Green Book

"Green Book" es un sinfín de lecciones reunidas en una película con muchas lecturas.
Por un lado está el viaje , que es la base sobre la que el director construye su relato. Y a partir de él va desarrollando su discurso sobre la igualdad, la aceptación de las personas que son diferentes y la amistad verdadera.
Cuando empieza la película en ningún momento puede pensarse que dos personas tan opuestas como el Doctor (Mahershala Ali) y Tony (Vigo Mortensen) puedan llegar a ser amigos.
Mortensen interpreta con gran acierto a un italoamericano que se ha criado en la calle, buscándose la vida desde pequeño y con dudosas capacidades para la escritura. Ali por su parte se pone en la piel de un personaje culto, educado, alejado de las calles y por ende, con falta de conocimiento de las mismas. Conforme avanza la cinta nos damos cuenta cómo cada uno aporta algo al otro y sus diferencias van quedando en un segundo plano, consolidando una gran amistad.
Los prejuicios son otro tema que se trata en la película con acierto, esas ideas preconcebidas que la mayoría de las veces están muy alejadas de la realidad y nos llevan a etiquetar a una persona. Dentro de esto está el racismo, reflejado en numerosas situaciones en el filme con prejuicios hacia las personas de otra raza. Vemos cómo no en todos los sitios está permitida la entrada a personas de raza negra y de hecho el llamado "Green Book" que da título a la película es una guía de viaje que detalla los lugares seguros para personas de esta raza.
Todo esto es resuelto de manera notable por parte del director, que concluye la película con el mensaje de que no hay colores que importen y toda amistad es posible si se superan las diferencias que todos tenemos.
En definitiva, la película es una lección moral y un buen ejemplo de lo que significa una amistad.

Existen una serie de películas que han creado una especie de subgénero en sí mismas: son películas hechas por y para ganar un "Oscar" de la industria de Hollywood y tienen una serie de características bastante claras. Todas ellas intentan retratar algún problema social, étnico, físico o mental. Y por supuesto, si están basadas en hechos reales muchísimo mejor. Ahí tenemos a directores como Ron Howard que están auténticamente especializados en este tipo de cintas -que deben durar más de dos horas, por supuesto- tener grandilocuencia visual, e intentar fomentar en el público una presunta "reflexión" sobre el mundo, conmoviendo de manera más ficticia que real. El caso es que a este tipo de "películas Frankenstein" se les suelen ver demasiado las "costuras", y el invento no suele funcionar, porque lo vemos venir todo de lejos. Está todo trazado con brochas demasiado gordas.

Pero en este caso, y aunque están presentes todos los factores para cumplir ese cometido de "película de Oscar" -basada en hechos reales, se toca el racismo, la desigualdad de clases, etc.- uno de los famosos hermanos Farrelly nos ha sorprendido, porque todo funciona. Si, si, ese majareta que con su hermano nos trajo locuras como "Algo pasa con Mary" o "Dos tontos muy tontos", ahora se ha puesto serio de verdad para trasladarnos al año 1962, en plena era Kennedy en la que se empezaba a soñar con la igualdad racial en Norteamérica. Ese mismo sueño que tuvo Martin Luther King Jr. es el que tiene el protagonista de la película, un exquisito, cultísimo y genial pianista que deleita a propios y extraños con sus discos, y que tiene intención de hacer una gira de conciertos por el sur de Estados Unidos en los locales más selectos. Claro que hay un problema: es negro. En ese contexto, no se le ocurre otra cosa que contratar a Tony Lip, un pendenciero y maleducado italoamericano del Bronx para que le haga de chófer y lo lleve a los hoteles y restaurantes que están en el "green book", o sea una guía en la que los negros son "bienvenidos"...

Aunque pueda sonar bastante a una versión invertida de "Paseando a Miss Daisy" -otra película claramente "oscarizable" (de hecho, lo fue...)- por aquello de enfrentar personalidades contrapuestas a lo largo de todo el desarrollo de la historia, en esta ocasión se va a dar un paso más allá, en el sentido de las etnias, la educación, los valores, el dinero, la familia... todo un marasmo de sensaciones en las que las extremas posiciones del famoso pianista y del chófer se irán acercando.

Por supuesto, la película tiene un protagonista absoluto, que realiza un verdadero tour de force de principio a fin: si ya sabíamos que Viggo Mortensen era un buen actor, ahora lo rubrica con un papel que bien puede valerle el oscar (ya ha ganado por este personaje el premio BAFTA). Aunque pudiera parecer que su registro pudiera ser algo extremo, todo lo contrario: imprime una dosis de realismo verdaderamente demoledor, añadiendo además unas notas de auténtica ternura, haciendo que quedemos fascinados por un personaje que tiene las cosas más que claras, y que detrás de toda su desidia y falta de educación, está una lealtad inquebrantable, unos valores familiares que están por encima de todo, y por supuesto, un código de honor en su trabajo totalmente inflexible: si contratas a Tony para hacer algo, ten la completa seguridad que lo hará, sea como sea.

Que si, que todo suena a muy tópico. Que hay secuencias en las que vemos palpablemente el racismo sureño de los USA, que los personajes pelean por la igualdad, la libertad, la fraternidad... pero que pesar de todos esos tópicos más que evidentes, la historia funciona, conmoviendo cuando menos lo esperas y de la manera más directa. Sin tontería alguna; porque el guión -en el que ha participado el autor de la novela, Nick Vallelonga, que es hijo del personaje de Tony Lipp, en realidad Anthony Vallelonga...- está muy bien escrito y aunque puedar resultar previsible en algunas ocasiones, consigue conectar.

Lo más sorprendente de todo esto, es comprobar una vez más que las palabras de Billy Wilder son rigurosamente ciertas: un (buen) director de comedia es capaz de hacer cualquier tipo de películas, porque la comedia es el género más difícil. Peter Farrelly lo ha demostrado con creces, alejándose del registro desmadrado y extremo de las películas que ha dirigido con su hermano Bobby, y accediendo a la memoria sentimental de un país con gran sutileza y elegancia.

Aunque sea una película "de oscar", está francamente bien, merece la pena viajar por esos lugares donde la igualdad entre los hombres es un sueño, a través de dos personajes que nos enamoran a cada plano por su veracidad, emotividad y coherencia.

Me ha parecido una gran película por varios motivos:
Lo primero la denuncia del racismo radical de los años 60.
Lo segundo por la perfecta narración de esa amistad que surge entre dos personas tan diferente como son el rudo italoamericano del Bronx Tony Lip (Viggo Mortensen) y el culto pianista negro Don Shirley (Mahershala Ali) que le contrata como chofer.
Lo tercero resaltar las dos grandísimas interpretaciones de Viggo Mortensen y Mahershala Ali.
Y por último destacar el gran sentido del humor desarrollado en unos escenarios dentro de situaciones extremas, lo cual hace más llevadero la visión del film.

Nunca he sabido disociar la banda sonora de las imágenes. Me puede gustar mucho la música, pero no por eso llego a la conclusión de que la historia gane sin más, incluso puede que así considere que la película pierde, que la música distrae o se aleja de la historia. Entiendo la música como parte de la narración, incluso como parte de los personajes, como una forma de hacerlos visibles emocionalmente, como si cada personaje tuviera unos acordes que fueran la más idóneos para cada momento, Y cuando interactúan varios personajes igual, la música los tiene que representar de la mejor manera a todos, tiene que ayudar a que emerjan las profundas relaciones que subyacen, subrayar adecuadamente el desarrollo narrativo, tomarle el pulso a la historia.

En esta película tengo la sensación de que la banda sonora va defiendo de una manera primorosa la improbable conexión que va surgiendo entre los dos protagonistas, los lugares que frecuentan. La relación entre el refinamiento y la rudeza; entre el elitismo y la aparente vulgaridad, entre la soledad y la integración. Dos polos opuestos en todos los sentidos, uno de ellos a contracorriente incluso de su propia cultura. Y sobre todo de cómo esa interacción enriquece a esos dos personajes, que sin buscarlo activamente acaban siendo mejores, sin dejar de ser lo que son. Le falta un poco de dolor, de profundidad, esa soledad no acaba de traspasar la pantalla. Tampoco el daño que ocasiona el racismo de la época está demasiado presente, prevalece el tono de la comedia sobre el drama, pero sí que acaba por llegarnos gran parte del alma de esos dos personas, el vinculo que van creando lenta y sutilmente hasta inundar la sala con un fresco y agradable aroma a tierra mojada.

Sin duda una de las mejores películas del año. Y los dos actores están absolutamente geniales, con un sorprendente Viggo Mortensen, que muestra una finísima vis cómica casi inédita a lo largo de su ya extensa carrera. Que la disfruten.

Hay películas con premios y nominaciones que cuando uno las ve, en realidad no valen un duro o no eran para tanto, y las hay (como esta) que en efecto reúnen valores cinematográficos, una buena historia e incluso mensaje social.
Esto de obligar a estar juntos a dos personas que no se llevan bien en principio, no es algo nada nuevo en el cine, pero casi siempre da lugar a historias interesantes.
El gran Mortensen hace de chófer racista que necesita dinero, y que acepta este trabajo un poco a regañadientes.
Mahershala Ali, con su peculiar personaje, continúa labrando su prestigio en Hollywood.
Y tan importante como los actores, es la propia historia de racismo y amistad, cargada de valores humanos, y muy necesaria en los tiempos que corren, donde la lucha por la igualdad todavía tiene batallas que ganar en pleno siglo XXI.
La ambientación en los 60 está muy bien conseguida y es muy adecuada para el argumento, en esos estados del sur tan "amables" con cierto tipo de gente.
Algunos diálogos tienen cierta gracia, pero Farrelly está aquí alejadísimo del género que tanto éxito le ha dado con su hermano. Es un drama puro y duro.
A ritmo de música de los 60, y a lo largo de muchos kilómetros juntos, los dos protagonistas van aprendiendo el uno del otro, mientras los espectadores les acompañamos en una historia que en el fondo es sencilla, pero está muy bien contada.
Curiosamente, la forma de enfocar el racismo no usa ningún cliché. Ni hay una extrema violencia, ni demasiado sentimentalismo. No se trata el tema ni con frivolidad ni con recursos emocionales fáciles. Han cuidado mucho la manera de mostrar la realidad sin llegar a caer en el morbo. Y eso, en mi opinión, es muy difícil de conseguir, sobre todo por parte de un director que casi lo único que ha hecho es humor gamberro.
Una película más que buena, que está a la altura de lo que se ha ido diciendo de ella, para variar.