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El amor en su lugar

Drama. Romance. Musical Enero de 1942, 400.000 judíos de toda Polonia llevan más de un año confinados por los nazis en un estrecho gueto en mitad de la ciudad. Fuera del muro, la vida sigue adelante. Dentro, sus habitantes luchan por sobrevivir. Sin embargo, el alto muro de ladrillos no consigue parar la creación de un grupo de actores judíos que, en una helada noche invernal, interpreta una comedia musical en el teatro Fémina. Los espectadores ríen y se ... [+]
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Críticas 47
Críticas ordenadas por utilidad
9 de agosto de 2022
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He visto... _El amor en su lugar_ (Movistar+)...
https://www.filmaffinity.com/es/film658785.html

Un 6. Película española, dirigida por Rodrigo Cortés, cuya trama se centra en una representación teatral que se realizó en el gueto de Varsovia durante la ocupación nazi. Duró unas pocas semanas, unos meses antes de que comenzaran las deportaciones, en un gueto que pasó de 400.000 personas en sus momentos iniciales a que de esas personas sólo 50.000 sobrevivieran. Sólo una de cada 8.

Pero todo esto es para situar el contexto. La obra se centra en la evasión de dos personas que actuaban en dicha función. De hecho se centra en ello, pero no cuanta si fue real, si llegó a término o qué pasó... Así que, en ese sentido te deja con la intriga.

Personalmente, me ha parecido bien hecha, y con una situación que le da una carga dramática especial. Pero no he conseguido empatizar con nadie en la película. Me he sentido desconectado, a pesar de seguirla perfectamente, sin distracciones y sin que nada me saque de la película... salvo mi falta de conexión.

La película es correcta, pero no me ha dejado con sensación de plenitud. Me falta algo, y algo de peso, con enjundia, para poder valorar lo que he visto como bueno. Algo me cojea, aunque no sepa todavía qué.

En cualquier caso, me gusta ver cine español que se parece al cine europeo o al norteamericano, más que al cine patrio que tantas mediocridades nos da.
aMule
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30 de agosto de 2022
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El guion de Cortés y David Safier se apoya en dicha obra para proponer un triangulo amoroso en el backstage (detrás del escenario), no sabemos si con visos de realidad; lo cierto es que Jurandot ya estaba casado con su actriz principal, bailarina y escritora Stefania Grodzienska desde el 38. Ambos mantuvieron vivos el espíritu cultural durante el Gueto, procurando dar evasión frente al horror del confinamiento y posterior masacre por parte nazi. El matrimonio, cosa que no cuenta la película pudo evadirse.

Los personajes principales pues arrastran una historia propia digna de otra película, quizás menos ligera que la que propone Cortes. Los personajes masculinos del triangulo son un mero esbozo para mantener un conflicto apenas teñido de drama entre escena y escena, canción y canción a tiempo real de la obra que representan. Todo se queda blandito y los guionistas recurren a un episodio violento algo impostado que intenta subrayar que aquello va en serio. Quizás todo el conjunto peca de ser excesivamente conscientes de la gravedad de lo que cuentan, más que de plasmarlo en la pantalla con convicción. La mortecina iluminación de Rafael García en los entresijos del teatro no acaba de convencerme por mucho que se pegue a la realidad y tampoco creo que la steadicam logre grandes resultados en sus escenas.

La cosa queda más emotiva como sentido homenaje a los cómicos dotados de la fuerza y el divino don para evadirnos de la realidad por dura que sea durante unos sagrados minutos.

cineziete.wordpress.com    
ELZIETE
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1 de agosto de 2022
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conviene resolver un problema de nomenclatura antes de empezar a desgranar la nueva película de Rodrigo Cortés. El amor en su lugar, es un caso paradigmático de como la traducción es capaz de fastidiar un título. Love Gets a Room -que lo podríamos traducir como El amor consigue una habitación- es el título original de la obra. La relevancia de optar por el título inmaculado de la película no es casual, ya que éste – a diferencia del que se ha escogido para la comercialización en España- está dotado de un contenido polisémico; por un lado es el nombre de la obra teatral que se representa en la película y por otro, es el mensaje de la misma: el amor consigue una habitación.
El amor consigue un espacio en una vivienda donde aparentemente era imposible o si se quiere, el amor es capaz de florecer y reinar incluso durante el nazismo. Pero subyacente al mensaje principal, se esconde otro no menos importante: el arte subsiste como última y única expresión genuina de la humanidad: el arte también obtiene su habitación en los tiempos más sombríos y los ilumina, como en la reciente pandemia.

El amor en su lugar transcurre en la Varsovia de 1942, ciudad invadida por los nazis y donde los judíos se agrupan en guetos. La trama gira entorno a unos actores y actrices integrantes de una obra de teatro -obra que de hecho fue interpretada durante esa época, ya que la cinta está basada en hechos reales-, que cada noche, tras muchas penurias, se reúnen para dar vida al texto teatral. Paralelamente a la representación de la obra, tanto en el escenario como entre bambalinas, el drama personal de dos amantes abocados a la distancia, así como otras historias íntimas y trágicas, se desatan ante nuestros ojos, siempre teniendo presente como telón de fondo, el inevitable genocidio que sería perpetrado por parte de las tropas alemanas. Las dos líneas argumentales expuestas, -obra de teatro y vidas de los personajes-, no funcionan como espacios distintos, sino que se integran en un mismo ámbito, y aquí reside la clave del filme.

La película empieza con un largo plano secuencia, que narra el trayecto de la chica protagonista desde una parte de la ciudad, hasta el teatro donde transcurre el resto de la cinta. En estos minutos de travelling se puede condensar parte de la esencia de la obra; esta escena, como la representación teatral de la que somos testigos, recoge en poco tiempo las más dispares situaciones: desde la comedia negra hasta la tragedia, pasando por el thriller. El arte -y no Las Artes- como síntesis y reflejo de todas las experiencias vitales, el arte como motor. Cuando la cámara descansa y nos situamos en el teatro, la representación de la obra teatral no hace más que reiterar este concepto; no hay una historia o arte paralelo, es la misma historia que se cuenta de otro modo. El elenco que compone la película -no es necesario particularizar, ya que el reparto funciona de manera coral en perfecta armonía- consigue la proeza interpretativa de realizar el triple salto mortal: por un lado la película, por otro lado la obra teatral dentro de la película y como colofón, la fusión de ambas. Gestos, diálogos y silencios fluctúan entre escenario y bambalinas. No hay obra dentro de la obra
-como juego metaficcional clásico-, la obra es de una pureza que no admite fragmentaciones.
Para no ser discordante con la naturalidad de la película, Rodrigo Cortés -cineasta camaleónico, capaz de entregar obras de autor como Concursante o películas de estudio como Luces rojas con la misma efectividad- dirige con la perfección de un artista que ha sido capaz de priorizar la obra frente a un marco de lucimiento personal. El director español, narra con la maestría propia de aquellos elegidos que son capaces de reflejar su personalidad en todo momento, sin que se note lo mas mínimo; movimientos de cámara, primeros planos, aberraciones ópticas y un sinfín de recursos estilísticos se utilizan siempre en consonancia con lo que se está contando. El narrador se evapora para que se cristalice lo narrado. Cortés dirige su primera obra maestra gracias renunciar a la juvenil -e insegura- necesidad de la virguería estilística y entregarse por completo al guion. Ya no necesita ser alguien, como sí lo requería en su ópera prima Concursante -aunque paradójicamente debido a esa necesidad, acabara emulando a Scorsese-, ya lo es.


En definitiva, El amor en su lugar es una película hermosa y lúcida que desmitifica el concepto de arte como hobby, para decirnos que es nuestra esencia-lo que nos distingue de otras especies y nos hace únicos, desde las atávicas pinturas rupestres- y nuestro narrador existencial. El arte, en singular, es una necesidad humana que se materializa como última trinchera en tiempos oscuros y también como amor que emana de crear simbolismos y relatos que nos perduran. El arte, como el amor, siempre consigue su habitación y siempre será nuestro lugar.
Pablo
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25 de julio de 2022
7 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ambientación, fotografía, vestuario, todo ello perfecto, creo que el apartado técnico se merece una brillante nota. Ahora toca reflexionar: Ha sido premiada en distintos festivales en esos aspectos.... Dicho lo cual me centraré en la parte artística y fundamentalmente, su trama.

Considero que Rodrigo Cortés, ha necesitado contar una historia basada en hechos reales, sin tener en cuenta el resultado. Teatro dentro del propio teatro, durante todo el tiempo.... enorme y saturante.

La trama del escenario se entrelazaba con lo que se producía tras las bambalinas; funcionó durante los primeros minutos, a través de interpretaciones muy correctas, después, a mi me produjo un desinterés creciente, mientras mi mente iba abandonando el espectáculo.

Me ha costado valorarla con un 2, porque sinceramente no es una mala película; aunque he de añadir que cuando vemos cine, buscamos entretenimiento, y este no estuvo presente.
LEUGIM
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3 de diciembre de 2021
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conocíamos a Cortés por Buried, que nos trajo el miedo y la angustia a granel. Supimos entonces que sería un director de los concienzudos, de los que apetece revisitar. Y con El amor en su lugar (Love gets a room) lo confirmamos.

Esta gran película articulada sobre la obra de teatro, que Jurandot estrenó en el Ghetto, nos trae y nos lleva por parajes inesperados. De la realidad brusca y descarnada por el odio y la guerra al deseo profundo, alegre y tenaz que campa por el escenario. Estas dos realidades se encuentran y se complementan como la vida y la muerte y que dan pie a mostrar el amor en todas sus facetas posibles.

Cortés no se deja prácticamente ninguna de ellas y sus actores (dotados para el canto y el baile) no escatiman talento para mostrar pasión, desespero, ternura, crueldad y amor del auténtico. Un gran trabajo que subraya la resiliencia y el valor de que es capaz cualquier ser humano y que invita a disfrutar de la vida y de la música mientras encajamos el drama de fondo que es la existencia.

De hecho, la banda sonora consigue mantener en tensión, todo el rato, al espectador como si fuera un personaje más. Está compuesta por Víctor Reyes quien, además de ser un prolífico compañero de aventuras en más películas con el director gallego, ha sido ganador de un Emmy por su tarea en la serie El infiltrado (The night manager).

www.contraste.info
Revista Contraste
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