Otro bodrio más del narcisista por excelencia que mejor vende humo en Hollywood, cada estreno de este tipo parece que es el invento de la rueda, y no es más que aire, vacío de cualquier contenido, salpicado por lo absurdo. Este hombre es capaz de convertir a buenos actores en títeres sobreactuados insoportables, la mayoría de sus películas se venden como el colmo de la originalidad, el mayor suspense del mundo para terminar siendo el más calamitoso y ridículo programa de cómo buscar el impacto en la nada. Esta película, no difiere demasiado con la mayoría de la basura que hace, y como desgraciadamente hay demasiada gente que le compra todo sin importar lo que sea, pues no tiene reparo en seguir a lo suyo, que es mirarse al espejo y agradarse así mismo. La historia que puede parecer interesante (publicitarse es lo que mejor hace este señor) no tarda en venirse abajo, el comportamiento de los protagonistas es tan absurdo que rápidamente salen las costura a la luz.

Los 80, una época inconfundible, su estética, su música, su humor... creo que por eso mismo en estos días se recurre tanto a aquella década, y no necesariamente porque todo fuera mejor, pero sí era peculiar, llamativo, inocente en muchos sentidos. Escuela de genios es un buen ejemplo, porque no es una gran película y aún así tiene su encanto, es agradable de ver y se sostiene por sus sencillos recursos. Es una pena que la dirección no cayera en unas manos más competentes, un John Hughes (por ej.) nos hubiera llevado un paso más en lugar de mostrar una puesta en escena tan plana como la de Martha Coolidge que no sabe sacar partido de los protagonistas. Por momentos me parece el origen de la famosa Big Bang Theory (salvando las distancias) donde un grupo de frikis científicos, cada uno estereotipado hasta la médula ofrece un rol diferente, vamos que no hay dos iguales, el guapo gamberrete, el bueno inteligentísimo, la chica lista desquiciada, el malo tontorrón, el villano o villanos representados por el gobierno, nada nuevo en el universo. Un humor que no siempre funciona, lo que la hace bastante irregular, pero que nos ofrece ideas que serán posteriormente muy imitadas, como por ejemplo la serie que cité. Yo desde luego la recomendaría, aunque sólo sea porque ofrece numerosos elementos reconocibles hoy en día y sobre todo porque es una apuesta simpática y divertida que hay que ver sin complejos y sin el cuchillo dispuesto a destriparla, sólo hay que disfrutarla y pensar en 1985, aquellos maravillosos 80, buena música y un Val Kilmer demasiado desatado, más incluso que en Top Secret.

Un 4,9??? En serio? No me lo puedo creer, pero bueno, para mí desde luego esta entra dentro grupo de las segundas partes también son buenas. Entiendo que esta saga no es un ejercicio de realidad, sino más bien la plasmación literal de lo que fueron estos productos en los 80, de a quienes iban dirigidos. Y esto último es lo fundamental, aquellos adolescentes ochenteros que íbamos al cine seguros de lo que estaba bien y de lo que estaba mal, sin ambigüedades, sin dobles interpretaciones, un alumno y un mentor, un chico que tiene la fortuna de encontrar un amigo que se convierte en su figura paternal, que alivia sus problemas y lo lleva al camino correcto, eso fue la primera parte, así empezó esto. Y qué toca ahora? Pues, si la primera parte era sobre Daniel, en esta segunda el protagonismo se lo lleva Miyagi y a mi parecer los cambios realizados son realmente interesantes y hacen que esta continuación tenga la coherencia suficiente para complementar la primera parte, por supuesto esto no quiere decir que sea perfecta ni mucho menos, pero sí digna de tener en cuenta y merecedora de respeto.

Tal y como encabezo mi crítica, sería mi definición para ubicar este extraño experimento del Sr. Spielberg, es una película de aventuras en la que sale Harrison Ford disfrazado de Indiana Jones, pero no es Indiana Jones por mucho que le pese al fan más radical. Nada tiene que ver con el Indiana del Arca y nada tiene que ver con Indiana de la última cruzada, ni tan siquiera con el de la odiada Calavera de cristal, es un bufón que ejerce de canguro para introducir más niños, es Indiana Jones y la Guardería maldita, podríamos justificar argumentando que Spielberg pretendía realizar una aventura dirigida al público infantil, pero es que ni por esas, porque si bien por infinidad de momentos parece un film para niños, tiene otros que son claramente para mayores de 18 años.

Algo tiene West Side Story que la hace interminablemente repetible, dinámica y adorable, quizás por eso es un reclamo eterno de Broadway, quizás por ello es tan cinematográfica y teatral. Mira que se hacía raro que Spielberg quisiera saciar su aportación al cine musical con un remake, y no cualquier remake, sino el de uno de los mejores musicales de la historia. Era valiente o estúpido? El veterano director de Tiburón no tiene que contentar a nadie a sus 75 años, no le debe nada a nadie y lo ha conseguido todo, por lo que parece claro que iba a por lo suyo y tenía bastante claro lo que quería. Y lo ha conseguido, sí, no era imposible y si alguien podía, él era uno de esos. En mi opinión Spielberg ha limado todas impurezas del clásico del 61, porque a pesar de ser una obra maestra, la perfección es algo que dejaremos para el altísimo, el casting ha sido todo un acierto y casi en su totalidad me gusta más, a excepción de los personajes de Anita y Riff el resto mejoran por lo apropiado y convincente que resultan. Elgort tiene mucho más carisma y empaque que el sosainas de Beymer, Bernardo ya no tiene la cara pintada de betún cual Rey Baltasar de una cabalgata de los 80 y además sabe español de verdad, Zegler no será guapa como Wood, pero tiene más encanto y se desenvuelve mucho mejor, además de saber español, y es que el reparto latino del 61 es la parte endeble, porque sencillamente y con excepción de Rita Moreno (hablando de los principales) ninguno es latino y aún menos son capaces de decir 2 palabras seguidas en españo sin que resulten ridículos. Otro aspecto absurdo que Spielberg ha cuidado es que se respete la parte latina y esta tenga sus diálogos en español y no en ingles, es ilógico que los chicos odien a los americanos y lo que representan y luego hablen en inglés entre ellos. El caso es que Spielberg ha sabido conectar con la historia y aportar su granito de arena, ser respetuoso y atender la esencia musical sin retorcerla o cambiarla, sin que esto resulte repetitivo o aburrido. Creo que esta historia tiene algo especial, por algo es un musical de origen y por eso estoy convencido que quizás dentro de otros 40 años hagan otro remake que será igualmente provechoso, al igual que seguirá siendo eternamente representada en los mejores teatros con el mismo éxito.