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El crack

Intriga. Cine negro Areta, un antiguo policía que trabaja como detective, recibe el encargo de encontrar a la hija de un empresario de Ponferrada. Gracias al novio, averigua que la chica estaba embarazada y huyó de casa. A partir de ese momento, empieza a sufrir todo tipo de presiones para que abandone el caso, pero Areta seguirá investigando hasta el final. (FILMAFFINITY)
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Críticas 108
Críticas ordenadas por utilidad
20 de mayo de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La visión que se tiene de Alfredo Landa es la imagen propia del mal cine español tardo-franquista que se puede ver cada sábado en Cine de Barrio; sin embargo, José Luís Garci nos muestra a un Alfredo Landa serio, maduro y a alguien muy comprometido con su trabajo.

Germán Areta es un expolicía que se ha cambiado a un oficio muy parecido que consiste como diría el bueno de Areta en dos cosas “mirar y mirar”, es decir es un “huele braguetas”.
Areta presenta dos caras: la impasible y dura ante el Madrid podrido que observa desde su oficina de Gran Vía y una cara amable y enamorada hacia la enfermera que lo recuperó y hacía la hija de ésta, Maite.

El Crack es una película cargada de simbología hacía Nueva York: los combates de Rocky Marciano, la 5ª Avenida o la Gran Vía de Madrid presentada como la Gran Manzana de Nueva York.

La historia que enredará la vida de Germán Areta, alías Piojo, será muy simple en principio: la recepción de un caso de investigación de un padre de Ponferrada que ha perdido la pista de su hija cuando fue a estudiar a Madrid dos años antes. Seguro que las personas que hayan visto Compañeros recordarán al “profesor Bacterio”, pues Miguel Rellán también aparece en esta película interpretando al ayudante de Areta, “El Moro” - alguien muy hablador y antiguo ratero- que sin embargo forma una extraña pareja con su jefe al que llama amo, pero a la vez muy eficaz.

En definitiva, gran película del olvidado cine negro español, que parece que nunca existió, aunque presenta grandes obras maestras como esta, con maravillosos planos de cerca, una música muy cuidada que da muestras de que cada segundo de la película puede deparar alguna sorpresa inesperada para el protagonista.
Il Dandi
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11 de febrero de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica y sorprendente. Magnífica porque no tiene nada que envidiar a las mejores películas del cine negro americano, ni en guión ni en desarrollo de la trama ni en dirección (excelente José Luis Garci). Sorprendente porque fue la gran revelación como actor de Alfredo Landa, en un papel absolutamente opuesto a los cochambrosos y vergonzantes del "landismo", interpretación que hubiera firmado el mismísimo Bogart. El personaje del detective Germán Areta ya es parte imborrable de la gran historia del cine español y una brillante, aunque desgraciadamente poco frecuente en su carrera, demostración de que en efecto Alfredo Landa era un muy buen actor (recuerdo también sus papeles en "Las verdes praderas", "El bosque animado" o la serie televisiva "Tristeza de amor"). También es justo destacar el gran trabajo de María Casanova, actriz de la que nunca más se supo, de Manuel Tejada, del siempre enorme e irrepetible José Bódalo y del entonces desconocido Miguel Ángel Rellán, además del famoso radiofónico Manuel Lorenzo "Don Criticón".

En fin, grandísima película que merece estar entre las 10-12 mejores de la historia del cine español. Tuvo una continuación, "El Crack 2", con los mismos actores y director, no tan brillante como la primera pero que también merece la pena ver.
Sir Lancelot
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21 de noviembre de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el principio, sabemos que Germán Areta es un “crack”. Un tipo duro y un sentimental. En realidad, al principio no sabemos nada de eso. Pero lo de que tiene nervios de acero, sí. Detrás de ese aspecto de contable del Banco de Santander, hay un hombre impasible, capaz de continuar cenando mientras atracan su restaurante. Luego sabemos que tiene “pipa” y una dosis considerable de hielo en las venas. Es un detective madrileño y clásico. Un Humprey Bogart que Garci se ha sacado de la Gran Vía para asombro y admiración de todos. Porque da el pego. Es un auténtico detective de cine negro coloreado por la luces de neón de los cines de Callao. Es inteligente y listo, dispara frases de doble filo y no se le escapa nada. Sólo tiene dudas con el amor porque las rubias son siempre el punto débil de los piratas y los detectives, pero su chica es morena y dulce.
Ahora tiene un caso gordo, de los de peces ídem, de los que le vuelven a uno más duro y más sentimental. Pero Germán inspira confianza, valentía y credibilidad. Es un crack.
También sabemos desde el principio que vive en Madrid. La cámara hace travelling desde el cielo de Madrid, azul al mediodía, o entre los luminosos de sus edificios. También recorre barrios modestos, degradados, céntricos, lujosos, entre comercios que han desaparecido y calles que se han detenido en un tiempo preciso de entonces y ahora, sin moverse un minuto. El detective se mueve por ese Madrid enorme, capaz de convertirse en un barrio, en un pueblo, en un lugar de pequeñas referencias donde todos nos conocemos y tenemos nuestro espacio. El bar donde Manolo nos sirve la caña muy fría con el mejor consejo, el mercado donde nos conocen, el banco del parque con la mejor sombra, la vecina amiga… En fin, ese pueblecito manchego disfrazado de gran capital.
Germán tiene el suyo. Un barbero boxeador o lo contrario, no lo sabemos muy bien. Que conoce Nueva York y tiene una foto firmada de Rocky Marciano al lado de la loción de Floyd. Tiene una timba de mus y una partida de amigos sin condiciones. Tiene contactos y se entera de todo. Es un crack. Aunque él modestamente se considera solo “un tipo duro y solitario que trata de sobrevivir en una sociedad podrida gracias a un trabajo sucio”. Eso se lo sopló Garci porque se lo había oído a Humprey, pero no importa porque es verdad. Aunque también tiene amigos, una novia buena y morena y un pequeño pueblo llamado Madrid, donde por las mañanas se pasea por la Gran Vía y por las noches se recorre uno la ciudad dormida mientras suena una música de “solos en la madrugada” en la radio del 1.500.
¡Qué película más buena, que detective más listo, qué ciudad más bonita…!
paki
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13 de agosto de 2012
14 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy muy reticente a ver cine español fuera de las comedias. No me gustan los dramones, y no suele haber presupuesto para películas de acción que merezcan la pena. En este caso, vista la fama y críticas que tenía la cinta, me decidí a verla.

La primera escena, si bien no está rodada con la fluidez necesaria, hace prever un personaje tipo "Harry el Sucio" a la española. Sin embargo, con el pasar de los minutos, uno se va perdiendo en diálogos vacíos de interés para la trama, que no hacen sino añadir minutos a una historia, que bien se podía haber resuelto con treinta minutos menos.

El planteamiento de la trama es demasiado largo, el nudo llega de improviso, y el desenlace excesivamente breve. Una música un poco repetitiva, una fotografía bastante oscura, no sé si a intención, y la casi inexistencia de exteriores, hacen que el "envoltorio" del paquete sea muy cutre. Si además añadimos que las previstas escenas de acción no se dejan ver, hacen que el espectador, que lleva dos horas aguantando el tostón, se sienta defraudado cuando acaba el film.

La actuación de Landa es buena, pero no sorprende, siempre lo he visto como un tipo serio y gruñon, con algunos momentos tiernos, tal y como aparece en la peli. Los demás personajes correctos, aunque el doblaje posterior hace que se pierda naturalidad en las actuaciones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
KnightRider
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16 de diciembre de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Crack supone uno de los grandes hitos del cine español. Garci consiguió una de las pocas incursiones existentes en el género policíaco, con homenajes claros al cine negro (de hecho está dedicada a Dashiell Hammett) que han logrado cierta repercusión en nuestra cinematografía logrando un resultado notable. En esta película se refleja la delincuencia de los bajos fondos de las grandes ciudades: el boxeo, el whisky, las timbas y los soplos aparecen como un reflejo decadente de una sociedad urbana en la que los tentáculos delictivos de las altas esferas campan a sus anchas. Y todo ello con un trasfondo: el Madrid de La Transición, sucio y gris, con una Gran Vía en la que aún había cines y con un final; el símbolo de lo urbano por excelencia, el lugar donde la marabunta humana hace que todo parezca inmutable y pase desapercibido: Nueva York.

Y por medio aparece Areta, un héroe silencioso. El perro viejo, pasado de vueltas y que va por delante de todos; pero de esos en vías de extinción, que se mueven por códigos de conducta ya olvidados en la sociedad moderna tales como el honor, la lealtad o la amistad. Pequeño en el Rockefeller Center, pero un gigante en las relaciones sinceras.

Por último, digno de mencionar es que se realizó una secuela y se rumorea una tercera, la melancólica banda sonora, algún giro de guión inesperado y por supuesto, un inicio de película con los siguientes ingredientes: José María García, un bar de carretera (expositor de cintas incluido), dos que quieren pegar un “palo” y un mechero. Todo ello sabiamente conjugado provoca que se vayan de un plumazo todos los prejuicios que puedan existir sobre Alfredo Landa y prepara al espectador para asistir a algo ciertamente distinto a lo que se piensa que debe ser una “españolada”.
Monoguineano
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