En un barrio de Nueva York

En un barrio de Nueva York- In the Heights

No puedo evitarlo, me gustan, me encantan los músicales. Ya en mi adolescencia veía hechizado las elegantes evoluciones de Fred Astaire, junto a sus compañeras de baile Ginger Rogers o Judy Garland; recuerdo a otros grandes actores y bailarines como Tommy Rall, Gene Kelly, Cyd Charisse (toda ella sensualidad y dueña de un cuerpo cincelado sobre las piernas más bonitas de Hollywood), Donald O’Connor o Dan Daley en inolvidables películas como “Cantando bajo la lluvia”, “Siempre hace buen tiempo” o “Melodías de Broadway”; más adelante “West Side Story”, tal vez el más brillante musical de la historia del cine, supuso el descubrimiento de que la sensibilidad y la belleza habían alcanzado su máxima expresión a través del talento coordinado de un trío inolvidable: Robert Wise, Leonard Bernstein y Ernest Lehman, director, músico y guionista respectivamente; y después le siguieron “My fair lady”, “The Sound of Music”, “Cabaret” “Moulin Rouge” o “Chicago” y, más recientemente, la chispeante “La La Land”, sólo por nombrar aquellas que repentinamente acuden a mi memoria pues de otro modo la lista se haría interminable.
De ahí mi entusiasmo al descubrir en la plataforma Disney+ “En un barrio de Nueva York”, que como otros muchos musicales vieron la luz en los teatros del Broadway neoyorquino antes de ser llevados al cine.
La historia tiene como escenario el barrio de Washington Heights, en el Harlem norte de Manhattan, situado entre la 120 y la 200 aproximadamente. Un lugar, hablo con conocimiento de causa, ruidoso, bullanguero, pero acogedor y extremadamente seguro, habitado, casi en su totalidad, por afroamericanos e inmigrantes latinos -o descendientes de éstos-, especialmente dominicanos.
La película abre con un precioso y espectacular número musical de ocho minutos en el que nos muestra la vida del barrio en un día cualquiera. La expresividad de sus personajes, su explosiva vitalidad, el colorido, la maravillosa ambientación y una combinación, tan absorbente como contagiosa de rap, salsa, merengue y soul, forzosa e inevitablemente enriquecida por la influencia de la cultura americana, me atrapan durante sus dos horas de duración.
Entrañables personajes como Usnavi, Vanessa, Nani, Sonny o Claudia, luchan denodadamente contra viento y marea tratando de salvar las barreras raciales para así lograr una vida mejor y poder ver cumplido el sueño americano.
Y al terminar, tengo la agradable sensación de que, tal como ocurría en mi juventud, al volver a la vida real, el mundo será mejor, infinitamente más justo y amable, hasta que la quimérica falacia de la ensoñación me despierta de nuevo.

Emilio Castelló Barreneche

Hoy quiero empezar mi comentario agradeciendo, como amante del CINE, el coraje y valentía de Warner durante éste último año y medio en el que han seguido apoyando a la industria del cine, mientras otros se quedaban en la retaguardia y guardaban sus estrenos o los estrenaban en plataformas. Warner ha estado a pie del cañón con mayor o menor fortuna pero siempre del lado de las salas de exhibición. Éste año, muy probablemente, encabezará los listados de estrenos.
Y ahora voy con mi gran decepción con una película que esperaba con muchas ganas por mi gran pasión por el teatro musical, IN THE HEIGHTS una obra original de Lyn Manuel Miranda un autor musical que arriesga mezclando géneros y que está siendo aplaudido a nivel mundial...me cuesta entender bien el porqué. HAMILTON me pareció una gran producción y así lo dije en su momento, pero... la volveré a ver para cerciorarme de sus valores a la vista del fiasco de hoy.
El musical en teatro, nunca llamó mi atención a pesar de encontrar siempre entradas de última hora a muy buen precio. El trailer, y las ganas de musicales en pantalla grande, me llevaron a ir a la primera sesión con todo el deseo de disfrutar y, quizás, tantas expectativas han lastrado mi percepción de la película que, a mi modo de ver, no podría tener una peor dirección en todos los sentidos. No hay la más mínima emoción y el espectáculo brilla...por su ausencia. El sentido del ritmo es nulo y los movimientos de cámara anulan cualquier posibilidad de disfrutar de las aclamadas coreografías que exaltan críticos “profesionales”...no las he visto más que en la primera escena y la de la piscina que parece sacada de un musical de Bollywood. Los actores, salvo Jimmy Smith, son planos por culpa de una mala dirección y de una eđicion también plana. La fotografía muy pobre...el exceso de religiosidad desconcierta y la resolución es muy tópica.
La frase más repetida en la película, PACIENCIA Y FE, resulta premonitoria. Paciencia para aguantar hasta el final y Fe de que éste director no vuelva a destrozar otro musical...quizás no sea todo culpa suya y la sobrevalorada carrera de su productor y autor te creen unas expectativas imposibles de cumplir.
De cualquier manera recomiendo su visionado a los amantes del cine y del teatro musical...quizás no era mi tarde.

El director norteamericano de origen asiático Jon M. Chu, conocido por ser el responsable de "Crazy rich asians", ha sido el elegido para estar al frente de la adaptación del musical de gran éxito en Broadway creado por Lin-Manuel Miranda que escribió la letra de las canciones y la música de la obra teatral y con un texto escrito por Quiara Alegría Hudes (la encargada del guion de la película). La propuesta se estrenó hace unas semanas en el prestigioso Festival de cine de Tribeca, unos días antes de su estreno en las carteleras de nuestro país y, desde la primera escena, es una película entretenida, con unos grandes números musicales y con mucho ritmo, que nos permite salir con una sonrisa a los fans del género.

La película está narrada por Usnavi, un joven que cuenta a unos niños lo que fue el barrio neoyorkino situado en la parte norte de la isla de Manhattan de Washington Heights unos años atrás, cuando lo pasaba bien con sus amigos y amigas por las calles de este lugar tan alegre habitado principalmente por inmigrantes de origen latino (entre ellos el propio Lin Manuel-Miranda), y parece que lo hace desde la terraza del bar "El sueñito" situado en la playa de República Dominicana.

A partir de ese momento la historia se desplaza hasta esos tres días en la vida de esos jóvenes de origen latino, que lo pasaban muy bien y hacían casi toda la vida en las calles de ese barrio, y que se llevaban bien, eran unos grandes amigos, pero eso no quiere decir que no tuvieran algunos desencuentros, y por supuesto algunas historias de amor y desamor.
De vez en cuando hay algún parón para volver a ver a los más pequeños entusiasmados con la historia que les está contando Usnavi, en unos ligeros parones en la historia central que se desarrolla a un ritmo frenético.

La película es excelente en los aspectos estéticos y técnicos, en parte gracias al montaje de Myron Kerstein y a la dirección de Jon M. Chu, que logran que esos maravillosos números musicales con tanta gente funcionen tan bien, pero también al técnico responsable de crear esos escenarios, con unas coreografías que recuerdan a las de los musicales clásicos de la Warner creados por Busby Berkeley, pero dando un toque mucho más moderno, y que es un soplo de aire fresco a la cartelera veraniega actual, que estaba necesitada de películas con la que disfrutarán los fans de los musicales. En cualquier musical son fundamentales las canciones, y en esta película los temas compuestos por Lin Manuel-Miranda, así como la música que los acompaña, son de gran nivel y casi todos los intérpretes defienden bastante bien esos temas musicales.

Dejo para el final las actuaciones, en un reparto encabezado por Anthony Ramos que interpreta a Usnavi, y que está simplemente correcto y no da la talla a la hora de cantar. Si hay una gran interpretación en la película es la de Leslie Grace, que consigue emocionar en su papel de Nina Rosario, tanto en los números musicales y las canciones (en este aspecto no tiene tanto mérito teniendo en cuenta que es cantante profesional), como sobre todo en las escenas más dramáticas y las cómicas, ofreciendo un cambio de registro que no tiene ninguno de sus compañeros/as de reparto. Completan el reparto Melissa Barrera que no lo hace mal como Vanessa y Corey Hawkins en el papel de Benny.
A lo largo de sus casi dos horas y media, que se pasan en un suspiro, entre canción y canción, se abordan temas como las diferencias de clases sociales, las costumbres de la comunidad latina y el apego por la familia.
Puede decepcionar y aburrir a muchos espectadores, en especial a los que no soportan las películas con canciones y números musicales, pero estoy seguro que el público más joven y los fans del género musical lo pasarán muy bien con esta creación del gran Lin Manuel-Miranda, en un homenaje del compositor y actor neoyorkino al barrio de su infancia, con un desenlace sorprendente.

LO MEJOR: El montaje y la dirección. Los números musicales y la coreografía.
LO PEOR: El reparto no está a la altura del proyecto, exceptuando a Leslie Grace.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net, http://habladecine.com y https://www.estrenosdecine.online/

Este musical, adaptación cinematográfica del éxito de Broadway, es lo que Lin-Manuel Miranda podría haber hecho con Hamilton el año pasado (no sé si no quiso o no pudo).

Washington Heights es un barrio latino en la periferia de New York que corre riesgo de desaparecer, no geográfica sino identitariamente. En el mismo vive el protagonista de esta historia, Usnavi, un joven que sueña con volver a República Dominicana para reflotar el parador de playa que fuera de su padre, pero también veremos a otros personajes, como la abuela Claudia, una mujer sin hijos que “adoptó” a muchos jóvenes del barrio, Vanessa, el interés romántico de Usnavi, quien añora triunfar como diseñadora y Nina, de las primeras que ha logrado asistir a una renombrada universidad gracias al sacrificio de su padre.

La película se esfuerza por resaltar la importancia de mantener las raíces, a través de varios números musicales donde predomina el hip hop con influencias latinoamericanas. Nada para objetar, pero tampoco mucho por destacar, respecto a las cualidades de canto de todos los intérpretes, aunque sí es impresionante el nivel que se despliega en lo que a danza se refiere. Las coreografías son espectaculares, sobre todo aquellas donde hay un gran despliegue de producción con enorme cantidad de extras. Y si bien el film supera las dos horas, la buena música ayuda para que no se sienta tal extensión (a mí me encantó que hayan colado en un fragmento el estribillo de la canción del Rey George de Hamilton).

El relato en sí no es algo fuera de lo común, pero está llevado de forma correcta, su estructura coral hace que se desenvuelva amable y vaya focalizando en distintos personajes para no cansar y resuelve todas las tramas con decencia. Chu vuelve a optar por un gran despliegue de colores saturados y una puesta en escena que transmite el ambiente veraniego, como lo ha hecho con Crazy Rich Asians, y por momentos hasta parece una producción de Ryan Murphy.

Como resultado tenemos una entretenida historia, que expone alegrías y penurias de la cuestión inmigratoria en los EEUU, a partir de un atractivo lenguaje como el musical.

Película basada en el primer musical de Broadway creado por Lin-Manuel Miranda, libreto de Quiara Alegria Hudes, adaptación del Premio Tony al mejor musical, “In the Heights”. Es una película romántica, exuberante y que aturde por momentos, alegre y con un (exceso) de bullicio. Puede que para algún espectador resulte de distracción e incluso lenitivo contra los efectos de la pandemia. Para mí no ha sido así, más bien he estado a punto de salirme de la sala antes del fin, pero aguanté ¿La razón? La más simple es que no me gusta el hip-hop, ni el rap, ni la música latina.

Tampoco el mensaje final de que hay que quedarse en el barrio, no salir, que es como una negativa a progresar, avanzar y conocer mundos nuevos y opciones de vida. Esa actitud estática e inmovilista que preconiza el filme cabrea y provoca cierto sonrojo pues el progreso es interconexión, salir a ver el mundo, a estudiar fuera y abrir la mirada a nuevas realidades y concepciones. De hecho, el racismo que se critica en la obra tiene su mejor terapia en conocer a otras etnias, razas y costumbres, lo cual que el guion y la propia narración incurren en contradicciones flagrantes.

El filme es una versión idealizada y fantástica de Washington Heights, a la sazón un vecindario de la ciudad de Nueva York, el punto más alto de la isla de Manhattan, habitado por inmigrantes hispanos y latinos (lo cual en los EE. UU. puede ser cualquier raza, aunque hay mayoría de dominicanos). En la realidad ha sido y continúa siendo un barrio con delincuencia, droga y altos niveles de pobreza. Pero curiosamente, el filme más bien dibuja una especie de comunidad de vecinos amables, bien avenidos y muy buena gente. No es que yo diga que no se puede fabular, pero para eso uno se inventa un lugar de ficción. Lo contrario es como hacer una peli sobre el deprimido y peligroso Polígono Sur de Sevilla conocido como el barrio de las Tres mil viviendas, como si allí se viviera plan Walt Disney.

El director Jon M. Chu convierte la obra en un gran patio de vecinos y de recreo, con demasía de actividad, sonidos y colores que a veces atontan e incluso molestan. Es un sitio donde los cambios son continuos y cuyos residentes se van renovando permanentemente. Son personajes que se enfrentan a dificultades de integración, la gentrificación, el descenso de oportunidades para progresar y la búsqueda del sueño americano.

Intérpretes desconocidos para mí que cumplen con sus trabajos, actores y actrices, bailarines y cantantes como Anthony Ramos, Corey Hawkins, Melissa Barrera, Leslie Grace, Jimmy Smits, Stephanie Beatriz o Daphne Rubin-Vega, entre otros.

Avanza la acción de la mano de las canciones compuestas por Lin-Manuel Miranda donde hay rap, salsa, merengue y soul, las cuales notas pueden transmitir a algún espectador marcha y a otros, como en mi caso y perdón por repetirme, pasmo y hartazgo. Tiene un interesante catálogo de coreografías inspirado en los clásicos: Jacques Demy, Fred Astaire, Bob Fosse o Busby Berkeley.

Es mi parecer que hay un colmo de números musicales y de personajes, lo cual que exige cierto esfuerzo en seguirlos, siendo que las líneas argumentales quedan difusas. Aunque, a decir verdad, el argumento es más bien simple.

Lo mismo se puede decir de las alusiones a la discriminación racista que sufren los inmigrantes latinos, pues la película quiere celebrar la comunidad latina del barrio sin profundizar en los aspectos más agrios de estas sociedades.

Es en suma un concepto fantasioso de personajes en lo esencial nobles y honestos, melodías entre dulzonas y estridentes sin demasiado recorrido, y argumentos en pro de la solidaridad y la colaboración entre los habitantes de Washington Heights.