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El diablo dijo no

Comedia. Fantástico. Romance Cuando muere a los 70 años, Henry Van Cleve va al Infierno, donde lo recibe un caballero bien vestido que le exige que confiese sus delitos. Henry comienza entonces a contar su historia: desde niño, su acaudalada familia le proporcionó todos los lujos y satisfizo todos sus caprichos. Siendo ya adulto, llevó una vida disipada, entregado a la bebida y a las mujeres. Pero su vida cambió radicalmente el día en que conoció a Martha Strabel, ... [+]
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
24 de mayo de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ernst Lubitsch fue un maestro y un adelantado a su época. Basta ver una escena al azar de este delicioso technicolor y uno sabe que está en buenas mano, ante un artesano sagaz. "El diablo dijo no", traducción bastante libre del título original, es una coomedieta de alta sociedad que en manos de otro cineasta pasaría más desapercibida. Gracias a su espléndido reparto (Don Ameche, Charles Coburn, Gene Tierney...) y equipo artístico, alcanza altas cotas.

Sin embargo, cuanto más pienso en la historia que me cuenta, menos interesa. Mucho me agrada su forma de narrarla, los sagaces diálogos y el excelente nivel de las interpretaciones. Pero el concepto original era demasiado jugoso para contentarse con esta indulgente mirada a un acomodado heredero de don Juan Tenorio. Me pregunto si uno de los discípulos más sagaces de Lubitsch, Billy Wilder, habría dejado escapar la oportunidad de traspasar la barrera.

Igual que el carismático abuelo (un Charles Coburn espectacular e hilarante en cada secuencia) del protagonistas, se nota que tanto Satanás como Lubitsch adoran a este encantador busca-idas. Un perfil que no me desentonaría cantando sus andanzas con otros célebres calaveras. Todo se puede perdonar a alguien si es agradable a la vista y combina bien su traje. Dorian Gray lo sabía y el personaje de Don Ameche (ideal para el papel) tiene bula para todo. Dios libre al resto de su familia, diseccionada por el terrible pecado de ser un poco más sosainas.

Y es una pena porque muchos de ellos se encarna en muy buenos actores. Rememoro "El apartamento" y creo que, por una vez, Wilder no habría seguido el consejo que él mismo se imponía. Lubitsch es juez y parte de la trama y crea una especie de ganador nato que pasa sin sobresaltos, si lo narra el pícaro, es una comedia cojonuda. Si lo hace la víctima, un drama. Aquí, no hay duda del prisma desde donde se mira.

Eso se nota en la historia de "amor" que se crea en Gene Tierney (a quien todos los cinéfilos tenemos un altar prendido por "Laura") y Ameche; bien salvada por la innegable química entre ambos, el relato no deja de ser un anticipo de Homer-Marge Simpson. Se te pueden aguantar carros y carretas en determinadas circunstancias, el bueno del demonio te libre si eres Artie Ziff y un día te equivocas una vez.

Pero no hagan caso a este crítico aficionado, a fin de cuentas, también juez y parte, alguien ya un poco cansado de don Juanes que no pagan IVA y doñas Ineses que saben más que Melibea en un huerto.

A fin de cuentas, esto es una comedia y uno se ríe mucho, solamente por tres o cuatro ocurrencias de Lubitsch para darle ritmo, ya les merecerá la pena el visionado.
El Libanés
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22 de agosto de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película rodada en color por Ernst Lubitsch, siendo precisamente su espectacular estética en Technicolor uno de los grandes aciertos de esta primorosa comedia.

Se trata de un film de corte fantástico con confesión y redención iniciado con un surreal encuentro entre el diablo y nuestro pendenciero protagonista (Don Ameche), antes de que este último comience a relatar en flashback su movida existencia, que abarca desde sus primeros meses de vida como tierno y llorón bebé hasta sus últimos días en el lecho de muerte deseando ser asistido por una hermosa enfermera. Y es que ya se sabe, la cabra tira al monte hasta el final.

En medio de su trayectoria vital conocemos a su abuelo (espléndido y simpático Charles Coburn), un hombre complaciente con sus ardides e inclinaciones mujeriegas; a su primo repipi y sabelotodo (Allyn Joslyn), al que le hace una despreciable truhanada; al amor de su vida (Gene Tierney), víctima de una insinuada cornamenta, o a sus desavenidos suegros en permanente conflicto (magníficos Marjorie Main y Eugene Pallette), protagonistas de una memorable secuencia en un comedor con criado correveidile incluido.

Película deliciosa con una exquisita elegancia en la puesta en escena, en la lujosa ambientación, en los ingeniosos y perspicaces diálogos... Es una seductora historia con encantadores personajes que denota una vez más la sutileza, la clase y la sofisticación del genial Lubitsch, uno de los más grandes e influyentes maestros que ha conocido el cine en toda su historia.
BartonKeyes
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24 de febrero de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gente más rara del mundo debía ser, para Lubitsch, esa que muestra más benevolencia en sus juicios sobre asesinos, corruptos y malvados que opinando sobre aquellos individuos de costumbres eróticas licenciosas. Para Lubitsch salir de caza fuera del terreno que tienes legalmente acotado, darse a la lujuria, idealizar la carnalidad, no son pecados merecedores de condena al fuego eterno. El Diablo no puede admitir en su finca a quien tiene, como falta más grave de su peripecia vital, una incontenible afición por el ligue. Es una sorpresa, para el viejo calavera, el frenazo que un conserje del averno pone a su ingreso. Al fin y al cabo, sus hábitos son de "alarma social".

"Heaven Can Wait" carece del punto de partida inmejorable en casi todas las películas sonoras de Lubitsch que es un guión muy brillante. Por tanto aquí los cimientos son mucho más precarios que de costumbre en su obra. Lubitsch los fortalece haciendo surgir, a través de un primer nivel excesivamente sujeto a una carpintería convencional de alta comedia, golpes de genio, ráfagas de auténtica emoción, reflexiones juguetonas o acongojantes. Siempre con procedimientos ajenos a todo efectismo: un primer plano revelador, un plano general de corrosiva composición, una réplica verbal improvisada sobre la marcha, esa forma magistral de dirigir actores.

De la cuna a la sepultura, con setenta años de por medio, "Heaven Can Wait" se ciñe, aparentemente, al clásico entramado de una biografía. Pero el personaje de Don Ameche no tiene muchas cosas de las que suelen requerirse para un biopic convencional. No le pasan cosas trepidantes, no interviene activamente en ningún proceso histórico y su carácter, aparte la naturaleza de mujeriego, carece del teórico relieve necesario para sostener una narración tan cerrada sobre sí misma. Del protagonista llegamos a saber que celebra su cumpleaños por todo lo alto cada 25 de octubre, que no conoce penalidades económicas o de otro tipo en toda su vida y que el hobby de la seducción lo es todo para él

La película es como un largo viaje en tren que va deteniéndose, con mayor o menor prolijidad, en estaciones de una vida. El niño mimado, la primera escaramuza con el servicio doméstico, la adolescencia amenizada por una aguerrida institutriz francesa, el matrimonio (con la maravillosa Gene Tierney)... Pero son los años de madurez y envejecimiento lo que hacen remontar la película a los niveles de un Lubitsch grande. El tono se va haciendo elegíaco, muy bien punteado por agudas alusiones verbales e imágenes de la decadencia física, con gran trabajo para el equipo de maquillaje.

"Heaven Can Wait" ofrece una hermosa sensación de fluidez. Nacimientos y muertes, resueltas siempre con inteligentes elipsis, dan una idea de armonía universal. La misma que preside algunas de las últimas obras de otros viejos maestros que ya tienen muy poco cine por delante. El informal aficionado a la opereta parece abrazar una serenidad ultraterrena. Algunas de las secuencias del último tramo las habría suscrito, sin el menor reparo, el propio Yasujiro Ozu.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Zinephagus
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19 de octubre de 2008
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos hallamos ante una de las grandes comedias de uno de los maestros del género, como fue el alemán Lubitsch. Contada a modo de flashback se nos muestra la vida de un mujeriego empedernido, interpretado por Don Ameche, que a la hora de su muerte se ve obligado a recordar sus vivencias ante un receptivo y curioso demonio.
o0_oscar_0o
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27 de noviembre de 2020
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Un anciano Henry Van Cleve cuenta su vida de mujeriego, tendrá que rendir cuenta ante nada menos que Lucifer, sus iguales aristócratas son recibidos en las oficinas Premium de lucifer, sus pecados quitarle la mujer a su primo e hijo, hay juzguen Uds. y den su veredicto.

Comedia dirigida Ernst Lubitsch divertidísima, elegante e ingeniosa, altamente recomendable y con unos aspectos visuales destacables, un despreocupado Henry Van Cleve (Don Ameche) que pondrá en aprietos a una Martha (Gene Tierney).

Para Gene Tierney esta película forma parte su mejor trilogía en Technicolor, actriz polifacética de gran dominio en géneros de Acción, Comedia y Drama, de las más completas en la década 40.

No tiene remake.
John
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