La vida secreta de las palabras
Drama. Romance
En una plataforma petrolífera, aislada en medio del mar, donde sólo trabajan hombres, ha ocurrido un accidente. Una mujer solitaria y enigmática que intenta huir de su pasado (Sarah Polley) va hasta allí para cuidar de un hombre (Tim Robbins) que se ha quedado temporalmente ciego. Entre ambos nace una extraña intimidad, llena de secretos, verdades, mentiras, humor y dolor. Ninguno saldrá indemne de esta relación que marcará sus vidas ... [+]
16 de marzo de 2009
16 de marzo de 2009
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
En ocasiones no tenemos ojos, pero eso no es un impedimento para comunicarnos. cuando perdemos la mirada, cuando no encontramos el punto de fuga en el horizonte, nos quedan las palabras. Todo su contenido será nuestro discurso, las utilizamos del modo que nos interesa, con ellas podemos mentir, falsear, mostrar facetas inexistentes... esto es algo que no se hace cuando te privan de la visión, una palabra se vuelve tan sincera como un silencio, te permiten expresar lo que no sabes si los demás ven de ti, porque has perdido la capacidad de observar.
Las palabras que te dicen en la oscuridad, son pequeños puntos de apoyo que te marcan un camino, es decisión propia seguirlo, cerrar los ojos y escuchar. En ocasiones sólo se reciben silencios ante las palabras. Cada silencio tiene su propio significado, más bello y tortuoso que cualquier conjunto de frases estudiadas y dichas en el momento adecuado.
Porque privarte del mundo no es una solución, las palabras no son falsedades y las personas no somos títeres, pese a danzar siempre juntos estos conceptos.
Ella no quiere hablar, él necesita decirlo todo. Ella ve lo que él se está perdiendo y no lo quiere soportar durante mucho tiempo, pero no se da cuenta de todo lo que le está aportando. Él quiere dar todo lo que pueda, habla y habla, utiliza las palabras porque es lo que le queda.
Y llega el momento en que comparten demasiado, eso lleva demasiadas veces a un adiós no controlado, uno que ninguno de los dos en realidad quiere, pero ella huye, no quiere sufrimiento, y él busca la comprensión, lo poco que le ha quedado de ella es suficiente para
necesitar más.
Siempre hay alguien que no se debe dar por vencido, porque las palabras son un transcurso de sentimientos, las puedes utilizar desde la sinceridad y mostrar el mundo, desde estos ojos que no ven, pero sí sienten.
Porque hay palabras como soledad, rechazo, que las adaptamos a nuestra historia, las profundizamos para que nos dejen esa huella imborrable y existen otras como ilusión, esperanza, que nunca conocemos del todo su significado, que las apreciamos como únicas, al
mismo tiempo que no sabemos mantenerlas en nuestros labios demasiado tiempo.
El diccionario les mantiene un significado común, somos nosotros quienes las utilizamos para expresarnos, sólo de nosotros depende que exista algo detrás de ellas.
Hasta que encuentre esa mirada, hasta que localice el modo de curar mis ojos y disfrutar de quien tengo enfrente en silencio, mis palabras siempre serán subjetivas, mostrarán quien soy y no quien miente. Por todo lo que se queda sin comentar, por todo lo que se habla de más, por eso defenderé mis palabras como propias.
Las palabras que te dicen en la oscuridad, son pequeños puntos de apoyo que te marcan un camino, es decisión propia seguirlo, cerrar los ojos y escuchar. En ocasiones sólo se reciben silencios ante las palabras. Cada silencio tiene su propio significado, más bello y tortuoso que cualquier conjunto de frases estudiadas y dichas en el momento adecuado.
Porque privarte del mundo no es una solución, las palabras no son falsedades y las personas no somos títeres, pese a danzar siempre juntos estos conceptos.
Ella no quiere hablar, él necesita decirlo todo. Ella ve lo que él se está perdiendo y no lo quiere soportar durante mucho tiempo, pero no se da cuenta de todo lo que le está aportando. Él quiere dar todo lo que pueda, habla y habla, utiliza las palabras porque es lo que le queda.
Y llega el momento en que comparten demasiado, eso lleva demasiadas veces a un adiós no controlado, uno que ninguno de los dos en realidad quiere, pero ella huye, no quiere sufrimiento, y él busca la comprensión, lo poco que le ha quedado de ella es suficiente para
necesitar más.
Siempre hay alguien que no se debe dar por vencido, porque las palabras son un transcurso de sentimientos, las puedes utilizar desde la sinceridad y mostrar el mundo, desde estos ojos que no ven, pero sí sienten.
Porque hay palabras como soledad, rechazo, que las adaptamos a nuestra historia, las profundizamos para que nos dejen esa huella imborrable y existen otras como ilusión, esperanza, que nunca conocemos del todo su significado, que las apreciamos como únicas, al
mismo tiempo que no sabemos mantenerlas en nuestros labios demasiado tiempo.
El diccionario les mantiene un significado común, somos nosotros quienes las utilizamos para expresarnos, sólo de nosotros depende que exista algo detrás de ellas.
Hasta que encuentre esa mirada, hasta que localice el modo de curar mis ojos y disfrutar de quien tengo enfrente en silencio, mis palabras siempre serán subjetivas, mostrarán quien soy y no quien miente. Por todo lo que se queda sin comentar, por todo lo que se habla de más, por eso defenderé mis palabras como propias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Porque me dijeron: ¿quién te ha dicho que me vaya a ir de ti? y ahora he tenido que decir: hasta pronto. El adiós es una palabra que no concibo como propia.
La vida está llena de palabras que esconden secretos. Las palabras son mi secreto más preciado, que contigo pienso compartir.
Un día abriré los ojos y veré a quien tengo enfrente, no necesito que sea mañana, sólo necesito un hasta pronto, porque veo que lo abstracto es necesario, lo sencillo es opuesto, los abrazos que se escriben se pueden robar y las palabras que comparto ahora son un torrente sin camino, pero nunca serán polvo elevado del suelo. Por eso al final ellos dos se comprenden, porque el silencio y las palabras siempre irán juntos, y lo digo sin ojos, porque me ha tocado por un momento ser él, cuando siempre he sido ella... así que valiente, seamos todos él, sintamos como ella y volvamos a sonreírle a las casualidades, las que llenan mis palabras de mi misma.
La vida está llena de palabras que esconden secretos. Las palabras son mi secreto más preciado, que contigo pienso compartir.
Un día abriré los ojos y veré a quien tengo enfrente, no necesito que sea mañana, sólo necesito un hasta pronto, porque veo que lo abstracto es necesario, lo sencillo es opuesto, los abrazos que se escriben se pueden robar y las palabras que comparto ahora son un torrente sin camino, pero nunca serán polvo elevado del suelo. Por eso al final ellos dos se comprenden, porque el silencio y las palabras siempre irán juntos, y lo digo sin ojos, porque me ha tocado por un momento ser él, cuando siempre he sido ella... así que valiente, seamos todos él, sintamos como ella y volvamos a sonreírle a las casualidades, las que llenan mis palabras de mi misma.
15 de abril de 2007
15 de abril de 2007
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo inexplicable tiene esta película, que hace que no puedas olvidarla fácilmente. Tal vez sea que la protagonista se ha metido en su papel de tal modo que puedes sentir todas sus emociones como si fueran propias. Ella brilla con luz propia y da a su personaje una dimensión que, como sugiere el título, va muchísimo más allá de las palabras.
De hecho, las palabras son parcas y los diálogos se reducen al mínimo (exceptuando a un Tim Robbins más parlanchín). Sin embargo, todo derrocha elocuencia. Cualquier plano que sale, cualquier escena nos cuenta una historia basada más en lo que se calla que en lo que se revela.
La fotografía es hermosa y sosegada, ofrece una sensación de infinito y de soledad dolorosa. La soledad a la que muchos se enfrentan, bien sea voluntaria o involuntariamente.
Sí, el ritmo es lento, de acuerdo, pero no creo que le reste belleza y le aporta una suave delicadeza, una cadencia acorde con esa paz interior que todos luchan por alcanzar sin terminar de conseguirlo.
Hasta que, de repente, todo ese aparente sosiego se quiebra en alguna ocasión y te sorprendes a ti mismo con el corazón en un puño.
Se consigue que compartamos los dolores, las pequeñas alegrías, los momentos intrascendentes y los trascendentes.
Aparte de Sarah Polley (genial) y de Tim Robbins (correcto, pero bueno, su papel no daba para mucho más), los demás personajes se diluyen en las nieblas de su propio ostracismo.
Si quieren ver una película intimista, de ritmo pausado, muy dolorosa y con un duro mensaje subyacente, ésta es la suya.
La recomiendo para todos los que sean capaces de disfrutar de una película lenta pero HERMOSA. Aquí no hay persecuciones alocadas, ni tiros, ni diálogos desternillantes, no se acude a la risa fácil ni a la sensiblería facilona.
Si tiene algún fallo de consideración, que alguno tendrá, yo no he sabido captarlo (exceptuando alguna mediocre y prescindible actuación de algún personaje secundario). Pero los defectos que tenga son también necesarios para lograr que esta película sea tan especial.
De hecho, las palabras son parcas y los diálogos se reducen al mínimo (exceptuando a un Tim Robbins más parlanchín). Sin embargo, todo derrocha elocuencia. Cualquier plano que sale, cualquier escena nos cuenta una historia basada más en lo que se calla que en lo que se revela.
La fotografía es hermosa y sosegada, ofrece una sensación de infinito y de soledad dolorosa. La soledad a la que muchos se enfrentan, bien sea voluntaria o involuntariamente.
Sí, el ritmo es lento, de acuerdo, pero no creo que le reste belleza y le aporta una suave delicadeza, una cadencia acorde con esa paz interior que todos luchan por alcanzar sin terminar de conseguirlo.
Hasta que, de repente, todo ese aparente sosiego se quiebra en alguna ocasión y te sorprendes a ti mismo con el corazón en un puño.
Se consigue que compartamos los dolores, las pequeñas alegrías, los momentos intrascendentes y los trascendentes.
Aparte de Sarah Polley (genial) y de Tim Robbins (correcto, pero bueno, su papel no daba para mucho más), los demás personajes se diluyen en las nieblas de su propio ostracismo.
Si quieren ver una película intimista, de ritmo pausado, muy dolorosa y con un duro mensaje subyacente, ésta es la suya.
La recomiendo para todos los que sean capaces de disfrutar de una película lenta pero HERMOSA. Aquí no hay persecuciones alocadas, ni tiros, ni diálogos desternillantes, no se acude a la risa fácil ni a la sensiblería facilona.
Si tiene algún fallo de consideración, que alguno tendrá, yo no he sabido captarlo (exceptuando alguna mediocre y prescindible actuación de algún personaje secundario). Pero los defectos que tenga son también necesarios para lograr que esta película sea tan especial.
13 de marzo de 2007
13 de marzo de 2007
23 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fui con grandes expectativas a ver La Vida Secreta de las Palabras. A los cinco minutos ya estaba fuera de la película. En el momento cumbre estaba ausente. Y al final no sabía si sentirme ofendido, cabreado o estafado.
El gran problema es, como siempre, el guión. En primer lugar, el personaje protagonista no actúa como debiera (creo conocer bien la psicología del tímido), sino como le resulta conveniente a la guionista. Mal, Isabel , mal. Si una persona es tan introvertida como la retratas, dudo mucho que se levante a hablar con la persona de la mesa de al lado, y de hacerlo tardará bastante o se quedará pensando un buen rato si debía haberlo hecho o no (y ya puestos, mejor que mandarla a una plataforma petrolera con un enfermo, ¿por qué no hacerlo a una abadía sadomasoquista o la casa de un psicópata? Hubiera salido una película más divertida). Llegamos a la plataforma, habitada por una banda de secundarios definidos a brochazo limpio (salvo un par de toques politicamente correctos). Todo ello aderezado por los inacabables diálogos entre Sarah Polley y Tim Robbins (aburridos incluso en los momentos cumbres), la presencia de Javier Cámara (en el papel de Javier Cámara, el único secundario que está algo esbozado, no mucho, pero algo) y unos interludios poético musicales a los que solo les falta el cartel de ¿Te gusta conducir?
Sobre el tercio final, qué decir (aparte de que el amigo con el que fui estaba completamente dormido). Manipulador hasta decir basta, con un final que hace que la cosa remonte algo el vuelo (no mucho, pero algo). Y no me olvido de ese toque cursilón de la voz en off, pero me parece que tampoco merece mucho más comentario.
El gran problema es, como siempre, el guión. En primer lugar, el personaje protagonista no actúa como debiera (creo conocer bien la psicología del tímido), sino como le resulta conveniente a la guionista. Mal, Isabel , mal. Si una persona es tan introvertida como la retratas, dudo mucho que se levante a hablar con la persona de la mesa de al lado, y de hacerlo tardará bastante o se quedará pensando un buen rato si debía haberlo hecho o no (y ya puestos, mejor que mandarla a una plataforma petrolera con un enfermo, ¿por qué no hacerlo a una abadía sadomasoquista o la casa de un psicópata? Hubiera salido una película más divertida). Llegamos a la plataforma, habitada por una banda de secundarios definidos a brochazo limpio (salvo un par de toques politicamente correctos). Todo ello aderezado por los inacabables diálogos entre Sarah Polley y Tim Robbins (aburridos incluso en los momentos cumbres), la presencia de Javier Cámara (en el papel de Javier Cámara, el único secundario que está algo esbozado, no mucho, pero algo) y unos interludios poético musicales a los que solo les falta el cartel de ¿Te gusta conducir?
Sobre el tercio final, qué decir (aparte de que el amigo con el que fui estaba completamente dormido). Manipulador hasta decir basta, con un final que hace que la cosa remonte algo el vuelo (no mucho, pero algo). Y no me olvido de ese toque cursilón de la voz en off, pero me parece que tampoco merece mucho más comentario.
6 de mayo de 2006
6 de mayo de 2006
18 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quinto largo de Isabel Coixet, escrito y dirigido por ella. Se rodó en España (Navalcarnero) e Irlanda, entre el 8/XI y el 22/XII de 2004, con un presupuesto de 5 M dólares. Nominada a 5 Goya, ganó 4. Obtuvo otros 6 premios y otras 4 nominaciones. Producida por El Deseo, se estrenó el 21-X-2005.
La acción tiene lugar en la plataforma petrolífera Genefke, del Mar del Norte, que ha sufrido un accidente con daños personales. Narra la historia de Hanna (Sarah Polley), de unos 25 años, que trabaja en una empresa de transformados plásticos desde hace unos 2 años, sin bajas por enfermedad y sin vacaciones. El director le impone 30 días de vacaciones, que ella aprovecha para cuidar a un herido, Josef (Tim Robbins), en la plataforma petrolífera.
Hanna es una mujer joven, frágil, silenciosa, solitaria y extraña. Su vida encierra una profunda desolación, que afronta recurriendo al olvido, al silencio y al trabajo. Habla poco, porque algunas voces (la de su madre) le recuerdan el pasado y porque no quiere compartir su intimidad. El trabajo la ayuda a olvidar y a huir de si misma. Las vacaciones impuestas la mueven a aceptar un trabajo que no quiere nadie. La ceguera de Josef, el interés de éste por ella, el aislamiento en un lugar semiabandonado y aislado, crean un clima propicio para la confidencia, que la lleva a sincerarse por descuido. Él no la conoce visualmente y no sabrá dónde encontrarla, por lo que no se volverán a ver. Pero el amor es perspicaz, persistente y poderoso. Su presencia hace soportable el dolor y puede curarlo. La voz de una niña que hace las veces de narradora, introduciendo y cerrando el film, aporta un elemento de misterio. ¿Es la hija de Hanna que no nació? ¿Es la hija que nació, pero murió a causa de la guerra? ¿Es un recurso que Hanna emplea para explicarse ante el espectador y ante ella misma? ¿Es la encarnación del amor?
La música recopila canciones de diversas épocas, coherentes con las incidencias de la acción. "La dolce vita", de Ryan Paris, con el reclamo de una palabra de amor, enmarca el inicio de una escena de confidencias. La fotografía cuida con esmero encuadre, dibujo, color y claroscuros. El guión, escrito con admirable pasión por la palabra, sitúa la acción en un mundo aislado, melancólico y opresivo. En éste, el silencio evasivo de Hanna se da cita con la ceguera temporal de Josef y su postración en la cama. La plataforma recuerda la de "Rompiendo las olas" (1996), de Trier. El nombre de la plataforma es el del fundador de IRCT, una ONG de apoyo a las víctimas de torturas. La interpretación de Robbins es magnífica y la de Sarah Polley es excelente en un papel escrito para ella. Destaca Javier Cámara, el cocinero Simón. La dirección construye una narración intimista, intensa y vigorosa, en la que la expresión corporal acompaña una soberbia economía de la palabra.
Singular historia de amor y oportuna afirmación del poder de la palabra. Una mentira de palabra puede contener casi toda la verdad.
La acción tiene lugar en la plataforma petrolífera Genefke, del Mar del Norte, que ha sufrido un accidente con daños personales. Narra la historia de Hanna (Sarah Polley), de unos 25 años, que trabaja en una empresa de transformados plásticos desde hace unos 2 años, sin bajas por enfermedad y sin vacaciones. El director le impone 30 días de vacaciones, que ella aprovecha para cuidar a un herido, Josef (Tim Robbins), en la plataforma petrolífera.
Hanna es una mujer joven, frágil, silenciosa, solitaria y extraña. Su vida encierra una profunda desolación, que afronta recurriendo al olvido, al silencio y al trabajo. Habla poco, porque algunas voces (la de su madre) le recuerdan el pasado y porque no quiere compartir su intimidad. El trabajo la ayuda a olvidar y a huir de si misma. Las vacaciones impuestas la mueven a aceptar un trabajo que no quiere nadie. La ceguera de Josef, el interés de éste por ella, el aislamiento en un lugar semiabandonado y aislado, crean un clima propicio para la confidencia, que la lleva a sincerarse por descuido. Él no la conoce visualmente y no sabrá dónde encontrarla, por lo que no se volverán a ver. Pero el amor es perspicaz, persistente y poderoso. Su presencia hace soportable el dolor y puede curarlo. La voz de una niña que hace las veces de narradora, introduciendo y cerrando el film, aporta un elemento de misterio. ¿Es la hija de Hanna que no nació? ¿Es la hija que nació, pero murió a causa de la guerra? ¿Es un recurso que Hanna emplea para explicarse ante el espectador y ante ella misma? ¿Es la encarnación del amor?
La música recopila canciones de diversas épocas, coherentes con las incidencias de la acción. "La dolce vita", de Ryan Paris, con el reclamo de una palabra de amor, enmarca el inicio de una escena de confidencias. La fotografía cuida con esmero encuadre, dibujo, color y claroscuros. El guión, escrito con admirable pasión por la palabra, sitúa la acción en un mundo aislado, melancólico y opresivo. En éste, el silencio evasivo de Hanna se da cita con la ceguera temporal de Josef y su postración en la cama. La plataforma recuerda la de "Rompiendo las olas" (1996), de Trier. El nombre de la plataforma es el del fundador de IRCT, una ONG de apoyo a las víctimas de torturas. La interpretación de Robbins es magnífica y la de Sarah Polley es excelente en un papel escrito para ella. Destaca Javier Cámara, el cocinero Simón. La dirección construye una narración intimista, intensa y vigorosa, en la que la expresión corporal acompaña una soberbia economía de la palabra.
Singular historia de amor y oportuna afirmación del poder de la palabra. Una mentira de palabra puede contener casi toda la verdad.
12 de junio de 2006
12 de junio de 2006
16 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta Coixet (la directora, la persona me da grima), me gusta cómo comienza sus películas, cómo nos va descubriendo poquito a poco a sus enigmáticos personajes. Sin embargo, en esta ocasión no sabe remachar bien, las pretensiones se le van de las manos. Me gustó más el silencioso comienzo que la parte intimista y discursiva, en la que todo está tan milimétricamente calculado que resulta artificial, aunque algunos momentos me llegaron hondo.
De la parte final sobra completamente la reunión con Julie Christie (ver SPOILER). También cambiaría alguna de las canciones que ha elegido como acompañamiento musical en este tramo.
Los actores se merecen todos los elogios.
De la parte final sobra completamente la reunión con Julie Christie (ver SPOILER). También cambiaría alguna de las canciones que ha elegido como acompañamiento musical en este tramo.
Los actores se merecen todos los elogios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Podría haber sugerido de otra forma que el pasado de la chica es aún más tormentoso de lo que nos había desvelado hasta el momento.
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