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Furtivos

Drama Ángel (Ovidi Montllor) es un cazador furtivo que vive en un bosque con su madre (Lola Gaos), una mujer tiránica y violenta. En uno de sus escasos viajes a la ciudad, conoce a Milagros (Alicia Sánchez), una chica que ha huido de un reformatorio y que es la amante de un delincuente llamado El Cuqui. Ángel la protege y la lleva a su casa. La animosidad de la madre hacia Milagros, así como la atracción que Ángel siente hacia ella desembocarán en un drama. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
15 de junio de 2015
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía Franco que España, bajo su tutela, era un bosque en paz. Pero no un bosque de ardillas y conejitos blancos, sino un bosque donde los lobos devoran venados, debió pensar Borau al hacer esta película.
La productora El Imán se asocia al nombre de José Luis Borau, uno de los directores de cine españoles que descollaron con alguna película brillante, en este caso “Furtivos”, aunque el resto de su obra no compartiera el mismo el éxito. Ni sus coproducciones de estilo americano, ni su residencia en Los Ángeles durante un tiempo, le cedieron un hueco junto a los grandes cineastas emigrados a Hollywood.

“Furtivos” es un drama rural que explora a fondo la sociedad española de la época: redadas de los grises, cazadores furtivos, colegios de monjas o gobernadores civiles. Personajes que hoy día suenan casi a cuento. Y en este cuento: el bosque. Un bosque umbrío que determina el carácter y la conducta de los montaraces. Las familias viven apartadas unas de otras, y los huertos de las casas se extienden a todo el monte. No existen cazadores furtivos, tan solo recolectores de lo que les pertenece, en cuanto moradores de la tierra. Lo saben todos, pero nadie lo muestra, nadie lo dice, porque “así estamos bien”.

Se trata de una película del tardofranquismo, cuya detallada descripción de la destrucción de la célula familiar autárquica describe la situación de España: una dictadura, cerrada al exterior, que agonizará dos meses y medio después. El matriarcado de Martina (Lola Gaos), rígida e inquebrantable, se ve amenazado con la llegada de Milagros (Alicia Sánchez) a la casa y la cama del hijo Ángel (Ovidi Montllor). Incapaz de luchar con dos carretas, desata su rabia atávica contra los desvalidos (la perra) y resuelve por medio de alimañas (su otro hijo, gobernador civil). Metafóricamente, solo vemos las muertes de animales, que sustituyen a los personajes: la perra a manos de Martina y el ciervo a manos de Ángel. Una célula familiar corrupta e incestuosa que solo engendra la propia muerte. Esta dura crítica, unida a los ocasionales desnudos, hace difícil por tanto entender cómo pudo superar la censura de la época.

Cuenta Román Gubern que Borau tenía sentimientos encontrados al tiempo del estreno de la película en Estados Unidos. Acababa de ganar la Concha de Oro en San Sebastián (se había impedido su presentación en Cannes y Berlín). Pero muchos colegas le acusaban de romper un boicot político de no presentación al festival. Aquel 20 de noviembre de 1975, después del primer pase de prensa de la película, lo celebraron con champán.
Mengo
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14 de marzo de 2023
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás una de las escenas más escalofriantes de la historia del cine no pertenezca a una película de terror.
Está presente en "Furtivos", la obra maestra de José Luís Borau de 1975.
En ella, Lola Gaos, madre posesiva enfermiza, encolerizada porque su hijo ha llevado a casa una novia comete un acto difícil de comprender: Con un palo mata a golpes a una loba que habían atrapado porque estaba comiendose distintos animales de las granjas del lugar.
Lo espeluznante surge luego. La loba no era loba, sino un perro, pero el crimen fue real.
Allí es donde aparecen las estupefacciones, las preguntas, la incomprensión.
¿Que puede llevar a un equipo técnico entero, a un director, a una actriz que en ese momento tenía mas de 50 años a cometer esa atrocidad por el solo hecho de realizar una escena de un filme?
A lo largo de los años desde que la ví por primera vez he hecho en numerosas ocasiones intentos de comprender, de ubicarme en el contexto, de tratar de no caer en la simple descalificación de considerar como unos hijos de puta a los autores de la matanza del pobre inocente.
Era la España destrozada, la de la muerte de Franco, una España perdida, deambulante, que no sabía si festejar o llorar la muerte de su tiránico padre que durante 40 años había sostenido su autoridad con mano de hierro. La de los culos, las tetas, la cocaína, el caballo, toda una galería de exhibicionismo y frivolidad de esa población infantilizada que salía a la calle, que habitaba las noches sin restricciones, la España del "destape".
Ese libertinaje abrupto narcotizaba y extraviaba, confundía, se quería mostrar todo, se quería ser auténtico, tras 40 años de represión, de mentiras, de propaganda falsa, de oscurantismo, había una rabia contenida, furiosa, supurante contra la ficción, contra la coartada, contra el "como si".
Y como suele suceder con los pueblos liberados a sus potencias brutal y repentinamente no tardan en convertirse en turbas conducidas por las pasiones y la irracionalidad, esa omnipotencia de la niñez que está condenada a terminar en tragedia, destinada a lastimar y a lastimarse. Eso también fue parte del plan de los poderes hegemónicos que asolaron y asolan a España. Este filme, esta escena es el mejor ejemplo para no considerar como virtuoso ese supuesto grito de liberación llamado "Destape".
"Furtivos" es una película extraordinaria, hecha con una tristeza, con un dolor que se impregna en la naturaleza del verde y ocre del norte español, de nieve, de lluvia, de frío, de un tiempo histórico reciente pero que resulta muy lejano a la vista de hoy, esa España que ya no era negra por su rodaje en color pero que la oscuridad del profundo interior del país, de la ignorancia, de la brutalidad parecía todo el tiempo amenazar con apagar la gama de colores propia del entorno y de los ambientes tenuemente iluminados.
Sin embargo no puedo. No puedo dejar de pensar en esa escena. Cuando se rompe el tejido de la ficción e irrumpe el horror de lo real, intencionalmente o no, ya no podemos volver a creer en la ficción, ya no puede sostenerse, todo se desmorona bajo las tempestades de lo ominoso, de lo que viene del infierno de la condición humana.
Es como la pornografía, cuando los actores y actrices entre escenas de sexo explícito intentan sostener recreaciones de una ficción que se vuelve precaria, burda. Nadie cree en ese teatro porque nuestra subjetividad ha quedado colonizada por la fuerza de la genitalidad, de lo real, de lo que destruye la virtualidad necesaria para la elaboración de toda ficción.
Borau, Gaos y compañia cruzaron ese límite y se sumergieron en las fauces del horror. Y lo hicieron por una especie de militancia estúpida y tan en boga en aquellos años por el realismo, por la autenticidad. Eso los convirtió en asesinos sin condena, los convirtió en lo que más odiaban, en lo que querían denunciar a través de este filme.
"El camino al infierno está lleno de buenas intenciones".
Es la primera vez que me sucede que no sé si calificar con un 10 o con un 1 a una película. Que sea el 1 como ínfimo acto de justicia contra ese pobre perro apaleado.
darth_matu
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26 de octubre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película dura , sin ambages. Hay unas cuantas pelis así en los 70. Todas llevan una crítica más o menos velada a la sociedad de entonces y sus injusticias. Había muchas ganas de quejarse y protestar, cosa razonable por otro lado.

Para mi destaca Lola Gaos sobre todos los demás y me parece un desacierto total el actor principal Ovidi Montilor.

Deprime un poco pero es buena.
Corpitas
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12 de mayo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Franco ha muerto". Película de obligado visionado que refleja la pobreza y los valores que vivió España siempre.

Hay obras maestras de cine puro que nacen en un contexto muy determinado en el lugar indicado. Me pregunto si un español que vivió el franquismo o un hijo de este podría entender la grandeza enjuta de la obra y lo dudo lamentablemente. En 1975 Franco se estaba muriendo, y parecía llegar el APOCALIPSIS de la dictadura militar católica que había marcado TODA LA VIDA de los españoles durante 40 años.

Borau muchas veces dijo que él no pretendió hacer una película antifranquista, ni directamente retratar la realidad, sino solo contar la historia que estaba contando, pero la forma de retratar casi documental, y el tono de fábula es tan auténtico que todo sonaba a un COSMOS que se acaba, sobre todo a los espectadores españoles de la época que esperaban ansiosamente una obra maestra así que no aparecía, para retratar el momento.

La parábola es sencilla: Ovidi Montllor es un hombre raro de pocas palabras que vive en un bosque cerca del pueblo con su madre Lola Gaos que tiene pinta de madre dominante, castradora. Cuando una muchacha no muy bella y con pinta de problemática, y de que huye "de algo", Ovidi la acepta como "novia". Y echa a rastras y a gritos a su madre de su cama para poner a su novia. El ambiente es verista y de miseria pero auténtico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Alfonso Marlowe
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8 de abril de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra maestra sin paliativos, una película descarnada, dura, cruel.....un sórdido drama rural que retrata con fascinante desabrimiento la intensa negrura de la España profunda.

José Luis Borau dirige y co-escribe junto a Manuel Gutiérrez Aragón esta película fundamental en la cinematografía española.

Se trata de un guión ejemplar, sensacional, lleno de sugerencias y de dobles y hasta triples lecturas tanto en su texto como en sus inolvidables imágenes que reflejan magistralmente la aspereza de esta desgarradora historia, una historia urdida en torno al complejo de Edipo y en la que tienen cabida insinuaciones de incesto, celos enfermizos, pasiones desatadas, el sentido de la posesión y la dominación sexual, rencores que matan, o brutales apaleamientos de lobos como liberación del odio visceral e incontenible que se lleva dentro...sin olvidar las indisimuladas puyas al régimen franquista.

Llama la atención una gloriosa utilización de las elipsis como inteligente elemento narrativo, al igual que la excepcional fotografía de Luis Cuadrado, recogiendo maravillosamente ese hermoso a la par que inquietante paisaje boscoso con algunos de los exteriores más bellos que se recuerdan en la historia de nuestro cine.

La banda sonora corre a cargo del influyente dúo pop Vainica Doble, mientras que si hablamos de las interpretaciones sólo queda rendirse ante la magnífica labor de todo el reparto, empezando por la del propio Borau haciendo convincentemente de gobernador civil.
Aunque dentro de ese referido y espléndido trabajo actoral, los ojos del espectador se dirigen irremediablemente hacia una inmensa Lola Gaos en el papel de su vida, encarnando a esa madre dominante, violenta y castradora que parece sacada de una de las famosas Pinturas Negras de Francisco de Goya.
BartonKeyes
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