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Pauline en la playa

Romance. Drama. Comedia Pauline es una adolescente de 15 años que pasa un verano en la costa atlántica francesa con su prima Marion. Marion se encuentra allí con Pierre, un antiguo amigo, que se siente atraído por ella. Sin embargo, Marion prefiere al aventurero Henri, aunque sabe que su relación con él será efímera. Mientras, también Pauline tiene un romance... Tercera entrega de la serie "Comedias y proverbios" de Rohmer. (FILMAFFINITY)
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
18 de enero de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Linda película sobre el enamoramiento, el romance, el erotismo y los vínculos.

El desarrollo de los temas, y de la película en general, es circular y repetitivo: personajes y situaciones parodian el funcionamiento de las relaciones sexo-afectivas y lo confundidas que solemos sentirnos las personas al respecto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
DeLorean16
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30 de diciembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una puerta al principio y otra al final, oye, igualito igualito que Centauros del desierto, ja, ja. Me lo temía, una vez más salgo escarmentado por husmear en el muy bien vendido cine francés de la época. Porque vaya paquete que nos envía el señor Rohmer. Debe ser que no me he enterado bien de la "elaboradísima" historia que nos regala el afamado director. Una patochada.
Palmatorio
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12 de noviembre de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuántas veces en el escenario de los sentimientos nuestros actos no acaban contradiciendo nuestros pensamientos, nuestras aserciones o proclamas de lo queremos o cómo sentimos o qué anhelamos o cómo reaccionaremos. Establecer una cartografía predeterminada no puede evitar que acabemos atrapados en la resaca de las marea de los sentimientos y deseos que nos arrollan. ‘Quien habla de más, se hace daño a si mismo’, es el proverbio, de Chretien de Troyes, sobre, o a través de, el que se trama y construye el escenario de la comedia de Pauline en la playa (Pauline a la plage, 1983), tercera de las obras que Eric Rohmer realizó englobadas en la serie Comedias y proverbios. Un punto de partida, o de arranque, una luz orientadora para empezar a hendir el cuchillo en la maraña de las dramatizaciones y escenificaciones, los autoengaños y engaños, de que se constituye el teatro de los sentimientos y del deseo, del amor y del instinto. O cómo nos podemos tropezar de nuevo con la misma piedra, mientras seguimos contradiciéndonos, cuando se produce la colisión entre lo que expresamos y decimos (y hasta proclamamos) a los demás, y a nosotros mismos, y cómo actuamos, lo que nuestras acciones reflejan de nosotros y que poco tienen que ver con lo que afirmamos o manifestamos. Porque el espacio de las ideas y de las acciones son como dos atmósferas distintas, separadas, cuyo peaje tanto cuesta discernir. Como esa valla que separa espacios, y que abre y cierra la película, la que traspasan Marion (Arielle Dombasle), y su adolescente prima Pauline (Amanda Langlet), para asentarse en la casa de veraneo de la familia junto a la playa, en la costa nordeste francesa, y la que cruzan al final cuando la abandonan, cuando dejan ese escenario en el que una, Pauline, ha tomado cumplida nota, cual iniciación, de las revelaciones de los teatros amorosos, tomando su primer pulso (ese que realiza el salto de la expectativa y la idea a la acción, a la relación), y la otra, Marion, la supuesta veterana en el escenario de los sentimientos, quien, como ha demostrado en el transcurso del relato, sigue cometiendo los mismos errores, y que seguirá enclaustrada en sus autoengaños ( y fácil víctima de la red de engaños de otros). Hay quienes aprenden, hay quienes no.

Marion, divorciada, anhela sentir ese flechazo que haga temblar sus cimientos, como irrupción o aparición que es revelación sacra de una conexión sublime. Afirma que si se enamora, si siente ese flechazo con un desconocido, será capaz de leer al otro, de captar al otro cómo es y piensa. Marion aún prioriza la abstracción del sentimiento, el anhelo de que acontezca una experiencia, aunque hasta ahora los hechos han demostrado que sus expectativas derivan en la decepción. De nuevo, los hechos contradecirán sus palabras, su aserción, y corroborarán que de nuevo será incapaz de discernir al otro, Henri (Feodor Atkine), engañándose de nuevo, como hizo con su marido, aunque ahora diga de él que no le amaba. Su ansia (cual adicción latente) de enamorarse, de sentir el arrebato de un flechazo, se convierte en sus arenas movedizas, en la bruma, como capcioso horizonte de espejismos, que la incapacita para discernir los rasgos de los sentimientos o deseos del otro. Incluso, piensa que puede influir en sus sentimientos, como quien modela, por activa o pasiva, o siente que la realidad pudiera ajustarse a su anhelo. Quizá porque está pendiente demasiado de sí misma, como si habitara o se desenvolviera en un escenario, quizás acostumbrada a ser una figura admirada (la representación física de lo perfecto, de lo bello). Le gusta suscitar misterio, y le atrae a su vez lo misterioso, lo novedoso, no quien se parezca a ella, o le resulte cercano. Se encapricha, o cree sentirse atraída y enamorada de Henri , etnógrafo, hombre de mundo, aunque este haya dejado bien claro que es alguien a quien no le interesan los compromisos. Quizá por eso, inconscientemente, se convierte en un desafío para Marion. Para ella es un reto el que alguien como él la admire y adore. Por eso, en cambio, no le atrae Pierre (Pascal Gregory), ex amigo, con el que se reencuentra tras cinco años, y que fue fugaz flirteo. Le resulta demasiado familiar y conocido. Como sabe de su rendido amor, su entrega o reverencia resulta prosaica, hasta obscena o patética, por obvia. No hay misterio ni desafío en su amor.

Pierre también se contradice. Piensa que el amor más que de un flechazo surge de conocerse poco a poco, pero se deja arrastrar por el ímpetu desbocado, avasallador, apabullante, hacia Marion, como si, como alguien apunta, le importara más que le quieran (que fuera correspondido). También como a Marion le pierde su ego, su vanidad, la necesidad de sentirse reafirmado a través de los otros (de su correspondencia). Autoengaños que sazonarán, o a la inversa, la maraña de engaños, de equívocos y malentendidos, detonados con la relación de Henri con una vendedora en la playa, Louisette (Rosette), que pone a prueba la confianza o la capacidad de percepción o de manipular o de dejarse manipular, de unos y otras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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24 de enero de 2009
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta sinceramente mucho que señor el Éric Rohmer se ponga en este plan de hacer películas, Pauline en la Playa en mi gusto es su tercera mejor película después de Cuento de verano y Mi noche con Maud, esta es algo menos filósofica que Cuento de verano, tiene un final mucho menos esperanzador que esta última que más adelante citaré en un gigante spoiler que haré, fotografía y técnicas de producción siempre geniales como viene siendo habitual en Rohmer.

Saludos
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Guilamps
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7 de abril de 2010
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
113/37(30/03/10) Y nos encontramos en el universo Eric Rohmer, un lugar donde los personajes no tienen más preocupación que buscar el amor, normalmente en alguien que no les corresponde, siempre circula por lugares comunes de su cine, se autoplagia una y otra vez, y esto llega a ser cansino, hace poco vi ‘La mujer del aviador’ y me encuentro que esta habla de lo mismo. Es la tercera cinta de la serie ‘Comedias y Proverbios’ y en ella nos encontramos en un verano en un pueblecito de la costa de Normandía, en un verano de principios de los 80, al cual va a veranear Marion (correcta y bellísima Arielle Dombasle), una treintañera recién divorciada de carácter impulsivo, va en compañía de su quinceañera prima Pauline (excelente Amanda Langlet), un día tropiezan con Pierre (inane Pascale Greggory) antiguo amor de Marion y que todavía la sigue amando, también conocen a Henry (carismático Feodor Atkine), un mujeriego por el que se siente atraído Marion, mientras Puline establece una relación con un muchacho del pueblo Sylvain (insustancial Simon de la Brosse ). Se establece entre ellos una serie de relaciones en cadena que deriva en malentendidos, engaños, peleas, lo que se puede llamar vodevil, ello por lo voluble de la condición humana. La historia retrata a unos personajes que están en continua ebullición amorosa, en la más destacable escena de la cinta se nos muestran a través de una tertulia nocturna lo indomable de sus sentimientos, una conversación que roza lo pedante por su acercamiento a lo filo-metafísico, pero es esta escena es fundamental para describirnos la personalidad de cada uno de los protagonistas y entender su comportamiento. Al final lo que nos queda es una comedia ligera donde el encabezamiento del proverbio viene a marcar la narración en lo importante que es lo que uno dice. Deudora del aire festivo-veraniego donde todo es pasajero, es volátil, relaciones breves, al despertar sexual, mujeres escasas de ropa, así como nos traslada a un mundo bañado por el espíritu francés del amor libre, libertad sexual, mujeres que no les importa enseñar carne, Marion empujando a su pretendiente Pierre a que inicie en el sexo a su adolescente prima son comportamientos solo entendibles desde la óptica francesa tan de vanguardia en estos asuntos. Mención aparte merece Arielle Dombasle, no se puede ser más sexy, más explosiva, como actriz cortita, como bomba erótica, un terremoto, como dice Woody Allen en ‘El Dormilón’, estas mujeres no son de verdad, están hechas de caucho y rellenas de aire. Las primeras cintas que he visto de Rohmer me agradaron y gustaron bastante, conforme veo más de sus trabajos me encuentro en se repite más que el alioli, una vez está bien pero tantas da pereza. Recomendable a los que gusten del estilo Rohmer. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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