Basada en un suceso histórico que ha hecho correr tinta, esta película es un excelente medio para comprender y vivir aspectos de la vida común en Francia, en la transición entre el mundo medieval y el renacimiento, mundo medieval que se nota en la vivencia de los campesinos pero renacimiento palpable en el proceso judicial al que es sometido Martin Guerre. La fotografía deja sin aliento, pareciese ver desplegándose en la pantalla los personajes menos monstruosos de El Bosco. Del contenido habría muchas cuestiones que resaltar. Destaco la protorevolución femenina y laica que en encarna Bertrande, esposa de los Guerre, el cuestionamiento a la conveniencia de la verdad, pues es evidente que todos preferimos el usurpador que el original y los conflictos en una sociedad cerrada y colectivista cuando uno de sus miembros aspira a la autonomía.

No tendría los conocimientos históricos y académicos para valorar la película, pero puedo decir que resulta entretenida e ilustra bien el decisivo momento donde personajes como Freud y Jung cambiaron para siempre la manera de tratar a los "enfermos" de la mente. En lo personal prefiero las escenas en el hospital, las diferentes fases del tratamiento de Sabine y su lenta recuperación. Los actores resultan convincentes y quien hace el papel de Jung, así como la misma Sabine, lo hacen muy bien. Tal vez, creo, se acelera hacia el final y hubiese sido interesante recrear como Sabine se convierte en psicoanalista. Percibo un hueco grande en la película, sin embargo la recomiendo.

Si bien no tiene la solidez de otras películas de Ang Lee me sentí a gusto con este Woodstock. Tal vez hay un exceso de personajes que en últimas no son tan importantes y se dejan de elaborar otras relaciones más importantes para la historia. Me gustó la ambientación y los juegos psicodélicos. Es agradable. No se espera mucho de ella pero resulta pausada y bella.

Nada qué ver la sinópsis. Es una película agradable, sencilla, sólida y divertida. Un Woody Allen más Rohmer más cine gay con la ligereza de la televisión. Los personajes son encantandores, tal vez un poco intelectuales, pero nunca pesados. El juego con la realidad, las opiniones de los transeuntes y la música da sabor a un postre muy bien montado.

No es una mala película, sin embargo, llega un momento, después de media hora, donde yo ya quería que se acabara rápido. Si bien es cierto que al comienzo pensé "es como afrancesada", no se me paso por la cabeza Rohmer, sino más bien Chabrol. No digo que la última comparación sea correcta pero indudablemente está lejos de Rohmer. Básicamente por algo, en Rohmer hay belleza y sutileza. Viendo uno a Rohmer dice "esta gente tan loca se parece a mi", mientras que con Baumbach uno dice "qué gente tan loca". Básicamente los personajes son interesantes pero están allá, lejos, dentro de una película muy gringa.