El hombre de las mil caras
2016 

6.7
21,385
Thriller. Drama
Francisco Paesa (Eduard Fernández), ex agente secreto del gobierno español, responsable de la operación contra ETA más importante de la historia, se ve envuelto en un caso de extorsión en plena crisis de los GAL y tiene que huir del país. Cuando regresa años después está arruinado. En tales circunstancias, recibe la visita de Luis Roldán (Carlos Santos), ex Director General de la Guardia Civil, y de su mujer Nieves Fernández Puerto ... [+]
26 de septiembre de 2016
26 de septiembre de 2016
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veo que las críticas se dividen entre el entusiasmo y el "no es para tanto". Algo así sucedió con "La isla mínima".
Yo entonces me posicioné con los segundos, y ahora también, siendo esta peli, además, algo inferior a la anterior de Rodríguez.
La peli es interesante, en términos generales entretiene, pero le pongo 2 peros:
1º.- El más comentado, la peli se pierde por momentos, se enreda innecesariamente. Le faltan elipsis y le sobran 20 minutos. Hay personajes sin interés que debían , o no aparecer, o hacerlo menos.
2º.- En esto creo estar más en minoría, la música. Me parece excesiva esa música rock que suena repetitivamente, especialmente en la primera hora de peli.
Creo que es algo además fundamental en el tono de la peli, y lo es para mal; una música más suave le habría ido mejor al relato. En Hollywood ponen esas músicas cuando hay persecuciones, aquí cuando alguien entra en un despacho.
Sobre las interpretaciones, Fernández muy bien como siempre, pero no hay que olvidar a Carlos Santos como Roldán, creo que también muy bien.
Los demás bien, pero exceptúo a Gutiérrez Caba, que lleva años recibiendo elogios por hacer de Gutiérrez Caba; desde "La comunidad" siempre los mismos gestos.
Si la veo algo inferior a "La isla mínima" es porque le faltan momentos de subidón, que aquella tenía cuando se tocaba el franquismo y se metía entre los protagonistas.
Yo entonces me posicioné con los segundos, y ahora también, siendo esta peli, además, algo inferior a la anterior de Rodríguez.
La peli es interesante, en términos generales entretiene, pero le pongo 2 peros:
1º.- El más comentado, la peli se pierde por momentos, se enreda innecesariamente. Le faltan elipsis y le sobran 20 minutos. Hay personajes sin interés que debían , o no aparecer, o hacerlo menos.
2º.- En esto creo estar más en minoría, la música. Me parece excesiva esa música rock que suena repetitivamente, especialmente en la primera hora de peli.
Creo que es algo además fundamental en el tono de la peli, y lo es para mal; una música más suave le habría ido mejor al relato. En Hollywood ponen esas músicas cuando hay persecuciones, aquí cuando alguien entra en un despacho.
Sobre las interpretaciones, Fernández muy bien como siempre, pero no hay que olvidar a Carlos Santos como Roldán, creo que también muy bien.
Los demás bien, pero exceptúo a Gutiérrez Caba, que lleva años recibiendo elogios por hacer de Gutiérrez Caba; desde "La comunidad" siempre los mismos gestos.
Si la veo algo inferior a "La isla mínima" es porque le faltan momentos de subidón, que aquella tenía cuando se tocaba el franquismo y se metía entre los protagonistas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me sobran el italiano y el belga (Casturelli y Pinon, o algo así); debieron eliminarse o recortarse, y, en el caso de mantenerse, no mostrarles con ese aspecto cómico absurdo que repele.
El ejemplo más claro es la muerte del belga; o nos dicen que apareció muerto, o como mucho nos lo enseñan muerto. Sobra totalmente esa llamada de teléfono.
Son personajes que no interesan; sin embargo hubieran tenido más interés más apariciones de personajes conocidos (quizás más de Rafael Vera, etc).
El ejemplo más claro es la muerte del belga; o nos dicen que apareció muerto, o como mucho nos lo enseñan muerto. Sobra totalmente esa llamada de teléfono.
Son personajes que no interesan; sin embargo hubieran tenido más interés más apariciones de personajes conocidos (quizás más de Rafael Vera, etc).
23 de enero de 2017
23 de enero de 2017
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando empecé a verla no esperaba nada, y me encontré con un triller, muy bien elaborado donde todo se administra con seguridad y buen hacer.
Una historia redonda, muy bien contada, con ejecución necesariamente fría, que va desgranando la complejidad de traiciones y engaños; dejando al descubierto la gran miseria que esconden ciertos políticos, como ejecutores de un poder que entregan, sin demasiados escrúpulos.
"Magnífica película, pese a José Coronado, que nuevamente se nos muestra como actor de muy limitado talento"
Un 7
Una historia redonda, muy bien contada, con ejecución necesariamente fría, que va desgranando la complejidad de traiciones y engaños; dejando al descubierto la gran miseria que esconden ciertos políticos, como ejecutores de un poder que entregan, sin demasiados escrúpulos.
"Magnífica película, pese a José Coronado, que nuevamente se nos muestra como actor de muy limitado talento"
Un 7
24 de septiembre de 2016
24 de septiembre de 2016
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puedes renegar de tu familia, sentir desprecio por ella, pero no podrás borrar jamás que es tu propia familia. España, país de putas, trileros, compadres, gitanos, payos, vendedores, viciosos, camellos, listos de tres al cuarto, enchufados, niñatos, extranjeros, delincuentes sin rejas y abogados a medio titular. España, país de terrazas, alegría, belleza en quince tonos de piel, imbéciles no somos —otra cosa será el fin que buscamos—, España de idealistas, de niños bien que cagan arte exquisito. España, país donde el maricón se siente libre, donde existe cierta permeabilidad entre clases, donde cada mendigo tiene derecho a su borrachera diaria para olvidarse a sí mismo. España, país de ladrones, de remiendos sobre las coderas de las chaquetas, de puños en alto aburguesados. España. Mi España. Tu España. Nuestra España.
Así es que ya va siendo hora de que le pongas acento de aquí (español, a secas) al cine que siempre has envidiado, hecho en algún lugar lejano y que a buen seguro comenzaste a ver doblado. Esto —antes— era una panda de niños de biblioteca y “moernas” bien vendidas. Ya, ya era hora que el tipo listo de la biblioteca bajase a la esquina a pillar, a timar al camello, a quedarse con un pelotazo de felicidad. A mezclarse con los de su edad y confundirse entre los de su talento. A hablar de cosas de verdad, de las que nos definen a todos y cada uno de nosotros. Esto no será jamás una democracia, ni será nunca un país de pelotas heladas a lo escandinavo ni tampoco una jaula de grillos en silencio afrancesado. Tampoco vestiremos tan horteras como el buen borracho inglés ni follaremos como dicen que dicen que folla la retórica del italiano. Tampoco haremos coches tan buenos como la industria automovilística germana solía hacer ni iremos sobreviviendo por todo el mundo tan bien como lo han hecho siempre los irlandeses. Pero esto —algún día y de alguna irreprochable manera— terminará por ser un país, con la falta de decencia que tanto nos caracteriza, sí, pero un país.
Para ello es necesario que en la pantalla los niños vean de qué materia estamos hechos realmente y necesitamos para ese fin que los carniceros de la realidad descuarticen en escenas y películas veraces cada uno de los entresijos que nos forman. Y nos ayuden a entendernos de puertas para adentro, y ese camino no nos lo van a marcar únicamente el niño "pijales" que se va a Tokio o a Brooklyn a hacer nuevos amigos. No, ese niño privilegiado sólo le pondrá la guinda al trasto. Las verdades —únicamente por si a alguien le interesa la verdad— nos las irán contando los que se mezclan con los dos o tres que manejan el cotarro nacional, bajan a buscar su dosis en la esquina, se sientan en la mesa con políticos tramposos, huelen en su cama el rastro que dejan las imponentes mujeres de aquí y forman obras de verdad que definen un país tan complejo como su propia historia. Hay camino, señores, y se está haciendo al caminar.
Son los párrafos que nos dejan las maneras con las que Alberto Rodríguez proyecta en la pantalla su última película. El guión, que firma con Rafael Cobos como viene siendo habitual, presenta una precisión y una coherencia dignas de elogio. Pero si en algo destaca “El hombre de las mil caras” es en su ritmo, que recuerda por momentos a los primeros y magníficos largometrajes de Guy Ritchie, aunque haciéndolo a través de una trama de espionaje con un trasfondo político bastante conocido de los años noventa, dándole de este modo una vuelta de tuerca más que interesante al género del thriller sin perder ni un ápice de rigor ni de seriedad en ningún momento. Por si fuese poco, se ver caer continuas pinceladas de humor sobre el metraje. La narración en off de Jesús Camoes (un más que correcto José Coronado) sirve de timón para agilizar lo enrevesado de ciertas partes del guión, desvelando las cartas en algunas —que no todas— las ocasiones. Solvencia “in crescendo” para Carlos Santos en un papel con un riesgo elevado; impasible, tenaz y sobrio Eduard Fernández, suficiente Marta Etura y breve debut del aura de Alba Galocha.
Por lo tanto, parece seguir con paso firme su carrera Alberto Rodríguez, referente ya de esa corriente de género que tan bien han ido defendiendo a lo largo de los últimos años el ecléctico Mariano Barroso, el infravalorado Jorge Sánchez-Cabezudo, el gran Enrique Urbizu y, muy recientemente, el prometedor Raúl Arévalo.
Así es que ya va siendo hora de que le pongas acento de aquí (español, a secas) al cine que siempre has envidiado, hecho en algún lugar lejano y que a buen seguro comenzaste a ver doblado. Esto —antes— era una panda de niños de biblioteca y “moernas” bien vendidas. Ya, ya era hora que el tipo listo de la biblioteca bajase a la esquina a pillar, a timar al camello, a quedarse con un pelotazo de felicidad. A mezclarse con los de su edad y confundirse entre los de su talento. A hablar de cosas de verdad, de las que nos definen a todos y cada uno de nosotros. Esto no será jamás una democracia, ni será nunca un país de pelotas heladas a lo escandinavo ni tampoco una jaula de grillos en silencio afrancesado. Tampoco vestiremos tan horteras como el buen borracho inglés ni follaremos como dicen que dicen que folla la retórica del italiano. Tampoco haremos coches tan buenos como la industria automovilística germana solía hacer ni iremos sobreviviendo por todo el mundo tan bien como lo han hecho siempre los irlandeses. Pero esto —algún día y de alguna irreprochable manera— terminará por ser un país, con la falta de decencia que tanto nos caracteriza, sí, pero un país.
Para ello es necesario que en la pantalla los niños vean de qué materia estamos hechos realmente y necesitamos para ese fin que los carniceros de la realidad descuarticen en escenas y películas veraces cada uno de los entresijos que nos forman. Y nos ayuden a entendernos de puertas para adentro, y ese camino no nos lo van a marcar únicamente el niño "pijales" que se va a Tokio o a Brooklyn a hacer nuevos amigos. No, ese niño privilegiado sólo le pondrá la guinda al trasto. Las verdades —únicamente por si a alguien le interesa la verdad— nos las irán contando los que se mezclan con los dos o tres que manejan el cotarro nacional, bajan a buscar su dosis en la esquina, se sientan en la mesa con políticos tramposos, huelen en su cama el rastro que dejan las imponentes mujeres de aquí y forman obras de verdad que definen un país tan complejo como su propia historia. Hay camino, señores, y se está haciendo al caminar.
Son los párrafos que nos dejan las maneras con las que Alberto Rodríguez proyecta en la pantalla su última película. El guión, que firma con Rafael Cobos como viene siendo habitual, presenta una precisión y una coherencia dignas de elogio. Pero si en algo destaca “El hombre de las mil caras” es en su ritmo, que recuerda por momentos a los primeros y magníficos largometrajes de Guy Ritchie, aunque haciéndolo a través de una trama de espionaje con un trasfondo político bastante conocido de los años noventa, dándole de este modo una vuelta de tuerca más que interesante al género del thriller sin perder ni un ápice de rigor ni de seriedad en ningún momento. Por si fuese poco, se ver caer continuas pinceladas de humor sobre el metraje. La narración en off de Jesús Camoes (un más que correcto José Coronado) sirve de timón para agilizar lo enrevesado de ciertas partes del guión, desvelando las cartas en algunas —que no todas— las ocasiones. Solvencia “in crescendo” para Carlos Santos en un papel con un riesgo elevado; impasible, tenaz y sobrio Eduard Fernández, suficiente Marta Etura y breve debut del aura de Alba Galocha.
Por lo tanto, parece seguir con paso firme su carrera Alberto Rodríguez, referente ya de esa corriente de género que tan bien han ido defendiendo a lo largo de los últimos años el ecléctico Mariano Barroso, el infravalorado Jorge Sánchez-Cabezudo, el gran Enrique Urbizu y, muy recientemente, el prometedor Raúl Arévalo.
25 de septiembre de 2016
25 de septiembre de 2016
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran film. En la mejor línea del hiperrealismo social-político español pero con superiores dosis de elegancia y glamour, en línea, por supuesto, del personaje que retratan;el cual es bordado por un gran Eduard Hernández con la naturalidad de la que él solo es capaz -ya era hora que Eduard volviera por sus fueros despúes de toda una retahila de papeles insulsos que le ha tocado interpretar estos últimos años.
Muy buena actuación también del eficaz e incombustible Coronado.
Muy buen pulso narrativo, acaso excesivamente detallista, pero el marco y las localizaciones justifican alguna pausa o detemiento excesivo. Pero insisto, se trata de hiperrealismo, donde el cine español siempre ha logrado sus más elevadas cotas.
Muy buena actuación también del eficaz e incombustible Coronado.
Muy buen pulso narrativo, acaso excesivamente detallista, pero el marco y las localizaciones justifican alguna pausa o detemiento excesivo. Pero insisto, se trata de hiperrealismo, donde el cine español siempre ha logrado sus más elevadas cotas.
26 de septiembre de 2016
26 de septiembre de 2016
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un biopic más que una película y más un reportaje que una historia. Un mismo ritmo, algo anodino pero apresurado, se mantiene durante todo el filme y tampoco me gusta demasiado. Es muy interesante el personaje y lo mismo la historia y creo que se les podía haber sacado más partido. Todo esto a pesar de que hay varias interpretaciones muy destacables. El buen Coronado se ve empequeñecido por el gran Fernández, uno de los mejores actores españoles desde hace ya bastantes años. Etura también lo borda, siempre se lo curra. También secundarios de lujo. Se nota que hay presupuesto y no se puede decir que ni fotografía, ni música ni nada esté fuera de tono, pero me parece que es precisamente lo que le falta a esta película, tono. Dado el asunto que trata la película me debería enganchar desde el principio y tenerme agarrado, pero no lo hace. A veces resulta tan falsa como el protagonista. Quizá es que desde el principio me indigna que la pasta que se reparte toda esta gentuza también salía de mi bolsillo.
Si a un español la película no le engancha, usted me contará a un extranjero, así que creo que no se venderá muy bien afuera.
En resumen, un Fernández/Paesa para la historia y poco más.
Si a un español la película no le engancha, usted me contará a un extranjero, así que creo que no se venderá muy bien afuera.
En resumen, un Fernández/Paesa para la historia y poco más.
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