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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
3
2 de enero de 2015
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos años después de que, el escritor y guionista, Michael Wilson, fuera víctima de la burda y abusiva manipulación que tuvo su guion para la película “¡Che!”, otro de Los Diez de Hollywood, Albert Maltz, también iba a padecer en carne propia algo parecido: Junto a Irene Kamp, Maltz se había propuesto la adaptación de la novela, “A Painted Devil” (1966) de Thomas Cullinan, y el resultado había sido una historia pacifista que exaltaba la labor de los ejércitos de la Unión, mediante la historia de un soldado que, en los últimos días de La Guerra de Secesión, resulta herido en las afueras de un internado para niñas en el sur, y tras ser rescatado por una de las jóvenes estudiantes, es atendido allí de sus heridas por un personal exclusivamente femenino. Aunque hay divididas opiniones entre aceptarlo por su lamentable condición o entregarlo a los confederados por tratarse de un enemigo... al fin triunfaban aquí, la vida, la dignidad y la razón.

Pero, cuando el guion fue adquirido por la productora Malpaso -con la cláusula que asegura el derecho a modificarlo-, el director Don Siegel, no tardó en convencer al productor y protagonista, Clint Eastwood, de que la trama de Maltz resultaba demasiado clásica y sus diálogos muy estilizados... y entonces, pensando en que ésta fuera “más excitante, perversa y terrorífica", entregaron el guion a, Claude Traverse, para que añadiera esta suerte de condimentos.

Por inconformidad de, Albert Maltz (quien ya había escrito para el tándem, Siegel-Eastwood, “Two Mules for Sister Sara”), su nombre y el de su compañera aparecieron en los créditos como, John B. Sherry y Grimes Grice, respectivamente, pues, el resultado fue un filme totalmente ajeno a sus propósitos personales.

Una vez más, se rinde culto a la figura de Eastwood, mostrándolo como un seductor irresistible ante el que se hincan por igual las mujeres de 12, 17, 22 o 47 años. En total contradicción con lo que pensaba Maltz, Siegel se propone mostrar a los yanquis antiesclavistas como hipócritas sin moral, y todos los afanes antiguerreristas de la historia original se diluyen hasta convertir a aquellas mujeres (desde la menor hasta la mayor) en seres de una insospechada maldad para castigar el engaño.

Para infortunio de Siegel, la censura de la época no le permitió ser todo lo explícito que hubiera querido, así que, los intereses pedófilos de su protagonista tuvo que reducirlos a un par de ligeros besos; la escena lésbica se redujo a más o menos lo mismo; y lo que pretendía que fuera una despiadada castración, tuvo que descenderla hasta una pierna. Quien desee más de ésto, puede verlo en la reciente, "Hard Candy", que, nada raro, que se hubiera inspirado aquí.

Cuando se ahonda en el filme, tres inexcusables interpretaciones -sugeridas por Siegel-, se tornan posibles:
1. Los yanquis eran unos irresponsables pervertidos.
2. Que no os engañen las caras dulces, porque las mujeres de cualquier edad son unos demonios.
3. No hay nadie realmente digno en este perverso mundo.
Nada edificante. El filme pretende demostrar que la humanidad, en pleno, ha estado siempre en los bajos fondos.

Adenda: Diecisiete años después de rodada esta película, Elizabeth Hartman -quien interpretara a Edwina-, se sumaría a la ya larga lista de actrices que han optado por acabar con su vida, arrojándose de su apartamento en un quinto piso, el 10 de junio de 1987. Tan sólo tres días después, y empujada quizás por la pena moral, la gran actriz, Geraldine Page (Martha Farnsworth, en el filme), se iría tras ella víctima de un infarto.

Título para Latinoamérica: EL ENGAÑO
Luis Guillermo Cardona
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3
7 de diciembre de 2014
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1956, cuando ya se había hecho conocer por sus primeras cinco novelas, a Ian Fleming le fue encargado un guion para un filme de televisión que, al parecer, iba a titularse, 'Comandante Jamaica'. Al no conseguir llegar a un buen acuerdo con el productor, Fleming usó la base argumental –no muy original, pues, se había basado en el célebre personaje de Sax Rohmer, Fu Manchú, el más famoso villano oriental- para convertirlo en su sexta novela, “Dr. No” (1958), la cual publicaría con tan buena acogida que, al momento en que, EON productions, se hace con la franquicia de su personaje, es ésta la primera obra que es elegida para ser llevada al cine.

La historia, huele a ¡más de lo mismo! ya que, Fleming, no nadaba precisamente en la originalidad: Un villano chino conocido como, Julius No -miembro también de SPECTRE (Sociedad Permanente Ejecutiva de Contraespionaje, Terrorismo, Rebelión y Exterminio) que, según él, son las piedras angulares del poder político-, tiene nuevos planes contra la paz del mundo, y al conocerse el asesinato de otros dos servidores del MI6 de Inglaterra, el agente 007, con licencia para matar (¡y él va a demostrar que la tiene!), es encomendado por su jefe, M, para que vaya a Jamaica… y en la isla, Crab Key (donde vamos a ver un cangrejo para corroborar éste nombre), tendrá que buscar la base del Dr. No, la cual deberá destruir, pues, desde allí es que él planea hacer daño al mundo con sus proyectiles de energía nuclear. ¿Les suena esta “novedosa historia”?

La novela, solo fue adaptada en sus líneas generales ya que, para Fleming, la aventura tiene mucho más de enfrentamiento del hombre contra la naturaleza (en el filme solo veremos una arañita inofensiva a la que Bond aplasta con partitura musical incluida); y mucho más de Rusia contra los EE.UU. (la película nos muestra a un No que no sirve a una nación ni a la otra, sino a su propio resentimiento).

Sean Connery, el actor escocés elegido como primer James Bond de la serie marca EON, se encargará de definir los primeros y “atractivos” rasgos de carácter de su arcaico personaje: Seductor empedernido, empezando con su secretaria Moneypenny, hasta llegar a cualquier hembra, amiga o cómplice de sus enemigos, a la que “pasará por las armas” aunque, enseguida, tenga que matarla. Machista acérrimo que patrocinará el maltrato a las féminas cuando sea necesario; y decidido a usar su licencia para matar aunque su contrincante sea un viejo al que ya no le queda ni una sola bala... ¡Ah!, y también dispuesto a defender los intereses de su organización sin preocuparse nunca de si son justos o no.

Resulta curioso que, de una nación que durante toda su historia ha mantenido los más altos afanes imperialistas, surja el súperagente que va a luchar contra todos aquellos megalómanos que quieren apoderarse del mundo. ¡Vaya manera de pretender distraer nuestra mirada!

Objetivamente, tengo que decir que, pocas veces una película de acción había envejecido tan mal. Además de su muy notable bajo presupuesto (que no dio ni para que Q entrara en escena), el viejo truco de las almohadas cobijadas, ahora resulta ridículo. Que un asesino dispare las únicas seis balas que tiene sin siquiera mirar a su alrededor, es de una ingenuidad aplastante. Que quieran ahogar a Bond lanzándole dos baldados de agua por una gruesa tubería es para reírse… y que Bond acabe con su “poderoso” rival, con dos o tres golpecitos… suena a obra de teatro escolar.

Viendo a, <<AGENTE OO7 CONTRA EL Dr. No>>, me remití sin quererlo al viejo, “Batman” de Adam West, que es ¡tan ridículo! que, ahora, resulta sumamente divertido.

Título para Latinoamérica: EL SATÁNICO Dr. NO
Luis Guillermo Cardona
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10
23 de febrero de 2015
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprendente, mágica e innovadora película la que nos ha dado, en su quinta entrega cinematográfica, el mexicano Alejandro González Iñárritu, con la cual se ha hecho merecedor a los premios Oscar por Mejor Director y Mejor Película, además de que, muy merecidamente, el filme también se llevó los premios por Mejor Fotografía y Mejor Guión.

Desde hace algunos años, en su búsqueda espiritual y en su afán de paz interior, González ha comenzado a sentir un gran interés por el zen y el autoconocimiento. Al acercarse a los 50 años (nació el 15 de agosto de 1963) comenzó a pensar que era como entrar en la cuesta irremediable de la vida; sabe ya que no está lejos el comenzar a “perder” lo que, con tanto esfuerzo, ha ganado hasta ahora… y es ese el sentir básico que inspiraría “BIRDMAN”, una historia que, ante todo, es una valiente reflexión sobre sí mismo, sobre el ego, el arte, el teatro, la crítica… y la sociedad.

Riggan Thompson, fue un actor que llegó a la fama interpretando a un superhéroe llamado Birdman y ahora, cuando ya esto es historia, ha decidido embarcarse en un ambicioso proyecto teatral con una obra titulada “De qué hablamos cuando hablamos de amor”. Los problemas que se le presentan con el montaje -en el que incluso se verá abocado a cambiar al protagonista por otro aguerrido actor que no será pan comido-, lo llevan a una profunda crisis… pero por fortuna, su viejo personaje se ha convertido para él en una suerte de alter-ego que lo lleva a reflexionar y a persistir.

Hecho con un profundo deseo de innovar, el filme es una suerte de odisea cinematográfica con larguísimos planos-secuencia magníficamente programados, donde habrá cambios de set, traslados de un segundo nivel a un primer piso sin uso de escaleras, y hasta pasos de la noche al día, de una manera tan brillante todo ello, que nos dejará con la boca abierta. Y en consecuencia, la actuación para Michael Keaton, Edward Norton, Emma Stone y Naomi Watts, será un verdadero tour de force (en especial para los dos primeros), quienes han salido avante de una manera que se merece nuestros aplausos.

La historia aborda los entresijos del ser humano ante el éxito y el amor; es profunda en sus reflexiones; y la originalidad con la que va siendo presentada cada situación, resulta encomiable desde todo punto de vista: tomas subjetivas de gran interés, efectos especiales que se presentan mientras se mantiene la continuidad de la imagen, cambios de vestuario y de accesorios en un santiamén… y el resultado en pleno, es una obra de un virtuosismo fascinante.

En “BIRDMAN” (nombre que tiene como referente la serie animada de1967-69 creada por Alex Toth y producida por Hanna-Barbera, cuyo superhéroe alado disparaba rayos energéticos) se arriesga permanentemente: se sale a la calle, se ponen en suspenso situaciones donde intervendrá mucha gente, se juega con abismos físicos y existenciales… y el filme sale avante en todos sus propósitos, hasta lograr la que es, sin duda, la primera obra maestra de un gran director.

Indispensable citar al cinematografista, Emmanuel Lubezki, cuya labor aquí –y como ya lo demostrara con “Gravity”, su primer Oscar el año anterior, que ya lo ubica entre los grandes- es de un logro artístico que tiene merecido el sello de la permanencia.

Dos premios Oscar sucesivos para dos directores mexicanos, demuestran que ya el mundo comienza a mirar con otras perspectivas.

¡Habrá un nuevo amanecer!
Luis Guillermo Cardona
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6
22 de mayo de 2012
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comparar el “TITANIC” (1953) de Jean Negulesco, con la versión de 1997 realizada por James Cameron, es algo así como colocar, uno al lado del otro, un televisor de 16 pulgadas, en blanco y negro, modelo 55, y un televisor Led-3D de 32 pulgadas, full color, modelo 2012... Las diferencias técnicas son abismales y la definición de imagen y sonido en una progresión del mil por ciento.

Negulesco había soñado con hacer su película en colores y con un gran despliegue técnico, pero lo primero no pudo darse porque, por aquellos días, se estaba experimentando con el Cinemascope y los presupuestos de las últimas producciones se redujeron sustancialmente. Esto mismo, hacía que la nómina de técnicos de efectos especiales estuviera bastante reducida, y los pocos que había disponibles, repartían su tiempo entre seis o siete producciones que se filmaban al mismo tiempo en diferentes platós.

Así, su película quedó reducida al presupuesto de una historia apta para la tv. La salvaba un buen reparto que incluía a la siempre estupenda Barbara Stanwyck haciendo un rol de mujer consecuente y de mente abierta, frente a un Clifton Webb, empinado como siempre, pero además aquí, conservador y reaccionario, bien necesitado de una buena lección que su esposa y su hijo no escatimarán en dársela.

La historia, que sin duda se tomó como punto de partida para el guión que rodaría Cameron, incluye también la historia de amor entre la chica aparentemente a gusto viviendo entre aristócratas, y el joven sin clase que pronto la conquista con su entrega y entusiasmo. Pero ni qué decir de lo undívago y ligero que resulta este romance, sobre todo cuando ya se ha visto la vitalidad, la potente emocionalidad y el inmenso compromiso que adquiere en la última versión. Y por supuesto, Robert Wagner y la linda Audrey Dalton, ni por asomo alcanzan la fuerza conque, Di Caprio y Kate Winslet, han inmortalizado la nueva aventura.

“EL HUNDIMIENTO DEL TITANIC”, como se ha dado en llamar en España al filme de Negulesco, tiene a su favor la interesante confrontación que se da entre los personajes de Richard y Julia Sturges (Webb y Stanwyck) cuyo matrimonio está a punto de venirse al traste por la rigidez y el arribismo del hombre, y la liberalidad de la encantadora dama, quien se niega a aceptar para su hija un matrimonio movido por el interé$.

Recomendable solo para parejas que se semejen a aquella… y para aquellos que todavía no hayan tenido la inmensa satisfacción de ver el “Titanic” de James cameron.

Título para Latinoamérica: “Y EL MAR LOS DEVORÓ”
Luis Guillermo Cardona
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6
14 de junio de 2010
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Acaso la vida es injusta y premia a los “malos” mientras castiga a los “buenos”? ¿Es mentira que haya justicia en el universo puesto que a diario vemos como los corruptos se sostienen en el poder y mueren de viejos teniéndolo todo, mientras que los buenos mueren jóvenes y nunca obtienen nada?, ¿Por qué un hombre que sirve a la humanidad ejerciendo con honestidad la medicina y que aún se conserva puro, termina con su cuerpo corrompido por una enfermedad sexual que él no se buscó?, ¿Por qué dos seres jóvenes, que se aman limpiamente, ven de repente truncada su decisión de matrimonio?

Esta es la clase de drama romántico que motiva muchas preguntas acerca del amor, de la vida y de la justicia divina. Es seguro que, al verlo representado en el teatro o al estar leyendo la obra de Kazuo Kikuta, la torturada alma del maestro Akira Kurosawa se revolcó sacudida por “la miseria de la vida” y “lo terriblemente injusta que a veces se muestra con los seres humanos”. Y como, cuando alguien se suma a nuestro pesimismo ante la vida, nos hace sentir que no estamos locos y que, en verdad, tenemos la razón, pienso que, de inmediato, el realizador nipón gritó un aleluya y se decidió a llevarla al cine.

Kurosawa fue un humanista, le dolía el pueblo y lo conmovía muy adentro la gente buena condenada al sacrificio. Pero, el maestro vivió en una fría época, y en una cultura signada por el pesimismo. Y por estos años, su país padecía las terribles consecuencias y el fracaso de una cruenta guerra originada en la vileza y la ignominia.

Por fortuna, ahora pensamos distinto. Otra luz ha entrado en nuestros corazones y ya sabemos que todo, absolutamente todo lo que nos sucede, nosotros lo creamos, lo permitimos o lo fomentamos. Y también sabemos que Dios jamás toma una determinación que pretenda nuestro mal. El no comprender, no excluye el bien que se oculta en lo que parece una desgracia. Y quien sólo confía en su propio raciocinio, quizás no vea más allá de sus narices.

Por ejemplo: El joven doctor Kioji Fujizaki, ¿No confiaría demasiado en el paradigma médico, desconociendo de pleno la capacidad autosanadora del cuerpo?, ¿Quién garantiza que su matrimonio con Misao era el camino a la felicidad?, ¿No fue débil su amor al aceptar casarse con otro a quien, además engañó, porque lo hizo sólo por su propia seguridad?, ¿Por qué no vió, Kioji, el amor expuesto al sacrificio de su aprendiz de enfermera, Minegishi, quien demostró un profundo respeto por su relación y siempre lo amó en silencio?...

El no ver, lleva nuestro pensamiento a la derrota, y lo que luce como todo un drama, a veces no es más que un vivo retrato de la ingenuidad humana.
Luis Guillermo Cardona
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