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Siete días de mayo

Thriller. Intriga En plena Guerra Fría, se sospecha que un enigmático general pretende derrocar al Presidente de EE.UU. por medio de un golpe de estado. El Presidente dispone sólo de siete días para encontrar pruebas que le permitan abortar el golpe. (FILMAFFINITY)
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
14 de diciembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando la producción de Siete días de mayo comenzó a ponerse en marcha, por mediación de la productora de Kirk Douglas, el presidente Kennedy aún vivía. Mostró su apoyo al proyecto, a diferencia del Pentágono. Frankenheimer, que había trabajado para el presidente, había comprado los derechos de la novela homónima de Fletcher Knebel y Charles W Bailey II, escrita entre finales del 61 e inicios del 62, que fue adaptada por Rod Serling. Se inspiraba en la figura del general Edmund Walker, un feroz anticomunista que adoctrinaba a sus tropas con sus ideas. Retirado del ejército prosiguió con sus discursos beligerantes cuando aspiró al puesto de gobernador de Texas. En la misma narración de Siete días de mayo, el ficticio presidente Lyman (Fredric March) le califica como uno de los falsos profetas que se postulaban como líderes ideológicos y morales para la sociedad americana. Knevel y Bailey también se inspiraron en otro general, Curtis LeMay, quien había mostrado su disconformidad con la decisión del presidente Kennedy de no permitir el apoyo aéreo a los rebeldes cubanos durante la invasión de la Bahía de Cochinos. Ambos, Walker y LeMay fueron el molde con el que se diseñó la figura del general James Matton Scott (Burt Lancaster), el hombre que promueve un golpe de Estado para derrocar al presidente Lyman, quien ha firmado un acuerdo de desarme nuclear con la Unión Soviética.

Las primeras imágenes de Siete días de mayo, las referentes al enfrentamiento entre los dos grupos manifestantes, los que apoyan al presidente Lyman, y los que están en contra porque el acuerdo de desarme coloca al país en una posición vulnerable, tienen un aire de engañoso reportaje periodístico; está realizada con ese estilo de sincopado montaje como si estuviera realizado por una unidad de televisión; un introducción con el pálpito inmediato de un sentimiento de urgencia, una agitación, extrema y febril, que retrata a un país en el filo, una convulsión que nos hará sentir los desorbitados acontecimientos posteriores como algo posible. Todo es posible en la dimensión desconocida se decía en la introducción de la serie La dimensión desconocida (The twilight zone), creada por Rod Serling. El tratamiento de esta secuencia se desmarca del resto del desarrollo narrativo, sobrio, sustentado en las tensiones dentro del plano (a través de la disposición de los personajes en el encuadre), y unas aceradas y luminosas imágenes servidas por el director de fotografía Ellsworth Fredericks (dotadas de una inquietante patina naturalista o inmediata, que hace sentir de modo más eficaz las emponzoñadas turbulencias en juego), que gradualmente se va dotando de una atmósfera de alucinada ciencia ficción que desvela una realidad desquiciada. Porque lo que se nos narra son los esfuerzos para desactivar un golpe de estado militar, encabezado por un general, descrito como una mente calculadora que nunca se ha dejado dominar por las emociones, Scott, quien no acepta el citado acuerdo porque es un signo de debilidad que expone al país a perder su posición de fuerza, a quedar en manos del enemigo (en suma, encarna los residuos de la tensión vivida durante veinte años de enfrentamiento beligerante con la amenaza nuclear pendiendo como decisión final; en un momento dado es equiparado, por el presidente, al senador McCarthy, el cazador de comunistas). Scott es un personaje inquietante hasta cuando es encuadrado, significativamente en varias ocasiones, de espaldas (también le define, es empecinada determinación sin rostro, cual autómata).

En los primeros pasajes narrativos es la figura del coronel Casey (Kirk Douglas), ayudante de Norton, la que domina y conduce el relato, a través de una impecable sucesión de secuencias en las que va entreviendo, por una cadena de indicios, los propósitos de Scott. Casey admira a Scott, pero es respetuoso con la Constitución, con los procesos democráticos de la República. Desde el momento en que comunica sus sospechas al presidente, este domina el relato con sus esfuerzos estratégicos para conseguir las pruebas que corroboren el inminente golpe de estado, y así imposibilitarlo (con el añadido de la urgencia: los siete días del título de que se dispone para conseguirlo). Es el corazón moral, a su vez, de la obra, la representación del sentido común
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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6 de febrero de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Siete días", una semana escasa en mayo de 1970 para evitar un golpe de estado en la nación más poderosa del planeta. Crisis al más alto nivel entre senadores y militares partidarios de suspender el Tratado de desarme con la URSS, frente al presidente que lo promueve y un pequeño grupo de políticos que prefieren la distensión entre bloques.
Guerra fría. Otra vez halcones y palomas. "El Presidente confía en Rusia, pero el pueblo americano no". Al menos parte de él.
Pero el reloj avanza inexorable. Algo parecido a lo que veremos muchos años después en "Trece días" (Donaldson, 2000), a cuenta ahora de la crisis de los misiles de Cuba de 1962, dos años antes del estreno de la película que nos ocupa.
Excelente guion y excelente realización. Hay intriga, tensión y ritmo vivo, aunque el desenlace sabemos que no va a traer sorpresas.
Personajes sólidos, muy bien desarrollados e interpretados. El general Scott (Lancaster) que no entiende el Tratado de desarme después de "Desarrollar una política de guerra durante veinte años"; el coronel Casey (Douglas), subordinado suyo que se mueve entre la obediencia debida al mando y los mandatos constitucionales, "La voz de la razón en labios de un militar"; y por último el presidente Lyman (March), un hipertenso que sabe estar a la altura en los momentos más duros de su mandato.
Magníficas interpretaciones de todos ellos, como de Ava en su discreto papel.
Curioso, en un mundo donde las comunicaciones están ya superdesarrolladas con videoconferencias en directo, "Una moneda, una simple moneda de teléfono para detener una revolución".
Otra curiosidad, la presencia de los tricornios de la Guardia Civil española recogiendo los restos de un "accidente" aéreo en las proximidades de Madrid.
Una gran película con una brillante fotografía y una brillante composición de escenas, como vemos en esos primeros planos de las gorras y emblemas militares o los cubos de basura en los callejones con toda su simbología.
En lo negativo, cierto maniqueísmo en las imágenes del estadio con los espectadores aclamando fuera de sí a los líderes militaristas.
Como en todas las grandes obras, también en esta cinta encontramos algún guiño a la actualidad. De "Ególatra, con un complejo de poder napoleónico y, sobre todo, un traidor" acusa el Presidente al general sublevado. ¿En qué presidente español de nuevo cuño estaría pensando también?
Ahí se queda.
Lafuente Estefanía
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14 de diciembre de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tremenda película de intriga donde un teniente del ejército, interpretado por el siempre grande Kirk Douglas, a cargo de un general (Burt Lancaster), empieza a notar cosas raras a su alrededor, informaciones extrañas, cosas con doble sentido, y poco a poco todo parece conectar en su cabeza para sospechar lo impensable en los Estados Unidos...

Una película que engancha muchísimo, que está muy bien lograda y que te hace pensar en cómo las ideologías radicales pueden llegar a ser realmente peligrosas.
Totalmente recomendada.
TANOMUERTO
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12 de diciembre de 2020
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En plena Guerra Fría nos llega un thriller entre político y militar que es la adaptación de la novela homónima de Fletcher Knebel y Charles W. Bailey II, publicada en septiembre de 1962, sobre una supuesta conspiración para derribar al presidente de los Estados Unidos. La idea es factible aunque ese país ha sido más de magnicidios, el asesinato de J. F. Kennedy se produjo en 1963, solo unos meses antes del estreno de "Siete días de mayo", y de hecho no conozco un sólo intento de golpe de estado en más de dos siglos de existencia. Me temo que su cultura política los excluye y por esa causa se ve con un poco de reticencias el argumento que nos presenta aquí John Frankenheimer. Por cierto, que se supone con las fechas no que estamos en los sesenta sino en 1970, aunque claramente por la moda, que era imposible que adivinaran cómo iba a ser siete años más tarde, es la de de 1963.

Sea como fuere el largometraje cuenta con una trama atractiva, un reparto de primer nivel encabezado por Kirk Douglas y Burt Lancaster, y un desarrollo correcto. Sin embargo, le falta emoción. Como alguien dice por aquí, parece demasiado burocrática, mucho parlamento y discusiones pero poco misterio, acción o sorpresas. Tampoco el debate que se trata de establecer entre las bondades de la democracia liberal y el extremismo político resulta muy útil en tanto que es insincero, no enfrenta realmente a dos posturas pues las dos son democráticas y tampoco sirve para extrapolarlo a otras circunstancias. Los golpes de estado se dan por otros motivos, algunos justificados, otros no tanto, pero desde luego el que se narra aquí no lo es en absoluto. En realidad en toda esta parte se mueve con cierta ingenuidad. Tampoco se saca mucho juego a la lucha entre "halcones" y "palomas". Sólo se deja ver.
Reaccionario
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15 de octubre de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En tiempos de polarización y guerracivilismo, no solo en los Estados Unidos de América, es conveniente revisitar esta producción del "activista" Kirk Douglas. Ocho años después del fin de la caza de brujas, y cuatro de que Espartaco dinamitase la lista negra, Frankenheimer filma un elocuente recordatorio de que siempre habrá quien busque explotar en beneficio propio las fracturas sociales. Que un gobierno honesto impulsando políticas justas no tardara en encontrar quien se le oponga con todos los medios a su alcance.
Cifu79
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