La aventura del Poseidón

La aventura del Poseidón de Ronald Neame, es un drama de aventuras y acción, basado en un transatlántico que en la noche vieja da la vuelta y se coloca bocabajo debido a una enorme ola provocada por un maremoto. Dirigida con un ritmo enérgico y apresurado, y con un estilo emotivo y catastrofista, consigue una cinta apasionante y arrolladora que inquieta con perspicacia al público, el cual siente la tragedia en todo momento. Realizada de forma portentosa e irresistible, tiene un resultado implacable y excepcional que cumple notablemente con su cometido.
La fotografía, es impactante y claustrofóbica, gracias a unas imágenes fantásticas y desconcertantes que conmueven y evocan al desastre en un espectacular trabajo visual. La música, es inquietante y tiene unos sonidos majestuosos y estimulantes que alientan con intensidad y alarman en los momentos oportunos, gracias a la mano experta de John Williams. Y los planos y movimientos de cámara, aumentan el dramatismo al tener oportunos usos de cámara en mano, primeros planos, circulares, primerísimos, panorámicos, grúas, ascendentes y descendentes en un trabajo admirable e inteligente.
Las actuaciones, son acertadas y arrolladoras. Con Gene Hackman con carácter y personalidad, Ernest Borgnine irascible y desagradable en un certero papel, Red Buttons sensible y noble y Shelley Winters notable y señalada. Siendo competentes las actuaciones de Carol Lynley, Leslie Nielsen, Roddy McDowall y Stella Stevens entre otros. Empleando para estos, unos vestuarios y caracterizaciones alusivos y estilosos en fiestas, y luego rotos y carentes tras el desastre en un buen trabajo artístico. Destacando también, unos efectos sorprendentes y sobrecogedores para la época, asombrando con su realismo y efectividad.
El guion, es infausto y conmovedor, con una historia apasionante y emotiva que tiene detalles sustancioso e implacables, los cuales penetran en el público de modo excelente, sintiendo este tanto la desesperanza y pesimismo de algunos personajes como la esperanza y la lucha de otros. Utilizando para estos, unos diálogos expresivos que muestran la agresividad y los nervios en los peores momentos y también la tensión. Destacando un montaje lineal y rítmico, que lleva el film con un dinamismo ágil que no se hace pesado y mantiene al espectador todo el rato pegado al asiento.
Concluyendo, la considero una de las obras basadas en catástrofes náuticas más esenciales e imperecederas, la cual no pierde atractivo con el paso del tiempo, y cumple de sobra con lo que se le exige con profundidad, emoción e intensidad. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, montaje, efectos, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones y diálogos que hacen de La aventura del Poseidón, un film necesario en el género y una película que gustará a todos los buscadores de aventuras basadas en desastres.

Gran clásico de los 70's, quizás la mejor película de cine catástrofe que haya visto hasta ahora, sin exageraciones, ni morbo ni nada de las truculencias que hoy en día están tanto en boga cinematográficamente hablando. Inmensa Shelley Winters en su personaje. Inolvidable el resto. No aporto mucho más en la crítica porque deben verla. Uno de esos films que se deben ver antes de morir, como quien dice.

Sigo revisionando obras vistas en mi infancia, en un viejo televisor en blanco y negro, y ahora le ha llegado el turno a "La aventura del Poseidón", película basada en una obra del periodista y escritor americano Paul Gallico (algún día tendré que leer algo de este hombre) que tuvo, al menos el film, bastante éxito en taquilla.

La peli se sustenta en las grandes actuaciones de sus estrellas, Gene Hackman y Ernest Borgnine, que, la verdad, son dos pedazos de actores. También aparece por ahí un tal Leslie Nielsen, curiosamente en un papel serio. Quién le iba a decir a él lo que el destino le deparaba de la mano de los ZAZ...

El cine catástrofe estaba en su auge en los 70: recordemos "Hindenburg" (Robert Wise, 1975) o la saga "Aeropuerto". Esta del Poseidón tiene su gracia, con lo de las estancias vueltas del revés. Es bastante entretenida, y, desde luego, mucho mejor que el pestiño de "Titanic", que vendría años después.

Esta producción de Irwin Allen ha influido en el cine de catástrofes posterior -"Pánico en el túnel" (Daylight, 1996), de Rob Cohen, es casi un "remake" de este film- y no es sólo una trama en la que su único interés consiste en esperar a saber si éste o el otro personaje viven o mueren, porque posee además un curiosísimo fondo religioso, en el que el grupo de protagonistas se convierte en un nuevo "pueblo elegido" que debe tener fe en su líder, un reverendo -se entiende que debe pertenecer a una iglesia protestante, si bien nunca se dice cuál es, lo que hace a este personaje más misterioso- interpretado con mucho acierto por Gene Hackman.

Naturalmente, esta historia de sacrificio y supervivencia está contada para un público moderno que no busca mensajes religiosos, y sí espectáculo y emoción sin más complicaciones, por lo que lo religioso se camufla o se actualiza de forma ingeniosa y un poco irónica: el árbol gigante de Navidad sirve como escalera hacia un cielo, o hacia una salvación, para los que creen en ella; la travesía (del desierto) parte de una sala de fiestas que se convierte en una ratonera, y, en fin, se trata de ascender hacia arriba para escapar de un infierno laberíntico y llegar así al cielo, a la luz.

Hay algo en este tipo de películas que resiste al tiempo y a las críticas adversas: las vemos para darnos cuenta de que cualquiera de nosotros podría verse en esa misma situación angustiosa, y que, incluso, podríamos sobrevivir a ella. Si nos gusta tanto este cine es porque propone una democratización total del heroísmo: todos tenemos derecho a soñar, desde la seguridad de la butaca, que, desde nuestro anonimato, y por una vez al menos, sobrevivimos y/o somos valientes.

Posiblemente "La aventura del Poseidón" sea la mejor película sobre catástrofes marítimas incluidas todas las del Titanic. Una magnífica aventura que discurre a través de pasadizos invertidos, escaleras sobre el techo y salas de máquinas humeantes. Pero además de la brillantez en los decorados y la fastuosa escena donde el barco se da la vuelta posee un nudo dramático de sumo interés y unas muy buenas actuaciones. Evidentemente no hay color en la comparación con sus predecesoras, y no es que ésta las supere con mucho; es que las humilla.