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Pauline en la playa

Romance. Drama. Comedia Pauline es una adolescente de 15 años que pasa un verano en la costa atlántica francesa con su prima Marion. Marion se encuentra allí con Pierre, un antiguo amigo, que se siente atraído por ella. Sin embargo, Marion prefiere al aventurero Henri, aunque sabe que su relación con él será efímera. Mientras, también Pauline tiene un romance... Tercera entrega de la serie "Comedias y proverbios" de Rohmer. (FILMAFFINITY)
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
2 de octubre de 2006
62 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rohmer, con los años, va quitando lastre y va haciendo un cine más accesible, que no menos complejo. Más cotidiano quizás. Esta confrontación de relaciones adultas y adolescentes configura una película deliciosa a ratos y más llevadera que Maud o La coleccionista (película en que la realización tiene algunos toques de vanguardia sesentera que luego perderá). Una película de pretensiones menos trascendentes que otras del francés y, por ello, con algo más de encanto y cercanía (lo que no quiere decir que me guste más); el espectador se siente menos constreñido por el peso de lo teórico, de la reflexión y la responsabilidad de sacarle jugo a ese Rohmer tan encantado de haberse conocido.

Cinta deliberadamente sencilla en la forma y en su plácido desarrollo. Mucho menos cargante que otras de sus películas. Aquí los personajes se verán enfrentados a una lección vital que a nosotros, espectadores, nos llega de forma muy natural, con unos personajes más cercanos y humanos.

Hay algo del verano, de la tristeza del verano, en esta película. Algo de la nostalgia por el cinismo a la hora de vivir el romanticismo de unos y la candidez de otros, por la ingenuidad perdida, por nuestra manía de engañarnos, de aburrirnos unos de otros, por obsesionarnos con alguien que no podemos tener, por poseernos en lugar de disfrutarnos. Un fresco de las relaciones humanas.

Aquí no se juzga a nadie. No hay blancos o negros. Es la vida con sus malentendidos y su ausencia de grandes ademanes. Es una tarde de septiembre, cuando ya empieza a hacer fresquito y te pones un jersey. Algo en esos momentos te avisa de que el verano se acaba, de que una muesca más se marca en el reloj de los días y los meses y los años, borrando una cara para siempre, cerrando la verja de un chalet. Rohmer, con su serenidad, capta algo de esto; pero sus pretensiones de idealizar, estilizar y trazar personajes que son ideas y representaciones de abstracciones más que pura carne y puro hueso hacen que no me llene del todo (ya digo que esto es menos acusado en Pauline).

De todas formas, en mi opinión, plenamente recomendable.
Bloomsday
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29 de agosto de 2007
57 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo respiro con las películas de Rohmer, especialmente si estás son del carácter de Pauline en la Playa, Rayo Verde, Cuento de Verano u otros títulos. No me gusta imponer opiniones subjetivas, especialmente en lo que refiere a los gustos, pero no considero que hay que ser erudito para encontrar belleza y emoción en esta película. La espontáneidad y sensación de cercanía, que molesta a tantos críticos de Rohmer, pienso, es su mayor encanto. Sin embargo opino también que para gustar de Rohmer es necesario, eso sí, gustar de las ideas, de la consciencia del paso del tiempo, de la seducción sin piel y especialmente, gusto por la palabra.

Ta vez en el país donde vivo, donde todas las noticias son un Thriller, la tragedia se regala en la tienda de la esquina y la violencia es el eje conductor de su historia, para mí, las películas de Rohmer son bálsamos extraños que nos advierten que nuestra vivencia humana puede seguir siendo compleja, dolorosa y emocionante sin necesidad de caer en la decadencia de la brutalidad y la acción jamás razonada.

Pauline en la Playa como casi todo Rohmer es un cine optimista en la medida que logra transmitir que las "simplezas" de la vida merecen ser resueltas y vividas, que cualquier momento y espacio puede ser bello, puede ser contado, puede ser cine.
César
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21 de mayo de 2009
33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera entrega de la serie “Comedias y proverbios”, del realizador Éric Rohmer. El guión es original del propio Rohmer. Se rueda en escenarios reales de Granville, Plage Granville y alrededores (Baja Normandía, Francia). El film gana el Oso de plata (director) del Festival de Berlin y el Premio Méliès 1983. Producido por Margaret Menégoz para les films Ariane y Les Films du Losange, se proyecta por primera vez en público en febrero de 1983 (Festival Berlin).

La acción dramática tiene lugar en la playa Granville y alrededores (Granville, Normandía) en los primeros días de septiembre de 1982. Marion (Dombasle), de 30 y pocos años, recién divorciada, diseñadora de modas, acude a la casa familiar de veraneo para pasar unos días de vacaciones en compañía de su prima Pauline (Langlet), de 15 años. En la playa se encuentran con Pierre (Greggory), antiguo aspirante a novio de Marion y conocen a Henry (Atkine), Sylvain (Brosse) y Louisette (Rosette). Marion es atractiva, tiene un cuerpo espléndido, confía en lo imprevisto y desea encontrar un amor para siempre. Pauline es discreta, callada y sensible. Pierre es reservado, celoso y posesivo. Henry, etnólogo, divorciado y padre de una niña de pocos años, es de espíritu aventurero, librepensador, hedonista y egocéntrico. Sylvain es un adolescente algo tímido que simpatiza con Pauline. Louisette es una guapa y coqueta vendedora ambulante de golosinas.

El film suma drama, comedia y romance. El tema central viene dado por el amor y todo lo que le rodea: pasiones, ardores de verano, egoísmos, contradicciones, desconciertos, engaños, ambigüedades, preferencias, rechazos, decepciones, ilusiones, etc. Se trata, además, del deseo, la amistad, la lealtad, el sexo, la juventud, la adolescencia, etc. Preocupan cuestiones relacionadas con las diferencias que se dan entre la palabra y su significado, el pensamiento y la acción, la apariencia y la realidad, lo que se dice y lo que se piensa, el amor verdadero y el pasajero, el amor para siempre y la aventura de verano, etc.

Se habla de las relaciones entre deseo y belleza. Ésta constituye un importante factor de pulsión del deseo ajeno, pero no siempre es el factor decisivo. A veces la perfección física de uno agobia a la pareja, la fatiga, la abruma o incluso la oprime. El deseo se ha de cultivar e incentivar. El deseo necesita tiempo para emerger, manifestarse, crecer y consolidarse. La belleza, que no se sustrae a esta regla, no debe ser precipitada ni impaciente.

El proverbio que glosa el film, enunciado antes de que comience la acción, dice: “Qui trop parole, else mes fait” (Quien habla de más, se hace daño a si mismo). Se ilustra con un pasaje en el que un protagonista enojado y en situación de descontrol emocional se va de la lengua y habla de más con quien no debe hacerlo. El resultado viene a confirmar la verdad del proverbio.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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12 de enero de 2008
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pauline es una joven adolescente de 15 años, que junto a su prima Marion pasan un verano en la costa atlántica francesa. Marion se encuentra con un antiguo amigo, Pierre, que mantiene una profunda atracción por ella. Sin embargo Marion prefiere al aventurero Henri, aunque sabe que su relación sería corta. Mientras, Pauline tiene un romance con un chico, Sylvain.
Pauline en la playa (1984) es la tercera parte de la serie “Comedias y proverbios” de maestro Eric Rohmer. Una película francesa, de Rohmer, de los ochenta que parece una pretenciosa y convencional obra de teatro filmada, y que sin embargo es una película encantadora y una estupenda comedia dramática.
Toda la película gira en torno al personaje de Pauline: su frívola e inmadura prima Marion; el celoso y vehemente Pierre, antiguo amor de Marion; Henri, el maduro y hedonista escritor residente en la otra punta del mundo y con quien Marion tiene un romance; y Sylvain, el chico amante del windsurf con el que Pauline vivirá su despertar sexual, dentro de su inocencia. Pauline es la más joven e inexperta, y sin embargo, es la más sensata, la que ve ese mundo adulto lleno de bichos raros que no actúan sino incompresible y obsesivamente.
Clásico en vida, Eric Rohmer avanza despacio, pero su talento va directo al cerebro y al corazón, en una doble trayectoria casi insólita en el cine. Destacan la fluidez que consigue Rohmer al jugar con los casi inexistentes elementos que construyen la película, y la brillante fotografía de Néstor Almendros.
No es la primera película del francés de tema “banal” (como La rodilla de Clara), pero esa aparente insustancialidad esconde la profundidad que trata los recovecos de sus personajes. Rohmer captura la espontaneidad y autenticidad de unos personajes plenamente sentidos por sus actores, inventados por los propios actores a partir de un guión ciertamente folletinesco –me lío contigo, te engaño, no te quiero, eres mi amigo, el malo es él que te engaña, que lo he visto, no me importa nada-.
Sus personajes no paran de hablar: filosofan, mienten y dicen lo que piensan, y lo hacen tan naturalmente, como en la vida. El director también sabe transmitir lo que piensan, con lo que nos pone al alcance de la mano un pedacito de vida. Jóvenes hablando de amor, y haciéndolo. Y es que sus personajes, detalle que muchas veces se obvia, son también personas. Los actores, menos el curtido Feodor Atkine, son prácticamente debutantes, pero te engañan: es maravillosa la fascinación y sensualidad inconsciente que la joven Amanda Langlet transmite a su personaje.
Su cine traspasa la pantalla, permanece más allá del tiempo de proyección. Tremendamente tierna, pero sin endulzar hasta la náusea. Absolutamente creíble, sin llegar al rigor documental. Sencillamente, una historia veraniega de esas que se cuentan en las cartas. Una película como un atardecer de final de verano en la playa.
Naran
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2 de octubre de 2006
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada vez que veo un film distinto de Rohmer, más me fascina y desconcierta este realizador francés, pues sus virtudes parecen salir a flote con más soltura aun que en la ocasión anterior.
Aquí, el cineasta galo nos introduce en un retrato suficientemente curioso como para saber obtener la atención del respetable en todo momento, donde quizá en un inicio un tanto desafortunado, en el cual sus personajes parecen bastante más naturales que sus diálogos, ya consigue mostrar una de sus grandes virtudes.
Esa es, sin lugar a dudas, la virtud de saber crear unos sujetos repletos de defectos y humanidad, como cualquiera de nosotros, personas hacía los cuales poder sentir aversión, apego, desprecio, etc... Y he ahí uno de los grandes aciertos de la obra, saber capturar la identidad de unos individuos imperfectos, que cabrían en cualquiera de nuestros pedazos de existencia, y que, sencillamente, son creibles y como cualquiera de nosotros.

Además, esa historia rezumante de personalidades vivas y despiertas, con enormes carácteres detrás de cada uno de los personajes y relaciones que se mueven a pasos agigantados, no hace más que reavivar la complicidad del espectador, siendo otro de los grandes aciertos de la cinta.
Tampoco le viene nada mal un ritmo muy adecuado, donde el tiempo para desarrollar todos y cada uno de los recovecos que conforman las antes mentadas relaciones, a través de diálogos que nos abren las mentes de los protagonistas o acciones y gestos que nos llevan a intuir hacía que dirección pueden dirigirse cada uno de ellos, es suficientemente adecuado como para que podamos abstraernos y sentirnos atraidos por cada uno de sus fragmentos de vida.

El elenco interpretativo no desmerece, de ningún modo, el trabajo logrado por Rohmer, pues desde la jovencísima intérprete que da vida a la protagonista de nuestra historia, Pauline, hasta otros personajes como Henri o Marion, consiguen labores dignas de mención, completando de este modo un cuadro altamente sugestivo y en el cual se agradece la enorme naturalidad con que son llevadas cada una de las personalidades que chocan en este interesante encontronazo de amores y desamores.
Un brillante ejemplo de como hacer cine con pocos medios y sin apenas alardes, del cual deberian aprender unos cuantos hoy en día.
Sinceramente, servidor se queda con un sólo fotograma de este film, antes que con las ínfulas y pretensiones de muchos otros que, con más medios a su alcance, lo único que logran es, como máximo, entretener.
Un notable para el señor Rohmer.
Grandine
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