a la altura con sus circunstancia interpretativas Philip Seymour Hoffman, Catherine Keener y Mark Ivanir, que el Opus 131 en Do sostenido menor de Beethoven, hace del cine que sea MAJESTUOSO
lossentidosdelavida
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