Dolor y gloria
2019 

6.8
32,488
Drama
Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única ... [+]
1 de abril de 2019
1 de abril de 2019
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Julieta se caracterizaba por un Almodóvar contenido, podría decirse que Dolor y gloria es el Almodóvar controlado. El cineasta ha llegado a un punto en su carrera en el que ya no necesita reprimir sus excesos y pasiones en el cine, sino que sabe dosificarlos en las cantidades justas. En esta película la emoción fluye sin necesidad de demasiado artificio. Y eso que volvemos a encontrar la comedia y también el melodrama en esta nueva entrega, pero sin que fagociten el ritmo ni la trama principal, sin ese secundario gracioso que le coma la tostada al protagonista en escenas clave.
Esta película supone las mayores cuotas de refinamiento que el estilo de Almodóvar haya alcanzado nunca, tanto a nivel narrativo, como estético o escénico. Además, tal parece que se trata de su obra más personal, pues el protagonista es un director que ha de hacer frente a los dolores, físicos y anímicos, de la vejez que llama a la puerta. Tanto con medicamentos, tanto con heroína, cuya preparación y efecto, finalmente, vemos que no se diferencian tanto para él.
Inevitablemente, en su última oportunidad para preservar su madurez dejando echar a volar, libre, el recuerdo de su juventud, el hombre se pierde en asuntos del pasado aún pendientes: un actor con quien ha de hacer las paces, un antiguo amor que ha de superar, el dolor de la ausencia de una madre que ha de aceptar y el primer deseo en forma de hombre desnudo, en una secuencia magnífica. Estos tres puntos, cine, hombres y madre, santísima trinidad de la pasión del protagonista. se van entrelazando de manera sutil, casi sin que nos demos cuenta que forman tres historias independientes. No en vano, las tres vienen y se van constantemente, al igual que en la mente de su protagonista. Al igual, por tanto, que el Almodóvar público que conocemos.
Aunque él representa el paradigma de la figura del cineasta mediático, autor y realizador en la misma persona, casi siempre se alaba al Almodóvar guionista en dentrimento del igualmente excelso Almodóvar director. Dolor y gloria quizás sea, junto con La mala educación, donde su puesta en escena cobra mayor importancia. Si en esta última descubríamos a mitad de película que los flashbacks eran parte de un rodaje, en Dolor y gloria ocurre algo parecido. Además, gran parte de la película se construye en torno a la restauración de una antigua obra en la Filmoteca y la organización del evento.
El metacine es un recurso arriesgado que puede hacer que el público pierda el hilo o el interés, o peor aún, que vean las costuras del truco. Es por ello que sólo quien conoce y quien ama el cine, es decir, aquel que se fija con pasión en el mínimo detalle de su día a día, es capaz de hacerlo de manera magistral: Fellini en Ocho y medio, Truffaut en La noche americana, Wilder en Fedora, Godard en El desprecio, Kiarostami en El viento nos llevará... y Almodóvar. El manchego ya lo ha hecho en muchas ocasiones, más de las que el imaginario popular recuerda: el casting al comienzo de La ley del deseo, el doblaje de Mujeres al borde de un ataque de nervios, Victoria Abril ahorcando a la muerte en Átame, El amante menguante, La visita, Chicas y maletas... Cuando vuelve a abordar el tema en Dolor y gloria, tanto en torno a la restauración de Sabor como el rodaje de El primer deseo, películas dirigidas por el protagonista, la técnica mostrada vuelve a ser magistral.
Esta película supone las mayores cuotas de refinamiento que el estilo de Almodóvar haya alcanzado nunca, tanto a nivel narrativo, como estético o escénico. Además, tal parece que se trata de su obra más personal, pues el protagonista es un director que ha de hacer frente a los dolores, físicos y anímicos, de la vejez que llama a la puerta. Tanto con medicamentos, tanto con heroína, cuya preparación y efecto, finalmente, vemos que no se diferencian tanto para él.
Inevitablemente, en su última oportunidad para preservar su madurez dejando echar a volar, libre, el recuerdo de su juventud, el hombre se pierde en asuntos del pasado aún pendientes: un actor con quien ha de hacer las paces, un antiguo amor que ha de superar, el dolor de la ausencia de una madre que ha de aceptar y el primer deseo en forma de hombre desnudo, en una secuencia magnífica. Estos tres puntos, cine, hombres y madre, santísima trinidad de la pasión del protagonista. se van entrelazando de manera sutil, casi sin que nos demos cuenta que forman tres historias independientes. No en vano, las tres vienen y se van constantemente, al igual que en la mente de su protagonista. Al igual, por tanto, que el Almodóvar público que conocemos.
Aunque él representa el paradigma de la figura del cineasta mediático, autor y realizador en la misma persona, casi siempre se alaba al Almodóvar guionista en dentrimento del igualmente excelso Almodóvar director. Dolor y gloria quizás sea, junto con La mala educación, donde su puesta en escena cobra mayor importancia. Si en esta última descubríamos a mitad de película que los flashbacks eran parte de un rodaje, en Dolor y gloria ocurre algo parecido. Además, gran parte de la película se construye en torno a la restauración de una antigua obra en la Filmoteca y la organización del evento.
El metacine es un recurso arriesgado que puede hacer que el público pierda el hilo o el interés, o peor aún, que vean las costuras del truco. Es por ello que sólo quien conoce y quien ama el cine, es decir, aquel que se fija con pasión en el mínimo detalle de su día a día, es capaz de hacerlo de manera magistral: Fellini en Ocho y medio, Truffaut en La noche americana, Wilder en Fedora, Godard en El desprecio, Kiarostami en El viento nos llevará... y Almodóvar. El manchego ya lo ha hecho en muchas ocasiones, más de las que el imaginario popular recuerda: el casting al comienzo de La ley del deseo, el doblaje de Mujeres al borde de un ataque de nervios, Victoria Abril ahorcando a la muerte en Átame, El amante menguante, La visita, Chicas y maletas... Cuando vuelve a abordar el tema en Dolor y gloria, tanto en torno a la restauración de Sabor como el rodaje de El primer deseo, películas dirigidas por el protagonista, la técnica mostrada vuelve a ser magistral.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero Dolor y gloria va un paso más allá en la metanarrativa y no se contenta con el cine, pues quizás las escenas más impresionantes de la cinta corresponden a otro tipo de arte: el teatro. Tampoco es la primera vez que Almodóvar hace homenaje al arte sobre el escenario: Manuela Velasco cantando Ne me quitte pas en La ley del deseo. También Un tranvía llamado deseo en Todo sobre mi madre, donde hay un claro homenaje a Opening night de Cassavetes, que gira en torno al teatro al igual que Eva al desnudo, de donde Almodóvar tomó el título. Cafe Muller de Pina Bausch en Hable con ella y cómo no, las artes escénicas más infravaloradas de las que el director formó parte casi al mismo tiempo que el cine, si acaso incluso antes: la escena drag.
Dos momentos claves bastan para asombrarnos. El primero, un simple plano de unos niños coristas ensayando sobre el escenario. Un piano, un fondo negro y un marco rojo. Un encuadre de gran potencia visual gracias a la composición de los personajes: el cura cabizbajo ante su piano y la orientación de los niños, cantando con sus barbillas por encima de la cabeza de su maestro. Y el segundo, quizás la mejor escena de la película, Adicción, la obra de teatro representada en pantalla. Más allá del sentimiento puesto en el monólogo, este segmento está impecablemente rodado. Un hombre que no conocemos llora al escuchar el texto y el suspense invade la escena. Un hombre que es imposible no verlo cuando Almodóvar enfoca al público, como al villano de Extraños en un tren. Es en esa imagen en espejo, cuando el público del cine tenemos en la pantalla, sentados frente a nosotros al público del teatro, que Almodóvar fusiona dos artes poniendo su texto enmedio de dos patios de butacas distintos, a un lado y al otro de la pantalla.
Desde que el cine es cine, el montaje diferenció el celuloide de un simple teatro filmado cuando apareció el primer corte en una película sobre María Estuardo para no tener que cortar la cabeza a la actriz. Mucho antes de que aparecieran los movimientos de cámara que enriquecieran el arte del cinematógrafo. Sin embargo, hay cineastas que han dado saltos mortales en su carrera para filmar el teatro en el cine sin renunciar a la esencia de ambas artes. Estas dos escenas de Dolor y gloria ponen a Almodóvar a la altura de uno de sus mayores referentes, a quien ya rindió homenaje en Tacones lejanos con una mención directa a Sonata de otoño: Bergman.
El sueco se consideraba director de escena antes que cineasta. La dirección de sus actores venía fuertemente influenciada por el arte escénico, pero él mismo combinó teatro y cine de manera muy curiosa en una de sus últimas obras, En presencia de un payaso. En ella, un propietario de una sala de cine en los años 20 cree encontrar el negocio definitivo inventando el cine sonoro, pero no de la manera que creemos: tras la pantalla en la que se proyecta la película, los actores recitarán el texto actuando. Sin embargo, un incendio tiene lugar en el estreno y la sala de proyecciones se quema, por lo que los comediantes han de representar la obra de cara al público. En esta película el cine sirve como excusa para terminar valorando el teatro. En Dolor y gloria, al contrario, el teatro se utiliza como mcguffin para que el cine continúe, para desencadenar el reencuentro del hombre que llora entre el público con el protagonista, uno de los momentos más emotivos de la carrera de Almodóvar en ese rencuentro entre dos hombres que añoran un Madrid que los consumió.
hommecinema.blogspot.com
Dos momentos claves bastan para asombrarnos. El primero, un simple plano de unos niños coristas ensayando sobre el escenario. Un piano, un fondo negro y un marco rojo. Un encuadre de gran potencia visual gracias a la composición de los personajes: el cura cabizbajo ante su piano y la orientación de los niños, cantando con sus barbillas por encima de la cabeza de su maestro. Y el segundo, quizás la mejor escena de la película, Adicción, la obra de teatro representada en pantalla. Más allá del sentimiento puesto en el monólogo, este segmento está impecablemente rodado. Un hombre que no conocemos llora al escuchar el texto y el suspense invade la escena. Un hombre que es imposible no verlo cuando Almodóvar enfoca al público, como al villano de Extraños en un tren. Es en esa imagen en espejo, cuando el público del cine tenemos en la pantalla, sentados frente a nosotros al público del teatro, que Almodóvar fusiona dos artes poniendo su texto enmedio de dos patios de butacas distintos, a un lado y al otro de la pantalla.
Desde que el cine es cine, el montaje diferenció el celuloide de un simple teatro filmado cuando apareció el primer corte en una película sobre María Estuardo para no tener que cortar la cabeza a la actriz. Mucho antes de que aparecieran los movimientos de cámara que enriquecieran el arte del cinematógrafo. Sin embargo, hay cineastas que han dado saltos mortales en su carrera para filmar el teatro en el cine sin renunciar a la esencia de ambas artes. Estas dos escenas de Dolor y gloria ponen a Almodóvar a la altura de uno de sus mayores referentes, a quien ya rindió homenaje en Tacones lejanos con una mención directa a Sonata de otoño: Bergman.
El sueco se consideraba director de escena antes que cineasta. La dirección de sus actores venía fuertemente influenciada por el arte escénico, pero él mismo combinó teatro y cine de manera muy curiosa en una de sus últimas obras, En presencia de un payaso. En ella, un propietario de una sala de cine en los años 20 cree encontrar el negocio definitivo inventando el cine sonoro, pero no de la manera que creemos: tras la pantalla en la que se proyecta la película, los actores recitarán el texto actuando. Sin embargo, un incendio tiene lugar en el estreno y la sala de proyecciones se quema, por lo que los comediantes han de representar la obra de cara al público. En esta película el cine sirve como excusa para terminar valorando el teatro. En Dolor y gloria, al contrario, el teatro se utiliza como mcguffin para que el cine continúe, para desencadenar el reencuentro del hombre que llora entre el público con el protagonista, uno de los momentos más emotivos de la carrera de Almodóvar en ese rencuentro entre dos hombres que añoran un Madrid que los consumió.
hommecinema.blogspot.com
24 de agosto de 2019
24 de agosto de 2019
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace años que me divorcié, como espectador, de Almodóvar. Quizás el último de sus filmes que ví fue "Hablé con ella" y me defraudó sobremanera. Me pareció vano y superfluo. Eso sí, muy chic. Tras esta obra, aunque intenté visionar sus filmes posteriores, los abandonaba transcurrido un tiempo variable. Me aburrían. Me parecían pedantes. Así que dejé de verlos.
La casualidad, como a un personaje del film, me ha llevado a ver "Dolor y Gloria". Progresivamente ha ido atrayendo mi atención, quizás por su ritmo tranquilo, su cotidianidad, sus personajes, por la historia de alguien creíble y real, con, parece ser, toques biográficos del propio Almodóvar, o qué se yo.
Me ha cautivado el sentimiento de amor que impregna el filme, a la familia, a las parejas perdidas, al pasado, a los amigos descartados. Me ha impresionado el trabajo actoral, con unos magníficos Extxeandia, Sbaraglia y Navas. Me ha dejado boquiabierto la interpretación sublime de Banderas, que construye un personaje real, próximo, que puedes tocar. Diríase que Banderas es el ultracuerpo de Almodóvar, recordando aquel clásico de ciencia-ficción. Es impresionante el trabajo gestual del malagueño, y esa dicción tan cautivadora y sensible. Da gusto oírle hablar, sin estridencias, lleno de matices.
No sé si este filme me habrá reconciliado con Almodóvar, pero, sin duda, me ha convencido de algo que ya sabía, que Antonio Banderas es un actor genial y de un talento descomunal.
La casualidad, como a un personaje del film, me ha llevado a ver "Dolor y Gloria". Progresivamente ha ido atrayendo mi atención, quizás por su ritmo tranquilo, su cotidianidad, sus personajes, por la historia de alguien creíble y real, con, parece ser, toques biográficos del propio Almodóvar, o qué se yo.
Me ha cautivado el sentimiento de amor que impregna el filme, a la familia, a las parejas perdidas, al pasado, a los amigos descartados. Me ha impresionado el trabajo actoral, con unos magníficos Extxeandia, Sbaraglia y Navas. Me ha dejado boquiabierto la interpretación sublime de Banderas, que construye un personaje real, próximo, que puedes tocar. Diríase que Banderas es el ultracuerpo de Almodóvar, recordando aquel clásico de ciencia-ficción. Es impresionante el trabajo gestual del malagueño, y esa dicción tan cautivadora y sensible. Da gusto oírle hablar, sin estridencias, lleno de matices.
No sé si este filme me habrá reconciliado con Almodóvar, pero, sin duda, me ha convencido de algo que ya sabía, que Antonio Banderas es un actor genial y de un talento descomunal.
25 de septiembre de 2019
25 de septiembre de 2019
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace no mucho le pregunté a un amigo mío qué le había parecido la película de la que trata esta crítica. Me respondió que para su gusto era demasiado pesimista. Y esto viene a ser más o menos lo que yo le comenté a continuación: leer en zona spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Me estás diciendo que una película de un hombre deprimido que padece incontables enfermedades, que se droga para calmar el dolor, que le han arruinado la vida personas como su madre (quien no le quiso tal cual era) es una película pesimista?
Pues no, Dolor y gloria es todo lo contrario, de los films más optimistas que he visto nunca.
Para ver ese lado positivo es necesario entender primero la parte extremadamente negativa que aparece desde el principio hasta casi el final. Y es que es este tramo el que nos muestra la trayectoria de un director de cine al que le ha venido una tragedia detrás de otra. El dolor. Tanto físico a causa de múltiples enfermedades como a emocional por la pérdida de seres queridos; su madre que de un modo u otro jamás estuvo para él; su primer amor, que le dejó de joven; amistades rotas; … dolor y más dolor desde donde quiera que se vea.
¿Cómo no va a tener una visión pesimista del mundo? Y es deber del que nos cuenta la historia, que al fin y al cabo es Almodóvar con el nombre de Salvador Mallo, mostrarnos las sensaciones que experimenta de tal manera que podamos sentirlas nosotros igual.
Y es en este punto, en el que viendo su vida echarse a perder (como muchas otras), en el que el siguiente paso es querer morir, consigue dar un paso adelante para dejar todo atrás y empezar de cero. Sería muy poético decir que es volver a nacer.
Pero cuando una persona ha llegado tan bajo y por si solo no puede valerse para remontar, hace falta alguien que le ayude. Alguien que de verdad haya significado algo en su vida. Alguien por quien haya merecido la pena vivir, aunque sea solo para compartir un ratito con esa persona.
El hecho de que ese alguien para Salvador, que le cambió la vida desde que se conocieron en su juventud para después dejarlo sólo, vuelva tras años sin saber el uno del otro para visitarlo, y que de pronto nuestro personaje decida que es feliz y quiere vivir, es muy emocionante.
El pesimismo que nos acompaña hasta esa escena no es otro que el de la persona que nos lo cuenta, y es necesario para poder ver el desenlace con ese optimismo tan potente. Que te hace ver toda una vida por vivir.
Más cine en: https://sites.google.com/alumnosmontserrat.es/recomendamos-cine/inicio/cr%C3%ADtica
Pues no, Dolor y gloria es todo lo contrario, de los films más optimistas que he visto nunca.
Para ver ese lado positivo es necesario entender primero la parte extremadamente negativa que aparece desde el principio hasta casi el final. Y es que es este tramo el que nos muestra la trayectoria de un director de cine al que le ha venido una tragedia detrás de otra. El dolor. Tanto físico a causa de múltiples enfermedades como a emocional por la pérdida de seres queridos; su madre que de un modo u otro jamás estuvo para él; su primer amor, que le dejó de joven; amistades rotas; … dolor y más dolor desde donde quiera que se vea.
¿Cómo no va a tener una visión pesimista del mundo? Y es deber del que nos cuenta la historia, que al fin y al cabo es Almodóvar con el nombre de Salvador Mallo, mostrarnos las sensaciones que experimenta de tal manera que podamos sentirlas nosotros igual.
Y es en este punto, en el que viendo su vida echarse a perder (como muchas otras), en el que el siguiente paso es querer morir, consigue dar un paso adelante para dejar todo atrás y empezar de cero. Sería muy poético decir que es volver a nacer.
Pero cuando una persona ha llegado tan bajo y por si solo no puede valerse para remontar, hace falta alguien que le ayude. Alguien que de verdad haya significado algo en su vida. Alguien por quien haya merecido la pena vivir, aunque sea solo para compartir un ratito con esa persona.
El hecho de que ese alguien para Salvador, que le cambió la vida desde que se conocieron en su juventud para después dejarlo sólo, vuelva tras años sin saber el uno del otro para visitarlo, y que de pronto nuestro personaje decida que es feliz y quiere vivir, es muy emocionante.
El pesimismo que nos acompaña hasta esa escena no es otro que el de la persona que nos lo cuenta, y es necesario para poder ver el desenlace con ese optimismo tan potente. Que te hace ver toda una vida por vivir.
Más cine en: https://sites.google.com/alumnosmontserrat.es/recomendamos-cine/inicio/cr%C3%ADtica
12 de enero de 2020
12 de enero de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran decepción que me llevo con lo nuevo de nuestro director más internacional. He de decir que, animado por las extraordinarias críticas y la temática del film me dispuse a ver la nueva de Almodovar con toda la ilusión del mundo y, vaya chasco...
Es curioso, pero justo la semana pasada por casualidad pude admirar la maravillosa obra maestra de Fellini, '' 8 1/2", los ecos de la voz e imagen de una casi celestial Claudia Cardinale todavía invaden mis pensamientos. En dolor y gloria, el personaje de Banderas básicamente viene a ser el alter ego de Almodovar(como Leaud era el de Truffaut y el gran Marcello Mastroianni era de Fellini). Admiro mucho las intenciones artísticas de Almodovar y su cinefilia queda más que patente pero esta vez no Pedro, he de decir que me pareces un director muy original pero esta vez la decepción ha sido mayúscula.
"Dolor y Gloria", es una suerte de testamento fílmico deslabazado, sin ritmo y sobre todo carente de alguna originalidad. El ritmo es flojo, y las interpretaciones no son gran cosa, no veo la razón por la cual Antonio tendría que estar nominado al Oscar, pero bueno.
Como siempre lo mejor lo encontramos en una magnética Penelope Cruz. Eso es otra, el único personaje que produce cierto interés es el suyo, el personaje de Banderas cae mal, el de Etxeandia otro tanto de lo mismo...
Las influencias son tan claras que palidece ante cualquier película que trate el tema del cine dentro del cine, si es que Almodovar no es ni nunca será Fellini o Truffaut, pero siempre ha tenido un estilo propio, sin embargo aquí no se ve su presumible genialidad. Si pretendéis ver lo que es el cine dentro del cine rodado con maestría, os recomendaría la obra de Fellini y por supuesto la maravillosa "La Noche americana".
Es curioso, pero justo la semana pasada por casualidad pude admirar la maravillosa obra maestra de Fellini, '' 8 1/2", los ecos de la voz e imagen de una casi celestial Claudia Cardinale todavía invaden mis pensamientos. En dolor y gloria, el personaje de Banderas básicamente viene a ser el alter ego de Almodovar(como Leaud era el de Truffaut y el gran Marcello Mastroianni era de Fellini). Admiro mucho las intenciones artísticas de Almodovar y su cinefilia queda más que patente pero esta vez no Pedro, he de decir que me pareces un director muy original pero esta vez la decepción ha sido mayúscula.
"Dolor y Gloria", es una suerte de testamento fílmico deslabazado, sin ritmo y sobre todo carente de alguna originalidad. El ritmo es flojo, y las interpretaciones no son gran cosa, no veo la razón por la cual Antonio tendría que estar nominado al Oscar, pero bueno.
Como siempre lo mejor lo encontramos en una magnética Penelope Cruz. Eso es otra, el único personaje que produce cierto interés es el suyo, el personaje de Banderas cae mal, el de Etxeandia otro tanto de lo mismo...
Las influencias son tan claras que palidece ante cualquier película que trate el tema del cine dentro del cine, si es que Almodovar no es ni nunca será Fellini o Truffaut, pero siempre ha tenido un estilo propio, sin embargo aquí no se ve su presumible genialidad. Si pretendéis ver lo que es el cine dentro del cine rodado con maestría, os recomendaría la obra de Fellini y por supuesto la maravillosa "La Noche americana".
2 de febrero de 2020
2 de febrero de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mismo, trasladado a un tercero, a personajes ajenos, podría pasar. Algún momento puntual —ya digo, en boca de otros personajes, en otra historia— podría ser incluso brillante. Pero dedicado todo a homenajearse a uno mismo de manera tan explícita (es terrible desperdiciar tanto talento para hacer imitaciones) es casi ridículo. Imposible no reír.
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