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El jinete pálido

Western Un grupo de colonos buscadores de oro se establece en un lugar de California, pero sufren el acoso de los hombres de Lahood, el propietario del resto de las explotaciones mineras. Pero un día al poblado llega un misterioso y frío predicador (Clint Eastwood) que se pone de parte de los colonos, y comienza a enfrentarse al temido cacique local. (FILMAFFINITY)
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Críticas 104
Críticas ordenadas por utilidad
3 de agosto de 2008
83 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercer western de los cuatro realizados por Clint Eastwood. Escrito por Michael Butler y Dennis Shryack ("Ruta suicida", Eastwood, 1977), presenta paralelismos con "Raíces profundas" (Stevens, 1953). Se rueda en exteriores de Columbia State Historic Park (CA), Railtown (CA) y Sawtooth National Recreation (Idaho) y en los platós de Warner Studios. Se presenta en el Festival de Cannes. Producido por Eastwood, se proyecta en público por primera vez en mayo de 1985 (Cannes).

La acción principal tiene lugar en Yuba City (CA), Carbon Canyon (CA) y alrededores, en 1850-59, antes de la Guerra Civil (1861-65). Los colonos buscadores de oro acampados en Carbon Canyon son intimidados por el malvado Coy LaHood (Dysart) que quiere que abandonen el lugar. Un pistolero apodado "Predicador" (Eastwood), llegado de fuera, apoyará a los colonos. El pistolero es un hombre maduro, austero, de pocas palabras y muchas habilidades, generoso y valiente, que oculta un pasado misterioso.

El film es un western clásico que recupera las esencias del género: lucha del bien contra el mal, exaltación de la amistad y lealtad, generosidad (el héroe no quiere nada a cambio de su intervención), peleas, tiroteos, duelos, ansias de venganza... Incorpora referencias que evocan westerns clásicos, como "Raíces profundas" (escena final) y "Solo ante el peligro" (calles desiertas a la hora del duelo) y otras que rinden homenaje a Segio Leone (héroe sin nombre, laconismo, ritmo pausado...). Como en otros films, el realizador incluye citas bíblicas (Apocalipsis) e imágenes de carácter religioso (alzacuellos). Hace uso frecuente de la técnica de planos paralelos.

La narración es estilizada, equilibrada, sobria y austera. La estética del film se enmarca dentro de los parámetros realistas y clasicistas del autor. Con todo, el protagonista se mueve entre la realidad y la fantasía. Entre la realidad de su tangibilidad y el misterio casi espectral que le rodea. Contribuyen a ello las heridas de bala, mortales de necesidad, que muestra su espalda, la afirmación de que murió tiempo atrás en boca de quien le conocía, la palidez de su piel y su delgadez cadavérica. ¿Es un ser vivo o un espectro? ¿Es un ser real o una sombra del masallá? ¿Es un ángel o un enviado del Averno?

La música, de Lennie Niehaus ("Mystic River", 2003), ofrece un tema principal ("Sarah's Theme") de gran lirismo, muy emotivo y romántico. Acompaña el duelo final con una melodía de percusión de aires estremecedores y fúnebres. La fotografía, de Bruce Surtees, en color, se apoya en la belleza y grandiosidad del paisaje, el colorismo de las luces filtradas de los árboles y una excelente labor de montaje. Los planos de interior están rodados con luces escasas (velas, candiles, fuego del hogar) en busca de contrastes de claroscuros vigorosos, de acusado clasicismo. De ese modo crea imágenes que imitan, con fervor no disimulado, la pintura culminante de Caravaggio y Rembrandt.
Miquel
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19 de octubre de 2006
61 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre (Eastwood) salva de una paliza a manos de los matarifes del cacique local a otro hombre que vive junto a un grupo en un pequeño campamento buscando oro. El cacique está intentando monopolizar la zona y por eso busca echar de allí ese campamento. El hombre se hace pasar por reverendo y se une al campamento, ocultando en realidad un pasado de heridas y no olvidado, por el que ahora precisamente se encuentra allí...
Una película maravillosa que empalidece con su sola existencia (habría que unir el "Sin perdón" del propio Eastwood) todo lo que el western haya dicho o querido decir desde la época gloriosa de éste - Aldrich, Mann, Ford, Sturges - hasta la realización de ésta.
Sirviéndose del argumento del inolvidable clásico de Stevens "Raíces profundas" (cambiando el personaje del niño por el de una chica adolescente y a los campesinos por mineros) Eastwood hace una película solidísima y cabal, una obra maestra que derrama sapiencia de western, un sentido de madurez y del equilibrio, que rescata los mejores rasgos del género (el uso de los paisajes, la figura del heroe que luego renuncia a todo una vez cumplida su venganza y tranquilizada su alma, los buenos y los malos, los débiles y los poderosos, la presencia del pasado en el heroe, que guarda un secreto...) a la que Eastwood añade un tono tenebrista en los interiores que redondean el significado último de la película: tras el clímax final no se admite la más nimia concesión ni el más pequeño recodo a que el pistolero, ya con la conciencia tranquila, se detenga siquiera a escuchar como le dicen gracias. Eso habla a las claras del tono pesimista, muy pesimista, de la película, que por otra parte no deja de ser una alabanza a la resistencia y persistencia por objetivos legítimos y humanos, a la solidaridad altruista, al espíritu humano y a la capacidad de iniciativa, y una reflexión melancólica, pese a todo ello también, sobre el individualismo. Son contradicciones que se emparejan y por ello hacen más grande y compleja a la película.
Con "El jinete pálido" (título precioso, poético y certero) Eastwood compone, probablemente su mejor papel: un heroe solitario, disfrazado de predicador, desencantado y maduro, elegante y con barba de transeúnte y mesiánica, curtido e impasible, un pistolero de oscuro pasado defensor de los débiles, espectral y desengañado.
Película soberbia, un clásico para quien esto escribe, de fenomenal fotografía de Bruce Surteen y formidable guión de Michael Butler y Dennis Shryac, que es la enésima demostración de que su director/actor/protagonista es absolutamente imprescindible en los tiempo que vivimos. Amo esta película.
kafka
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23 de mayo de 2009
33 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una colonia de buscadores de oro establecida en uno de los míticos parajes de la todavía agreste California, trabaja esforzadamente de sol a sol para arañar unas vetas, unos míseros filones a la exigente tierra.
Pero, como sucede con frecuencia a quienes se establecen en sitios donde ya habita alguien codicioso y con intenciones de apropiarse de todo el territorio, la comunidad de prospectores está siendo acosada por el cacique del lugar. Va minando la moral de los honrados trabajadores para forzarlos a marcharse.
Son como ovejas cercadas por una manada de lobos que empiezan a mostrar los afilados colmillos.
Y entonces, aparece precisamente la persona adecuada. Un hombre misterioso, de pasado oscuro, pistolero consumado y que sorprende a todos al llevar un alzacuello de predicador protestante.
Podría ser la solución a los problemas de la colonia... El prototipo del pistolero que da nacimiento a leyendas que se contarán a la luz de las fogatas durante generaciones. Duro como la roca, frío, de temple inalterable, de mirada impenetrable. La mano jamás le tiembla, su puntería siempre parece superior a la de cualquier mortal. Su seguridad en sí mismo, en su capacidad, en sus reflejos y en su inteligencia no dejan fisuras. Parece un hombre de hielo cuando se encuentra en el fragor de la batalla, un luchador experto, rápido y silencioso como una serpiente. Sus enemigos no sabrán por dónde puede caerles encima ni de dónde les vendrán las balas.
Predicador o pistolero, o ambas cosas, enigmático y sereno, ayudará a hacer justicia a quienes están faltos de ella... Pasará por las vidas sencillas de esas gentes como ese jinete de la historia bíblica, montado sobre ese caballo blanco y al que llaman Muerte. Muerte para sus enemigos, para los opresores del pueblo.
¿Héroe, o villano? Seguramente, tanto lo uno como lo otro. Casi no parece humano... Parece una leyenda ambulante.
Otro de los papeles de duro de Clint, que tan bien sabe interpretar y que le quedan como un guante, pero la fórmula me sorprende poco en este caso (a lo mejor es porque vi con anterioridad la gran consagración que para Clint supuso "Sin perdón" en el western, cuando ya parecía que el género estaba acabado).
De todas formas, se trata de un western digno y bien filmado, remake de "Raíces profundas", con el lucimiento de mi admirado director y actor y desarrollando una historia nada novedosa pero interesante sobre la Fiebre del Oro de California y sobre aquellos jinetes míticos que parecían haber nacido con los revólveres bajo los brazos.
Porque en la conquista del Salvaje Oeste la ley y la justicia (o la falta de ellas) las imponía el revólver y la rapidez y las agallas de quien lo empuñaba.
Vivoleyendo
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21 de marzo de 2010
66 de 109 usuarios han encontrado esta crítica útil
No pediré la baja del club de fans de Eastwood por esta película, pero puede que la objetividad que me falta a menudo cuando se trata de hablar de este hombre haya sobrevolado mi cabeza en esta ocasión y con esa mirada realista y rara no llegue a ver nada más que una película normalita. "El jinete pálido" puede que tenga la mejor fotografía del Eastwood director, pero los fallos del guión me entristecen. Nunca le he exigido más que presencia a este hombre, sólo levantando la mano cuando se le presenta es suficiente para mí, normalmente me rindo ante el primer azote violento, un tiro por aquí, un golpe por allá, quizás un galope y sobre todo alguna frase sentenciosa de las suyas. Ciertamente le he pedido poca cosa siempre, y teniendo en cuenta mi afinidad por las del oeste, encumbrar a Eastwood ha sido siempre muy fácil para mí. Pero no es por este título, mi amor por él no es por ser un jinete pálido.

Las cosas buenas que otras veces me han atraído (su anonimato, su chulería, su inamovible posicionamiento en el lado del bien y su divina infalibilidad) aquí se me han escurrido de entre los dedos, no puedo decirle a nadie que el mejor Eastwood es éste porque no sería justo con mis impresiones personales. Tras darle una segunda oportunidad la historia de los mineros desamparados bajo dominio del malo malísimo no me ha atraído, ni siquiera la primera escena con el palo dándole a los cuatro tontorrones, y mucho menos acabando con los seis o siete matones profesionales en el peor final posible. No sé qué falla, será que los mineros no me caen bien, o los curas, o los patinazos entre malos y buenos. Cuestión de haber visto todo ello otras veces y mejor...

Adorar el género del oeste es adorar a Eastwood, pero para mí, no es por "El jinete pálido".
Luisito
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23 de marzo de 2009
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clint Eastwood ya era genial y maestro hace muchos años, mucho antes de que algunos se aventuraran a descubrirle en la etapa ya maduro, mucho antes “Mystic river”, “Million dolar baby”, “Banderas de nuestros padres”..., Eastwood era hace más de 20 años un autor con personalidad propia, diferente, sobrio y contundente en sus exposiciones cinematográficas. Es y era un hombre inteligente que se ha regido por sus propios principios y ha basado su experiencia en el aprendizaje de dos maestros como Don Siegel o Sergio Leone. ¿Porqué digo esto? Porque me acalora tener que leer a los refinados modernos de él como si sólo existiera ahora, porque si algo ha tenido fueron severas y estúpidas críticas que en la época de los 70 que le calificaban como fascista o barbaridades por el estilo que nada tenían que ver con la realidad. “El jinete pálido” (1985) puede que se elaborase en una época transitiva para él, fue un paso hacia una madurez, hacia objetivos nuevos, el western ya no estaba de moda y aún así el no dudó en poner en pie este interesante proyecto como no lo dudaría en los 90 reinventando nuevamente el género con su maravillosa “Sin perdón”. Su personaje evoca un cierto aire fantasmal, se elabora a partir de la nada, aparece en el momento en que una niña clama justicia a Dios, suplica por un ángel vengador que repare el daño que les aflige un grupo de pistoleros empeñados en arrebatarles sus tierras por las buenas. La música desvela la figura del jinete sin nombre, el resultado de unas plegarias que será el inicio del cambio, el comienzo de la esperanza para el grupo de colonos al borde de la rendición. El film es enigmático en todos los sentidos, plantea problemas comunes y les suma misterio, abre una puerta a las soluciones que nunca se producen en la vida real y las dota de credibilidad contando con la complicidad del espectador, deseoso de ver cómo se resuelven los problemas y acompañando a la joven protagonista en su sufrimiento. No conviene desvelar demasiado de esta genial película, abierta a un mar de interpretaciones, quien no la haya visto no debería dejar pasar la ocasión de verla y por ende juzgarla por sí mismo.
Jonesy
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