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España España · Madrid
Críticas de Mengo
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Críticas 46
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
27 de mayo de 2020
25 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Zoey’s Extraordinary Playlist” se presenta en NBC como una de las series más prometedoras del año. La premisa es simple y a la vez tiene cierto calado. Zoey (Jane Levy) es una programadora informática que adquiere el superpoder de oír las emociones de los demás en forma de canción. Y aunque a algunos la premisa les parezca inverosímil, sí hay mujeres informáticas (¡y debería haber más!).

A lo largo de los 12 capítulos de la primera temporada, Zoey tendrá la suerte y la responsabilidad de escuchar estas canciones que hablan desde lo más profundo de los personajes. Desde Elvis Presley hasta Enrique Iglesias, desde música country hasta hip hop… Todos hemos vivido ese momento en que parece que lo que piensas o lo que sientes solo podrías expresarlo con cierta canción, pues en “Zoey’s Extraordinary Playlist” hay cinco o seis de estos momentos por capítulo. ¡Y la playlist es extraordinaria!

Pero la serie no es solamente una oportunidad para repasar covers de éxitos musicales, la coreógrafa Mandy Moore merece mención aparte. Más conocida por sus trabajos en “La La Land” y “Bailando con las estrellas”, sus coreografías van desde los solos más intimistas, delicados, frágiles, hasta los flashmobs más enérgicos y multitudinarios. Y hacen avanzar la trama con más fuerza que la voz de cualquier cantante. Aprovecho para destacar la actuación estelar de Sandra Mae Frank en el capítulo 9 donde su personaje interpreta “Fight Song” de Rachel Platten en lengua de signos. ¡Los pelos como escarpias!

El elenco principal está bien curtido y elegido sin riesgos: Skylar Astin sigue haciendo del niño bueno enamorado de la protagonista como en “Dando la nota”, Alex Newell es un transexual aún más fresco y atrevido que en “Glee”, Lauren Graham ("Las chicas Gilmore") como adalid de la mujer independiente, Peter Gallagher (“The Orange County”) brilla en su papel como padre y Mary Steenburgen está aún más encantadora 40 años después de “Melvin y Howard”. Quizá Jane Levy sea la cara menos conocida de todo el reparto, y durante los primeros capítulos no canta ni baila, pero no se la pierdan.

Uno de los mayores logros de la serie es abordar una gran cantidad de temas emocionales complejos y salir airosa. Temas como la igualdad de la mujer en puestos directivos, la integración de las personas de color, la transexualidad, la inteligencia emocional, la sordera, el duelo, las enfermedades degenerativas… Los personajes son de carne y hueso, piensan, sienten, dudan y a veces necesitan ayuda. Y cuando la piden, la piden a ritmo de “Help!” de los Beatles. Porque hay emociones que solo se pueden expresar en forma de canción.
Mengo
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7
5 de noviembre de 2015
74 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Doce hombres han pisado la Luna. Solo un hombre ha caminado sobre la cuerda floja entre las Torres Gemelas, y ningún otro lo hará jamás. Se lo llamó “el crimen artístico del siglo” y sucedió la mañana del 7 de agosto de 1974: Philippe Petit, un funambulista francés, paseaba sobre un cable de acero entre las torres del World Trade Center.

“The Walk” es una historia fascinante, rodada para producir espectacularidad. La dirección de Robert Zemeckis (“Forrest Gump”, “Regreso al futuro”), la colaboración especial de Philippe Petit, la interpretación de Joseph Gordon-Levitt (“500 días juntos”, “Origen”) y Ben Kingsley (“Gandhi”), los VFX de Kevin Baillie (“The Flight”, “Need for Speed”)… todo al servicio de una historia en IMAX 3D.

Robert Zemeckis no es el primero en llevar a la gran pantalla las hazañas de este funambulista. En 2008 la Academia premiaba el documental de James Marsh sobre el mismo argumento, “Man on Wire”, y la comparación está servida. Algunas partes del relato se han podado para acelerar la trama: el equipo logra la hazaña en su primer viaje a Nueva York (realmente fueron necesarios tres viajes) y un golpe de suerte les sube directamente al último piso (no al 104º).

La reconstrucción digital de la ciudad de Nueva York, y en especial del paseo entre las Torres Gemelas, es un reto superado. Aunque a veces uno tiene la sensación de que tanto resplendor es un poco artificioso, que está “demasiado limpio”. El 3D sin embargo sí se usa con moderación, en los momentos en que la tensión dramática lo requiere (altura de las torres, contrapesos, etc). De hecho la película está grabada en 2D y convertida luego por Legend3D.

Cabe destacar lo simbólico de la narración del protagonista desde la Estatua de la Libertad (maravilloso el acento francés de Gordon-Levitt). Si aquella fue un regalo de Francia para conmemorar la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, la historia de Petit es otro regalo de un francés que simbolizará la pasión de quienes persiguen sus sueños a cualquier precio.
Mengo
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6
30 de octubre de 2015
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es fácil que alguien que llega a la dirección de cine desde otro puesto en la industria cinematográfica arrastre una cierta deformación profesional. James Vanderbilt vendió su primer guion incluso antes de graduarse, y ha escrito fantásticas obras como “Zodiac” (David Fincher, 2007) o “The amazing Spider-man” (Marc Webb, 2012). El argumento de todas ellas parece gritar “yo de pequeño quería ser periodista”, pero en ninguna se desgañita tanto como en “Truth”.

“Truth” documenta la aparente injusticia cometida por CBS News contra su reportera Mary Mappes (Cate Blanchett) y su presentador Dan Rather (Robert Redford) en la víspera de las elecciones estadounidenses de 2004. La publicación de la noticia de cómo George Bush habría utilizado sus influencias personales para evitar ir a la Guerra de Vietnam, desata una lluvia de interrogantes políticos más centrada en la autenticidad de los documentos fuente que en la veracidad de los hechos.

Quizá como una pataleta para reivindicar el valor del contenido sobre la forma, o quizá por falta de tablas en la dirección, la película narra la vida en una sala de redacción sin aportar valor dramático más allá. Rodada con la más pulcra convencionalidad: buena fotografía, buen sonido, buen montaje; no se le puede recriminar nada más que su falta de riesgo. Un riesgo que sí tomaron los actores protagonistas apostando por un director novel. Blanchett acababa de ganar el Oscar por su interpretación en “Blue Jasmin”, y Redford acepta el reto de sentarse en la mesa del presentador de noticias con el que ha crecido toda América.

A pesar de que la productora defiende que es una historia en la que no hay villanos, la CBS no pareció contenta con una película que en su opinión transforma errores graves de periodismo en actos de heroísmo y martirio. Lo que no cabe duda es que “Truth”, una película por y para periodistas, exhorta el valor del buen periodismo en una era en la que la información ha cambiado de manos de las agencias de medios, a toda una comunidad digital que publica en blogs, Facebook o Twitter.
Mengo
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8
22 de septiembre de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Roman Polanski es un autor internacional, capaz de mantener un estilo propio y a la vez mimetizarse con el país donde dirige sus películas. En Estados Unidos dirige solamente dos: “Rosemary’s baby” (1968) y “Chinatown” (1974). Y algo de premonición hubo en su relación con América, pues un año después de la primera, de terror, asesinan a su esposa y a su hijo nonato, y él se va del país. Tres años después de la segunda, neo-noir, escapa de la justicia americana, acusado de violación a una niña de 13 años, y ya nunca volverá.

Cuenta Robert Evans, el productor ejecutivo, que para atraer al polaco le envió el guion de “Downhill Racer”, sabiendo que este era un amante del esquí. Pero le adjuntó también el libro de “Rosemary’s baby” (Ira Levin), para que lo evaluara. Polanski lo leyó en una noche y le pidió no solamente dirigir la película si no también escribir el guion. De hecho, es el único título en su filmografía que firma como guionista en solitario.

En muchos aspectos la película supera al libro, pero principalmente en la atmósfera de incertidumbre que nos envuelve. El espectador nunca está seguro de nada, ni siquiera de si es una película de terror. De hecho, el inicio con letras rosas, imita o parodia las comedias románticas de la época. Pero la cara de mosquita muerta de Rosemary Woodhouse (Mia Farrow) se irá transformando en una cara blanquecina, de muerta. El horror se crea en la mente del espectador. Frente a las detalladas descripciones de cuerpo del bebé de la novela, la película nos muestra solo la cara de su madre. Lo mismo ocurre con la escena en la que Minnie Castevet (Ruth Gordon) telefonea al médico para el embarazo: William A. Fraker encuadra al personaje cortado por el marco de la puerta, casi obligándonos a mover la cabeza para intentar ver el rostro de la anciana.

El espectador nunca está seguro de si el complot demoníaco es real o es producto de la imaginación de Rosemary, pero los paralelismos son claros. Así, la inmaculada concepción de Cristo, se ve actualizada en una onírica y lynchiana satánica concepción. Y ella finalmente se acercará a mecer al bebé, pues al fin y al cabo, es su madre. Una inquietante nana que nos acuna y nos envuelve, dejándonos los pelos de punta.
Mengo
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8
16 de septiembre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el rodaje del cortometraje documental “Carboneros de Navarra” (1981), Montxo Armendáriz conoce a Anastasio Otxoa, un carbonero al que todos conocen como Tasio. Su fascinación por este personaje se traduce en la escritura de un guion de ficción biográfica. Después de año y medio de búsqueda de un productor para la que sería su ópera prima, Montxo contacta con Elías Querejeta, quien acepta las condiciones de rodar solo con actores naturales o muy poco conocidos.

El productor, además, apuesta firmemente por la película, aprobando un presupuesto muy por encima de la media (125 millones de pesetas) y contratando a un equipo técnico de primera categoría. Entre ellos cabe nombrar la dirección artística de Gerardo Vera, antes de que se pasara al teatro, José Luis Alcaine a la fotografía y Pablo G. Del Amo en el montaje, dúo con olor a “El Sur” (Víctor Erice, 1983).

Tasio defiende su independencia laboral, se vanagloria de no trabajar para otros, pues esto solo incrementa la brecha entre ricos y pobres. No es justo que unos trabajen y otros se lleven las ganancias, y si esto es ley de vida, más vale morir. Tasio mantiene una lucha perenne contra el status quo que lo rodea. Confía en sus manos para trabajar, en su familia y en la gente del pueblo, pues es en la austeridad cuando cada uno es más vulnerable y necesita más de la ayuda del otro. Y sobre todo, entiende el campo, el monte y la Naturaleza, como fuente de vida y de equilibrio físico y emocional. Es esta convicción la que guía a Tasio desde niño tras pájaros, conejos, truchas, zorros o jabalíes. Una pelea casi intelectual: si el animal es listo y ve el lazo, puede escapar, no como en las cacerías organizadas donde los animales están encerrados y guiados hasta la escopeta del tirador.

Montxo aprovecha para dejar así testimonio no ya de la figura individual de Tasio, sino de toda una generación y de la fuerza telúrica. La colaboración con los habitantes, lo que se denomina “mirada compartida” en etnografía, fue decisiva. Medio centenar de habitantes de la Sierra de Urbasa participaron como extras, y muchos más colaboraron buscando localizaciones, proveyendo atrezo de sus propias casas o tratando con animales. Las costumbres navarras están también muy presentes durante toda la cinta, desde juegos tradicionales como “el aro”, hasta las jotas y otros bailes, pasando por un sinfín de léxico que solo entenderán los de tengan pueblo. De hecho, los actores tuvieron seis meses para estudiar el guion antes del rodaje, atemperarse al entorno rural y practicar el acento local. Un arduo trabajo, que desemboca en una de las películas más sinceras y significativas del cine español.
Mengo
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