La sociedad literaria y el pastel de piel de patata

La historia nos recuerda la literatura de Jane Austen, o las hermanas Brontë. Mantiene sus constantes, y esas historias melifluas que tanto gustaban y que todavía hoy agradan a una buena parte de espectador@s.

Es una historia sin sorpresas donde los principios, el romance y las buenas intenciones, aderezan esa sociedad pulcra e incluso relamida.

Muy bonita.

1941. La isla de Guernsey, en el Canal de la Mancha, se encuentra bajo ocupación alemana. Un pequeño grupo de lugareños sale, bajo el toque de queda, a las solitarias calles del pueblecito después de haber disfrutado de una suculenta cena, como hacía tiempo que no lo habían hecho, y son interceptados por militares alemanes; para salir del paso, la componente del grupo más avispada, Elizabeth, dice que vienen de una reunión literaria, y se inventa en ese mismo momento el nombre, 'La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey'; dicho lo cual se ven obligados a crear dicho club. 1946, Londres. La joven escritora Juliet Ashton acaba de publicar su nueva novela, la cual le supone un nuevo éxito. Durante los días de promoción de su libro recibe una curiosa carta de parte de la citada entidad de Guernsey, y a su respuesta, otra. Movida por la curiosidad decide visitar a sus remitentes.

Película que resulta entrañable, de bella factura, dirigida por Mike Newell, con guion de Tom Bezucha y Don Roos, basado en la novela homónima de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows, que recrea de manera estimable forma y fondo de la obra literaria, dotándola de mayor frescura y despojándola de cierta ranciedad.

Historia de amor, dramático, que nos habla de la vida de unos seres que vivieron la Segunda Guerra Mundial, no en zona batida por el fuego, pero tampoco tangencial debido a la mentada anteriormente ocupación de la que fueron objetos, y por la que sufrieron hambre y otras carencias propias del tiempo de guerra. Del amor por la literatura (británica) que llegaron a sentir estas mismas personas, al principio debido a unas circunstancias totalmente accidentales como he expuesto en la sinopsis, y que luego significó para ellos un auténtico oasis dentro del horror que padecían. Y lo anterior junto a la vivencia que con ellos tiene, poco después de finalizada la contienda, el personaje de la escritora Juliet Ashton, quien dejará por unos días su acomodada y exitosa vida en Londres, novio rico, prepotente y estadounidense incluido, los cuales se irán alargando dada la calidez que va encontrando y, sin quererlo, la atracción, y amor, que va sintiendo por su remitente, el tímido criador de cerdos Dawsey Adams. Pero esta historia tiene más cosas, como un secreto que se terminará por desvelar, o una comunidad vecinal, en cierta manera, en contra de los lectores societarios, y todo ello dentro de cierto aura de cuento

La dirección del film parece no notarse, como todas las de los grandes, y la del veterano (77 años) y pleno de oficio, Mike Newell, lo es; estando muy bien acompañado por un elenco artístico sobresaliente (da gusto poder seguir disfrutando de las interpretaciones de Penelope Wilton y Tom Courtenay) y una bella y acertada fotografía de Zac Nicholson.

Así se podría resumir esta película, a quien no le gusta un bonito pastel hecho con buen gusto y unos ingredientes mezclados de manera tan exquisita partiendo de un ingrediente tan pobre tan humilde y tan crudo.
Pues eso es lo que ha conseguido Mike Newell, se ha metido en el baúl del saber hacer de los ingleses cuando se ponen detrás de la cámara y ha sacado esas cositas que ellos tienen, su escuela de actores, sus paisajes y sus técnicos y junto con un guión muy logrado han conseguido un apetitoso pastel que nada tiene que ver con el de piel de patata del título.
De una manera sencilla y habilidosa consigue algo que no siempre es fácil, primero implicarte en una historia sencilla que más o menos te vas imaginando pero en la que siempre va dejando ese poquito de intriga para que sigas atento al hilo de ella, todos estos componentes los adorna unas veces con escenas de época perfectamente reflejadas o frases y diálogos conmovedores y entre unos y otros siempre una fotografía perfectamente iluminada, a la que ayuda esa luz difuminada de los nubarrones de esas tierras, ya sea de playas, campos o riscos, con el mismo buen gusto ilumina copas de champán, flores secas o el mismo pastel de patata o los reflejos de un anillo en la pared, lo hace bien en un salón de lujo o en un corral campestre y que hacen el aderezo ideal para esta tarta.
El final lo borda con habilidad y te consigue dejar con ese buen sabor de boca de un sabroso postre que para nada me ha resultado empalagoso, puesto que la historia es lo suficientemente dura y real como para tacharla de eso.
Seguro que la volveré a ver y volveré a deleitarme.

Me pareció muy buena, tanto del punto de vista cinematográfico como de buen espectáculo para el público.
Tiene una forma de contar qué sucedió dentro de diferentes personas por la situación de la segunda guerra mundial y la ocupación nazi de una isla británica, digna de admiración.
Explica lo dramático de la situación en plena guerra sin mostrar prácticamente nada de lo militar.
Además la actuación de todo el elenco es brillante, muy buena fotografía y fondo musical, buena pintura de época, fiel retrato de la forma de ser de los británicos vista por un inglés nada miope.

Hay películas que son una pequeña joya y en éste caso es un inmenso tesoro. Largometraje de sofá y manta que deja una buena sensación de boca. No destaca en el apartado técnico pero en éste tipo de cintas es algo que no se pretende.
Centrada en contar una historia ni más ni menos y lo hace bien. Un punto de romanticismo por una época ya pasada que rebosa optimismo. No es todo perfecto, pero creo que es uno de sus encantos como la iluminación a veces descuidada o la limpieza de sus escenas. No hay sorpresas pero creo que no le hace falta.
Es el tipo de película que ves con gusto y que recordarás un par de días aunque posiblemente no la recordarás la semana siguiente. Si pudiera ver una película así por semana sería inmensamente feliz.