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El huevo de la serpiente

Drama. Intriga Alemania, años 20; un paquete de tabaco cuesta 40 billones de marcos. En Berlín Abel, un trapecista judio norteamericano y alcohólico encuentra el cadáver de su hermano en la habitación que ambos comparten. Se ha suicidado, y Abel se siente responsable de su cuñada, Manuela, que trabaja en un cabaret. Entre ambos surge una relación de mutua dependencia, en un mundo golpeado por la crisis, la violencia y la muerte. (FILMAFFINITY)
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7
23 de febrero de 2017 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un demonio renegado se tambalea por los asquerosos pavimentos de una Berlín hundida en la miseria, cuyos ecos de angustia humana resuenan en sus frías calles.
Tirado en el suelo, borracho, una prostituta se le aproxima dicharachera, pero él la manda al infierno, a lo cual responde "¿Y dónde te crees que estamos?".

Es un periodo agitado para el maestro sueco. Hacienda le considera sospechoso de fraude y en 1.976 es detenido públicamente para luego ser acusado de evasión fiscal en beneficio de su productora; tras una grave depresión y quedar exculpado se marcha largo tiempo de su país para instalarse en Alemania. Esto coincide con un periodo de hastío creativo el cual le lleva a trabajar en televisión y a producciones que demuestran ese estancamiento; también vive un pequeño romance con Dino de Laurentiis, con quien ha colaborado en su demoledora "Cara a Cara".
Pero de romance se pasa a pesadilla y se evidencia su tremenda diferencia con respecto a la dinámica de trabajo y la visión del producto, pues el italiano, que exige al anterior rodarla en inglés, tiene en mente un proyecto monumental, empleando una gran cantidad de extras, grandes decorados y estrellas en el reparto para darle buena salida comercial; escogerán de hecho a David Carradine tras ser elogiado por su papel en la exitosa "Bound for Glory". Para "El Huevo de la Serpiente" Bergman le transmuta en lo que podría ser la reversión de su Woody Guthrie, pese a las similitudes de ambos personajes.

Abel Rosenberg como radical contrapartida es otro ser errante que va dejando sus pesadas huellas sobre la tierra de una nación en plena depresión; somos arrastrados así a los rincones más empobrecidos de un Berlín a poco de acabar 1.923, época azotada por múltiples males. A un lado los partidos de extrema izquierda, al otro el rápido ascenso de los nacionalsocialistas comandados por un tal Adolf Hitler; la todavía presente amargura que dejó la derrota en la guerra se cruza con la grave crisis monetaria debido a las deudas, con la correspondiente caída del valor de la moneda. El marco no vale absolutamente nada.
Como embriagado por la esencia del neorrealismo, el director sigue el día a día de las pobres gentes que hacen por sobrevivir en ese estercolero malparado por la Constitución de Weimar, las revoluciones sociales y sus consiguientes represalias, la persecución cada vez más pronunciada a los judíos, la anarquía comunista y la hiperinflación, centrándose en ese Abel que no es sino su reflejo demacrado, otrora artista exiliado a Alemania por la fuerza de los elementos cuya degeneración va paralela a la de la sociedad en la que se acaba de introducir, y su cuñada Manuela, que intenta salir a flote tras el espantoso suicidio de su marido Max.

Bergman hace lo posible por conectar a estas dos almas en pena, irremediablemente perdidas y despreciadas por su condición de judíos; sin embargo, la gran química entre Liv Ullmann y Max Von Sydow en "La Vergüenza" no termina de cuajar con Carradine, siempre distante, siempre ajeno al igual que su personaje. Además aquella obra funcionaba como ensayo más íntimo y menos político de lo que significa la destrucción del ser humano a causa de un conflicto bélico, pero mientras se deja influenciar por Renoir y Von Sternberg en sus formas y visión, el sueco no halla un hilo conductor sólido de los sucesos en su guión.
Abel y Manuela no desentonan entre la masa impersonal que les envuelve, no son héroes por ninguna causa grandiosa, y nos acercamos a contemplar su devenir existencial entre cabarets de mala muerte, apartamentos de paredes mohosas y fábricas pestilentes; si algo se le puede agradecer a Bergman es su destreza para capturar los sonidos y olores de esa ciudad, la atmósfera, magnificada por la fotografía de su colega Sven Nykvist, con la cual imprime a las imágenes unos tonos sucios y terrosos, creándose un clima de desasosiego constante que envuelve a esos personajes, y ayudando a ello una curiosa intriga tratada de fondo...

Intriga distribuida sin un interés auténtico, piezas de un puzzle poco susceptibles de ser encajadas; el odio y el racismo judío, la presión de las fuerzas nacionales extremas, pueden ser la semilla de un horror que se está desatando desde las entrañas de la sociedad, oculto entre tinieblas. El suicidio del hermano de Abel queda en suspenso y actúa de mero "macguffin" para infundir el miedo y activar una sensación de invasiva paranoia que embarga a éste y que se contagia a la propia película; en la distancia se recuerdan "El Consejo de los Dioses" y sobre todo "Affaire Blum" por la presencia del naciente nazismo, la persecución, la mecanización asesina y los horribles experimentos secretos con pobres ciudadanos de a pie.
Secretos que, en lugar de tomar parte en el argumento y desarrollarse en torno a ella, Bergman prefiere vomitarlos sobre la cara de Abel, cuyo protagonismo es arrancado y ahora actúa de mero observador; el tramo último, rodado con muchos primeros planos, en un espacio cerrado y volviendo aquél a utilizar la cámara como medio de exposición del terror, logra poner al límite la capacidad de resistencia del espectador y ataca directamente a su sensibilidad e inconsciente, revelándose la obsesión sobre el control de la sociedad que muy pronto asolaría a Alemania, en la predicción del propio Vergerus: diez años después, en 1.933.

Y ello hace sentir hasta escalofríos. No obstante habría surtido un mejor impacto de ser tratada esta intriga de misterio con más esmero; sin una trama real y a menudo cayendo en burdas sordideces y sucesos violentos más propios de Verhoeven, aunque aquí me recuerda a Fassbinder, "El Huevo de la Serpiente" no encuentra lugar para acomodarse en la extensa filmografía del cineasta.
La obra es un fracaso absoluto y él aprende de sus errores; se refugiará en una producción independiente cuyo lugar de rodaje es Noruega, la antítesis de la compartida con Laurentiis y el regreso a su mejor cine: "Sonata de Otoño".
9
24 de noviembre de 2017 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Verla hoy tiene más fuerza que cuando la rodó.
Por la constante repetición ciclíca de la historia.
Además no ha envejecido, se ha rejuvenecido por la portentosa fotografía de Sven Nykvist y la rica puesta en escena Bergmaniana en las escenas callejeras y cabareteras:
La secuencia del asalto al cabaret y como la gente huye despavorida hiela en las venas.
O la del caballo, puedes casi sentir el olor que despide.
El frío y la lluvía tan presentes, se meten en los huesos.

Me maravilla la interpretación de Carradine y los muchos matices que es capaz de transmitir.
De la Ullmann, estamos acostumbrados. Creo que por esta época era pareja de Bergman.
El único personaje que me transmite cierta calma, cordura, es la del Inspector, en su más humana forma terrenal.

El vestuario, así como la ambientación, es tan rica en matices que da gusto visualizar secuencias por separado.
Al final, ata hilos de la urdimbre de la trama con el siniestro personaje y su profético discurso, aterrador.

Para verla sin prejuicios, da con las pistas del desastroso germen que se inoculaba en la república de Weimar. Dónde la miseria y las perversiones superaron a la mítica Roma imperial y otras épocas historicas mucho más renombradas por su degenere.
Un par de datos curiosos:
Había colas de prostitutas al menú, es decir, si la querías joven y preñada la tenías o madura y embarazada también.
Padres que en su propia casa alquilaban una habitación y obligaban a sus hijos a prostituirse, era muy frecuente. Los burdeles y cabarets jamás estuvieron mejor surtidos de drogas, vicios varios y desenfreno.

Hitler odiaba Berlín y esta era una de las razones. Curioso en un degenerado enfermo como él.
En fin, deja en pañales a cualquier otra época en lujuria, desenfreno y perversiones varias.
La noche en Berlín no acababa nunca y el mito del speech tampoco.
Muchos Berlineses creían que al respirar el aire se colocaban y que por eso había tanto vicio.
Ninguna otra época mejor para disfrutar de la noche, eso si, con dinero.
4
2 de agosto de 2014
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película me parece un despropósito absoluto. Excesiva, irreal en su extremismo. Tramposa, porque juega con lo que sucederá después (algo así como la película de Haneke, suceso que podría haber ocurrido en cualquier país). Y, lo más importante, aburrida, intrascedente en los sucesos que vamos viendo, con un actor principal que da risa en su sobreactuación, al que no te crees en ningún momento, como a la propia película. Creo que el nombre del director y el tema abordado es lo que dota al film de un aire de respetabilidad, de mención en los listados y aburrimiento en la sala que nadie osará citar. No pierdan el tiempo.
7
12 de noviembre de 2008
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es precisamente la más bergmariana de las películas de Bergman, pero sin duda es una película "inquietante". Hay en ellas escenas; sobretodo las últimas, donde encontramos muchos elementos característicos de este gran director. Temas como la culpa, la soledad, la humillación, el dolor, la angustia del alma humana frente a una realidad que no puede comprender ni menos controlar.
Recomiendo verla, pues además creo que analiza bastante bien la realidad alemana de entre guerras. Es un tema que da para un análisis interesante.
6
6 de enero de 2015 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El huevo de la serpiente es una película mire por dónde se mire atípica en la filmografía de Bergman. Distribuida por una major de Hollywood y con un actor norteamericano en estado de gracia, la película tiene una tempo anodino que a pesar de un inicio prometedor sólo despega en sus 20 minutos finales.
La época de entreguerras en Alemania no creo que fuera menos gris que la película, pero ni su asombrosa fotografía puede servir para prestar más interés a una narrativa lenta a la que le faltan esos elementos simbólicos y sugerentes que si contienen otras maravillosas películas de la filmografía de Bergman. De hecho de las tres veces que he intentado verla es la primera vez que lo consigo de una tacada.
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