La historia de Ruth

El libro de Rut (Ruth, en inglés) es un libro bíblico veterotestamentario, es decir de la tradición judía, encuadrado entre los libros llamados "históricos y narrativos". En la mayor parte de Biblias cristianas se halla situado entre el libro de Jueces y el libro I de Samuel. El libro de Rut consta sólo de dos páginas, divididas en cuatro capítulos muy cortos. Nos narra la historia de una joven moabita (Moab era un pueblo vecino de israel que estaba más o menos por donde hoy está Jordania), casada con un judío emigrante en el territorio de Moab, que al morir éste decide irse con su suegra Noemí cuando la anciana regresa a su pueblo y país de nacimiento, Belén en Israel (así le dice Rut a su suegra en la Biblia: "Donde tú vayas, iré yo, donde tú vivas, viviré yo, tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios; donde tu mueras yo moriré y allí quiero ser enterrada". Rut 1, 16-17).

Es esta humanidad, este sacrificio, esta nobleza tan grande de acompañar y cuidar a su vieja suegra Noemí, por parte de una muchacha no nacida dentro del pueblo judío o "Pueblo elegido por Dios", lo que se pone de manifiesto. Es decir, una mujer de origen no israelita es presentada por la religión hebrea como protagonista y ejemplo para los propios hijos del Israel, dada su fidelidad al pueblo y a las leyes de Yahvé. En consecuencia, Booz, el israelita que la tomará por esposa, reconoce: "Me han contado lo que has hecho por tu suegra después de la muerte de tu marido: que has dejado a tu padre, a tu madre, a tu patria, para venir a un pueblo desconocido para ti. Que el Señor pague tu acción y que tu recompensa se grande ante Él, bajo cuyas alas has venido a refugiarte." Rut 2, 11-13. O dicho de otra forma, Rut es resaltada en la tradición judía porque siendo una extranjera fue para su suegra israelita "mejor que siete hijos propios", Rut 4, 15. Por tanto, como Dios escribe recto con renglones torcidos, Rut se casará de nuevo según la ley del levirato con un pariente próximo de su anterior marido, el citado Booz, y acabará siendo la madre de un hijo de nombre Obed, que a su vez sería padre de Jesé y éste de David; es decir que Rut será la bisabuela del famoso rey David.

Pues bien, esta película aunque sea una versión algo distorsionada de la citada narración bíblica, es agradable de contemplar. Y a esto contribuye mucho su cinemascope. Tiene dos partes definidas: en la primera se le inventa a Rut un pasado tenebroso que nada tiene que ver con el texto original y en la segunda, bastante más fiel a la historia bíblica, también se interpola con muchas componendas inventadas, sin duda tratando de hacer del filme una obra más picante, sensual, dramática, que imantara al público.

Muchos muchos episodios inventados respecto a la historia original, esta bien, se trata de uno de los libros más breves de la biblia y no alcanza para una película. Pero hay cosas correctamente inventadas (como adornan al principio entre la religion maoista y la judia es interesante, el jucio en judea al respecto tb lo es), pero tb hay escenas de acción y conflictos que estan completamente demás.

Esto es lo que se llama tomar un breve relato y convertirlo en un poderoso y significativo drama. Basado en la historia bíblica de Ruth, la joven moabita que se convirtió al judaísmo adoptando a Israel como su pueblo, el guionista Norman Corwin (“La maja desnuda”, “El loco del pelo rojo”…) consigue otro eficaz e inspirado momento, añadiendo color, drama, carácter, fuerza espiritual y una actualizada visión de la pujanza femenina, a una historia que, hasta entonces, sólo tenía el más escaso relieve.

La dirección le fue asignada a Henry Koster, un calificado director que ya había demostrado de sobra su eficacia con las tareas religiosas, y el resultado es un filme lleno de significado que confronta, con loables sustentaciones, el paganismo con la visión judáica (y cristiana) de Dios y su relación con los hombres, al tiempo que recrea unos personajes que, de la simple mención anécdotica, pasan a cobrar vida recreando una cultura de época y dejando sentados algunos afanes, y una que otra virtud, que vale la pena presenciar con ojos abiertos y oídos despiertos.

La historia, como la cuenta Corwin, se inicia con la pequeña Ruth a punto de ser víctima de otro sacrificio humano, ordenado por los sacerdotes moabitas adoradores del dios Quemos. Salvada por un milagro, cuando es ya una hermosa mujer favorita del rey y convertida en sacerdotisa del templo, Ruth conocerá a Mahlón, un judío que cuestionará sus creencias y le hablará con el corazón en la mano de las bondades de Jehová y de los falsos pilares sobre los que se sostiene aquel dios de piedra.

Un romance… un drama… un largo acoso a consecuencia de un reprobable pasado… y un sendero de luz que se irá abriendo paso lentamente, hilvanan este atractivo filme que, por enésima vez, confirma el gran vigor que, de tanto en tanto, relucen las mujeres, al tiempo que me reafirma en un sentir que tengo ahora y desde hace rato: Tendrá, comúnmente, más compromiso un creyente por convicción que alguien cuyas creencias las ha asumido por tradición.

Koster se hace de una puesta en escena esplendorosa, con convincentes decorados, una cuidada fotografía en ese formato Cinemascope que él mismo fuera el primero en estrenar con “La túnica sagrada”, y una banda sonora que sabe imponer majestuosidad en algunas connotadas secuencias. Los diálogos -de escasa fluidez en el relato del antiguo testamento- manan aquí con soltura, vitalidad y significado, y de esta manera, todo redunda en un filme que tiene ya un lugar en la historia y que pone otra estrella en la filmografía de un realizador que merecería mayor reconocimiento.

Película un poco relegada al olvido injustamente que está ambientada en plena época de los jueces de Israel y a un paso de la monarquía, narra la vida de la bisabuela del rey David de Israel, Ruth y de Booz. Perfectamente engrosa esta película el cine bíblico, y con unas filas loables. Tiene un reparto desconocido para mí, pero no por eso menos valioso. Lo malo de los repartos anónimos es que pueden ser un acierto o pueden ser terroríficos. Aquí es el primer caso. Elana Eden protagoniza la cinta en la que sale Stuart Whitman, y tiene unos personajes creíbles y que hacen buenas interpretaciones respetando la fuente.

Vista dos veces, la primera, cuando era prácticamente un niño y por aquel entonces adoraba este tipo de películas, con santos de la Biblia y toda la parafernalia, me pareció muy bonita. Me gustó mucho.
Hace poco, concretamente el 18 de febrero de 2016 la he vuelto a ver y mi consideración hacia ella se ha reforzado, encontrándome con un brillante ejercicio fílmico, con una elegancia plástica apabullante gracias a la soberbia dirección artística, vestuario, peluquería y preciosa fotografía, amén de la potente banda sonora de Franz Waxman (aunque la preciosa canción que se oye apenas es esbozada en unas escenitas en el desierto).
Además, las interpretaciones son de recibo, siendo punto y a parte la exquisita Peggy Wood.
Muy bien dirigida por Henry Koster, al que muchos le consideran simplemente un artesano, consigue una narración clara y logra un entretenimiento de primer orden. que deja un inmejorable sabor de boca.
Un film, en suma, muy ameno, que deja un inmejorable sabor de boca.

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