La edad de la inocencia

Se puede decir de esta película que es como el buen vino, con los años gana, porque cada vez que la reviso descubro un nuevo matiz que da hilo y fuste a la historia. Es ésta una película de detalles. Edith Warthon y Martin Sorsese se emparejan a la perfección. Milimétricamente calculada, no hay parte que sobre en su aparente densidad. Scorsese se embarca en su obra más arriesgada y logra vencer. Vuelven a ser los mismos perros con distintos collares. Trata sus temas fetiche de forma burguesa y decimonónica aunque sigue siendo su Nueva York, más maquiavélico, hipócrita y superficial y menos sangriento. A los que busquen una película-tipo de gansters de Scorsese no se la recomiendo, a los que les gusten las mejores adaptaciones de novelas clásicas y la eterna lucha entre las formas y los fondos en la sociedad que disfruten con esta joya cinematográfica.

Había antes un gran cineasta, hoy olvidado, llamado Max Ophüls, que también se recreaba en la filmación cercana de objetos decimonónicos, casi siempre ropa y joyas, como aquí. Y casi siempre pertenecientes a las élites más pudientes, del finisecular imperio austrohúngaro en el caso de Ophüls y de la exquisita sociedad neoyorkina del último tercio del siglo XIX en esta película de Scorsese. Es lo más cerca que va a estar la cámara de las venas y la sangre, por eso se filma de cerca la ropa, por eso se ha cuidado hasta la extenuación la recreación del puro objeto (muebles, cuadros,ropa, joyas): no son aditamentos, son los personajes mismos, vistos a través del pedigrí ostentoso con que ellos mismos se caracterizan. Nada que ver con una exhibición vacía, un grito de "¡eh, mirad cuánto dinero hemos gastado en vestuario!" Desde este punto de vista, todos los personajes son fulanos verdaderamente del siglo XIX, no gente de hoy vestida con ropa de época pero con códigos de conducta del siglo XX. Hay muchísimas películas de época, pero casi ninguna con la "mentalidad de la época". Esta es una, y además impresionante. Supongo que tiene que ver que tanto Ophuls como Scorsese son cineastas cultos, y beben en fuentes literarias directas de autoras que vivieron el momento (Edith Warthon el americano y Louise de Vilmorin el alemán, ambas aristócratas y buenas conocedoras). El paroxismo descriptivo de la cámara de Scorsese se alcanza en las comidas: una función biológica, sí, pues bestezuelas son los personajes; pero una función biológica reprimida y camuflada, del mismo modo que se reprimen los personajes. La ceremonia casi litúrgica para comer y la suntuosa presentación de los platos tienen que parecer lo menos biológicos posible. Se sirven unos platos impresionantes, pero rara vez se ve a los actores comiendo o masticando (creo que vi a Pffeifer una sola vez en toda la película).
Hay críticos, como Carlos Boyero, que no han entendido la película: no hace mucho le leí, a propósito de ella, que dos sujetos echaban a perder sus vidas por cobardes. Olvida el bueno de Boyero a qué clase pertenecían esos dos sujetos, y en qué momento. Desde la atalaya de Newland Archer o, más aún, de una condesa que ya ha catado el repudio, suicidarse por Romanticismo (con mayúsculas) era para clases bajas o artistas. Ellos solo se permiten el arrebato romántico en el teatro y en la ópera (y Fausto de Gounod, la que, sin casualidad, ven, es de las más genuinamente románticas). Demasiado es que, siquiera, lo piensen. Por cierto, el tema operístico es otra referencia a Ophuls, cuyas películas siempre tienen palcos y escaleras ad hoc.
No comprendo cómo no me enamoré locamente de Pfeiffer hace años cuando vi la película. Su belleza, interior y exterior, es arrasadora. Las escenas en que, al azar en bailes o invitaciones, se encuentra con Archer y va surgiendo el amor entre ellos, son magnéticas, y también la sutil graduación que del asunto va haciendo Scorsese. La telaraña invisible que ata a las clases altas tejida por esas mismas clases altas es reflejada con sutileza por el director. Tenemos, así, una acción interior mucho más interesante que la pura exhibición del movimiento vacío de tanto cine actual.
Mención también para una pequeña genialidad del compositor de la banda sonora, Elmer Bernstein. No porque la música sea genial, ni especialmente memorable (quizá su mejor banda sonora sea "Matar a un ruiseñor"). Sin embargo, sí consiguió un tema principal de nobles hechuras y que remite a modelos elgarianos, es decir, al compositor con que con más contundencia se vieron reflejadas las envaradas clases altas victorianas británicas, las de Ascot y el Royal Albert Hall, modelo para las americanas. Nada ha querido saber Elmer Bernstein, siendo alumno del modernísimo Copland, de las sonoridades más agresivas y puramente americanas que por la época de la peli empezaban a sonar.
Una maravilla de película, absolutamente recomendable.

La edad de la inocencia es una película bella y sensible, delicada y hecha con un gusto exquisito.
Cada frase, cada acto está genialmente cuidado como cada acto social de estos personajes de una época pasada, de unas costumbres pasadas pero no así la esencia de estos personajes y de sus problemas amorosos y sentimentales.
La historia es simple, una historia de amor clásica, un hombre, dos mujeres, ese amor no correspondido, la historia es muy básica, el único problema que aquí veo es el exceso.
Cierto es que la película está rodada con un increíble cariño al detalle, el vestuario es espectacular, las costumbres de la época tanto a nivel social como personal, sus trajes, sus utensilios de comida, sus comidas, sus utensilios de fumar, pasear, baño, baile…un sin fin de cosas que se muestran para retratar un cuadro de la época y de estos personajes que se disputan en el amor en medio de este cuadro.
La fotografía es en alguno momentos espectacular, con un colorido bello parecen auténticos cuadros de época, un punto medio entre el rococó y el barroco, cada detalle es mostrado al espectador con conciencia.
La película es un sin fin de detalles, de especial mención son las comidas y cenas, cada escena está genialmente pensada, escenas simétricas y un encuadre redondo donde los personajes parecen ser parte de la escenografía.
Ahí veo el principal problema de la película, tanto detalle hace perder protagonismo a la historia, ha habido momentos en los que me he desconectado de la historia para centrarme en el escenario, vestuarios, las deliciosas comidas, los peinados, en cientos de cosas que han hecho perder el interés de la historia porque parece que esta no ha sido tan importante como la ambientación.
La ambientación es el protagonista de esta sutil película y los personajes pasan a un segundo plano, demasiado rococó para dejar a un lado los personajes de carne hueso.
La historia de amor que narra no pasa de moda y ha sido, es y será un problema emocional del ser humano.
Con una banda sonora preciosa, Scorsese consigue un cuadro irrepetible pero no así su historia donde esta pierde fuerza en medio de tanto detalle.

Martin Scorsese, director que recrea como nadie la violencia de la conducta humana, toma en esta ocasión una novela de Edith Warton en el que nos hace un retrato de la alta burguesía del siglo XIX y en forma de drama de época, se casca una película de " mafiosos" que a mí me ha producido escalofríos.
No he tenido el placer de leer la novela, aunque después de ver la película prometo hacerlo sin falta.
He oído por ahí que consideran que Scorsese se salió del tiesto de su estilo cinematográfico por abrazar este tema aparentemente tan alejado de otras obras suyas, pero tengo que discrepar.
Esta película es una película sobre la mafia.
Estas grandes familias neoyorquinas de rancio abolengo, tienen unos códigos de conducta y un sentido hipócrita de la moral tan rígido e inflexible como en " El padrino", si no más.
No utilizan pistolas, ni amenazan encubiertamente, pero son los más expertos " asesinos" de la individualidad humana y matan calladamente cualquier atisbo de deseo y voluntad que cualquier miembro aspirante a esa sociedad pudiera tener.
Si quieres pertenecer a nuestra familia has de hacer, decir o ser, lo que nosotros queramos que pienses, sientas o hagas. Si no, estarás muerto para nosotros.
Cómo se las apañan estos seres para dominar escrupulosamente a todo el exquisito rebaño, es lo que nos muestra Scorsese en esta película cuya violencia implícita que no explícita, me ha parecido escalofriante.
El arte de la manipulación colectiva para impedir que las ovejas descarriadas vuelvan a su redil o, en caso contrario, jamás vuelvan a entrar en él.
Archer ( Daniel Day- Lewis), miembro de una reputada familia de N.Y. va a contraer matrimonio con May ( Winona Ryder). A pesar de ser algo consciente de las excesivas convenciones y la doble moral de su entorno, vive feliz en su acomodaticio mundo y acata sus normas y fingimientos sin osar rebelarse.
Pero aparece en su mundo la condesa Olenska ( Michelle Pfeiffer), prima de su novia May, que escandalizará a la sociedad de N.Y. por haber abandonado a su déspota marido y pretender divorciarse de él.( El divorcio era legal en aquella época, pero socialmente no estaba aceptado).
La familia de la condesa y May, tratarán de utilizar sus influencias para que la sociedad no la condene al ostracismo y Archer, en calidad de abogado, tratará de asesorarla para que no sufra las consecuencias de su separación, pero la chispa prenderá entre ellos y pondrá patas arriba las prioridades y convicciones de Archer.
Sólo May parece inmune a la podedumbre que se esconde bajo las apariencias. Sólo May es dulce e inocente en ese mundo de intrigas y extorsión. ¿Qué hay bajo el bello telón de May?. Quizá nada, eso le inquieta a Archer...
Lo dicho. Magnífico fresco de una sociedad decadente, aislada, ostentosa y ampulosa donde cada gesto, mirada o acto está permanentemente vigilado y medido y cuyo precio por estar en ella es la de tu alma.
Perfectas interpretaciones y una gran ambientación. Y, repito lo dicho más arriba. Una constante en la temática de su director aunque no lo parezca.

Eso es lo primero que he de decir de este film, tiene uno de los vestuarios más increíbles que he visto. Y una fotografía insuperable, es que adoro los films con un colorido rotundo al estilo "Chéri". Por otro lado la película trata de una pareja de jovenes prometidos y el amor prohíbido que él siente por otra mujer. Winona y Pfeiffer ofrecen un contraste de "pretendientas" para Day-Lewis, que el chico no puede quejarse. Son tan diferentes tanto en su carácter como en su físico. La morena es dulce, la rubia atrevida....
Lo malo es que la película está contada desde un ritmo tan lento, tan lento que a veces se hace insoportable. Scorsese de nuevo hace gala de un uso perfecto en la dirección de films de época y de un detallismo único. Los exteriores son perfectos, y los paisajes tan hipnotizantes que es lo que hace que te quedes embelesado viendo una historia tan pesada, pero dentro de esa pesadez tiene cierto gancho que te hace decir: "Bueno, como ya me tragué tanto, veré el final". Al gusto. Saludos.