La esclava libre

Hace poco el programa televisivo de Garcí, programó esta película de Raoul Walsh, como ejemplo de obra maestra de su director, absolutamente digna de figurar en el imaginario del cinéfilo. Personalmente, y de haber estado en esta tertulia (algo absolutamente utópico para un minundi aficionado como yo ) hubiera sido el elemento en discordia, y bien que lo siento, tratándose e de uno de los grandes como es Walsh.

La exclava libre es una película correcta que no trasciende más allá de su vocación de presentar una aventura de esparcimiento y poco más, pero sobre todo, es una documentira, que tras su bonito tecnicolor y suntuosa puesta en escena esconde una falaz mixtificación racial, bajo sus apariencias de denuncia.
Lejos de ofrecer una sincera delación, como en su momento, y retratando una época muy posterior, hiciera el excelente Sirk en la no menos excelente "imitación a la vida" u otras de parecido calado, Walsh se limita a dorar la píldora de la mentira, para presentarnos la semblanza del "negrero" bueno, que esconde lo incalificable, en la cortina de la sonrisa apuesta, el sombrero Panamá, y la apostura de un Gable, al parecer incapaz de desprenderse del estereotipo de "espíritu burlón" del que hizo una apuesta segura, y que a esas alturas comienza a resultar cuando menos cansino.

Para mi gusto personal, ahí es donde radica el fracaso de un film con pretensiones de drama racial, y que no consigue trascender más allá del melo romántico, en donde la apuesta argumental esconde la trampa bajo la que se esconde lo único pretendido: Aprovechar la posible (y fallida ) química entre sus protagonistas y el aprovechamiento de diálogos impostores para intentar socavar en la conciencia del espectador, y hacer que incluso llegue a solidarizarse con una de las profesiones más viles creadas por el egoísmo humano: La trata de seres humanos. " Yo empecé como marinero. El capitán intentó pegarme. Sólo lo intentó. Yo le quité el barco. Ja..Ja...! frase de galán donde los haya que se repite con chirridos en el relato del rescate de Rau Ru de niño: "Me clavó su cuchillo..Pero yo también le hundí el mío en las tripas". Pues muy bien oiga...con eso queda todo perdonado, Ivonne de Carlo ( de sangre negra) se rinde en los brazos de Reth, digo de Hamish, Telón y fín de acto. Porque sí, porque para eso es el inefable Gable.
Sólo Sidney Poitier me parece realmente convincente y sincero al hablar lapidariamente de "odiosa protección".Un hombre que odia a su amo, justamente porque le trata con bondad, y repudia las cadenas aceptadas por la amabilidad del amo, que enrojecen de vergüenza por tan vil aceptación.

El mismo Gable, cansado ya de sus eterno papeles de gentleman cínico y duro, hastiado del compromiso con el cliché que le imponía el público, asumió con delectación otros papeles en las antípodas, y demostró con ello que era un actor extraordinario. Su cansancio se evidencia en las palabras que dirigió a Jonh Huston tras la premiere de la estupenda "vidas rebeldes": "Jonh..es lo mejor que he hecho en mi vida.."

Ni la belleza de Ivonne de Carlo ( a mi me resulta más bella en este film la mulata Carolle Drake) ni un guión pretencioso salva el producto final, tanto por su exaltación del estereotipo Gable ( La escena del duelo, no hay mente pensante que se la crea ) como por su falsedad a la hora de poner en el tapete un hecho tan inefablemente vil como fue la exclavitud en USA y de la cual Walsh hace un tímido asomo carente de todo compromiso.

Correcta y poco más.

Aunque esta vez la nota no se ha disparado pese a tener todos los ingredientes para ello: buen reparto, temática racial y puesta en escena de superproducción. Nada de esto la salva del suspenso: el mensaje es engañoso, la pasión inexistente y algunos personajes son insoportables.

Podría decir mil cosas acerca del reparto, pero voy a centrarme en sólo dos. La primera es que Clark Gable, pese a mantener figura y cierto atractivo, no es creíble como gran conquistador a esas alturas de su vida. Y por cierto: no se parece en nada al maravilloso Rhett Butler, por muy caballero sudista que sea el personaje. Segundo, que aquí el verdadero galán, personaje polémico a parte, es Sidney Poitier; lo extraño es que la pánfila de Manty no se fijara en él, que es guapo, fuerte y joven, con una elegancia que lleva en los huesos y un porte seductor imantado a la carne. Rau- Ru es, además, el personaje más valioso e interesante por su conflictos personales, las ideas que defiende, los métodos que emplea, todo su bagaje vital y sus incisivos discursos sobre la lucha entre blancos y negros. Lástima que no se le aproveche como debiera.

Con todo, lo peor es el hilo argumental. Dejemos la incomprensible historia de amor a parte y centrémonos en el insoportable personaje de Gable, Hamish Bond, quien ejemplifica hasta donde puede llegar la falacia en el cine. Este respetable caballero consigue de manera magistral quedar como héroe cuando en realidad se comporta como un canalla. Quizá «canalla» no sea la palabra adecuada, pero entiéndase lo que quiero decir: no se puede tener esclavos y ser, al mismo tiempo, antiesclavista, máxime con el pasado que arrastra; ni tampoco tratar a las mujeres con esa desvergüenza que me parece completamente humillante para ellas, metiendo en la misma casa (y en la misma habitación) a la ex y a la nueva. Que buen gusto, ¿no?

Así, «La esclava libre» provoca irritación más que admiración, y perplejidad más que emoción. Con todo, algunos diálogos son de interés, la trama mantiene el ritmo y el reparto es estupendo; no he dicho lo guapa que está Yvonne De Carlo y el vestuario tan impresionante que lleva.

Sin duda, bastante regular.