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Café irlandés

Drama. Comedia Los miembros de una familia numerosa irlandesa reaccionan de forma distinta ante la noticia de que la hija mayor está embarazada, sobre todo, porque ni siquiera tiene novio; así que sus familiares están intrigados por saber quién es el padre de la criatura. (FILMAFFINITY)
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
6 de abril de 2010
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras un olvidable periplo por las Américas, deseosas siempre de importar lo mejor de cada cinematografía, Stephen Frears volvió a los orígenes que le habían dado fama, a las pequeñas historias que tan bien se le dan, con este retrato impecable de las miserias y las alegrías de una familia de clase obrera que se enfrenta a su drama particular con un optimismo que trasciende la pantalla para tocar al espectador.

Sin llegar a ser una maravilla (debo reconocer que me gustó más cuando la vi en su estreno, será que me estoy volviendo muy exigente), nos hallamos ante una comedia que basa toda su artillería en su sencillez, en su cotidianeidad, en lo cercano que se nos hacen unos personajes que podrían pertenecer a tu propia familia, con los que resulta imposible no empatizar. Unos personajes perfectamente dibujados en un guión que combina con acierto drama y comedia (aunque se decanta, tal vez de forma algo utópica, por esta última), que sabe tocar la fibra sin caer en la sensiblería, y que se beneficia de unas interpretaciones realmente magníficas, sin alardes, pero que destilan realismo en cada fotograma.

Una película para no olvidar que vida no hay más que una y no vale la pena malgastarla en dramatismos ni amarguras, para saber poner al mal tiempo buena cara.
Fali
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17 de noviembre de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El término inglés "Snapper”, extraído del título original del film, es lo más parecido al“penalti” aquí, atrinuido al embarazo no deseado pero que literalmente viene a ser el sonido del chasqueo de los dedos, demuestra el peculiar giro en la carrera del director de “Las Amistades Peligrosas” (1988) y “Alta Fidelidad” (2000). Aquí adapta una novela de Roddy Doyle (autor de “The Van”, también adaptada por Frears unos años más tarde), en formato de comedia tradicional sobre la reacción de los Curley, una familia numerosa de clase obrera cuando descubren que su hija adolescente Sharon (Tina Kellegher) se queda embarazada.

A partir de allí es un ir y venir de los pubs dublinenses en donde el padre de la hija, Dessie (Colm Meaney) indagará con sus amigos y el entorno “gossip” (entre ellos un desconocido Brendan Gleeson) las razones por las que su hija está en gestación, como intentar buscar la respuesta de quien es el padre. Finalmente recae en George Burgess (Pat Laffan, visto en “Barry Lyndon” de Stanley Kubrick en el papel de un enfurecido pariente de Ryan O´Neal), vecino de la casa de enfrente, un hombre casado, acosado por la madurez y que vende boletos para la rifa del equipo de fútbol del barrio, cuya hija Yvonne (Karen Woodley) es la mejor amiga de la sufrida Sharon. El hombre con cara de pena será el objetivo de los reproches de los Curley, antes que estos vean su identidad amenazada por el entorno “knocker” que no duda en hablar mal de ellos, después del patinazo de Sharon. Los Curley, como buenos irlandeses, dejan sus problemas a un lado y siguen luchando para mantener firme los cimientos de su hogar, aunque para ello suponga seguir soportando las peleas de los hijos pequeños por la casa, los subidones de volumen del televisor al cambiar de canal y la inesperada curiosidad del buenazo de Dessie para averiguar como se comporta el útero de una mujer en caso de pregnancia, que lo llevará hasta la biblioteca y así documentarse bien del tema.

Comedia familiar realista pero agradable y que sirve también para echar un vistazo a la ya, extinta, sociedad conservadora irlandesa donde el aborto es ilegal, se jura mucho por la Biblia pero que, ante tanta condición, familias como los Curley se divierten, bailan, montan en bicicleta y conviven ajenos a una realidad que prefieren dejar a un lado y que no dejan de acarrearles fuentes de problemas antes que ingresos. Como diría Sigmund Freud: “Los irlandeses son el único pueblo inmune al psicoanálisis”.
Natxo Borràs
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6 de marzo de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conocí a una mujer –y sé muy bien que no es la única- que, en cada salida a la calle, lo mismo le servía como interlocutor la vecina que el carnicero, el conductor de un taxi o la señora a la que cada semana le compraba los tamales… y con cualquier persona que mostrara disposición de escucharla, el tema central sobre el que comúnmente discurría esta mamá, eran sus hijos (un hombre y dos mujeres). Pero en vez de sentir el deseo de hablar bien de ellos y refrendar las cosas positivas que hacían cada día, más asiduamente ella prefería señalar sus defectos o propagar sus ¡imperdonables faltas! Cuando algún hijo se enteraba de los comentarios que ya andaban de boca en boca y, decepcionado -¡porque hasta los escorpiones defienden a sus crías!- le reclamaba a la madre por sus improcedencias, la respuesta de aquella mamá era siempre la misma: “Estoy diciendo la verdad”. Nunca pudo entender que, así como hay verdades que al comunicarlas construyen, también hay verdades que, al transmitirlas, deterioran y dañan las relaciones.

La explicación que conseguí darles a las hijas de esta mamá que trabajaron su problemática conmigo es, resumiendo, que cuando una persona carga con sentimientos de culpa por acciones u omisiones, y con carencias afectivas que son la respuesta a su manera de comportarse, acuden irreflexiva e instintivamente al mecanismo de desplazamiento, y al desacreditar a sus hijos, solo están pretendiendo trasladar las culpas para así aligerar su propia conciencia. Es por esto que buscan interlocutores de bajo nivel intelectual, porque así encuentran condescendencia y ninguna confrontación. Razón de más por la que no acuden jamás a donde un terapeuta ya que presienten que, con él, las cosas van a ser de otro talante.

Por casos como éste –harto comunes en nuestra sociedad, plagada además de padres intolerantes, incultos y de una necedad abrumadora-, es que encontrarse con gente como Dessie y Kay Curley ¡es como una bendición! Son ellos, los padres de Sharon, la joven de 20 años que acaba de llegarles con la sorpresiva noticia de que ha quedado embarazada y ni siquiera está dispuesta a decir quién es el padre… ya sabremos luego el porqué de esta omisión.

Ver la manera como estos padres asumen la situación y como apoyan a su hija para que siga adelante, ¡es maravilloso! (cito aquí situaciones claves): Se cometió un error: ¡Es humano!... Dará de qué hablar a los vecinos: ¡El que esté libre de pecado que tire la primera piedra!... Habrá una nueva boca para alimentar: ¡Haremos lo que se pueda para asegurarnos de que no le falte nada!... Hay quienes podrían faltarnos al respeto: ¡Se las verán con nosotros!… Y si el bebé es de… ¡Qué importa de quien sea! Es un niño. Dios nos lo dio, nosotros lo acogeremos!

Con este estilo, es como va desarrollándose la magnífica comedia de Stephen Frears, donde está reflejada la gente del común, y donde hay personas con una grandeza que nadie cuantifica, ni sale en los noticieros ni en las revistas. Tiene la historia unos diálogos pícaros, frenteros y geniales, de esos en que cada argolla, al lanzarla, se queda en el cuello de la botella. Y las actuaciones son de nunca olvidar, con un fabuloso Colm Meaney como esa suerte de padre que se quisiera cualquier chica del mundo; Ruth McCabe, la clase de madre que es toda una señora, siempre presente donde tiene que estar; y Tina Kellegher, como la abrumada muchacha que tiene la suerte de estar amparada entre sólidas columnas. ¡Hay que ver los absurdos matrimonios y las terribles desgracias que, por casos semejantes, se ven cada día!

A quienes vieron “Juno”, les recomiendo que vean “CAFÉ IRLANDÉS”. Aquí las cosas están en su punto exacto y habrá ocasión para unas buenas carcajadas… Claro que también habrá quienes sientan este cuento como una bofetada.

Título para Latinoamérica: “ESPERANDO AL BEBÉ”
Luis Guillermo Cardona
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25 de julio de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toca unos temas muy interesantes pero la manera de exponerlos, aunque sorprendentes en cierto sentido, no llegan a enganchar por su falta de profundidad.

¿Que la niña se queda embarazada? Lo aceptamos y me parece bien
¿Que el padre de la criatura es fulanito? Me cabreo pero al final pues lo acepto y no lo acepto
¿Que la niña sigue de Pub? Debe ser la cultura pero a mi me escandaliza.
¿Que no estuve como padre y quiero estar como abuelo? Pues lo celebro (pero al espectador le deja frio a pesar de ser un punto interesante a tratar)
¿Que soy un padrazo con toda la panda de hijos que tengo? Pues sí lo eres, al principio se aprecia, luego no se sabe qué pensar.
¿Que descubro nuevas formas de hacer sexo? Pues muy bien chaval, pero también me deja frío la manera de exponer este punto tan interesante a tratar.

Las cosas de la vida quitándoles el drama, lo veo bien, interiormente me sorprende, pero me falta algo más como película de entretenimiento.
kiki
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31 de diciembre de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos años antes de que John Demol inventara los realities como los concebimos hoy en día, Stephen Frears nos brindó esta película que nada tiene que envidiar a 'Jersey shore'. Todo un simposio de genturreta de barrio bajo, que disfruta burlándose de las desgracias ajenas. Una alegría de vecinos.

Tiene diálogos muy ocurrentes y situaciones divertidas, siendo el protagonista indiscutible el padre de la chica embarazada. Todo un padrazo a lo Homer simpson.
echulin
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