Haz click aquí para copiar la URL

El diablo dijo no

Comedia. Fantástico. Romance Cuando muere a los 70 años, Henry Van Cleve va al Infierno, donde lo recibe un caballero bien vestido que le exige que confiese sus delitos. Henry comienza entonces a contar su historia: desde niño, su acaudalada familia le proporcionó todos los lujos y satisfizo todos sus caprichos. Siendo ya adulto, llevó una vida disipada, entregado a la bebida y a las mujeres. Pero su vida cambió radicalmente el día en que conoció a Martha Strabel, ... [+]
<< 1 3 4 5 6 8 >>
Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
23 de noviembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde la primera secuencia de la película podemos hacernos una idea de lo que es el “toque Lubitsch”. Henry Van Cleve es un casanova maduro recién fallecido que llega al infierno. Los términos se invierten y es el galán retirado el que insiste en entrar en el infierno. Aunque no se diga en ningún momento, gracias a esa invisible dirección de Lubistch, a la dirección de actores, o a las líneas de diálogo chispeante e irónico, queda claro que los pecados del caballero son veniales, que el diablo está de su parte y que esa fantástica historia de amor que narra la película tendrá su continuación en el cielo.

Todos queremos saber cuál ese pecado tan terrible por el que cree merecer ese castigo. Motivo por el que quedamos enganchados a una trama tan kirstch desde los primeros planos. Y lo grande del director vienés es que el protagonista siente culpabilidad por sus pasadas infidelidades, pero sus infidelidades son presentadas como pequeñas trastadas, un deseo casi estético por la belleza femenina, por sentirse vivo, por llenar el vacío de la ausencia. Todo esto nos es mostrado mientras nos cuentan otras cosas, diciendo lo contrario de lo que se piensa, en juego acumulativo de pequeños y equívocos y nuevos matices que se enlazan entre sí con una sorprendente facilidad. Incluso la ternura se solapa con la mordacidad como si fuesen perfectamente compatibles.

Los diálogos tienen una forma de tratar todos los problemas serios con una frivolidad contagiosa. Resulta sorprendente constatar ese aire de familia que tienen los diálogos de Lubistch con los de las películas de Wilder.

Cuentan que el maestro austriaco dijo en el funeral del alemán "Nos hemos quedado sin Lubitsch". "Peor aún, nos hemos quedado sin las películas de Lubitsch". Aunque quizás la siguiente frase es aún más significativa de lo que supuso un director en la concepción del cine del otro:

“Si uno pudiera escribir toques Lubitsch, todavía existirían; pero Lubitsch se llevó su secreto con él. Es como el vidrio soplado chino, algo que ya no existe. Alguna vez, busco un truco elegante y me digo: ¿Cómo lo habría hecho Lubitsch?". Y se me ocurre algo y se parece a Lubitsch, pero no es Lubitsch. Ya no existe.”



Aunque el toque lubitsch no son sólo líneas de diálogo, aquí van algunos ejemplos:



Hipocresía: Y cuando me desperté, estaban todos mis parientes hablando en voz baja y sin decir nada más que cosas amables sobre mí. Entonces supe que estaba muerto.



La baja autoestima del protagonista: Mi madre (...) Una señora adorable, pero con prejuicios. Ella creía que yo era maravilloso. Fue la primera mujer a la que engañé.



Respecto a las mujeres: Desde el primer momento tuve una cosa clara. Si quieres ganarte a una chica, tienes que tener un montón de escarabajos.



La criada francesa ironizando sobre la insatisfacción adolescente: Tu alma es más grande que tus pantalones.





No todo son parabienes. La película acusa una moralidad un tanto decimonónica respecto a las relaciones de pareja. Después de todo gran parte de la película gira en torno a la tensión que las constantes y alegres infidelidades del protagonista provocan en la historia de amor entre Henry Van Cleve –Don Ameche- y su media naranja –Gen Tierney-. Creo que el mismo director era consciente de esta debilidad moral de la relación entre géneros y colocó la historia a caballo entre el siglo XIX y el XX, dándole una coartada histórica al desequilibrio entre sexos.

La estructura temporal narra en flash backs desde el presente en las puertas del infierno toda la vida del galán impenitente, concentrada en sus fastuosas celebraciones de cumpleaños: su nacimiento, su primer contacto galante con una niña años después, su instrucción sentimental a cargo de una criada francesa, su gran amor, la crisis matrimonial, el relevo como casanova por parte de su propio hijo y su decadencia noctámbula. Tan importante como lo que nos muestran son las enormes elipsis que marcan el relato. Entre cada uno de los escenarios median habitualmente uno o dos lustros.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jmpg2012
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10 de febrero de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El diablo dijo no (1943) es una de las célebres películas que dirigió el director alemán Ernst Lubitsch en suelo norteamericano, donde la picaresca y el famoso toque Lubitsch se pone de relieve durante todo el metraje.

La película se inicia con la llegada de un entrañable anciano a lo que parece el infierno. Allí lo recibe ni más ni menos que un curioso Satanás vestido con uniforme. Como en otras películas cómicas, el diablo no recoge la apariencia más monstruosa, sino que aparece representado como un hombre de prestigio, sólo identificable por estar sentado en un lugar privilegiado (la estancia preinfernal que se supone parece una sala de estar normal, aunque con una gama cromática estridente) y por el toque de color rojo con el que el maquillaje aparece en al actor Laird Clegar. Como ya hiciera Dante cuando escribió su divina comedia, lo que adopta la película de Lubitsch es la relación del infierno como un lugar administrativo, como el cielo mismo, fruto de una visión casi capitalista, donde los condenados tienen que rellenar un formulario y solicitar permisos. Nuestro diabólico personaje comenta el ajetreo que hay últimamente por sus aposentos y de hecho trabaja como una especie de Perito que comprobará si realmente nuestro personaje se merece ir al cielo o al infierno.

Paradójicamente no hay intención de humillar a nuestro demonio, sino todo lo contrario, por momentos parece que simplemente es un encargado al que le ha tocado un papel difícil de cumplir. Esto queda patente con el propio final de la película, cuando después de escuchar a la versión hablada de la vida de Henry Van Cleve (interpretado por Don Ameche) lo envía gustosamente al cielo. El demonio aquí es una figura con la que el relato se sirve de marco con tal de narrar las diferentes peripecias de nuestro protagonista, que inicia así un largo flashback que ocupará todo el largo del metraje hasta casi el final de la película, y en el que contará toda su vida para que el diablo dilucide si se trata o no de una buena persona. El demonio por tanto sigue las pautas cómicas que encontramos en el Diablo y yo (1946), una película con la que comparte muchas semejanzas, pues también ahí realizaba una especie de gestión dentro del infierno.

Curiosamente el personaje principal que interpreta Don Ameche destaca por ser capaz de engañar al mismísimo diablo. Una de las grandes bazas de la película es la manera como el director consigue ceder protagonismo narrativo a la voz en off del personaje del relato. Dicho de otra manera, a medida que vemos narrar a nuestro protagonista su propia vida, se omiten o se dejan a evidencia del espectador ciertos detalles para que no queden totalmente implícitos, y para que tanto el diablo como el público de la película (ambos al fin y al cabo son los que oyen el relato del protagonista) sean ellos quienes los descifren por sí mismos. Muchas relaciones extramatrimoniales de nuestro protagonista (el hecho básico por el que ha bajado directamente al averno) quedan dilucidados por la candidez con la que cuenta su vida el protagonista. ¿Quién se iba a enfadar con tal entrañable anciano? Hasta el diablo es capaz de creerse sus mentiras.

El diablo dijo no es una película que nos habla de toda una vida, comprimida en poco menos de dos horas. Iniciándose con el nacimiento de nuestro protagonista hasta la muerte de este. La película opta por el tono desenfadado de la comedia, que recoge en su interior varias gotas de drama. El joven Van Cleve nace en el seno de una gran familia burguesa norteamericana, y Lubitsch se sirve de esto para atacar sistemáticamente los modelos tradicionales y reaccionarios de dichas familias. De esta manera nos encontramos con la exageración de los personajes familiares, la madre y padre del protagonista, del sobrino Albert…Sin duda todos forman parte del mismo pensamiento que lo único que pretende es según la moral burguesa, encontrar una buena mujer con la que casar a su hijo para que siente la cabeza. Entre tanta charlatanería el director, aparte de nuestro personaje principal, nos coloca el de su abuelo, que es el único que tiene algo de humanidad en sus venas y una gran vis cómica en la película. En frente de esta moral reaccionaria el director ennoblece (o por lo menos adorna) la vida del personaje principal, totalmente opuesta a los valores de su familia, con una vida disoluta donde las mujeres están siempre presentes.

El toque Lubitsch se puede medir en todo momento. Pese a que nos encontramos con la historia, en definitiva, de un auténtico Casanova, el director consigue que empatizemos (como el diablo) con la vida de nuestro personaje. Y eso que sabemos que pese al gran amor de su vida que aparece representado con Martha (interpretada por Gene Tierney) acaba teniendo una cornamenta profusa. Pero aún así El diablo dijo no es una maravillosa comedia romántica (y algo más) del don Juan por excelencia que un buen día decide sentar la cabeza (con algunas excepciones).
Kyrios
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
19 de agosto de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que puede ser tomada como testamento cinematográfico del maestro Lubitsch, no sólo por ser de las últimas filmadas por el genio alemán, sino porque en ella pueden disfrutarse casi todas las constantes de su repertorio como cineasta de inmenso nivel.

La vida de ese juerguista mujeriego que al morir se presenta en el Infierno al no considerarse merecedor de otro destino está contada con una simpatía y elegancia admirables. Dominada completamente por los diálogos, constantemente se relatan casi todos los hechos acontecidos por medio de las conversaciones de los personajes, no hay casi acción, y de hecho siempre se utiliza la misma fecha, algún cumpleaños del protagonista, para hacer avanzar la trama y ver el progreso de las relaciones de los miembros de la familia. Esas grandes elipsis que podrían afectar de forma brusca e irregular a la historia, son tratadas con maestría y utilizadas para potenciar el elemento cómico de los cambios generacionales y la modificación de la conducta de los personajes con el paso de los años. Incluso en el tramo final, el círculo se cerrará de forma ingeniosa mostrando a uno actuando como lo hacía su padre frente a la forma de vivir del joven que no hace sino lo que hacían él en su juventud. Ley de vida, que diría alguno.

Los Van Cleve forman una familia de clase alta donde cada personaje representa una época, un estilo de vida y una conducta frente al amor y la sexualidad. Los padres de Henry, de marcado corte clásico y elevado puritanismo, su abuelo socarrón que ve la oportunidad de vivir a través de su díscolo nieto todas las peripecias que quiso correr en su juventud y no pudo, el primo Albert, repelente en su perfección y abrazo de las normas establecidas, y el protagonista, Henry Van Cleve, apuesto galán con tendencia a trasnochar y perseguir coristas, forman los pilares de esa familia acomodada a la que nunca se ve trabajando, sino más preocupada por preservar la dignidad de su imagen social frente a los demás. La irrupción de la bellísima Martha precipitará los acontecimientos y pondrá a la familia Van Cleve patas arriba.

La película alcanza algunos momentos sublimes en esos diálogos en los que el inimitable y gozoso toque Lubitsch brilla en su esplendor, conversaciones llenas de ironía, juegos de palabras, frases con segundas intenciones, respuestas ingeniosas, y frivolizaciones sobre asuntos trascendentes revestidas de humor, que nos llevan en volandas de una época a otra. No hay muchas carcajadas, pero sí una permanente sensación de estar ante una comedia de altísimo nivel que nos mantiene permanentemente con la sonrisa en la cara.

Memorable es la conversación que mantienen Henry y su amada Martha intentando justificar sus actos de coqueteo con otras mujeres, un tema tan serio como la infidelidad, que de hecho es en ese momento la causa del distanciamiento entre ambos con visos de separación definitiva, es tratada con un humor que en absoluto deja entrever la más mínima justificación machista, sino que es capaz de mezclar la parodia y las frases ingeniosas con la ternura y el romance, consiguiendo un resultado lleno de genialidad.Al igual que la hilarante escena del desayuno en la mansión los padres de Martha, un matrimonio mal avenido que se pica con las tiras cómicas del periódico con el mayordomo por medio.

Don Ameche resulta impecable en su papel, Charles Coburn está genial como abuelo y sus simpatiquísimos chascarrillos, y Gene Tierney deslumbra con su belleza fotogénica gracias al technicolor, resultando sorprendentemente conmovedora su interpretación en la madurez.

Comentaba que esta obra puede considerarse una especie de legado de Ernst Lubitsch porque muestra perfectamente las virtudes de su obra, pero también porque tiene algunas características curiosas que la hacen especial. Retomaba los ambientes de la clase aristocrática en los que habían cuajado casi todas sus comedias identificativas, después de haberlos dejado de lado en sus películas anteriores (curiosamente dos de sus obras maestras, "El bazar de las sorpresas" y "Ser o no ser"), y contiene una especie de epílogo que resulta muy significativo. Todas esas comedias sofisticadas que llevaban su firma mostraban siempre hombres carismáticos que flirteaban con mujeres tirando de encanto, buen gusto, ingenio y mucha cara dura. Frivolizaban sobre el matrimonio y la fidelidad tirando de humor y situaciones divertidas. Pero en esta "El diablo dijo no" ocurre algo especial, en esos saltos temporales en los que asistimos al devenir de la familia Van Cleve, descubrimos en su parte final a un Henry preocupado por la llegada de la madurez, por su pérdida de atractivo, inquieto porque su hijo se convierta en un joven de provecho y no en un juerguista ligón como lo fue él mismo, y sobre todo, agradecido de haber tenido a Martha a su lado y haber podido disfrutar de un amor duradero y auténtico. Nos encontramos entonces ante una sorprendente moraleja aleccionadora sobre el amor y la estabilidad que produce compartir toda una vida con la persona ideal, filmada por quien siempre hizo gala de lo contrario para vehicular sus comedias. Esa curiosidad, unida a la fatalidad de su muerte prematura, concede para mí a este tramo final un sentido solemne y lleno de sentimiento sobre la obra del director.

Lubitsch, maestro de la comedia, deja dos momentos absolutamente mágicos y memorables en esta parte final que no tienen nada que ver con el género que lo encumbró. El último aniversario que Henry y Martha pasan juntos se cierra con una escena de baile que le llena a uno los ojos de lágrimas, y la escena del fallecimiento de Henry está tan llena de sutileza y elegancia que a dan ganas de levantarse y aplaudir.
Esa maravillosa sensación de plenitud y satisfacción que se siente como espectador al ver una película la consiguió transmitir muchas veces Ernst Lubitsch con su cine, al cual deberemos estar eternamente agradecido.
Orson_
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
20 de marzo de 2011
12 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno se enfrenta a una película de alguien tan venerado como Lubitsch lo hace desnudo. Esto es así porque pregunte a quien pregunte, le van a decir "oh, una película deliciosa!" "algo encantador" "sublime", "una dosis del toque Lubitsch", blabla "la voy a ver esta tarde, ¿vienes? "no, si bueno, verás, esta tarde no puedo, mírala solo que lo vas a GOZAR".

Se enfrenta pues el espectador a la película en taparrabos, armado solo con su particular medidor de pufos. Por desgracia, la primera escena con el Diablo y Don Ameche es lo suficientemente buena como para engañar a los pufómetros mal entrenados. No es hasta que sale el Van Clef niño y la institutriz que el pufómetro empieza a echar humo.

Don Ameche está encantador toda la película, dos horas de encanto soporífero. Gene Tierney está encantadora también. El abuelo, el único que vale la pena de todo esto, está realmente bien. Los secundarios, muy bien en general. Todos adorables. Dicho esto, La película consiste en dos horas encantadoras que quizá puedas disfrutar si estás lo suficientemente sedado, sea por alguna sustancia consumida o porque tú cerebro ha quedado sedado de por vida por alguna otra costumbre. Solo algún tipo de muerte cerebral puede explicar que alguien disfrute este filme.

El diablo, de no ser una especie de turco adorable debería haberle arrancado las uñas a Don Ameche y hacérselas comer tras soltarle la tabarra que le da.

Si consideras que tienes aún algo de sangre, NO LA VEAS.
Supertapon
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
15 de abril de 2008
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de los grandes títulos de la Fox en los años 40 fue esta joya que nos dejo el padre de la comedia. La maestría demostrada durante largo tiempo triunfaba una vez más en una deliciosa sátira sobre el Más Allá y sus picantes relaciones con el Más Acá.
Con el pretexto de un difunto que rememora su vida desde un sofisticado rincón del infierno, consigue Lubitsch una de sus comedias más sutiles con un refinamiento centrado en cada detalle y de donde han desaparecido las pinceladas de humor grueso que aparecían en muchos de sus títulos anteriores. No sólo consigue una elegante estampa de la sociedad americana sino que logra arrancar al technicolor de la Fox calidades sutiles, evanescentes, propias de un cuadro de época.
Impecable fotografía, guión, vestuario, montaje y por encima de todo la plasticidad de uno de los más grandes directores de la historia del celuloide en una de sus últimas producciones.
bisagron
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 3 4 5 6 8 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow