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El prado

Drama Irlanda, 1930. Un campesino trata de defender, a toda costa, la parcela de tierra que su familia ha cultivado durante generaciones y cuya subasta pública es inminente. Ni siquiera su propio hijo parece decidido a defender su legado de sangre. (FILMAFFINITY)
Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
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9
10 de septiembre de 2012
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevaba ya algún tiempo buscando esta película. Ayer, dando una vuelta por el centro, la encontré. Y aseguro que fueron unos casi 10 euros muy bien invertidos.
"The field" es una historia costumbrista de la Irlanda profunda, un drama rural con unos personajes maravillosamente caracterizados. Después de echar un vistazo al resto de las críticas igual parece redundante destacar el trabajo de sir Richard Harris, pero resulta que todas las alabanzas se quedan cortas. Harris hace, probablemente, la mejor interpretación de su carrera, dando vida a un personaje lleno de matices. El resto del reparto no se queda atrás... Hurt, Bean, Berenger...todos están a la altura de esta gran (y desconocida) obra.
Sheridan demostró más adelante que es un gran cineasta con "En el nombre del padre", pero ya a finales de los 80 empezó a dar muestra que el cine irlandés tiene un gran valedor.
Recomiendo fervientemente a todos los aficionados al buen cine que descubran esta pequeña joya, una historia con altas dosis de dramatismo, pero también unas gotas de ternura. Dejénse llevar por sus paisajes (que fotografía...), su música y sus tradiciones. Entonces se darán cuenta que el cine, aparte de entretener, nos muestra vida en su interior. Y a eso, queridos amigos, yo lo llamo Arte.
10
18 de agosto de 2008
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
si uno presume un poco de eso que llaman "cinéfilo" no puedes dejar de ver ésta película. Tanto el argumento, como la dirección... en fin todo es maravilloso. Como casi todas las películas irlandesas, tiene algo de mágico. En fin, lo peor es que es dificilísimo de conseguir. Un saludo a todos.
8
24 de enero de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo que ví esta película en cable en una de esas noches de sopor en las que uno no espera nada ( años 90') , y acabé emocionado con este gran drama del maestro Sheridan. Ascéptica, dura como roca irlandesa, un film que queda en la memoria , sobre todo por la extraordinaria actuación de Richard Harris, un genial actor que nunca tuvo el merecido reconocimiento en Hollywood. No se lo pierdan, es una lección de actuación, solo se me ocurre compararlo con alguna de las actuaciones del gran Klaus kynski en las películas de Herzog.
8
5 de junio de 2011
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando en una película se dan los siguientes factores, a saber:
- Un actor dramático (Richard Harris) que se luce inundando la pantalla, que llega, que deja huella, en resumen un papel estelar más propio de los grandes monstruos sagrados de las tablas del teatro que del celuloide.
- Una ambientación de la Irlanda rural cuidada hasta el último detalle, una película de época, entendiendo por época todo aquello que no es actual.
- Un guión muy aceptable con planteamiento, nudo y desenlace, sin que el espectador sepa o prevea cual es la siguiente escena.
- Unos personajes muy variados y cada cual en su sitio, el americano, el cura, el hijo, la viuda, la casada "muda", el tonto de la comuna, los gitanos, en fin toda una amalgama de personalidades muy bien interpretadas y bien puestas en escena.
- Unas acertadísimas reflexiones sobre la ley de la tierra, sobre las sagas familiares, sobre la ambición, sobre el papel del clero, sobre el ultranacionalismo bien o mal entendido, pero que está ahí.
- Unas recreaciones del paisaje irlandés sencillamente impresionantes, una delicia para los amantes de la fotografía.
- Un "tempo" de la película que, sencillamente, funciona.
Pues bien, cuando todo esto se da en una sola película ¿qué más podemos decir de ella?.
Recomiendo a los que la hayan visto que la revisen, y aquellos que aún no lo hayan hecho que la consigan como buenamente puedan y que se recreen ante esta obra digna, de buen cine europeo.
8
4 de febrero de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
30/30(31/01/18) Notable film irlandés de Jim Sheridan, dirigida y escrita por él, adaptando la obra teatral homónima de John B. Keane de 1965, una sensacional oda a la Verde Eryn, a las raíces de las gentes rurales, a su comunión cuasi-sagrada con la tierra, gente dura, con sus aristas, virtudes, imperfecciones, manías, religiosidad, paganismo, muy humanos. Una infravalorada cinta magníficamente ambientada en los años 30, se huele la humedad, la gelidez, el feísmo, teniendo como punta de lanza a un majestuoso Richard Harris de protagonista un Titán entre titanes que arrolla con su poderosa personalidad, epítome de la fuerte y a la vez frágil Irlanda. Un relato donde se dan cita la obsesión enfermiza por la tierra, el costumbrismo, asesinato de animales, trabajo duro, suicidios, subastas, venganza, crímenes, turba, racismo, sermones incendiarios, sentimientos de culpa, ataques de locura, y sobre todo la Ley de la Tierra, un cóctel fogoso que desprende dramatismo y emoción, envolviéndote en una historia que te cala por los muchos matices que desprende.

La cinta ya te atrapa desde su prólogo turbador con dos tipos arrastrando a un carro con un burro muerto que lanzan desde un acantilado a un lago. El relato tiene su corazón en el retrato de personalidad de “Bull” McCabe, simboliza la Irlanda que ha sufrido por mantenerse en pie, la que ha aguantado todas las desdichas posibles, la que no ha emigrado, la que ha hecho de un trozo de peñascos estériles un prado verde trayendo con canastos de mimbre algas del mar recorriendo millas de campo a través, para convertirlas en turba, un tipo tallado a fuego con la pesadumbre de su trabajo, lo que ha visto hacer generaciones de su familia y ahora debe pasar el testigo a su hijo Tadgh, tipo que ama a su prado como parte de sí mismo, no entiende la vida sin ese trozo de tierra que él ha hecho brillar. “Bull” es un tipo de apariencia duro, grande, se mueve con suficiencia, cuando habla sentencia, nadie le da lecciones, él las da, lleva en sus huesos demasiado dolor como para que nadie le diga lo que hacer o no, su fortaleza deja entrever las grietas de un pasado familiar que solo se apercibe en pequeñas dosis, se nos habla de un hijo muerto años atrás, su espíritu sobrevuela a “Bull” y lo dota de melancolía y sentimientos de culpa que intenta expiar con el hijo que le queda. Está casado desde hace décadas con Maggie (gran Brenda Fricker), con la que hace 18 años que no se hablan ni mantienen relaciones, a pesar de vivir bajo el mismo techo de la cabaña (vivienda que recuerda a “Blanca Mañana” de “El hombre tranquilo”), no entra a la Iglesia desde hace lustros (la Iglesia no quiso enterrar a su hijo en sagrado), el catolicismo como cómplice del poder es expuesta cuando se pone del lado del “extranjero”, “Bull” da un rapapolvo impresionante al párroco (vibrante Sean McGinley) cuando tras cerrar la iglesia, “Bull” le recuerda que lo mismo hicieron en la época de hambruna, y ningún cura murió por falta de comida. La llegada del “extranjero” Peter (correcto Tom Berenger) del hijo de emigrantes representa para “Bull” lo peor, la gente que renuncio a su tierra, que abandonó en el peor momento (cuando la hambruna) su tierra y ahora viene a usurparla. Esto se puede ver como un claro reflejo del salvaje capitalismo en alegoría de lo “nuevo” que arrasa con lo “viejo”, el que no da valor al pasado.
El irlandés Richard Harris encarna a este bastión impenetrable de modo Antológico, con gran barba blanca, con sombrero, con abrigo que le da aspecto de coloso, con un rostro ajado por el tormento de los años, es una fuerza de la naturaleza, un volcán en erupción soltando lava, un portento dominador, despótico, tiránico, mordaz, inflexible, pero entre toda esa coraza deja entrever sus inseguridades, el actor se mimetiza en este hombre desbordando la pantalla, su gestualidad, modo de moverse, convicción en lo que hace, determinismo, un One Man Show por el que le nominaron al Oscar, perdiendo ante Jeremy Irons por su rol en “El misterio Von Bülow”.

John Hurt como “Bird” es el único capaz de interactuar con brío y energía ante Harris, radiante la electricidad e histrionismo (adecuado al personaje), con un humor caustico, con una imagen mugrienta, excelso en su expresión física siempre nerviosa, excelente; Brenda Fricker en un papel escaso (merecía más) demuestra ser una actriz de raza que en pocas intervenciones deja huella, emitiendo ser una mujer tanto o más dura que su marido; Sean Bean como Tadgh, hijo de “Bull”, se nota cohibido ante el coloso Harris, personaje no bien dibujado en desarrollo apresurado, me falta coherencia orgánica en su evolución a trompicones, hace que parte de la trama cojee; Sean McGinley como el sacerdote da una lección de fuerza vital, siendo su zenit el abrasivo sermón a su parroquia. En el guión su intervención tenía menos peso pero por la fuerza de su encarnación fue ampliado su metraje en pantalla; Tom Berenger resulta algo blandito como Peter “el extranjero”, le falta garra para verse adversario de “Bull”, error de casting. Rol alterado de inglés a descendiente de irlandeses venido de USA; Jenny Conroy como la gitana Katie, simboliza todo lo contrario que “Bull”, es el nomadismo, el ir con el viento, el no atarse a una raíz, el vivir libre de lastres, y a esto se siente atraído Tadgh, ella exhibe jovialidad, cumple sin más.

Un relato sombrío, oscuro, lóbrego que deja indiferente, embestido de complejidad moral, donde cada uno tiene sus razones, y todos pueden estar equivocados. Con un ritmo pétreo y fluido, con diálogos secos, con pequeño goteo de humor sardónico, con picos de una enorme intensidad, con situaciones que ahondan en la unión del espacio donde uno crece con su propio ser… (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
… Suelta preguntas universales que enfrentan el derecho a la propiedad frente al derecho a la tierra para el que la trabaja. Como ya he dicho, el Capitalismo desalmado frente al derecho a la Tierra, la Herencia (tanto física como espiritual) frente al progreso, hablándonos además de como los padres intentan transmitir sus valores, que no tienen por qué ser los buenos, pues a veces hay que dejar el libre albedrio de las nuevas generaciones.
La puesta en escena resulta formidable para trasladar el estado de ánimo adecuado, la sensación de estar sumergidos en un lugar y tiempo, con un brillante diseño de producción de Frank Conway (“Un viaje desde el corazón”), rodando en Irlanda, el grueso en Connemara (Condado de Galway: Gaynor's Pub-Leenane; Aasleigh Falls; Stone Cottage - Clifden Road-Leenane, para la Cottage de “Bull”; Aasleigh Church; Green Dance Hall; Rector's House-Aasleigh), también en County Kerry, County Mayo, y County Wicklow (Ardmore Studios-Herbert Road, Bray), todos estos paisajes rurales realzados por la deliciosa fotografía de Jack Conroy (“Un puente lejano”), creando postales rurales irlandesas preciosas, captando la dureza del entorno, con un patinado de cromatismos fríos que saben explosionar el verde (símbolo de Irlanda), haciéndonos llegar el helor ambiental, esos caminos embarrados, esas playas, esas casas de piedra, esos acantilados, esos muros, esos cielos grises nublados, una proyección inversiva aumentada por el excelente diseño de vestuario de Joan Bergin (“Los Tudor” o “Vikings”), creando cuadros exquisitos; Todo esto adornado por la incisiva música del maestro Elmer Bernstein (“Los Siete Magníficos” o “El cabo del Miedo”), con sutiles toques celtas mezclado con tramos dramáticos que abundan en el carácter etnicista-humanista de la historia.

Spoiler:

Se le puede achacar en el desarrollo ciertos comportamientos extraños de los personajes, ejemplo es que pinta el yanqui Peter frente a la cascada de noche, y viendo venir a dos hostiles, padre e hijo (Bull y Tadgh), no se huele que la cosa no pinta bien, y se queda, me chirría; Tampoco el modo en que Tadgh sufre la catarsis de estar con el padre a encoñarse de la pelirroja, no hay pistas anteriores de que Tadgh no se sienta atraído por la vida en la que su padre le ha curtido, me falta información; como me falta información por el motivo en que Tadgh mete miedo a la viuda dueña del prado; Otro elemento estridente forzado es el modo en que Tadgh muere, no me es creíble la forma en que es acorralado por las vacasfrente al acantilado, mal planificado.

Bull explica al cura lo que el campo significa para él:
- Por qué estás interfiriendo, padre? Esto no es asunto de la Iglesia.
- Es el campo de la viuda. Ella tiene el derecho de venderlo.
- No. Es mi campo. Es mi hijo. Lo cuidé Lo alimenté. Vi a todos sus deseos. Excavé las rocas con mis propias manos y ¡me gané la vida! ¡Lo único que quiero es esa hierba verde, esa hermosa hierba verde, y quieres quitármela, y ante los ojos de Dios no puedo dejarte hacer eso!
- No puedes encontrar otro campo?
- Otro campo? Otro campo? Jesús, eres tan extranjero aquí como cualquier yanqui. Otro campo? Estás ciego? Esas manos, ves esas manos? Esas rocas! Fue algo muerto! No entiendes?
- Este es el campo de la viuda. Esa es la ley. La ley común.
- Hay otra ley, más fuerte que la ley común.
- Que es eso?
- La ley de la tierra. (Lapidario)

Estremecedor cuando “Bull” cuenta lo que pasó el día que su madre murió y ante su padre puso por delante el cuidar del prado a enterrar a su madre, y esto hinchó de orgullo a su padre, trémulo.

Obra entrelazada geo-socialmente delas que se te queda enroscada en la memoria, sobresaliendo la homérica actuación de Richard Harris. Fuerza y honor!!!

PD. Al final quien fue el que dijo al cura que “Bull” había matado al yanqui? “Bird” o la pelirroja? Buena decisión por parte de Sheridan de no darlo todo masticado, que cada espectador saque su conclusión.
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