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La dama de honor

Drama. Intriga Philippe (Benoît Magimel), un joven que vive con su madre y dos hermanas pequeñas en un barrio tranquilo, acaba de empezar a trabajar con un contratista inmobiliario. En la boda de su hermana, se siente atraído por Senta, su dama de honor, pero el amor de Senta es un amor insano que consume a Philippe. Prueba de ello es que llega a proponerle matar a un desconocido como prueba suprema de su amor. (FILMAFFINITY)
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
21 de noviembre de 2005
53 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra de Chabrol (74 años), basada en la novela "The Bridemaid" (1989), de Ruth Rendell. Formó parte, fuera de concurso, de la selección oficial de la Muestra de Venecia y se presentó en la sección zabaltegui (perlas de otros festivales) de San Sebastián.

La acción tiene lugar en las afueras de una ciudad del Valle del Loira, en 2003. Narra la historia de Philippe Tardieu (Benoît Magimel), de 25 años, discreto, responsable y trabajador, que se anamora de Stéphanie Bellange, "Senta" (Laura Smet). La obra ofrece una exploración del enigma del ser humano, en esta ocasión la evolución del amor de Philippe y Senta hacia extremos de irracionalidad y locura. Philippe tiene el alma vacía, desprovista de sueños y con fijaciones fetichistas (el busto femenino, evocación de la madre, la novia o la mujer que le da seguridad). Se ve arrastrado por Senta, que desea llevar la pasión amorosa a límites extraños, en un papel de mujer fatal, enferma y destructiva. El autor renueva su crítica a la familia tradicional, también la monoparental, destruída prematuramente por los deseos de huir de ella de la madre, en busca de un romance sin futuro; la hija mayor, que se casa con un bombero; la hija menor, que compensa sus fustraciones con hurtos por placer; y el hijo varón, que queda atrapado en las garras de la dama de honor de la boda de su hermana. El amor a primera vista puede ser garantía de felicidad perdurable o fuente de dramas de pasión y muerte. Para el autor, como todo lo humano, es un elemento ambiguo, de trascendencia incierta. La pasión es el motor de la vida, el origen de la ambición, la base de la entrega, el sustento de la ilusión y el acicate de la acción. También puede ser la fuerza irresistible que conduce a la perdición. La pasión ocupa una posición central en el drama de Chabrol: en la película desata tempestades interiores arrasadoras, disimuladas bajo una superficie aparente de calma imperturbable. La doble dimensión de la tragedia se simboliza en la luz exterior y el sótano lúgubre de Senta, reflejo de su enrarecida y turbadora vida.

La música acompaña la acción con un bonito tema reiterativo y con fragmentos que refuerzan el clima sombrío de la obra. La fotografía muestra preferencia por claroscuros muy contrastados y colores neutros. El travelling que describe la visión de Philippe de la casa de Santa y su bajada al sótano, de inspiración hitchcockiana, es de una elocuencia magnífica. El guión confiere a la narración un acertado aire de sencillez y elegancia, exenta de solemnidad y sensiblería. La historia, tensa y compleja, incluye una excelente descripción de los dos protagonistas. Las dudas de Philippe involucran al espectador y le invitan a reflexionar. La interpretación de los protagonistas es convincente. La dirección imprime a la narración un ritmo pausado, al que añade un exquisito gusto por el detalle.

Película que investiga el arcano del alma humana, en clave de tragedia clásica, que resuelve con brillantez y maestría.
Miquel
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1 de julio de 2007
49 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
A las cinco de la tarde,
es decir, las five o’clock,
el director Alfred Hitchcock
tomaba un té con limón.
Daba sorbitos pequeños,
recostado en el sillón,
y se fumaba un buen puro
con estilo y distinción.

“El cliché moral –pensaba–
se ha hecho dueño del guión,
es un lastre en mis películas
y desfigura la acción.
Todo acaba tan bonito
que abastarda su color,
la atmósfera se resiente
y al tono le entra la tos.”

Suspiraba y suspiraba,
buscando una solución,
cuando vio en la estantería
un frasquito de licor.
Vertió un poco de coñac,
con cuidado y con primor,
en un tubito de ensayo,
para hacer una poción.

Le añadió un toque francés,
LSD y alcanfor,
cuatro pétalos de rosa,
lazos de dama de honor,
cambió rubias por un rubio,
morbidez por obsesión
y culminó su brebaje
entre delirios de alcohol.

Tomó el líquido de un trago,
se estremeció en un rincón,
sintió la esencia malsana
colonizando su yo,
dijo adiós a los prejuicios
y la cámara tembló.
Nació así su lado oscuro:
¡se transformó en Claude Chabrol!
Servadac
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17 de febrero de 2013
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como la mansión, el exterior de Senta es implecable como el de un busto mitológico, pero una vez la cámara se adentra en su interior se resquebrajan las paredes, se cubren con sábanas los muebles, florecen las humedades y las podredumbres...

Philippe conoce a Senta en la boda de su hermana, ella le localiza con sus ojos, le clasifica, se dirige a él y sin darle margen de maniobra, lo depreda.

El Narciso de Senta conecta con el Edipo de Philippe, ambos marcados por la ausencia maternal, en lo que se refiere a ella y paternal, en lo que se refiere a él. Ella extiende su dominio como la araña en el centro de su tela; Philippe acude, una y otra vez, en calidad de huésped del parásito, que aguarda pacientemente a la llegada de la presa - con sus ojos hambrientos, en la oscuridad.

Senta se enardece en su construido yoísmo; ellos son superiores a los demás, merecen un amor ideal, por encima de cualquier amor humano; los otros no son más que atrezzo en un escenario iluminado para dos únicos actores.

"Somos uno" dice Senta, mientras mira a Philippe. "Soy una", quiere decir.

Y tú eres mi espejo y porque no puedo amarme, te necesito.
Neathara
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14 de mayo de 2005
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por las aguas del genero de la "femme fatale" discurre el, por ahora, último film de Claude Chabrol, si bien la sobria y exquisita dirección lo aleja de “thrillers” americanos para adolescentes. Así, el autor francés construye con precisión la figura del hombre (al que da vida un genial Benoit Magimel), un apuesto joven con un incipiente complejo de Edipo manifestado en su fijación por una estatua de rostro femenino, fruto de una familia monoparental donde él se encarga de ejercer tanto de padre como también de hermano.

Es quizás este personaje el mejor desarrollado de la película, y recuerda en ocasiones a los protagonistas de las obras del propio Chabrol, personas aparentemente banales pero con una complejidad psicológica encubierta. En el caso de la mujer fatal, todo es mucho más tópico. La bella Laura Smet da vida a un estereotipo clásico, con poco que esconder, y está a años luz de otras musas del director como Isabelle Huppert o Emmanuelle Béart. El resto de actores no desentonan si bien es curiosa la recreación de la supuesta madre de la chica y su novio, una pareja de bailarines de tango, a cada cual mas “freak”. No falta además la mirada del director sobre la burguesía y la falsedad de la familia, ante todo fuente de conflictos y de traumas, aunque siempre mantiene en el foco de la cinta la relación pasional que une a la pareja protagonista.

La cámara de Chabrol se mueve de manera elegante, siempre mas interesada por los personajes que por el desarrollo de la propia trama. Sabe manejar con precisión el tempo del suspense y se muestra efectivo en la recreación de ambientes (como muestra, la mayoría de las secuencias en la habitación de la protagonista). A este hecho ayuda la banda sonora, compuesta por Matthieu Chabrol, que sin destacar demasiado se convierte en un acompañamiento oportuno durante todo el metraje. Es una pena que lo previsible del guión y lo poco original que resulta la trama echen por tierra todo el trabajo anterior.
Thug_Life
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2 de febrero de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor película, junto a la mítica "El carnicero", que yo haya visto del infatigable y casi siempre interesante Chabrol. Aquí, el vetusto cineasta francés abandona sus retratos de descomposición burguesa para hablar de otra descomposición: la de un joven agente comercial (espléndido Magimel) que iniciará una paulatina autodestrucción, tan dulce como infalible, tras conocer en la boda de su hermana a la dama de honor del novio e iniciar con ella una relación. Chabrol mezcla el romanticismo más fou con la autodestrucción irremediable en un contexto de lo más plausible y cercano. Suavemente Magimel es atrapado en una tela de araña tan placentera y gustosa como diabólica y fatal. Magnífica de principio a fin, lúcida en la puesta en escena, equilibrada de tono y transmisora perfecta de lo que quiere. Una gran película.
kafka
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