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Frantz

Drama Una pequeña ciudad alemana, poco tiempo después de la I Guerra Mundial. Anna va todos los días a visitar la tumba de su prometido Frantz, caído en la guerra, en Francia. Un día, Adrien, un misterioso joven francés, también deja flores en la tumba. Su presencia suscitará reacciones imprevisibles en un entorno marcado por la derrota de Alemania. (FILMAFFINITY)
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Críticas 87
Críticas ordenadas por utilidad
11 de marzo de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quedlimburg, primavera de 1919. La joven Anna acude como de costumbre a la conmemorativa tumba de su novio Frantz (conmemorativa porque el tal Frantz Hoffmeister fue enterrado en una fosa común en Francia junto a otros combatientes al morir en Septiembre de 1918), cuando en una de esas visitas ve unas flores frescas sin que sepa quién las ha podido colocar. Tras indagar descubre que quien ha depositado dichas flores es un joven francés, Adrien Rivoire, quien, poco a poco, se irá adentrando en su vida e incluso acabará visitando la casa de los padres de Frantz, con quienes convive Anna, dándose a conocer como amigo de su fallecido y único hijo, amistad iniciada, según él, en París antes de la guerra.

Remake de la película 'The broken lullaby', de Ernst Lubitsch, dirigida en 1932; una de las películas más dramáticas del director alemán y que resultó un auténtico fracaso de taquilla. Película basada en la novela 'El hombre al que maté', de Maurice Rostand.

François Ozon trata este filme de una manera exquisita tanto en el fondo como en sus formas, poniendo un gran cuidado en sus encuadres que resultan ser de una belleza casi pictórica. Coautor del guion, junto a Philippe Piazzo, consigue mantener en todo momento la atención del espectador en el devenir del dolor y sentimientos contenidos de Anna, la joven protagonista que encerrada en su pequeña ciudad, compartiendo el duelo con los padres de su novio muerto en el frente, y en el mismo ámbito cerrado que supone el hogar de estos. La llegada de ese misterioso personaje que resulta ser Adrien abrirá a la muchacha esquemas y horizontes, al tiempo que, con ayuda espiritual (enorme secuencia la de la confesión de Anna) sabrá perdonar, lo que le hará avanzar en su vida, la cual estuvo a punto de abandonar, sin dejar por ello de amar de manera ejemplar a quienes estaban destinados a ser sus suegros. A mi juicio, este personaje, es el núcleo de esta película que gira en torno a la ausencia de su novio fallecido en el frente de una guerra que estaba llegando a su fin.

Película rodada en su mayor parte en blanco y negro utiliza también el color de una forma tenue. La fotografía, de Pascal Marti, resulta destacable, así como la música de Phillipe Rombi.

Grandes interpretaciones en los papeles protagonistas resaltando la de Paula Beer que da toda la profundidad que su papel de Anna requiere, sin ella sería difícil que este drama llegase a alcanzar la alta calidad y credibilidad conseguidas.
Juan Ignacio
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22 de abril de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "Frantz" el prolífico Francois Ozon retoma "Remordimiento", film del genial Ernst Lubitsch, basado a su vez en una obra de teatro de Maurice Rostand estrenada en 1932. Asimismo, es ineludible su reminiscencia a los melodramas del soberbio Fassbinder.
Gran parte de la película transcurre en una pequeña ciudad alemana, poco tiempo después de la Primera Guerra Mundial. Anna visita todos los días la tumba de su prometido Frantz, caído en la guerra en Francia. Gran sorpresa se llevará cuando en una de esas visitas encuentre a Adrien, un misterioso joven francés que también deja flores en la tumba de Frantz.
Por un lado, es una película en blanco y negro de época que cuenta una historia de amor mallograda repartida entre la Francia y Alemania de posguerra que se erige en un drama antibélico Por el otro, es una historia atemporal de insondable belleza.
En tanto, Ozon hace foco en los silencios, las ausencias, el dolor y la tristeza sin llanto, las relaciones distantes pero profundas, el amor, el olvido y el recuerdo. Y es logrado en gran medida por un genial trabajo de Pierre Niney como el francés que vuelve a Alemania tras la guerra y la sensible Paula Beer como la alemana que llora la muerte del prometido muerto en Francia.
Así, Ozon da cuenta del placer que le provoca la variedad. No importa qué se cuente sino cómo. Y, nuevamente da cuenta de su maestría para hacerlo.
jimrix
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30 de junio de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un melodrama con tintes románticos sirve a François Ozon para elaborar una película estupendamente ambientada en los meses siguientes del final de la Primera Guerra Mundial en un pueblecito alemán. Entre la pesadumbre, la tristeza y la frustración por la derrota, la peli en blanco y negro, unos personajes se dejan arrastrar por el paso de los días, hasta que un misterioso francés aparece en el pueblo, a visitar la tumba de un joven soldado alemán caído en la contienda y François Ozon comienza a jugar con el espectador. Dando pistas, adelantando apariencias, mostrando indicios y elaborando un guión denso, con certezas, que ni siquiera al final se transforman en realidades. Típico del director, al que le gusta dejar siempre una puerta abierta a la incertidumbre.
¿Pasa lo que nos dice que pasa? ¿O lo que hemos sospechado? ¿O ninguna de las dos cosas? Ninguno de los personajes de la historia sabe todo lo que está sucediendo, pero ¿Y nosotros?
Mucho me temo que si atendemos al final del film, tampoco.
Frantz es una historia sobre la necesidad de acomodar la vida propia a la realidad de los demás, para tener al menos una coartada de que no estamos soñando. Para hacernos perdonar algo que a veces no sabemos si de verdad es perdonable, pero que necesita de la mirada de los otros para su tangibilidad.
Ozon hace malabarismos con varias líneas narrativas, tejiendo un fresco que pasa por el amor familiar, el amor romántico, la amistad, el sentimiento de culpa, la necesidad de creer para sobrevivir y la de engañarse contra viento y marea aderezado con la mentira, el egoísmo y los sueños. En fin, un tapiz lo suficientemente resistente para soportar los embates de la vida que es como un tren que quizás no coge nunca velocidades supersónicas pero que nunca para.
Un acierto narrativo y visual completo. El cine como arte.
Los actores absolutamente plegados a los deseos del director no podían haberlo hecho mejor si hubiesen sido personajes de tinta y papel. Acierto del director que lo tiene clarísimo y de los actores que se escriben sin exuberancias y sin manchurrones.
cinefiloman
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11 de octubre de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película envolvente en la que el misterio, la musica e imagenes sugerentes atrapan. Te arrastran las emociones. La interpretación es magnífica. El único “pero” son las dudas que uno pueda plantearse cuando finaliza, o quizá ese sea también su logro.
Eva
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20 de enero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En tanto que una de las características de la filmografía de Ozon es la diversidad de temas y enfoques que abarca, por su argumento y su factura técnica esta película es un aporte mas a esta diversidad. El argumento fue desarrollado en 1932 por Ernst Lubitsch en su justamente elogiada película Remordimiento (The Broken Lullaby), quien lo tomó de la obra de teatro El hombre que yo maté (L'homme que j'ai tué), escrito en 1925 por Maurice Rostand. En Frantz, Ozon continúa el relato original agregando nuevas circunstancias en lo que constituye aproximadamente el último tercio de la película, sin alterar la esencia del guión, pero dando una salida de esperanza al dolor de los protagonistas.
La fotografía en blanco y negro y en ocasiones en color, de acuerdo a los sentimientos que se quieren denotar, los decorados o escenas naturales, la música y la interpretación de los actores, constituyen un hecho estético, impregnado de la melancolía inherente a la historia que se está contando, pero no deprimente. Todo el relato y las relaciones entre los protagonistas están atravesados por la bondad de Anna, interpretada maravillosamente por Paula Beer. No obstante su dolor por la muerte de su novio, Anna tiene la capacidad de acompañar y hasta consolar a los padres del joven y de perdonar a quien lo mató.
La historia es triste, pero se cuenta sin estridencias, sin explosiones melodramáticas, dando lugar a la reflexión sobre la irracionalidad de la guerra y sobre la forma en que cada uno tiende a canalizar sus pesares.
Una película para ver, pensar y recordar.
Dora
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