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Críticas de Joan Ramirez
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Críticas 124
Críticas ordenadas por utilidad
5
17 de diciembre de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es entretenida, tiene su poca de enjundia, y algunas escenas demasiado violentas para mi gusto. Sirve para constatar que Morgan Freeman es un gran actor, que Ben Kingsley sobreactúa y que Bruce Willis, directamente, no actúa. De Josh Harnett no sé qué decir, si fuera una chica o un poco “reinona” (que es como apelan a los gays en el film) quizás tendría más ganas de sopesar sus dotes artísticas. Sólo sé que, desde su primera aparición en pantalla, le hubiera dado un peine y le hubiera apuntado con una pistola.

Por lo demás… ya digo… un guión cuyo guiño final se ve venir a la legua, pero que no deja de resultar ligeramente interesante. La banda sonora es cautivadora y la fotografía correcta, interesante, pero nada innovadora. De hecho, ese tipo de fotografía de grandes angulares, esas salas vacías con una clara iluminación artificial, la soledad de algunos espacios urbanos… todo eso ya se lo inventó Kubrick 35 años antes en “2001 etc” y “La naranja etc”.

También opino que la película es demasiado efectista. Como acabo de apuntar, con frecuencia se abusa de las lentes de gran angular (casi un “ojo de pez”). Parece que de nuevo veamos a través del ojo robótico de HAL o que al director le hubiera gustado en exceso Delicatessen, rodada 26 años antes. ¿Y? Pues eso: que de ésas películas todo el mundo se acuerda pero “El Caso Slevin” ya está archivado. Carpetazo. Nada innovadora y, como digo, demasiado efectista. Al fin y al cabo, entre guapas… ¿no se queda usted también con la que con la que no se maquilla?
Joan Ramirez
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8
4 de agosto de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Oficio: porque mientras la veía, en mi profano lenguaje de aficionado, repetía en mi interior "coño, que bien explicada está esta película". Luego le di la vuelta a la carátula del DVD y dí con los términos exactos: solvencia narrativa.

Escuela: porque Renoir se casa con el Naturalismo, sin ambages, dualidades ni titubeos: determinismo genético, el peso de las lacras sociales (en aquellos tiempos se tenía más claro que ahora que el alcoholísmo lo es), la injusticia ejercida por los poderosos... Debo añadir que el homenaje inicial a Émile Zola (escritor en cuya novela se basa esta película) ha sido para mí lo nunca visto. Se trata de un sincero y directo reconocimiento por la figura del escritor. ¡Claro que sí, por qué no! Esto ya lo decía Kurosawa: la exposición clara y sencilla de un sentimiento sincero siempre causa un efecto en el espectador. Renoir, si te gusta Zola, me gusta que te guste.

Y talento: porque Jean Gabin y la Simon están que se salen. Porque Gabin es el corazón explosivo de la locomotora que conduce y también el galán masculino y amable. La locura y el afán de cordura. El sufrimiento y la derrota. Simone Simon me da la sensación que le debe un pelín en su interpretación a los modos del cine mudo, pero hay un momento en que está sencillamente arrolladora: cuando justo antes de besar al maquinista se separa un segundo de sus labios y muerde el aire. Arrebatadora. Y ya digo, al menos para mi, de nuevo lo nunca visto.

En resumen: se hace entretenida, es imprescindible para ir aprendiendo sobre el CINE en general, y ayuda a valorar la actual comodidad de los trenes que no vomitan carbonilla en nuestras córneas.
Joan Ramirez
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9
7 de octubre de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Una historia verdadera” no es una película para ser “vista”, sino para ser vivida. Por eso es tan lenta y por eso no puede ser juzgada como “un entretenimiento”. Hay que meterse en cada escena, en cada plano, estar “ahí”, sin más, bañado por la luz maravillosa de todas las escenas, por la luz lejana, viva y titilante, de las estrellas. Atención también a los colores del los campos, de las puestas de sol, del otoño, del verde que tiñe la chapa de TODOS los tractores John Deere del mundo y que sí -ahora lo puedo decir- he tenido el honor de fotografiar por caminos y deltas fluviales.

Les digo que hay películas de barcos antiguos maravillosas, en las que el crujido de las jarcias y las tablas acompaña todos los diálogos, todas las escenas. Esta película te seducirá con el sonido de la lluvia, con el traqueteo de los motores diesel, con el cri cri de los grillos. Te seducirá también con sus texturas: la franela de la chaqueta de Alvin, su piel septuagenaria, los pelos de su bigote, la grasa de las gorras de los mecánicos. ¡Todo está ahí, sonando y vibrando!

Algunos críticos decís que la película es en exceso “buenista” y que refleja sólo una parte de los valores de la sociedad americana y blanca, descendientes de colonos solidarios avezados en el carácter altruista y la mutua ayuda. No me atrevo a discutirlo: es obvio que Alvin sólo encuentra buena gente en su camino. Pero es que Alvin, como todos los que vuelven de la guerra, es un protegido. El cielo estelar es una imagen recurrente de la película. Nos trata a todos por igual pero sabe a quién quiere proteger.

Otra reflexión: hace poco he vuelto a ver “Million dollar baby” (2004), una película trufada por las sentencias de otro vejete encarnado por Morgan Freeman. Y Dios…¡qué absurdamente hueras y manidas me parecen al lado de lo que aquí se oye! Alvin va despacio, y el que va despacio recoge, es un catalizador.

Ahora la pregunta es… ¿he visto yo a este tal Richard Farnsworth, que lo hace tan bien dando vida a Alvin, en alguna otra peli? Y la respuesta es… ¡sí! Pareces ser que sale en “Tom Horn” (1980), otra película crepuscular, ahora respecto de la vida del Oeste pistolero y del propio Steve McQueen, otro que por desgracia murió prematuramente. Habrá que revisitarla y escribir algo.

¡Uy, el título de la crítica, se me olvidaba! Que sí, David, que sí… que te perdono al cerdo volador del barón no sé qué coño de “Dune” (1984), con sus pústulas y vómitos; te perdono al feto perruno de “Cabeza Borradora” (1977); te perdono las hormigas en la oreja cercenada de “Blue Velvet” (1986). Te perdono la boca piorreica de Bobby Perú en "Corazón Salvaje" (1990). Te lo perdono TODO por este soplo de belleza.
Joan Ramirez
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4
29 de septiembre de 2011
11 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque el esparadrapo no se inventó para reparar gafas rotas ni el amor para pagar por él, el uso perverso de las cosas es cutre.

Cutre es justificar el “ser” únicamente por su funcionalidad limitada: el esfuerzo en simular lo que no es en un acto de apariencia indigna.

Porque la imitación es cutre. Y lo que está muy por debajo de la media, también.

Cutre es lo reconvertido, no lo evolucionado.

Ya ven qué reflexiones me inspira a mí Almodóvar.

Esta película, que se disfraza de “terror psicológico” o “thriller”, como leo por ahí, es en realidad una oda a la transexualidad. Almodóvar proyecta su budista deseo de renacer, si no mujer, al menos algo más mono y caer en las garras de un cirujano plástico que saque la Audrey Hepburn que lleva dentro, su verdadero yo.

Como incentivo de carácter más universal a favor de la transgénesis, el director manchego apunta la posibilidad de conseguir una piel ignífuga y a prueba de picaduras de mosquito. No es broma.

Formalmente insulsa, la película es aburrida en su primera media hora, una presentación forzada y ridícula de un Mario Conde metido a moderno alquimista. También hay un exceso de planos de detalle que marean, invitando a cerrar los ojos y disfrutar de la música, bastante potable.

Después el film se anima un poco, pero yo ya iba cayendo en circunvalaciones pesimistas que iban configurando lo que ya les he explicado.

Por último, déjenme añadir que las metamorfosis y ambigüedades que plantea, de forma subrepticia, Almodóvar, hace ya tiempo que están en boca de una minoría de psicólogos en forma de nuevas teorías. Éstas apuntan a la desaparición de los géneros. Algunas voces hablan ya de “tecno hombres” y “tecno mujeres”, y acusan a la medicina del siglo XIX de haber sido demasiado taxonómica… Vaya tela.

Ayer por la noche veo esta película y hoy he desayunado en bar cuyo papel pintado imitaba una pared de rústicos ladrillos.

¡Dios, qué mundo!
Joan Ramirez
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3
19 de febrero de 2012
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los Descendientes” constituye mi segundo desencuentro con lo hawaiano en poco tiempo (pizzas aparte). El primero fue un CD aparentemente prometedor en el que las tres primeras pistas, con sus buenos cuatro o cinco minutazos, eran sencillamente el sonido del océano en sus diversas tesituras. La cuarta pista, aún más larga que las anteriores, reflejaba los sonidos de una aldea: el chisporroteo del fuego, la algarabía de los niños, el ladrido de los perros (entre medianos y pequeños), y el sonido de algún coco cayendo al suelo (creo). Harto de la tomadura de pelo, detengo el CD y lo devuelvo a la biblioteca.

En ese punto estaba cuando mi subconsciente, traidor y ladino como es, hambriento de ukeleles y gorgoritos, me lleva a ver Los Descendientes. Y ya se sabe: la abstinencia previa es la madre de todas las sobredosis. De verdad te digo que si no te gustan estos tiroleses, cantantes y nudistas, que son los hawaianos, deberías abstenerte y no ver la peli.

Y ahora, a ver si se acaba la tontería y escribo algo con fundamento. Por puntos, que es más fácil.

- Alexander Payne rueda con una sosería impresentable. Dios me libre de pedirle al mundo del cine que sólo nos dé directores como David Lynch, pero señor Payne de mis dolores (nunca mejor dicho), un poquito de intencionalidad, por favor.

- Mi consideración sobre el talento interpretativo de George Clooney declina. Empiezo a pensar que, dentro de los que dan el pego, hay dos tipos de actores: los que simplemente se esmeran y los que, además, huyen de interpretarse a sí mismos, intentando crear algo “diferente” para cada ocasión. En “Comando Secreto” (1968), una película de Paul Newman, cómica y bastante desconocida, este otro galán indiscutible da toda una lección de profesionalidad en un film no especialmente sobresaliente. Cuando George Clooney quiso hacer reír con “Los hombres que miraban fijamente a las cabras” (2009) nos llevó a todos al borde del patatús. Y aquí está cerca de conseguirlo de nuevo. Huelga decir que el director del film tampoco le ayuda en absoluto: tan pronto lo arrastra al dramatismo de sobremesa y hospital, como que lo ridiculiza haciéndolo correr en chancletas o escondiéndose tras unas matas para espiar al amante de su mujer.

- ¿Y el tema? ¿El ecologismo? ¿La codicia? ¿El valor de lo ancestral? ¿Las relaciones con los hijos adolescentes? ¿La infidelidad? ¿El perdón? ¿La incomunicación en la pareja? ¿La adicción al trabajo o al alcohol, que veladamente se insinúa de la mujer en coma? ¿La eutanasia? Pues todos ellos y ninguno en particular, como un plato que tiene de todo y no sabe a nada.

- Y de postre un helado y un documental del National Geographic para para poner las cosas en su sitio.

¡¡Me cago en diez, ya me pueden esperar sentados en Hawai que no habrá tercera oportunidad!!
Joan Ramirez
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