El prado
7.2
2,097
14 de septiembre de 2005
14 de septiembre de 2005
46 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una recomendación de una persona en la que confío mucho me llevo a ver esta película. Al acabar no podía dejar de pensar que acababa de ver una obra de arte. El reparto es simplemente perfecto. La historia es desgarradora y a la vez tremendamente bella. Todas las tragedias humanas girando en torno a un pequeño y sencillo prado. El peso de la historia en un argumento sublime. El papel de unos y de otros. Los que pudieron y los que no. Los que lucharon de una manera y los que prefirieron probar suerte de otra. Una isla, unas gentes, una época increiblemente dura, una identidad moral y cultural rendidas ante una necesidad humana, etc.
El gran cine irlandés ante uno de sus momentos cúspides.
El gran cine irlandés ante uno de sus momentos cúspides.
3 de julio de 2007
3 de julio de 2007
34 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El prado” pertenece a ese género de películas que uno desconoce que existe y que cuando las visiona se queda extasiado por tener conciencia de que ha descubierto algo valioso, algo que otros muchos ignoran. “El prado” es una película enorme, de un poder visual que en muchas de sus imágenes resulta apabullante. El prado, centro de esta película, simboliza, todo el devenir, todo el sufrimiento, toda la dedicación y esfuerzo de una familia muy humilde por sobrevivir al hambre. El perderlo puede suponer perderse ellos mismos, perder la razón por la que uno ha vivido, perder aquello donde ha quedado empapada el alma a lo largo de tantos años de penalidades. El dinero no lo debería de poder comprar todo y por eso mismo, la rebeldía, la violencia, la fuerza, algunas veces no sólo son entendibles, sino necesarias. Película que reúne a grandiosos actores. Un Richard Harris soberbio, quizás en su mejor papel, a mi modesto entender. William Hurt, aquel que hacia de Calígula en la serie Yo Claudio, ofrece una actuación fantástica, de lo que aquí se denominaría “El tonto del pueblo”, Sean Bean lleva con soltura su papel de hijo atormentado y mediatizado por un padre de personalidad aplastante y autoritaria y completa el cuadro un Tom Berenguer que no desentona de los anteriores. El cine irlandés es peculiar, o quizás uno debería decir “sus personajes” y seguramente por eso uno encuentra muchas similitudes con otros títulos. Tipos tozudos, autoritarios y dignos…
27 de julio de 2010
27 de julio de 2010
26 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Hay una ley más fuerte que todas las demás: la ley de la tierra”. Esta frase resume toda la película. Con los dedos de una mano podríamos contar las películas en las que se realiza un acercamiento a la trágica Irlanda tan lúcido y certero como el que presenciamos en “El prado”, un filme intenso y durísimo que a pocos dejará indiferentes, a muchos impresionados, a casi todos, a buen seguro, con la sensación de que se trata de un trabajo fabulosamente hecho.
Perfectamente ambientada, la película trata sobre la pertenencia a la tierra, sobre el afán de conservación de la misma para su perduración en las generaciones venideras, sentimiento perpetuo del hombre desde hace miles de años, antes incluso de que la propiedad del campo encontrase organización y distribución entre sus cultivadores, pues el hombre siempre sintió afecto por la tierra de sus mayores.
Sheridan aglutina con buena mano un conjunto de elementos, todos bien empleados, para conformar una historia oscura y demoledora; sabe valerse inteligentemente de la belleza austera y sobrecogedora del paisaje irlandés para regalarnos encuadres de una exquisitez visual indudable; aprovecha la grandeza interpretativa de Richard Harris para centrarse en su personaje, resaltar su fuerza dramática y, así, convertirlo en el mayor atractivo (por méritos propios) del filme.
Pero no sólo Harris sobresale, pues la actuación de John Hurt es de las que no se olvidan, dándole a su personaje (que nos puede recordar, al igual que la película en general, a la magnífica “La hija de Ryan” de D. Lean) un realismo y una exactitud inusuales. El resto está a mi modesto entender bastante por debajo, salvo un personaje escondido: la esposa de Harris, esa mujer silenciosa, sufridora y apenada, a la que se le debería haber dado algo más de importancia.
[continúo spoiler sin desvelar partes del argumento]
Perfectamente ambientada, la película trata sobre la pertenencia a la tierra, sobre el afán de conservación de la misma para su perduración en las generaciones venideras, sentimiento perpetuo del hombre desde hace miles de años, antes incluso de que la propiedad del campo encontrase organización y distribución entre sus cultivadores, pues el hombre siempre sintió afecto por la tierra de sus mayores.
Sheridan aglutina con buena mano un conjunto de elementos, todos bien empleados, para conformar una historia oscura y demoledora; sabe valerse inteligentemente de la belleza austera y sobrecogedora del paisaje irlandés para regalarnos encuadres de una exquisitez visual indudable; aprovecha la grandeza interpretativa de Richard Harris para centrarse en su personaje, resaltar su fuerza dramática y, así, convertirlo en el mayor atractivo (por méritos propios) del filme.
Pero no sólo Harris sobresale, pues la actuación de John Hurt es de las que no se olvidan, dándole a su personaje (que nos puede recordar, al igual que la película en general, a la magnífica “La hija de Ryan” de D. Lean) un realismo y una exactitud inusuales. El resto está a mi modesto entender bastante por debajo, salvo un personaje escondido: la esposa de Harris, esa mujer silenciosa, sufridora y apenada, a la que se le debería haber dado algo más de importancia.
[continúo spoiler sin desvelar partes del argumento]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No he leído la novela, pero hay mucho acierto en el guión y en la dirección al transmitirnos las claves de esta historia tan cruda y trágica.
El campesino que encarna Richard Harris contiene una fuerza y una trascendencia capaz de estremecer, horrorizar, conmover, turbar e inquietar al más frío de los espectadores. Su drama es el de los hombres abocados a la perdición, a la derrota ante la llegada de los nuevos tiempos, pero se agarran a sus bazas para luchar hasta la extenuación por conservar el legado de sus padres y abuelos. La herencia de la tierra de sus ancestros le hace sacrificarse a cualquier precio, puesto que se trata de la única pertenencia a la que está unido por lazos invisibles pero irrompibles, y la aparición de un hombre rico que amenaza con destruir la obra, por humilde que sea, que sus predecesoras generaciones se esforzaron en trabajar, despierta en él un torrente de violencia y pugna; un torrente tan fuerte que lo cegará, ya que no verá por sí solo (hasta que es demasiado tarde) que, aunque consiga imponerse sobre quien pretende dejarlo sin el terrazgo, su hijo no ha nacido con el mismo afán de su padre y, por lo tanto, la herencia de la tierra (que es la perpetuación del trabajo y el sacrificio de generaciones pasadas) será en vano.
Es, por otra parte, un hombre indomable, de carácter impetuoso, tenaz ante las adversidades, atormentado por la muerte de un hijo, enemistado con su esposa, curtido por los golpes que la Irlanda pobre le ha dado a lo largo de la vida: las hambrunas, la dureza de la tierra, a lo que se suma su resentimiento ante los que se fueron, los que emigraron en tiempos difíciles a América en busca de mejor fortuna, cuando otros como él persistieron obstinados en mantener el vínculo con sus antepasados, aunque para ello tenga que ofender al mismísimo Dios: es la ley de la tierra.
El campesino que encarna Richard Harris contiene una fuerza y una trascendencia capaz de estremecer, horrorizar, conmover, turbar e inquietar al más frío de los espectadores. Su drama es el de los hombres abocados a la perdición, a la derrota ante la llegada de los nuevos tiempos, pero se agarran a sus bazas para luchar hasta la extenuación por conservar el legado de sus padres y abuelos. La herencia de la tierra de sus ancestros le hace sacrificarse a cualquier precio, puesto que se trata de la única pertenencia a la que está unido por lazos invisibles pero irrompibles, y la aparición de un hombre rico que amenaza con destruir la obra, por humilde que sea, que sus predecesoras generaciones se esforzaron en trabajar, despierta en él un torrente de violencia y pugna; un torrente tan fuerte que lo cegará, ya que no verá por sí solo (hasta que es demasiado tarde) que, aunque consiga imponerse sobre quien pretende dejarlo sin el terrazgo, su hijo no ha nacido con el mismo afán de su padre y, por lo tanto, la herencia de la tierra (que es la perpetuación del trabajo y el sacrificio de generaciones pasadas) será en vano.
Es, por otra parte, un hombre indomable, de carácter impetuoso, tenaz ante las adversidades, atormentado por la muerte de un hijo, enemistado con su esposa, curtido por los golpes que la Irlanda pobre le ha dado a lo largo de la vida: las hambrunas, la dureza de la tierra, a lo que se suma su resentimiento ante los que se fueron, los que emigraron en tiempos difíciles a América en busca de mejor fortuna, cuando otros como él persistieron obstinados en mantener el vínculo con sus antepasados, aunque para ello tenga que ofender al mismísimo Dios: es la ley de la tierra.
6 de septiembre de 2005
6 de septiembre de 2005
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor actuación de Richard Harris. Un guión perfecto al puro estilo de tragedia griega, ambientación impecable (fijaos en la iluminación de algunas escenas, parecen cuadros del Renacimiento flamenco)...en fin, toda una sorpresa. Tendréis que buscar bien en vuestro videoclub para encontrarla, pero merece la pena.
4 de agosto de 2006
4 de agosto de 2006
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gustan la películas de Jim Sheridan. Sus últimas dos películas no me gustan tanto pero películas como "The boxer" o "En el nombre del padre" son de mis películas favoritas de los 90. Para su segunda película como director Sheridan no conto con su actor fetiche, el estupendo Daniel Day-Lewis, pero aún así conto con un gran reparto en la que su actor principal hace una soberbia interpretación.
Y es que Richard Harris parte la pana en su papel. Este actor, ya fallecido, está increiblemente soberbio en su papel. Interpreta a un tío cuyo prado (no es suyo pero como si lo fuera) lo lleva cuidando él y toda su familia desde siempre y no se lo va arrebatar nada ni nadie. La dueña lo quiere vender y él no duda en quererlo comprar aunque no lo va a tener fácil. Su interpretación tiene mucha fuerza, es una interpretación con mucha rabia. Sean Bean hace de hijo de este. Está correcto. Va de menos a más y es de mitad hacía el final cuando se empieza a encontrar a gusto con su papel. Y Tom Berenger como el yanki que quiere el prado también hace un buen papel. Alejado un poco de papeles de tipo duro que suele interpretar, Berenguer lo hace bien. Y Brenda Fricker y el casi siempre sensacional John Hurt cumplen con sus papeles respectivamente.
Técnicamente cumple con una gran fotografía y una más que aceptable BSO. Una película con momentos preciosos en estos apartados. No es que destaque en nada más pero si lo suficiente para no desentonar en otras cosas técnicas y en las que el director, por fortuna, no falla y cumple.
Pero en lo que destaca aparte de la gran interpretación de Harris es en su guión escrito por el propio director adaptando una novela. Muy sencillo y muy claro. Escrito con sobriedad y fuerza, una historia en general dura y con un final que deja sin habla. Bien plasmado en el film y con momentos de gran dureza y de una tensión entre los personajes bastante palpable.
He pasado un buen rato con ella. Y he tenido el placer de ver una interpretación bastante buena de Richard Harris, es que el tío realmente se lució con este papel. Una buena película, bien dirigida, bien escrita y bien interpretada.
Y es que Richard Harris parte la pana en su papel. Este actor, ya fallecido, está increiblemente soberbio en su papel. Interpreta a un tío cuyo prado (no es suyo pero como si lo fuera) lo lleva cuidando él y toda su familia desde siempre y no se lo va arrebatar nada ni nadie. La dueña lo quiere vender y él no duda en quererlo comprar aunque no lo va a tener fácil. Su interpretación tiene mucha fuerza, es una interpretación con mucha rabia. Sean Bean hace de hijo de este. Está correcto. Va de menos a más y es de mitad hacía el final cuando se empieza a encontrar a gusto con su papel. Y Tom Berenger como el yanki que quiere el prado también hace un buen papel. Alejado un poco de papeles de tipo duro que suele interpretar, Berenguer lo hace bien. Y Brenda Fricker y el casi siempre sensacional John Hurt cumplen con sus papeles respectivamente.
Técnicamente cumple con una gran fotografía y una más que aceptable BSO. Una película con momentos preciosos en estos apartados. No es que destaque en nada más pero si lo suficiente para no desentonar en otras cosas técnicas y en las que el director, por fortuna, no falla y cumple.
Pero en lo que destaca aparte de la gran interpretación de Harris es en su guión escrito por el propio director adaptando una novela. Muy sencillo y muy claro. Escrito con sobriedad y fuerza, una historia en general dura y con un final que deja sin habla. Bien plasmado en el film y con momentos de gran dureza y de una tensión entre los personajes bastante palpable.
He pasado un buen rato con ella. Y he tenido el placer de ver una interpretación bastante buena de Richard Harris, es que el tío realmente se lució con este papel. Una buena película, bien dirigida, bien escrita y bien interpretada.
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