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La heredera

Drama. Romance Año 1849, en Nueva York. Catherine Sloper, una rica heredera, tímida, inocente, poco agraciada y no muy joven, es pretendida por un apuesto joven. Ella se enamora de él apasionadamente, pero su cruel y despótico padre se opone a la boda y amenaza con desheredarla. Adaptación de la novela de Henry James "Washington Square". (FILMAFFINITY)
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Críticas 74
Críticas ordenadas por utilidad
16 de mayo de 2017
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
88/02(02/05/17) Obra Maestra Universal del maestro (infravalorado) William Wyler, film por la que el tiempo (o sea, a cada visionado gana) no la hacen más que mejorar, un melodrama intenso, profundo, incisivo, opresivo, Magno. Guión del matrimonio Ruth (“Carrie”) y August Goetz (“Rapsodia”), adaptan la obra teatral "Washingon Square" (1947), escrita por los mismos, basada en la novela homónima (1881) de Henry James (“Suspense”). Una deconstrucción punzante de las miserias de la Condición Humana, de su hipocresía, de culto a las apariencias, a la codicia soterrada, a los amores obsesivos, a los desengaños desgarradores, ello apoyado en un elenco actoral sublime: Olivia de Havilland, Montgomery Clift, Ralph Richardson (papel ya encarnado por el mismo sobre las tablas del teatro londinense) y Miriam Hopkins. Fue nominado a ocho Oscar, ganó cuatro (actriz, dirección artística, vestuario y música), las otras candidatas fueron mejor fotografía, mejor actor secundario, mejor director y a mejor película.

El escenario es el Nueva York de principio de SXIX. Catherine Sloper (Olivia de Havilland) es una mujer tímida, acomplejada, no muy agraciada, tiene un padre adinerado, Austin Sloper ( Ralph Richardson ), que se muestra distante emocionalmente de ella, en contraste con el recuerdo que tiene de su mujer fallecida, viendo en su hija una decepción. En su mansión vive la hermana viuda de Austin, Lavinia Penniman (Miriam Hopkins), una noche tía y sobrina asisten a una fiesta donde un apuesto y encantador Morris Townsend (Montgomery Clift) se interesa vivamente por Catherine, comenzando con ella una relación visitándola en su casa. Austin no ve claras las intenciones del pretendiente pues este no tiene recursos económicos y lo ve como un cazadotes.

Narración con un ritmo fluido, con una realización elegante, con diálogos penetrantes, con una descripción de personajes maravillosa, en pocos trazos queda clara la psicología de estos, marcando sus emociones sin subrayados, sutilmente, en base a gestos y miradas sentidas, para cuando explotan parezca todo de modo natural y orgánicamente de calado. Film que nos habla de los complejos de inferioridad, de las normas impuestas por la sociedad (si no te casas eres nadie), de las complicadas relaciones paterno-filiales, de los amores idealizados, del tortuoso tránsito de la inocencia pura al despertar a un mundo egoísta y despiadado, de las diferencias de clase que marcan las relaciones, de la desconfianza, de la inseguridad en uno mismo, y también de la venganza.

Todo esto desarrollado de modo pétreo y vibrante, en base a momentos cargados de intensidad, de sensibilidad (que no sensiblería), donde los sentimientos más arraigados estarán de modo latente a flor de piel, y donde la ambigüedad moral será manejada de forma majestuosa por Wyler, pues es un relato cargado de sublecturas, donde cada espectador podrá sacar una conclusión distante, sabe jugar con la información para que no sepamos realmente el cien por cien de las motivaciones de los personajes, edificando un entramado malsano donde la verdad y la mentira quedan confundidos en una nebulosa agria, con lo que conformará una historia viva, con un reguero resplandeciente de matices y zonas grises que te atraparán en su malsana telaraña , imbuyéndonos de una atmósfera que a medida que avanza el metraje se hará tan asfixiante como absorbente. Un relato de una potencia dramática neurálgica sabiendo conjugar con mordiente fuerza el amor y la venganza, en una miscelánea desgarradora, maniobrando con prodigio la elipsis temporal para sobre todo en su Apoteósico clímax final, alcanzar una de las cumbres del Séptimo Arte.

Olivia de Havilland está espléndida, una actuación que sienta cátedra, ello con un arco de evolución brillante, desde su ingenuidad inicial a tras una elipsis de tiempo pasar a ser adusta y áspera, ello con un lenguaje gestual, de mirada, transmitiendo inseguridad, timidez, asustadiza, apocamiento, retraimiento, hasta pasar a hosca, fría y segura de sí misma del final, ello sin histrionismo, con mesura y contención, consiguiendo una comunión emocional con el espectador, sufriendo con ella, con su amargura, con su fragilidad anímica, rol por el que la actriz consiguió su segundo Oscar. Ralph Richardson como el adusto y rígido padre de Catherine realiza una encarnación majestuosa, henchida de carácter, de mesura, de complejidad, de elegancia, de ambigüedad, de porte regio, con un don de la labia formidable, una actuación en donde la línea entre el desprecio y la ultra-protección a su hija son difusas creando un personaje vivo y multidimensional, manteniendo duelos fascinantes con de Havilland, con Clift y con la tía de este, Magno. Montgomery Clift exhibe un encanto natural y simpatía abrumador como el bohemio Morris Townsed, muy natural el modo en que seduce a Catherine, en su flema contando su “bon vivant”, sabiendo detentar ambivalencia fenomenal, teniendo el espectador que discernir donde está la verdad, si es un caza-fortunas o un enamorado, y esto con autenticidad. Miriam Hopkins en el papel de Celestina, la única amiga de Catherine, demuestra cariño también rebosante de ambigüedad, pues parece tan enamorada de Morris como su sobrina. (sigue en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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29 de julio de 2020
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva York, 1849. Una mujer inocente y tímida, rica heredera, que se enamora perdidamente de un joven apuesto, encontrará la oposición de su padre, quien considera a su pretendiente un oportunista.

La 2 emitió anoche este clásico con motivo del reciente fallecimiento de Olivia de Havilland, a la edad de 104 años. Havilland se hizo aquí con un papel que muy probablemente habría ido a caer a las manos de Bette Davis si ésta no hubiese jurado no volver a trabajar con William Wyler tras el tormentoso rodaje de "La loba". El director, maestro de la profundidad de campo, infravalorado siempre, mostró una vez más su maestría para escarbar en las miserias de una sociedad cruel, extraer interpretaciones excelentes, sacar todo el partido al espacio, plantear la psicología de los personajes con un par de apuntes, analizar con precisión de cirujano las relaciones entre ellos, centrar su mirada en los detalles esenciales que marcan el devenir de una narración que funciona como un engranaje perfecto.

"La heredera" es un drama potente donde tres individuos verán afectados sus destinos a causa del dinero de una herencia, que actúa a la vez como maldición, objeto de deseo y motivo de profundo dolor. Observamos un mundo dominado por la hipocresía y los falsos valores, rendido al culto del dólar, que apenas deja resquicios de felicidad a las personas buenas, en el que hombres con el don de la respetabilidad pueden comportarse como auténticos canallas.

Olivia de Havilland se maneja con brillantez entre dos gigantes de la interpretación como Montgomery Clift y Ralph Richardson; sus grandes ojos reflejan un candor especial, una fragilidad intensa, una bondad genuina. Lo hace tan bien que hasta nos convence de que es fea..., y sinceramente no pienso que llegue a sobreactuar, su personaje es así. Los últimos minutos de la película resultan los más memorables, y donde Havilland demuestra su absoluta grandeza, la razón por la que no será olvidada. Se trata de uno de esos finales extraordinarios que de cuando en cuando nos regala el cine.
Jackie Daytona
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17 de febrero de 2009
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy pocos directores saben tratar de forma tan sublime y exquisita todo el complejo entramado que esconden las relaciones humanas y todas las repercusiones que pueden conllevar. Muy probablemente, los genios capaces de mostrar esos sentimientos en pantalla sea William Wyler y otros pocos más, como Woody Allen.

Como ya hiciera en otros trabajos como "La loba" o "El coleccionista", Wyler vuelve a hacer un análisis de la mente humana, esta vez en la cúspide matrimonial y en la sinceridad y en los desengaños que tal compromiso conlleva.

El realizador nos deleita con una trama sencilla pero que guarda en su interior un contenido de lo más ambiguo cuyo análisis puede conllevar horas de charla y polémica. La idea de tratar el interés de un hombre por una mujer con pocos recursos y poco agraciada por el gran nivel de su fortuna puede que a muchos les suene a algo nada nuevo, o con falta de innovación, pero la forma en cómo se retrata y cómo se desarrolla la trama deja ver que estamos no sólo ante una de las obras más representativas del gran Wyler, sino en uno de los mayores dramas jamás realizados en la historia del cine.

No solo el guión y su puesta de escena son excelentes, pues las actuaciones de cada uno de los miembros del reparto es exquisita, sobre todo el de Olivia de Havilland y el de Ralph Richardson, que interpreta al padre de Havilland y se encuentra en la díficil y e incómoda situación de abrirle los ojos a su hija sin que ella se sienta ofendida.

Poco más que añadir ante este intenso melodrama que hará las delicias de todo aquel que se quiera deleitar con una clase de puro cine, pues con Wyler lo conseguirá en esta gran película. Es más, aprovecho para recomendar los films citados al principio de la crítica para todo aquel que esté interesado en los otros trabajos de Wyler en las relaciones humanas.
directorscut
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22 de agosto de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de la pobre Catherine es una de esas cosas que ya no pasan. Una rica heredera carente de habilidades sociales, en la actualidad, puede comprarse lo que quiera, incluido un marido. Pero en la sociedad en la que vivía la pobre Catherine era algo reprobable. En fin, una historia de otros tiempos que sólo tiene cabida en el pasado. Un conflicto anacrónico y superado.
¿Qué interes puede tener para el espectador actual?
También hace tiempo que no atendía con tanto embeleso a una película. Y mira que ya la he visto unas cuantas veces. Últimamente he estado viendo cine reciente y he de confesar que muchas películas las tengo que terminar de dos o tres tirones y que, desde luego, no me enervan tanto como para ponerme tieso sobre el sofa por el asombro y la admiración. Algo que si consigue esta película con más de sesenta años a sus espaldas y al menos media docena de revisiones.
Y como tenía ganas de sentir esa sensación, hoy he vuelto a ver "La heredera". Podría haber sido casi cualquier otra película de Wyler, uno de mis cineastas favoritos.
Los cuarenta primeros minutos se ven con una sonrisa en los labios, casi como una comedia. El guión y la puesta en escena dan una sutil, irónica y acabadísima caracterización de los personajes. Pero cuando comienza el drama, llega el asombro ante la conjunción de talentos que hacen posible el milagro de una obra maestra. La secuencia de la espera nocturna de Catherine es portentosa. La muchacha más inocente, ingenua y dócil que pudiera imaginarse recibe en menos de un día las lecciones más amargas que puede darle la vida. Un crudelísimo despertar de la conciencia que provocará su metamorfosis.
Los diálogos, las miradas, los encuadres, la música, los decorados y su utilización, todo, absolutamente todo, esta cargado de sentido y relevancia. No hay paja ni rellenos, todo es substancioso. Capítulo aparte merecen las interpretaciones. Memorables Olivia de Havilland y Ralph Richardson. Apoteósico final.
Para el espectador actual, la posibilidad de empezar a distinguir entre un diamante y una circonita.
iñaki
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22 de enero de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intenso drama, genialmente interpretado por Olivia de Havilland que encarna a una mujer, poco agraciada, torpe y acomplejada, que por los golpes y coces que recibe por parte de su padre, amante y la sociedad en general, se convierte en un ser vengativo, frío y terriblemente cruel.

El título de ésta crítica es una cita de Balzac sobre la venganza, que le viene cómo anillo al dedo a ésta película, magistralmente realizada por William Wyler, quizás el director que mejor ha sabido construir y crear intensos dramas, sin caer en la lágrima fácil, marcándonos a fuego muchas escenas, en especial el final de La Heredera, simplemente aterrador.
Ulyses
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