Dolor y gloria
2019 

6.8
32,484
Drama
Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única ... [+]
22 de marzo de 2019
22 de marzo de 2019
13 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Dolor y gloria" es una película y es "una vida". A veces, "la vida".
De la serenidad que solo ostentan los momentos turbios.
De encuentros que no se buscan: se encuentran y te encuentran.
De la soledad que se siente cuando se está acompañado.
De personas que cuidan y que no se dejan cuidar.
De tés, de chinos, de cuadros, de cuevas, de migrañas.
De historias dentro de historias.
De instantes que se suman y que se confunden.
De principios que no terminan y de finales que no comienzan.
De Almodóvar, por Almodóvar, para todos nosotros.
PD: Al terminar la proyección, la gente ha aplaudido.
@CinoscaRarities
Análisis completo de "Dolor y gloria" en nuestro podcast:
https://www.ivoox.com/podcast-c-amp-r-4x20-especial-audios-mp3_rf_33777221_1.html
De la serenidad que solo ostentan los momentos turbios.
De encuentros que no se buscan: se encuentran y te encuentran.
De la soledad que se siente cuando se está acompañado.
De personas que cuidan y que no se dejan cuidar.
De tés, de chinos, de cuadros, de cuevas, de migrañas.
De historias dentro de historias.
De instantes que se suman y que se confunden.
De principios que no terminan y de finales que no comienzan.
De Almodóvar, por Almodóvar, para todos nosotros.
PD: Al terminar la proyección, la gente ha aplaudido.
@CinoscaRarities
Análisis completo de "Dolor y gloria" en nuestro podcast:
https://www.ivoox.com/podcast-c-amp-r-4x20-especial-audios-mp3_rf_33777221_1.html
25 de marzo de 2019
25 de marzo de 2019
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podía resultar presuntuoso, y más viniendo de Almodóvar, que el director se lanzara de lleno al autohomenaje en su última obra. Que por fin se despojara de todo atisbo de modestia y propusiera sin complejos una oda a su vida y obra. El propio título de la película, Dolor y gloria, presagiaba lo peor. Una especie de pompa y circunstancia en versión cinematográfica para autocoronarse como el rey del cine español. Por suerte, la cinta supone un regalo para sus seguidores y, sobre todo, un vaciado emocional que la convierte en su filme más honesto y menos artificioso.
Cansado de tener que demostrar su talento a todos aquéllos que jamás se lo reconocerán, despojado de toda presión, Almodóvar por fin se desnuda al completo y consigue, de rebote, su película más universal y menos almodovariana. Difícilmente encontrará detractores, cuando incluso el propio Boyero ha tenido que admitir que algunas escenas de la cinta le han llegado a emocionar. Y es que, aunque el guion desprende algún ramalazo de vanidad, lo cierto es que el manchego se ha sincerado en su obra de tal forma que el espectador seguro que hallará lugares comunes con los que identificarse.
El sentimiento de culpa por el distanciamiento de una madre, las heridas no cicatrizadas por una amistad rota o el tormento emocional que supone el regreso de un amor de juventud son rincones que seguramente todos llegaremos a explorar. Y están todos ahí reflejados, de la forma más austera y sincera posible. Esta vez, ningún personaje desentona, ninguna escena se introduce en calzador para imprimir huella autoral, nada falta y nada sobra en esta particular autobiografía que huele a catarsis y a redención.
En ese sentido, Almodóvar ha encontrado en Antonio Banderas su alter ego perfecto. El malagueño se ha mimetizado de tal forma con el director que, por momentos, uno logra ver y escuchar algunos de sus tics más característicos. Sin embargo, el protagonista también nos brinda el lado más desconocido del manchego, una visión más intimista y melancólica de un artista que se declara en crisis creativa y existencial, sumada a un dolor físico y real, y que se explica de forma brillante en una de las escenas más memorables del filme.
A ese viaje hacia el interior de la mente del director, se le suma el morbo por detectar los mensajes que ha querido lanzar de forma más o menos subliminal y que se personifican sobre todo en el personaje de Asier Etxeandia. No sabemos muy bien hacia quién se dirige, lo que quiere transmitirle, pero seguro que la remitente (o el remitente) ha recogido perfectamente el guante. En todo caso, y rencillas aparte, Almódovar le reserva a esta antigua amistad el monólogo que abre la secuencia más emotiva de Dolor y gloria.
Porque si las escenas de niñez, con una espléndida Penélope Cruz, o las del despertar sexual, ese primer deseo que llega en forma de analfabetismo, son plenamente hipnóticas, la película da un vuelco con la aparición de Leonardo Sbaraglia. Es en ese momento cuando Almodóvar vierte todos sus sentimientos y se despoja de todo filtro. Es ahí cuando logramos empatizar con un director a menudo distante y altivo. Porque al final es tan sencillo como abrir los brazos y mostrar al mundo. Almodóvar pide cariño y, a cambio, nosotros le respondemos con el más unánime de los aplausos.
Cansado de tener que demostrar su talento a todos aquéllos que jamás se lo reconocerán, despojado de toda presión, Almodóvar por fin se desnuda al completo y consigue, de rebote, su película más universal y menos almodovariana. Difícilmente encontrará detractores, cuando incluso el propio Boyero ha tenido que admitir que algunas escenas de la cinta le han llegado a emocionar. Y es que, aunque el guion desprende algún ramalazo de vanidad, lo cierto es que el manchego se ha sincerado en su obra de tal forma que el espectador seguro que hallará lugares comunes con los que identificarse.
El sentimiento de culpa por el distanciamiento de una madre, las heridas no cicatrizadas por una amistad rota o el tormento emocional que supone el regreso de un amor de juventud son rincones que seguramente todos llegaremos a explorar. Y están todos ahí reflejados, de la forma más austera y sincera posible. Esta vez, ningún personaje desentona, ninguna escena se introduce en calzador para imprimir huella autoral, nada falta y nada sobra en esta particular autobiografía que huele a catarsis y a redención.
En ese sentido, Almodóvar ha encontrado en Antonio Banderas su alter ego perfecto. El malagueño se ha mimetizado de tal forma con el director que, por momentos, uno logra ver y escuchar algunos de sus tics más característicos. Sin embargo, el protagonista también nos brinda el lado más desconocido del manchego, una visión más intimista y melancólica de un artista que se declara en crisis creativa y existencial, sumada a un dolor físico y real, y que se explica de forma brillante en una de las escenas más memorables del filme.
A ese viaje hacia el interior de la mente del director, se le suma el morbo por detectar los mensajes que ha querido lanzar de forma más o menos subliminal y que se personifican sobre todo en el personaje de Asier Etxeandia. No sabemos muy bien hacia quién se dirige, lo que quiere transmitirle, pero seguro que la remitente (o el remitente) ha recogido perfectamente el guante. En todo caso, y rencillas aparte, Almódovar le reserva a esta antigua amistad el monólogo que abre la secuencia más emotiva de Dolor y gloria.
Porque si las escenas de niñez, con una espléndida Penélope Cruz, o las del despertar sexual, ese primer deseo que llega en forma de analfabetismo, son plenamente hipnóticas, la película da un vuelco con la aparición de Leonardo Sbaraglia. Es en ese momento cuando Almodóvar vierte todos sus sentimientos y se despoja de todo filtro. Es ahí cuando logramos empatizar con un director a menudo distante y altivo. Porque al final es tan sencillo como abrir los brazos y mostrar al mundo. Almodóvar pide cariño y, a cambio, nosotros le respondemos con el más unánime de los aplausos.
22 de marzo de 2019
22 de marzo de 2019
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dolor y gloria es una obra de un poder propio del Almodovar de principios de siglo, en su mejor momento. Esos trabajos con una retrospectiva de vida, la vuelta a la infancia, las cicatrices del pasado mezcladas con el drama presente. La fotografía, quizá la mejor en su filmografia, es impecable, Alcaine no necesita presentación, este hombre trabajó en la fotografía de El Sur de Victor Erice.
El guion es ágil, con momentos dramáticos que funcionan, con destellos de humor pero con evidente freno. No es el Almodovar típico del desenfreno y caos. Es un Almodovar mucho más sobrio y por eso quizá vaya a conectar con más público que sus otras obras. Hay muy poco momento extraño o friki.
La primera escena en el río es hermosa, la escena del niño y el joven al bañarse en la casa, también el monólogo de Asier Etxeandia, nominación asegurada. Las transiciones pasado-presente están conseguidas.
Antonio Banderas está maravilloso, los matices que aporta a un personaje complejo, no creo que le he visto en un mejor papel.
Creo que se va a recordar como una de las mejores películas españolas de los últimos años, y estos últimos años han habido obras potentes la verdad, con los Vermut, Sorogoyen, etc, que vienen pisando muy fuerte.
El guion es ágil, con momentos dramáticos que funcionan, con destellos de humor pero con evidente freno. No es el Almodovar típico del desenfreno y caos. Es un Almodovar mucho más sobrio y por eso quizá vaya a conectar con más público que sus otras obras. Hay muy poco momento extraño o friki.
La primera escena en el río es hermosa, la escena del niño y el joven al bañarse en la casa, también el monólogo de Asier Etxeandia, nominación asegurada. Las transiciones pasado-presente están conseguidas.
Antonio Banderas está maravilloso, los matices que aporta a un personaje complejo, no creo que le he visto en un mejor papel.
Creo que se va a recordar como una de las mejores películas españolas de los últimos años, y estos últimos años han habido obras potentes la verdad, con los Vermut, Sorogoyen, etc, que vienen pisando muy fuerte.
24 de marzo de 2019
24 de marzo de 2019
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Almodóvar, según cuenta en esta peli bastante autobiográfica y en entrevistas, padece enfermedades físicas y psicológicas. Yo creo que también sufre una enfermedad de otro tipo: la creativa. Y lo peor es que la vive en silencio y hasta que no sea plenamente consciente (que sospecharlo seguro que lo sospecha como mínimo), o admita que la padece, no intentará ponerle remedio.
Almodóvar ha alcanzado un refinamiento visual y estilístico que nadie pone en duda: los colores, los decorados, la dirección de actores, la música, los planos…
Yo siempre digo que el mayor activo de Pedro Almodóvar es que uno ve dos minutos de un film suyo en la tele mientras hace zapping y automáticamente adivina que se trata de una peli de Almodóvar. Tiene un sello personal precioso y único.
Dicho esto, ¿cuándo se olvidó este director de que hay que contar una historia que tenga interés y capte la atención del espectador? El último guión de Almodóvar que enganchaba fue el de “La mala educación” (mi largometraje favorito de su filmografía, por cierto), porque los guiones posteriores son notablemente insulsos (“Los abrazos rotos”), pésimos (“Los amantes pasajeros”) o están basados en una historia que no nació en su imaginación (“La piel que habito”).
Adoro el filtro por el que este creador pasa todo y que ha dado cintas que ya ocupan con pleno derecho un lugar preferente en la historia del cine, pero tengo miedo de que no se cure de esa amnesia cinematográfica que le ha hecho olvidar que además de la forma, el contenido es importante. O quizás no es amnesia y cree erróneamente que ya ha superado la fase de provocador y transgresor y que volver a hacer una película con un argumento rocambolesco y atractivo, como “Todo sobre mi madre” o “La ley del deseo”, es dar un paso atrás o rebajarse.
Almodóvar ha alcanzado un refinamiento visual y estilístico que nadie pone en duda: los colores, los decorados, la dirección de actores, la música, los planos…
Yo siempre digo que el mayor activo de Pedro Almodóvar es que uno ve dos minutos de un film suyo en la tele mientras hace zapping y automáticamente adivina que se trata de una peli de Almodóvar. Tiene un sello personal precioso y único.
Dicho esto, ¿cuándo se olvidó este director de que hay que contar una historia que tenga interés y capte la atención del espectador? El último guión de Almodóvar que enganchaba fue el de “La mala educación” (mi largometraje favorito de su filmografía, por cierto), porque los guiones posteriores son notablemente insulsos (“Los abrazos rotos”), pésimos (“Los amantes pasajeros”) o están basados en una historia que no nació en su imaginación (“La piel que habito”).
Adoro el filtro por el que este creador pasa todo y que ha dado cintas que ya ocupan con pleno derecho un lugar preferente en la historia del cine, pero tengo miedo de que no se cure de esa amnesia cinematográfica que le ha hecho olvidar que además de la forma, el contenido es importante. O quizás no es amnesia y cree erróneamente que ya ha superado la fase de provocador y transgresor y que volver a hacer una película con un argumento rocambolesco y atractivo, como “Todo sobre mi madre” o “La ley del deseo”, es dar un paso atrás o rebajarse.
23 de marzo de 2019
23 de marzo de 2019
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Almodovar vuelve pero en realidad no se ha ido... Quizás un poco pero ha vuelto y a lo grande. Nos regala sus recuerdos. Con un Banderas inmenso que hace suyo el personaje Salvador Mallo ya merece un monumento en la filmografia de su director.... Dolor y Gloria es mucho mas que una película personal del director. Es también un regalo para el espectador con un ritmo pausado acompañado con escenas bellísimas y de gran potencia. Acompañado por grandes actores al cual mas cómodo en el proyecto Penélope Cruz, Julieta Serrano el ya habitual su hermano Agustín.... Con una cuidada fotografía...Una música hermosa y con momentos muy cuidados del maestro que es... Almodovar no da dolor pero si gloria... Y mucha
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