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Mis días felices

Comedia. Drama A Caroline la jubilación le resulta muy dura porque no sabe qué hacer con tanto tiempo libre. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
9 de enero de 2018
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No esperaba mucho, y pese a que la califico con un 6, me ha gustado.

Es una obra muy francesa, con ese estilo tan inconfundible. Su protagonista, se encontraba en el mejor momento cuando la rodó. Es una actriz que atraviesa el hermoso instante de madurez no marchita, consiguiendo aportar ese punto de credibilidad a la historia.

Buen desarrollo, trama sencilla, que no simple. Salpicada de diálogos bien urdidos, aderezados de una cierta y muy oportuna calidad...

Mi único desacuerdo es la elección del amante.
LEUGIM
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30 de noviembre de 2013
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que los datos demográficos induzcan a pensar lo contrario, la verdad sigue siendo ésta: hacerse mayor es una maldición. Irreversiblemente excluyente. A pesar de que la media de edad de la población sea cada vez más elevada, hacerse viejo (díganse las cosas tal como son) sigue siendo una de las vías más directas y seguras de quedarse fuera... de todo lo que a uno le venga ahora mismo a la cabeza. Caroline está a punto de vivirlo en sus propias carnes (algo arrugadas, por cierto, pero con un aspecto todavía envidiable). Más allá del físico, el resto de astros se han alineado en su contra. Hace cinco o seis meses, murió su amiga del alma; hace menos de un trimestre, se vio obligada a jubilarse de forma anticipada... y hace todavía menos tiempo, sus hijas le hicieron, con toda la buena fe del mundo, el peor de los regalos: una inscripción a un centro ocupacional para gente de la tercera edad.

Para colmo de males, dicho centro lleva por nombre ''Mis días felices''. Peor imposible. El tiempo libre, angustiosamente inagotable, los seres queridos que van desapareciendo, la llama de la pasión conyugal que se va apagando... y ese horrible nombre: ''Mis días felices''. El lugar perfecto para que el resto del mundo acabe de olvidarse de la pobre Caroline, quien ahora tendrá la suerte de dedicarse a los apasionantes pasatiempos de la alfarería, el teatro, el encaje de bolillos (por decir algo), la ofimática y, quién sabe, el adulterio. Escándalo a la vista. El profesor de informática de ''Mis días felices'' (qué cosa más horrible...) resulta ser un encantador galán en forma de hiperactivo sexual con especial preferencia por ese estrato de la población hasta ahora poco explotado pero no por ello poco explotable. Esto es, la comunidad ''GILF'', acrónimo empleado para designar a las Grandmas I’d Like to... esto mismo.

La incombustible Fanny Ardant toma las riendas del nuevo trabajo de Marion Vernoux, quien además de dedicarse a adaptar la novela de mismo título (y qué terrible título...) de Fanny Chesnel, demuestra que nadie supera a la cinematografía francesa a la hora de sacar el máximo rendimiento a sus recursos. Nada que no supiéramos, aunque nunca está de más recordarlo. Lo hicimos pocas semanas atrás con la intrascendente y, aun así, agradable 'El viaje de Bettie', en la que Madame Deneuve, sin despeinarse, se aseguraba de que el barco llegara a buen puerto. En 'Mis días felices', Ardant se encarga exactamente de lo mismo... y todo lo demás, afortunadamente, pasa a un segundo plano. Patrick Chesnais (algún día se reconocerá su titánica labor en pos de estandarizar la entrañable figura del abuelo cascarrabias), Laurent Lafitte y su caspa de galán de segunda división y otros muchos más. Todos están ahí. Se agradece su presencia, pero a fin de cuentas, poco tienen que decir.

Lo mismo puede decirse de este melodrama de, sobre y para ''señoras'' (es lo que es). No trascienden más esfuerzos más allá del -provechoso- lucimiento de su vedette, quien a través de su calculadísima e innata economía interpretativa consigue reflejar los -leves- matices de una historia en constante tránsito entre la agridulce contemplación y la búsqueda del beneplácito de la audiencia. Nunca es tarde para desmelenarse, para saltarse las reglas o para permitirse buscar una felicidad personal, demasiado a menudo secuestrada por los intereses colectivos de este monstruo en potencia al que llamamos ''familia''. El mensaje es honesto, veraz y por esto difícil de discutir. Es, además, disfrutable, siempre dependiendo del tono y la perspectiva adoptados por el narrador, factores todos ellos, como no podía ser de otra forma, tenidos en cuenta por Vernoux.

Es por todo esto que, . Porque sus intenciones son nobles (de manera amable y poco tramposa, pretende dar voz a los olvidados, así como dar sentido a las segundas oportunidades que con tanta facilidad se les deniegan), porque su sentido del entretenimiento, aunque excesivamente conservador (¿cosas de la edad?) es puro y efectivo, y porque, claro está, las piezas de su conjunto encajan a la perfección: no se les pide más de lo que no pueden dar y éstas dan exactamente lo que razonablemente se les puede exigir. El pasatiempo dominguero está ahí, dispuesto a cumplir su cometido... y a permitir que nos olvidemos de él antes incluso de que se vuelvan a encender las luces de la sala de proyección. El trato, teniendo en cuenta el precio medio actual de una entrada de cine, parece demasiado justo, aunque tal y como están las cosas, a muchos deben haberles salido canas esperando días más felices. Y así es como vamos envejeciendo.
reporter
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29 de noviembre de 2013
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El nuevo trabajo de Marion Vernoux es sin duda una película entretenida y dinámica, capaz de relatar con honestidad ciertos acontecimientos que, desde luego, no carecen para nada de interés. Aún así, el estilo imparcial (tal vez algo exagerado) de la directora francesa termina por convertir los hechos relatados en anécdotas de poca profundidad, pasando de puntillas por cada situación y sin llegar a conectar con el verdadero aspecto trascendental de la historia (que sin duda, lo tiene). Un hecho que, a decir verdad, despierta cierta contradicción en el criterio con que un servidor juzga la obra que nos ocupa, pues soy de la opinión que no existe nada peor que un relato que enfatice aquello que ya tiene fuerza por si solo, como aparentemente sucede con los hechos de Mis dias felices. Pero, curiosamente, es este posicionamiento distante, este tratamiento frívolo de lo narrado, lo que convierte la película de Vernoux en una obra que roza la vaciedad. Tal vez todo ello se deba a que, a pesar de la distancia, la directora no puede evitar posicionarse.

El problema, aun así, no está el el hecho en sí de que Vernoux tome su posición en los acontecimientos; pues el posicionamiento es, hasta cierto punto, inevitable. Con ello pretendo decir que incluso la narración objetiva es, en cierto modo, un punto de vista personal (me vienen a la memoria ejemplos como la espléndida serie Los Soprano(David Chasse, 1999 – 2008), el notable documental La pelota Vasca (Julio Medem, 2003) o la imparcial aunque controvertida El manantial de la Doncella (Igmar Bergman, 1960), casos en que, como entredije, el estilo objetivo conduce inevitablemente a una tesis determinada, acorde con la propia historia). El problema está en que dicho posicionamiento, probablemente implícito en el guión, nunca termina de encajar con el estilo distante que la directora pretende vender a la hora de exponer su relato. Como si por una parte Vernoux estuviera muy segura de la conclusión a la que conduce su historia pero por otra temiera implicarse del todo en ella, confundiendo respeto hacia los personajes con frialdad narrativa.

Lo que resulta es una historia de amor bien desarrollada y por momentos bastante divertida con destellos de grandeza que nunca llegan a materializarse. Tenemos también a un conjunto de personajes que, como sucede con la película, apuntan hacia direcciones interesantes sin llegar a encaminarse hacia ninguna parte (recordemos los casos de las dos hijas del personaje interpretado por Fanny Ardant: dos personajes que sugieren tener una profundidad mucho más compleja de la que en realidad contienen, personajes que, para colmo, jamás se esfuerzan en aparentar ningún tipo de relación materno-filial entre ellas y Fanny Ardant; o dicho de otro modo, debemos creer que son madre e hijas sencillamente porqué así está escrito en el guión). En resumen, estamos ante un trabajo entretenido y por momentos muy dinámico que no deja de funcionar en tanto que simpática película menor que uno no se arrepiente de haber visto, al menos hasta que hace acto de presencia un falso simbolismo que pretende vender como profundidad algo que en realidad no es más que apariencia.

http://cinemaspotting.net/2013/11/29/mis-dias-felices-marion-vernoux/
Martí
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3 de julio de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quien pudiera llegar a los 60 con el tipazo y las condiciones económicas de esta señora. Pero cuando vislumbramos el cartel de la meta final y los amigos empiezan a marcharse para no volver, intentamos sustituirlos por sucedáneos (clases de esto y aquello), que nunca se podrán comparar con volver a sentir pasión en la piel.
Si uno tiene la suerte o la desgracia de volver a encontrarse con esa pasión, chocará brutalmente con un montón de problemas familiares, sociales, etc y más vale tener el coco bien amueblado para salir indemne del asunto. Aunque como decía el otro, "que me quiten lo bailao".
Marion Vernaux nos habla de todo esto en un ejercicio de estilo arriesgado, provocador e interesante que a la postre funciona llevado de la mano de una mirada elegante y de buen gusto. El problema aquí no lo es tanto y sí más bien un aviso para caminantes de que no hay que perder las esperanzas para poder regalarnos o acoger algunos "días felices" tanto dentro como fuera de nuestro entorno.
ELZIETE
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16 de abril de 2014
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se puede ser intensa sin llevar siempre el drama trenzado de la cintura a la cabeza. Se puede ser hipersensible y tener talento emocional para relativizar el daño. Hay féminas que se proponen ejercer su libertad sin el comodín del victimismo, no necesitan que sus presuntas equivocaciones estén justificadas por situaciones límite a las que alguna vez fueron sometidas, necesitan desarrollar su identidad visitando cualquier cosa que exista más allá de los tópicos feminoides.

Una sexagenaria, acomodada económica y afectivamente, vive una aventura con un joven profesor de informática. Tras la jubilación y la pérdida de su mejor amiga se siente triste y aturdida. Sin llegar a la tragedia ni a la obligación de suponer misteriosas profundidades, la prota no se ha dejado caer en la tentación del maromo por debilitamiento, sino que podría haber deseado una situación similar desde no sabemos cuándo; no hay justificaciones ni desesperación, si la hubiera es tan distinguida que pasa desapercibida.
Esta ligereza parece no entusiasmar, como si no se pudiera ver más que el inmaduro arrebato de una abuela empeñada en llevar vaqueros y fumar como últimos y patéticos actos de rebeldía.
La película no ha calado tanto como merece la vitalidad y naturalidad que desprende, además de una bella fotografía que empatiza con todos esos personajes poco desarrollados pero definidos en su sencillez. Juzgada por algunos como peli fría y superficial (como sería juzgada cualquier mujer que no suplicara perdón histéricamente), se trata de un elegante paseo por las emociones inesperadas en hogares de bien, donde subyacen los mismos dilemas sólo que mejor peinados. Una peli que, vista con ánimo jovial, logra que retrasemos la angustia sexyexistencial hasta al menos los ochenta-y-cuatro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
LARAKELAcom
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