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La pimpinela escarlata

Aventuras Sir Percy Blakeney es un dandy miembro de la aristocracia inglesa, que en realidad oculta la identidad de La Pimpinela Escarlata, un héroe justiciero que combate las injusticias de la Revolución Francesa rescatando a sus víctimas de la guillotina y trasladándolas a un lugar seguro en Inglaterra. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
14 de mayo de 2009
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Baronesa de Orczy, húngara criada en la Pérfida Albión, escribió una novelita muy entretenida con aires folletinescos en 1905. Trataba de un Lord que rescataba a sus iguales franceses de Madame Guillotine, nobleza obliga, y los conflictos que eso le acarrea con su enamorada y amada esposa. Naturalmente la señora baronesa cargaba las tintas contra el populacho; así que puede que produzca urticaria a ilustrados y demás ilusos idealistas. De todas formas es una novela recomendable hasta para ellos. Además hay que reconocerle a la señora baronesa ser precursora del héroe romántico.

La película no es tan elitista aristocrática ya que no se carga tanto contra la Revolución Francesa como contra el posterior Terror. Incluso sale un noble francés entonando un mea culpa. Y sí, también es bastante entretenida.

La película sobre todo la sostienen un Raymond Massey que con esa cara siempre da el pego como villano; y un Leslie Howard que, como bien se vio después en "Lo que el viento se llevó", con ese porte da el estilazo adecuado para hacer de noble. Además su mítica muerte le da ese aura: Era espía en la II Guerra Mundial y en una misión secreta en Madrid, los nazis alcanzaron el avión que le transportaba de Lisboa a Londres, que cayó cerca de Cedeira (Coruña) porque creían que iba en él Winston Churchill. Es considerado un héroe de guerra. A ver cuando hacen una buena peli de esto. Hasta española podría ser, pero no caerá esa breva. Nuestros guionistas no dan más de sí.

De todas formas queda un poco antigua esta versión de "La Pimpinela Escarlata", no ha envejecido bien. Pero no creo que en estos tiempos tan políticamente correctos se atrevan a hacer un remake. Y si lo hacen le quitarán la esencia aristocrática como disculpándose, y pierde la gracia.

Aún así, es recomendable verla, Miladys y Milords. Pónganse la peluca, preparen el rapé y disfrútenla sin prejuicios o mándenlos a tomar viento fresco.
Gilbert
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8 de octubre de 2006
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producida por la compañía London Films, fue dirigida por Harold Young. Adapta la obra de teatro (1905) y la novela (1907) "The Scarlet Pimpernel", de la baronesa Emmuska Orczy. Se rodó en b/n en Denham Studio (Denham, RU), donde Vincent Korda montó unos decorados notables. Dio lugar a numerosos remakes y adaptaciones a TV. El productor fue Alexander Korda.

La acción tiene lugar en Londres y París a partir de finales de septiembre de 1792, cuando Robespierre y los jacobinos imponen en Francia un régimen de terror. Narra la historia de Percy Blakeney (Leslie Howard), casado con lady Marguerite (Merle Oberon), líder de una sociedad secreta de aristócratas ingleses dedicada a salvar de la guillotina a aristócratas franceses. Oculta su personalidad bajo la apariencia pública de un joven frívolo, presumido y afeminado. Robespierre envía a Londres a Chauvelin (Bernard-François, marqués de Chauvelin) para descubrir la identidad de Pimpinela Escarlata y desarticular su organización secreta.

La película se basa en la historia de un héroe de doble identidad, que entronca con la tradición secular de los relatos populares europeos. Pimpinela Escarlata (1905) se anticipa a "El Zorro" (1919), de Johnston McCulley, y "Batman" (1939), de Robert Kane. Pimpinela incorpora virtudes de héroes anteriores como el arrojo de Robin Hood, la tenacidad de El Quijote y la inteligencia de Sherlock Holmes. La obra de la baronesa Orczy desborda simpatía por la aristocracia y una no disimulada aversión a las clases trabajadoras. Sus filias y fobias la llevan a dar una visión distorsionada de algunos hechos y su escasa afición por la investigación le hace cometer algunos errores (Chauvelin sobrevivió a Robespierre, fue oficial del ejército de Napoleón y diputado liberal de la Restauración). Olvida que la Revolución francesa aportó el Estado de derecho, la división de poderes, la soberanía popular, el imperio de la ley y los valores de la libertad, igualdad y solidaridad como eje vertebrador de la convivencia social. El film construye una trama entretenida, a la que dota de tensión dramática, con los riesgos que asume el héroe, el enfriamiento de sus relaciones con Marguerite, la persecución de que es objeto por el villano Chauvelin y la trampa que le tiende para atraparlo. Es destacable la hábil caracterización de personajes de la época, como el Príncipe de Gales (Nigel Bruce).

La música aporta melodías que animan la acción, el sentido de la aventura y la lucha del bien contra el mal. La fotografía crea composiciones de excelente claroscuro y magnífico dibujo. El guión, pese a ingenuidades de la época, contiene diálogos bien construidos y aporta un relato entretenido y absorbente, que incluye algunos trazos innecesarios de patrioterismo inglés. Las interpretaciones de Howard, Oberon y Massey son memorables. La dirección aporta un adecuado y grato pulso narrativo.

Película de los años 30, de gran interés para los aficionados al cine clásico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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24 de agosto de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la baronesa E. Orczy fue capaz de definir ese momento en que el reluciente filo de la guillotina se vuelve cálido de sangre noble y turbio por el afán de su cometido, no cabe duda de que H. Young supo captar el espíritu de la obra impresa y trasladarlo a la pantalla.
Con un ritmo ajustado y penetrante consigue una magnífica recreación del ambiente palaciego, una sólida descripción de personajes, de caracteres psicológicos, de talantes individuales y de las situaciones complejas que componen la trama.
Una intriga elegante para que L. Howard pueda lucir sus mejores galas de interpretación.

Llegados a este punto es imposible no recordar a R. Sánchez Ferlosio:
“Si la cabeza cortada, que, como una piedra más, rueda hacia el mar por la empinada ladera pedregosa, acelerándose en rebotes cada vez más largos, pudiese, antes de ahogar su voz en el fragor y en la espuma de las olas que han de estrellarse contra el acantilado, gritar el nombre de su amada, no cabe duda de que lo gritaría, sin hacerse cuestión de la inutilidad de malgastar así su aliento postrimero.”
Sánchez Ferlosio, R.: Vendrán más años y nos harán más ciegos, (1993).
ABSENTA
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12 de octubre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta peli la vi en TV con ocho o nueve años y en aquél entonces no me gustó demasiado. Durante toda la hora y media de film estaba esperando lo que esperaba cualquier chaval de esa edad: "el momento en que sacan las espadas", momento que, tristemente, no se llega a dar en la película. Por lo tanto lo de "género de Capa y espada" digamos que se queda en algo de capa pero ninguna espada. Además, el héroe tampoco iba enmascarado (aunque se disfraza en varias ocasiones) con lo que mi interés infantil iba decayendo...

Sin embargo, vista ahora con ojos adultos, la trama mantiene bastante interés. Basada en la obra de la poco conocida (al menos en España) Emma Orczy, es la historia de un justiciero inglés que ayuda a los aristócratas franceses a escapar de la guillotina durante el Reinado del Terror de Robespierre, facilitándoles refugiarse en la monárquica Inglaterra. La Pimpinela Escarlata presta su ayuda a los aristócratas, curiosamente al contrario que otro famoso justiciero, El Tulipán Negro, que castigaba los desmanes de esa misma aristocracia.

Los actores están bien. Leslie Howard encarna a un decente justiciero, pero el que está que se sale es Raymond Massey dando vida a su archienemigo, el agente republicano francés Chauvelin. El resto del reparto cumple y poco más.

Hablando de justicieros, he notado que esta gente gusta de crearse una fachada de persona ricachona, despreocupada, indolente y algo perezosa. Es la imagen pública que da Sir Percy Blakeney para ocultar a su alter ego La Pimpinela; pero lo mismo sucedía con Don César de Echagüe (alias El Coyote), con el conde Guillaume de Saint Preux (alias El Tulipán Negro), etc. Incluso con Bruce Wayne, el alter ego de Batman. Parece que esta fachada de indolencia les funciona bien para ocultar a su otro yo. He oído que detrás de Rajoy se oculta un superhéroe que lucha por la hispanidad.
cherburgo
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15 de octubre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su tiempo fue una producción de cierta importancia, interpretada por Leslie Howard, que tendrá un papel destacado, años más tarde, en "Lo que el viento se llevó". Pero la película se inclina por la comedia con lo que el Terror de Robespierre no aparece como tragedia. Incluso las primeras escenas de cómo el populacho (nunca mejor dicho para quienes se divertían con la muerte ajena) ve caer las cabezas en la guillotina (aunque los cuerpos y las cabezas no las vemos) parecen un juego.
La novela ya es algo ligerita, de simple intriga y aventura, y la película, en eso, es fiel. La vi por primera vez cuando tenía 16 años y me gustó mucho, Hoy, si no fuera por el valor de la nostalgia, quizá ni la vería. Pero la he vuelto a ver, eso sí, en inglés, y no está nada mal, como entretenimiento.
Otra curiosidad es ver a Merle Oberon, con un careto muy distinto del que se vio en películas posteriores como Dark Waters.
yoparam
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