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¿Víctor o Victoria?

Comedia. Musical. Romance París, años treinta. Tras el fracaso de una audición en un cabaret, Victoria Grant (Julie Andrews) camina hambrienta y desolada por las calles de la ciudad. Acuciada por el hambre, decide utilizar una estratagema para disfrutar de una suculenta comida sin tener que pagar. En el restaurante, conoce a Toddy (Robert Preston), un homosexual que no sólo le ofrece hospitalidad, sino que tiene la brillante idea de convertirla en Víctor, un ... [+]
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
27 de febrero de 2016
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brillante, comedia con una fuerte crítica social, y más teniendo en cuenta la época en la que se estrenó.
Vemos a la mejor Julie Andrews, alejándose del tipo de papel con el que normalmente se le relaciona, aunque como siempre, mostrando su maravillosa voz.

ROBERT PRESTON

Todos los personajes son divertidos a la par que interesantes, los protagonistas tienen una construcción muy buena teniendo en cuenta que a la película no le parece relevante contar la historia de estos.

ROBERT PRESTON

Como adaptación tal vez no sea totalmente fiel, pero esto no es precisamente un problema, es uno de los pocos casos en los que seguramente la película supere a la obra de teatro.

ROBERT PRESTON

Por último, es curioso que esta película sea una de las grandes olvidadas del cine musical/cómico, sobre todo teniendo en cuenta que sus protagonistas son actores muy conocidos y que su director es uno de los grandes de la industria, especialmente en cuanto a lo que comedia se refiere: Blake Edwards (desayuno con diamantes, la pantera rosa, el guaquete)
Marta
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27 de septiembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía recuerdos de haber visto esta película muy pequeño y de haberme divertido mucho viéndola. Flashes de comedia hilarante que en ese momento, soltando risotadas nerviosas, no sabía que eran puro slapstick. Por supuesto no la vi entera y solo atisbé la excusa principal del argumento (chica hace de chico que hace de chica), y ni mucho menos logré darme cuenta de las dimensiones del recorrido ambiguo de ese equivoco. Viéndola de mayor lo que mejor se mantiene para mi gusto, sin menosprecio de todo lo demás, es esa comedia física y gestual (magistral la interpretación de Graham Stark). Sigue teniendo diálogos brillantes y frases inteligentes ("Me gustas seas lo que seas"), giros brillantes como el del guardaespaldas de King Marchand y es desde luego un film valiente para el año en que se hizo, pero vista desde la perspectiva de bien entrado el siglo XXI, con su descreimiento y continua puesta en duda de conceptos aparentemente asimilados, puede que se quede ingenua y algo desfasada. Como si le faltase un punto para desligarse de los tópicos, podríamos decir, patriarcales.
Aún así es una de las mejores y mas completas películas de Blake Edwards y para los amantes de la música melódica de big band de Henry Mancini (o de la música en general) será una delicia apreciar a buen volumen la voz de barítono de Preston y la voz de pecho de Andrews. Puede que sea esa música, ese desenlace ligero con numero musical que ensalza la vida y el mundo en el que vivimos, lo que convierta esa ingenuidad en algo encantador.
bigum
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4 de octubre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inteligente, ácida, ingeniosa, pasajera, divertida, acertada, llamativa, arriesgada, desenfadada, profunda, delicada, dulce, entrañable, genuina, valerosa y exquisita producción musical en la que Blaje Edwards, saca el máximo partido de la presencia estelar de una reina de la interpretación, como Julie Andrews, para desarrollar la historia de una mujer que ante la falta de oportunidades laborales, acepta trabajar en una obra en la que debe hacerse pasar por hombre, dando paso a numerosas situaciones de enredo y confusión,
Blake Edwards, consigue crear y desarrollar una historia ingeniosa y divertida, con la que dar espacio al mundo de la homosexualidad, escapando de tapujos y abriendo puertas para dar importancia y repercusión al papel de la mujer en el mundo laboral.
La voz y encanto que desprende la estrella protagonista, hace que su labor en Victor o Victoria, deje huella y grandes momentos para el recuerdo. En este punto es inevitable destacar la canción que interpreta con una voz tan dulce y poderosa: Crazy World.
Logra emocionar y dejar ideas dignas de recordar en una película con la que poder disfrutar y pasar momentos de diversión con buen humor.
Jon
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21 de abril de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decir Blake Edwards,y es decir un maestro de la comedia, género en el que está siempre cómodo y ágil.
Con un guión muy bien elaborado, con escenas maravillosas, con unos diálogos perfectos y unas magnificas interpretaciones de los actores principales como de los secundarios, hacen en su totalidad una deliciosa comedia para disfrutar en el cine.
maria josep
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4 de marzo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un mundo frío y codicioso dirigido por y para hombres, ¿qué puede hacer una mujer para no morirse de hambre?
¿Y una como Victoria, que se desmaya en plena calle al ver a un seboso comiendo un pastel o que es capaz de vender su cuerpo por un plato de pasta? Quizás no exista la solución como mujer...

Marlene Dietrich es más recordada por el público, pero Renate Müller ocupa un lugar especial para el cinéfilo, y un servidor la prefiere como principal belleza de la industria del cine clásico alemán; preciosa, carismática, valiente y de gran talento para el drama y el humor, aunque no pudo esquivar una torturada vida que la llevó a una temprana muerte de lo más extraña y abierta a múltiples teorías. Y fue "Viktor und Viktoria" el film que la catapultó definitivamente gracias a Reinhold Schünzel, con quien ya había colaborado varias veces.
La historia de Susanne, que finge ser un hombre que a su vez finge ser mujer para triunfar en el mundo del espectáculo, unida a la espectacularidad y elegancia con la que está filmada, serviría de inspiración para numerosas adaptaciones, y una de ellas es la que nos ocupa, escrita por Blake Edwards tras ser rechazada por Billy Wilder y ubicada en tierra de nadie desde 1.978, contando como protagonistas con su esposa, Julie Andrews, y Peter Sellers, quien por desgracia fallecería aquel 1.980. Sería, al igual que para Müller 49 años antes, la obra clave del director en la década, cuyo (descomunal) éxito ya no volvería a repetirse.

El director sitúa los hechos convenientemente en el París de mitad de los '30, comenzando con una detallada descripción de unos personajes siempre cercanos y entrañables, como suele acostumbrar a su cine; el humor, que emerge de manera natural y no menos alocada entre el melodrama, está siempre presente a lo largo de un primer tramo donde vemos la unión casual de Carroll Todd, un maduro artista homosexual, y Victoria Grant, una cantante a la que poco le queda para rebasar el límite entre la precariedad y la mendicidad. Dos seres solitarios y amargos cuya amistad será el parche a la poca fe que profesan hacia el difícil negocio del espectáculo.
Los títulos de crédito bastan para entender las ambiciones de Edwards: verter el material del viejo Hollywood en el molde del cine del momento (del mismo modo que habían hecho Martin Scorsese, Francis F. Coppola, Herbert Ross o Bob Fosse). Grandes decorados, personajes intensos, vigorosas y bellas coreografías y un perfecto conocimiento del medio hace que "Victor o Victoria" exhale el inconfundible aroma de los melodramas musicales de una época ya extinta, que han ido sustituyendo las peripecias "pop" juveniles o las extrañas mezcolanzas modernas.

Nada de eso. Aquí se respira un aire distinto, predominante en lo clásico; se recuerdan las pomposas producciones de MGM o RKO y a maestros como Charles P. Walter, George Cukor, Vicente Minnelli o Stanley Donen. Y no sólo en lo musical, sino en el propio aspecto que desea dar el realizador a su obra, a partir de una atmósfera sofisticada, de plena "screwball", desarrollando un argumento con diálogos y actuaciones deliciosas. Y la repentina transformación de esa pobre Victoria, eje del relato, le permite volver a exponer sin tapujos ni tabúes su punto de vista sobre el amor, la sexualidad, la homosexualidad y la aceptación de las mismas.
Porque "Victor o Victoria" se proyecta desde la perspectiva honesta y liberal de la protagonista y Todd, de ahí que el juzgar o el ser juzgado siempre implique una gran sensación de culpa y amargura. Lejos de los números musicales dispuestos en salones y cabarets, donde brilla una impecable factura técnica (no sólo gracias a la habilidad del cineasta, sino a la dirección artística de Will C. Smith y Tim Hutchinson, la fotografía de Dick Bush, los diseños, decorados y vestuario, la música de Mancini y las coreografías dirigidas por Paddy Stone), los fans pueden disfrutar igualmente de los clásicos enredos con el sello Edwards por todas partes.

Pues ante todo esto es una gran comedia romántica, sazonada de graciosos equívocos, entradas y salidas de habitaciones y personajes secundarios realmente impagables que nunca pueden faltar en su cine (el pretencioso camarero, el abusivo casero, la detestable amante, el guardaespaldas, el dueño del club donde trabaja Todd o ese patoso investigador que contrata y que inevitablemente nos recordará a otro muy ligado a Edwards). Y que son la guinda de algunas escenas hilarantes que funcionan perfectamente por sí solas (a destacar las constantes peleas en el club o ese momento entre repulsivo y descacharrante de la cucaracha en el local).
Personajes encarnados por unos simplemente geniales Graham Stark, Alex Karras, Lesley Warren o Peter Arne. Con respecto al trío protagonista, a Robert Preston le valió la nominación al Oscar su gran actuación (de hecho debería habérselo llevado), mientras Andrews, al contrario de como hizo Dustin Hoffman en "Tootsie" (estrenada a finales de aquel mismo 1.982) y cuyo talento como cantante y artista deslumbra cada vez que se sube al escenario, interpreta y encaja de forma muy convincente el múltiple cambio de identidad por el que pasa su personaje (pese a que la sombra de Müller es muy alargada).

Ésta consigue hacer una sensacional pareja con James Garner, buen amigo en la vida real y memorable en su papel de tipo duro que ve turbada su obstinada hombría, regalándonos así una de esas escenas inmortales, ya no sólo del film sino del género, y vuelta dramática e íntima al recordado final de "Con Faldas y a lo Loco" (el beso que Marchand y Victoria se dan tras declarar éste "Seas lo que seas me gustas", ejemplificando a la perfección los ideales y temas del film).
Yo también rescato "Cita a Ciegas" de la etapa ochentera de Edwards, pero es cierto que ya no haría nada parecido a esta magnífica obra, éxito total en su momento y sombra en el cuadro de los Oscars (de siete nominaciones sólo se llevó uno) con el que firmó su último clásico.
Chris Jiménez
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